Disruptores endocrinos: expertos piden mejor identificación y más regulación para manejar los efectos de su papel obesogénico

Carla Nieto Martínez

Conflictos de interés

13 de noviembre de 2023

"Los disruptores endocrinos están en nuestro día a día y suponen un foco de preocupación notable para los endocrinólogos debido a su enorme impacto clínico, social y también económico", así lo manifestó el Dr. Javier Escalada, presidente de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), durante la sesión del 64º Congreso de esta sociedad, en la que se actualizaron los últimos datos sobre el impacto de estas sustancias en la salud y la necesidad de controlarlas y legislarlas desde todos los ámbitos.[1]

El especialista agregó que actualmente están identificadas más de 1.500 sustancias que actúan como disruptores endocrinos, especialmente en los plásticos que usamos a diario "y de las que se sabe que están implicadas en la aparición de la obesidad y la diabetes, interactuando no solo a través de su capacidad obesogénica, sino también de la propia célula beta-pancreática. Además en todo el cortejo, sintomático y patológico, del sistema endocrino, también producen alteraciones tiroideas, cánceres endocrinológicos e incluso infertilidad".

Ángel Nadal, Ph. D.

En su ponencia sobre los efectos de los disruptores endocrinos en la salud humana, Ángel Nadal, Ph. D., catedrático de Fisiología en la Universidad Miguel Hernández de Elche en Alicante, aludió a la lista de la Unión Europea en la que se contemplan más de 500 compuestos que son disruptores endocrinos o "sospechosos de serlo" y explicó cómo en los últimos años se ha impulsado su estudio en el marco de la investigación sobre el efecto de la polución ambiental sobre la salud, considerándolos dentro del grupo de los químicos sintéticos junto a los contaminantes orgánicos y los microplásticos.

"La realidad es que muchos posibles disruptores endocrinos incluidos en la lista de la Comisión Europea no han sido estudiados, a lo que se añade que hay cientos de miles de sustancias químicas en el mercado que no han sido sometidas a ningún tipo de prueba en este sentido. Por otro lado, se debe tener en cuenta la diversidad de tipos de disruptores que existen, incluyendo productos y equipamientos de uso médico", añadió Nadal.

Modo de acción y otras peculiaridades

En relación a los microplásticos, el especialista afirmó que no solo implican un problema físico para muchas cuestiones, sino que también suponen un problema químico, "ya que actúan como vehículos de los disruptores endocrinos. De hecho, hay muchos plastificantes y componentes plásticos que son disruptores endocrinos, como el bisfenol, al igual que ocurre con los contaminantes orgánicos, muchos de los cuales se comportan de forma similar a estos".

Nadal hizo especial hincapié en la importancia de identificar estas sustancias, para lo que es clave conocer sus peculiaridades respecto a su modo de acción, el tipo de respuesta y sus efectos.

"Todos los disruptores endocrinos tienen en común una serie de características que hay que tener en cuenta en las pruebas protocolarias para su identificación, los cuales son necesarios para cambiar la regulación sobre estas sustancias".

Una de estas peculiaridades es la baja dosis, consecuencia del modo de acción de los disruptores endocrinos, que ciegan o anulan los receptores celulares, cambiando así la expresión de los genes o modificando distintas cascadas de señalización en diferentes tipos de células. Nadal comentó que otra seña de identidad es la respuesta no lineal y no-monotónica a las dosis, lo que plantea el problema de que no hay un "mínimo" que se pueda establecer para regular y a partir del cual se pueda decir que por debajo de él la sustancia es segura.

"Y también son clave los efectos latentes a esta exposición; en este sentido se ha demostrado que los periodos más sensibles son el desarrollo fetal y la infancia, ya que estos disruptores producen la expresión anormal de genes y alteran la morfología y la función celular, dando lugar a un fenotipo adulto más prevalente a desarrollar enfermedades asociadas a estos compuestos. Lo mismo sucede durante la infancia, al menos en los primeros tres años, lo que no significa que cuando somos adultos e incluso a edades avanzadas, estas sustancias dejen de ser perjudiciales. Ahora sabemos que este efecto latente no solo ocurre en la primera generación, sino que estudios animales han demostrado que pueden aparecer en la cuarta e incluso en la sexta generación".

