Los edulcorantes artificiales en los alimentos procesados se asocian con un mayor riesgo de depresión

Megan Brooks

27 de septiembre de 2023

Una dieta rica en alimentos ultraprocesados, en particular edulcorantes artificiales, se ha asociado con un mayor riesgo de depresión, según sugieren nuevos datos del Nurses Health Study II (NHS II).[1]

Las enfermeras que consumían más de ocho porciones diarias tenían aproximadamente un 50% más de riesgo de desarrollar depresión que aquellas que consumían cuatro o menos porciones diarias.

Sin embargo, en un análisis secundario, en el que los investigadores intentaron identificar alimentos específicos que pudieran estar asociados con un mayor riesgo, solo los edulcorantes artificiales y las bebidas endulzadas artificialmente se asociaron con un mayor riesgo de depresión.

"Los estudios en animales han demostrado que los edulcorantes artificiales pueden desencadenar la transmisión de determinadas moléculas de señalización en el cerebro que son importantes para el estado de ánimo", dijo a Medscape Noticias Médicas el investigador del estudio, Dr. Andrew T. Chan, maestro en salud pública de la Unidad de Epidemiología Clínica y Traslacional del Massachusetts General Hospital, en Boston, Estados Unidos.

"Dada esta posible asociación entre los alimentos ultraprocesados y múltiples condiciones de salud adversas, siempre que sea posible, las personas pueden desear limitar su consumo de dichos alimentos. Este puede ser un cambio de estilo de vida que podría tener beneficios importantes, particularmente para aquellos que lidian con la salud mental", detalló el Dr. Chan.

El estudio fue publicado en versión electrónica el 20 de septiembre en JAMA Network Open.[1]

Múltiples mecanismos potenciales

Los hallazgos se basan en 31.712 mujeres blancas, en su mayoría no hispanas, que no padecían depresión al inicio del estudio. La edad promedio de las pacientes al inicio del estudio fue de 52 años. Como parte del NHS II, las mujeres proporcionaron información sobre la dieta cada cuatro años mediante cuestionarios validados de frecuencia alimentaria.

En comparación con las mujeres con una ingesta baja de alimentos ultraprocesados, aquellas con una ingesta alta tenían un mayor índice de masa corporal (IMC). Además, eran propensas a fumar y tener diabetes, hipertensión y dislipidemia, y eran menos propensas a hacer ejercicio con regularidad.

Durante el periodo del estudio, hubo 2.122 casos incidentes de depresión, según lo determinado mediante una definición estricta que requería depresión diagnosticada por un médico y el uso regular de antidepresivos. Hubo 4.840 casos incidentes, según se determinó utilizando una definición amplia que requirió diagnóstico clínico o uso de antidepresivos.

En comparación con las mujeres en el quintil más bajo de consumo de alimentos ultraprocesados (menos de cuatro porciones diarias), las del quintil más alto (más de 8,8 porciones diarias) tenían un mayor riesgo de depresión.

Esto se observó tanto para la definición estricta de depresión (hazard ratio [HR]: 1,49; intervalo de confianza [IC] de 95%: 1,26 a 1,76; p < 0,001) como para la amplia (HR: 1,34; IC 95%: 1,20 a 1,50; p < 0,001).

"Los modelos no se alteraron materialmente después de la inclusión de posibles factores de confusión. No observamos asociaciones diferenciales en subgrupos definidos por edad, índice de masa corporal, actividad física o tabaquismo", informaron los investigadores.

En análisis secundarios, clasificaron los alimentos ultraprocesados en sus componentes, incluidos los de granos ultraprocesados, bocadillos dulces, comidas listas para comer, grasas, salsas, productos lácteos ultraprocesados, bocadillos salados, carne procesada, bebidas y edulcorantes artificiales.

Al comparar los quintiles más altos con los más bajos, solo la ingesta elevada de bebidas endulzadas artificialmente (HR: 1,37; IC 95%: 1,19 a 1,57; p < 0,001) y de edulcorantes artificiales (HR: 1,26; IC 95%: 1,10 a 1,43; p < 0,001) se asoció con un mayor riesgo de depresión y después de una regresión multivariada.

