Dra. Ilse Mandujano: un camino desde la residencia hasta la pandemia de COVID-19 con resistencia a la insulina

De médica a paciente

María Nayeli Ortega Villegas

3 de octubre de 2023

En esta serie "De médico a paciente" se presenta a los médicos como pacientes, mostrando las vivencias, dificultades y retos que ha representado tener una enfermedad.

Dra. Ilse Mandujano

Para la Dra. Ilse Mandujano recibir el diagnóstico de resistencia a la insulina abrió un camino que la hizo afrontar, de inicio, la incongruencia entre lo que sabía que requería para recuperar su salud y el estilo de vida que le exigía mantener la residencia médica y, posteriormente, encontrar un tipo de actividad física que disfrutaría al experimentar (twerking y pole dance). Esto no solo representó un ámbito para mejorar su salud en general, sino que se convirtió en una parte importante de su vida.

Más adelante se enfrentó con una forma de discriminación estructural entre los médicos: la gordofobia.

Y, cuando todo parecía haber encontrado su equilibrio, el mundo entero entró en crisis por la pandemia de COVID-19, llevándose el control que con tanto trabajo había logrado, obligándola a tomar decisiones importantes que priorizaran su salud física y mental.

Diagnóstico de resistencia a insulina: conflicto entre lo que debía y lo que podía hacer

Todo comenzó cuando durante la residencia, un endocrinólogo que impartía clases a la Dra. Mandujano notó que los nudillos de su alumna presentaban acantosis, esto es recordado con detalle por ella, así como los sentimientos y reflexiones que le generó.

"Los sábados nos daban talleres especiales para nuestro entrenamiento. En esa sesión veíamos cómo investigar e interpretar artículos. Mi maestro me habló al final de la clase y me dijo: ‘Tienes resistencia a la insulina, tienes mucha acantosis en los nudillos’. Aunque no me hicieron laboratorios, para el doctor era muy evidente. ‘Debes cuidarte para no tener diabetes o alguna complicación eventualmente", narró la especialista.

En ese momento, y viviendo bajo las condiciones que la residencia le exigía, para la Dra. Mandujano representó un conflicto; como médica, saber lo que implicaba cuidarse adecuadamente pero como residente, con tiempo limitado: no podía hacer ejercicio, su alimentación dependía de lo que se ofrecía en el hospital y elegir sus horarios de sueño y de trabajo no estaba bajo su control. No obstante, se planteó el propósito de tratar la situación en cuanto terminara la especialidad.

"Cuando terminé la especialidad empecé clases de pole dance y twerking y a cuidar mis horarios lo más que podía: hice este compromiso de cuidar de mí misma como nosotros se lo pedimos a los pacientes ¿Cómo les vamos a exigir algo a ellos si nosotros no nos comprometemos?", reflexionó.

Actividad física con retos constantes: pole dance y twerking

Para la especialista en medicina interna, el gimnasio parecía una actividad física repetitiva y, por tanto, aburrida, que tarde o tempano terminaba por abandonar, así que encontró en el pole dance y el twerking una forma de ejercitarse fuera de lo normal, generadora de retos constantes que mantenían su motivación.

"Me gusta mucho ejercitarme a través del baile, ni siquiera sientes que estás haciendo ejercicio hasta que terminas cansada, pero en el momento bailas, gozas y disfrutas. Por eso en 2019 decido tomar la certificación para poder ser maestra de twerking", señaló.

A pesar de ser criticada, sobre todo en redes sociales, por la realización de esta actividad física sobre todo en redes sociales con el argumento de que le quitaba profesionalismo a su consulta, la especialista resaltó la importancia para los médicos de tener pasatiempos y realizar actividades fuera de la medicina; esto es lo que le permite estar en contacto con su humanidad. "Soy una persona con muchos matices, enfoques y áreas que me pueden gustar o puedo explotar y la medicina no tiene por qué volverse mi único sentido de identidad", puntualizó. 

Tropezando con discriminación: gordofobia y peso-centrismo

Al comenzar con los cuidados y tratamiento que conlleva su diagnóstico de resistencia a la insulina nota que su cuerpo no parece responder de la forma en que debería tras realizar un cambio completo de hábitos, al menos no como aprendió en la escuela de medicina.

"Cuando me dicen que tengo resistencia a la insulina yo no habitaba un cuerpo grande, era delgada, luego empecé a alimentarme bien, mejoré mi sueño, cumplo el tiempo recomendado en las guías de actividad física que se requiere para el manejo de enfermedades, etcétera y empiezo a ganar peso, mucho peso, un peso que no perdía incluso con medicamentos que me fueron indicados por los médicos que me estaban tratando", refirió. 

Al acudir con varios colegas especialistas que le daban tratamiento, las recomendaciones para mejorar su salud eran siempre las mismas: ejercicio, alimentación balanceada, buenos hábitos de sueño y manejo de estrés; fue cuando se encontró con una forma de discriminación para la que no estaba preparada: la gordofobia.

"Ya estaba haciendo todas estas cosas y en vez de perder peso quedaba igual o lo ganaba y me dijeron que quizá no lo estaba haciendo en realidad, que estaba mintiendo", manifestó.

La gordofobia se define de la siguiente manera: prácticas, discursos y acciones que burlan, marginan, estereotipan, prejuzgan, rechazan e implican la obstaculización o vulneración de los derechos de las personas bajo el pretexto de gordura.