El impacto en la patología endocrina

Nadal manifestó que las evidencias demuestran que los disruptores endocrinos aumentan la probabilidad de desarrollar determinadas enfermedades, concretamente obesidad, diabetes, cánceres hormono-dependientes (p. ej., próstata o mama) y alteraciones de los aparatos reproductores masculino y femenino (pudiendo causar infertilidad) y también alteran la función de la glándula tiroides.

"Las distintas sociedades de endocrinología coinciden en que la prevalencia de estas enfermedades aumenta a causa de la exposición a estos químicos. Lo que ocurre es que en la mayoría de estas patologías no se conoce el modo de acción de los disruptores endocrinos y también se desconocen todos los asociados a ellas", señaló.

"Sin embargo, todo apunta a que actúan de modo similar a los tóxicos clásicos. Lo hacen a dosis muy bajas y esto significa que las dosis a los que estamos todos expuestos trabajan como una motofacción endocrina, alterando la expresión genética, la morfología y la función celular y, por tanto, jugando un papel causal en el incremento de la prevalencia de estas enfermedades", añadió.

Josef Köhrle, Ph. D.

Precisamente en una de estas enfermedades asociadas centró su ponencia el Prof. Josef Köhrle, Ph. D., director del Instituto de Endocrinología Experimental de la Universidad de Medicina Charité de Berlín en Alemania, en la que analizó el potencial y potente efecto que los disruptores endocrinos pueden tener en la alteración del metabolismo de la hormona tiroidea y la disponibilidad total de esta.

"Por ejemplo, en los estudios que  relacionan el nexo entre disruptores endocrinos y cáncer se ha visto que el órgano del sistema endocrino sobre el que existe evidencia más firme de esta interacción es la tiroides (cáncer tiroideo), estando especialmente implicados en este sentido los metales pesados, los ftalatos y los retardantes del fuego", comentó el experto.

Köhrle hizo un repaso a diferentes trabajos en los que se analizó la relación entre vivir en espacios con alta contaminación ambiental y alteraciones en la hormona tiroidea, concretamente en embarazadas.

"Estudios publicados en los últimos 4 a 5 años muestran claramente el nexo entre la exposición a disruptores endocrinos y el sistema tiroideo, en los que se observa que ante la elevación de los niveles de algunos ftalatos se produce un significativo descenso de triyodotironina y tiroxina", agregó.

Uno de estos estudios evidenció que la exposición prenatal temprana a disruptores endocrinos se asocia a un menor función intelectual a los siete años y se identifica al bisfenol como la sustancia más asociada a este efecto, que "no se observó en niñas, así que hay diferencia de sexo respecto a los efectos de esta exposición temprana prenatal".[2]

El especialista señaló que a esta mayor "vulnerabilidad" del sistema tiroideo hay que añadir otros factores que pueden dimensionar este impacto, "por ejemplo, el hecho de que un tercio de la población mundial (de todos los estratos de desarrollo socio-económico) sigue teniendo una ingesta inadecuada de yodo, siendo este déficit más prevalente en embarazadas y madres lactantes, que a su vez integran los grupos más sensibles a los efectos de esta exposición".

"Asimismo, los disruptores endocrinos ambientales y nutritivos y sus mezclas podría potenciar los efectos adversos de estas deficiencias, retardando el desarrollo cerebral y disminuyendo el cociente intelectual en cinco puntos o más", destacó.

Por qué testar las mezclas

Durante la sesión se puso de relieve la importancia de valorar y manejar no solo los efectos de las sustancias con capacidad de disruptor endocrino de forma aislada, sino también tener en cuenta las mezclas o combinaciones de las mismas.