En un análisis exploratorio, las mujeres que redujeron en al menos tres porciones al día su consumo de alimentos ultraprocesados tuvieron un menor riesgo de depresión (definición estricta: HR: 0,84; IC 95%: 0,71 a 0,99), en comparación con aquellas con una ingesta relativamente estable en cada periodo de cuatro años.

"Los alimentos ultraprocesados se han asociado con diferentes desenlaces de salud que podrían manifestar un efecto por vías comunes bajo las que subyacen las enfermedades crónicas", apuntó el Dr. Chan.

Por ejemplo, su consumo se ha asociado con la inflamación crónica, lo que a su vez conduce a múltiples efectos adversos potenciales para la salud, incluida la depresión, explicó.

También están vinculados a la alteración del microbioma intestinal.

"Este es un mecanismo potencial importante que vincula los alimentos ultraprocesados con la depresión, ya que hay evidencia emergente de que los microbios en el intestino se han relacionado con el estado de ánimo debido a su papel en la metabolización y producción de proteínas que tienen actividad en el cerebro", ahondó el Dr. Chan.

Asociación, no causalidad

Varios expertos opinaron sobre los resultados del estudio en una declaración del Science Media Centre, organización sin fines de lucro del Reino Unido.

Gunter Kuhnle, Ph. D., profesor de nutrición y ciencias de los alimentos de la University of Reading, Reino Unido, advirtió que el estudio solo ofrece información sobre asociación, no sobre causalidad.

"Es muy posible que las personas con depresión cambien su dieta y decidan consumir alimentos que sean más fáciles de preparar, que a menudo serían alimentos considerados ultraprocesados", declaró Kuhnle.

Lo más interesante es que la asociación entre la ingesta de alimentos ultraprocesados y la depresión fue impulsada por un solo factor: los edulcorantes artificiales.

"Esto respalda una de las principales críticas al concepto alimentos ultraprocesados: que combina una amplia variedad de alimentos diferentes y, por lo tanto, dificulta la identificación de las causas subyacentes", añadió Kuhnle.

"Actualmente no hay datos que vinculen el uso de edulcorantes artificiales con la salud mental, a pesar de que la mayoría de ellos han estado disponibles durante algún tiempo. También es importante señalar que existe una amplia gama de diferentes edulcorantes artificiales que se metabolizan de manera muy diferente y podría haber una causalidad inversa", comentó Kuhnle.

El Dr. Paul Keedwell, Ph. D., psiquiatra consultor y miembro del Royal College of Psychiatrists, consideró que este es un "hallazgo interesante e importante, pero que plantea más preguntas. En esta etapa, no podemos decir qué tan grande es el efecto que tiene la dieta sobre el riesgo de depresión en comparación con otros factores de riesgo, como antecedentes familiares de depresión, niveles de estrés y tener una red social de apoyo".

El Dr. Keedwell señaló que los investigadores excluyeron cuidadosamente la posibilidad de que el efecto estuviera mediado por la obesidad o la falta de ejercicio.

"Sin embargo, una consideración importante es que una dieta basada en comidas preparadas y bebidas endulzadas artificialmente podría indicar un estilo de vida agitado o con trabajo por turnos. En otras palabras, una dieta de comida rápida podría ser un marcador indirecto de estrés crónico. El estrés prolongado probablemente sigue siendo el principal factor de riesgo de depresión", afirmó el Dr. Keedwell.

Keith Frayn, profesor emérito de metabolismo humano de la University of Oxford, agregó que la relación entre los edulcorantes artificiales y la depresión "se destaca claramente" incluso después de ajustar por múltiples factores de confusión, incluidos el índice de masa corporal, el tabaquismo y el ejercicio.

"Esto se suma a las crecientes preocupaciones sobre los edulcorantes artificiales y la salud cardiometabólica. El vínculo con la depresión necesita confirmación y más investigación para sugerir cómo podría producirse", advirtió Frayn.

El estudio NHS II fue financiado con una subvención del National Cancer Institute. El Dr. Chan informó haber recibido subvenciones de Bayer Pharma AG y Zoe y honorarios personales de Boehringer Ingelheim, Pfizer y Freenome fuera de este trabajo. El Dr. Keedwell y Kuhnle han declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente. Frayn es autor de libros sobre nutrición y metabolismo.

Este contenido fue publicado originalmente en Medscape.com.

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