La Dra. Mandujano describió este momento como sumamente frustrante debido a que su formación, aunque no lo sabía en ese momento, había sido peso-centrista: todo se reducía al peso, la meta siempre era perder peso y en su caso, a pesar de sus intentos, no sucedía. Esta situación y la determinación por mejorar su salud (¿o a perder peso?) la llevaron a buscar una nutrióloga.

"Le expongo todo y me cree, me dice que hay pacientes que no van a perder peso y que el objetivo es enfocarnos en mantener un peso estable y ganar músculo, me habló de mecanismos regulatorios que facilitan la ganancia de peso, de los cuales yo no había leído y eran contrarios a los de mis colegas con especialidad, maestrías, doctorados, incluso currículum internacional".

Tras la consulta la Dra. Mandujano se informó y conoció sobre "el estigma del peso, sobre la gordofobia que podemos ejercer los médicos, el sesgo de peso que podemos tener si vemos un cuerpo grande y en automático asumimos que está más enfermo que un cuerpo delgado o que no tiene ciertos hábitos y en realidad solo con ver a una persona no conoces nada de ella".

Encontrarse con esta nueva perspectiva a partir de su enfermedad también cambió la manera en la que ahora ejerce su práctica clínica, ofreciendo consultas no centradas en peso, en donde informa a los pacientes que la pérdida de peso es secundaria a la mejora en la salud y autocuidado que representan mantener hábitos saludables.

"No baso la mejora de un paciente en cuántos kilos pierde; me enfoco en sus laboratorios y en los síntomas que manifiesta", destacó.

Un obstáculo llamado COVID-19

Conservar los hábitos saludables mantuvo bajo control la resistencia a la insulina de la Dra. Mandujano hasta que llegó la pandemia de COVID-19 y ser incluida en la primera línea de atención, situación que rompió su rutina de hábitos saludables: de hacer entre 15 y 16 horas de ejercicio a la semana pasó a dejar de hacerlo tras el cierre de establecimientos; de reducir los turnos para disminuir su carga de trabajo y el estrés que conlleva pasó a cubrir los turnos que le exigía el control de los casos en aumento, sumado a su preocupación que la mantenía despierta en sus horas de descanso y su compromiso por mantenerse actualizada en los temas del virus, que consumieron varias horas de su tiempo e incluso se mantuvo alejada de su esposo para reducir el riesgo de contagio.

Adicionalmente, decidió dejar de tomar su tratamiento farmacológico debido a que los efectos secundarios que le inducía no eran compatibles con el trabajo provocado por la ola de casos de SARS-CoV-2. Tantos cambios de un momento a otro fuera de su control mantuvieron agradable solo un aspecto de su vida: la comida.

Figura 2. La Dra. Mandujano en el área de atención a pacientes con COVID-19.

"Sentía que la hora de la comida era el único momento del día que podía disfrutar, porque si no puedo dormir, no puedo ejercitarme, no puedo ver a otras personas, la comida es lo único placentero de mi vida. Gané una cantidad muy impresionante de peso, evidentemente no era músculo, estaba formado por grasa que no era saludable y se podía convertir en prediabetes o diabetes. Parecía que estaba bien y de repente en 6 meses me deterioré muchísimo" enfatizó.

Contagiada por el virus en una fase inicial de la pandemia pudo superar la enfermedad, adjudicándolo a que su estado de salud era bastante bueno. Tras varios meses, el decaimiento de su estado y el observar la muerte de colegas a su alrededor incrementaron su estrés y preocupación por la conciencia de que su cuerpo metabólicamente ya no era el mismo que al inicio y su riesgo de contagio era elevado.

"Mis posibilidades de enfermar eran altísimas, era una bomba de tiempo, tenía que hacer algo por mí, [pues de lo contrario] me iba a poner mal. Era todo un volado. Imagina la desesperación, terminé desarrollando depresión, ansiedad y tuve un intento de suicidio en pandemia por lo mismo. Necesitaba recuperar el control en algo. Pensaba: no tengo control sobre el virus, no tengo control sobre la pandemia, no tengo control sobre la gente que se muere ni sobre la gente que no usa mascarillas, sobre cuándo volveré a hacer ejercicio con regularidad. No sé cuándo va a haber vacuna. Entonces decido hacerme la cirugía bariátrica, que me iba a devolver un poco el control de que puedo hacer algo por mí", detalló.

En junio del año pasado la Dra. Mandujano comunicó a sus seguidores de redes sociales que había decidido renunciar a su trabajo en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) debido a que tras la pandemia, que consumió una importante cantidad de recursos del organismo, se agudizó la decadencia del sistema de salud.

"Me da tristeza porque mi presencia en el instituto tenía un propósito para mí; quería hacer una diferencia y ayudar. El poder hacer algo bien desde esa trinchera por personas que no tienen acceso a servicios privados de salud. No, no paga lo suficiente el IMSS para lidiar con el desabasto, con las ofensas, con la sobre carga de trabajo. Y más que nada, no te preocupas por mi bienestar ni por mi salud mental’", declaró en una publicación.

No podíamos terminar a conversación con la Dra. Mandujano sin preguntarle sobre su estado actual: "Desde que me vacuné me relajé mucho, empezaron a disminuir los casos entre el personal del hospital. Retomé mi tratamiento, la resistencia a la insulina mejoró y actualmente vivo sin ella; empecé a recuperar el control y a vivir más tranquila y como me gusta, decidí renunciar al IMSS en junio del año anterior, después de que pasó lo más difícil y dije: ya no puedo estar trabajando de esta manera porque me afecta", concluyó.

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