Köhrle señaló que hay estudios que asocian la exposición prenatal a mezclas de estos químicos con un riesgo elevado de retraso en el lenguaje y las evidencias más recientes apuntan a que este efecto no implica únicamente a la interferencia entre el sistema endocrino y estos componentes medioambientales, sino que también existe una interacción directa con el sistema de neurotransmisión: "Ambos sistemas trabajan juntos, lo cual a su vez tiene un impacto grave en la nutrición metabólica, lo que ha dado lugar a un término actualmente muy popular: disruptores metabólicos".

En relación con esto, Nadal destacó la necesidad de testar estas mezclas, "ya que son el mundo real, pues no solo estamos expuestos a un químico, sino a un cóctel de ellos (se estima que hay una media de cerca de 40 de ellos en sangre)".

Nadal relató la iniciativa puesta en marcha recientemente por su grupo, en la que se realizó una prueba de migración de los artículos que están en contacto con la comida en el contexto de un clúster de seis enfermedades (cáncer, cardiovasculares, reproductivas, alteraciones cerebrales, inmunológicas y metabólicas), con la intención de identificar los químicos existentes en estas mezclas. "Este enfoque es importante para predecir e identificar futuros disruptores endocrinos".

En cuanto a las medidas más efectivas para prevenir la exposición y protegerse de los efectos de estas sustancias, Köhrle se refirió a las evidencias que demuestran que se puede reducir la exposición a los disruptores endocrinos entre 30% a 50% adoptando cambios en el estilo de vida. "Adoptar estas medidas no implica que estos compuestos se vayan a eliminar (han venido para quedarse), pero se puede cambiar la forma de interactuar con ellos y minimizar sus efectos".

Nadal sugirió una serie de recomendaciones para evitar concretamente la exposición al bisfenol A y los ftalatos presentes en los plásticos, entre ellas, no comprar alimentos envasados en este material, sobre todo los que son grasos, por el riesgo de migración, eludir calentar los recipientes de este material con comida en su interior, ya que en ese caso la migración es mayor y abrir las ventanas para ventilar la casa durante 10 a 15 minutos cada día para favorecer la eliminación de los disruptores volátiles.

En espera de una regulación "contundente"

Los expertos incidieron en la importancia de estudiar y tener en cuenta estas sustancias desde el punto de vista endocrinológico y pusieron de relieve los esfuerzos que se hacen al respecto.

"Es imprescindible centrar esfuerzos en este sentido, sobre todo teniendo en cuenta que los disruptores endocrinos también ejercen efectos epigenéticos asociados con un impacto transgeneracional, de lo que se deduce la necesidad inmediata de reducir la exposición a ellos, así como de frenar el uso de las denominadas ‘sustancias extremadamente preocupantes’", apuntó Köhrle.

Por su parte, Nadal hizo hincapié en la necesidad de que las autoridades nacionales y europeas impongan normativas que prohíban determinados compuestos presentes en comidas y bebidas que actúan como disruptores endocrinos y alabó la gran labor que están realizando las sociedades científicas en general y las de endocrinología en particular para disminuir la exposición a estas sustancias, sobre todo en periodos de mayor susceptibilidad, como la gestación.

"Sin embargo, es una tarea difícil, ya que hay más de 100.000 compuestos químicos en el mercado y se liberan otros nuevos todos los años", añadió Nadal.

En relación con esto, Köhrle recordó que en 2020 la Comisión Europea decidió que estos químicos fueran declarados como sustancias de alto riesgo.

"En este sentido, los disruptores endocrinos se equiparan a otras sustancias, por ejemplo, los mutágenos, pero mientras para estos tenemos reglas, en el caso de los nuevos disruptores endocrinos estas reglas aún no se han implementado. Está todo sobre el papel, pero no se ha traducido en medidas concretas", concluyó.

Nadal, Ph. D., y Köhrle, Ph. D., han declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente.

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