Bienvenidos a Factor de Impacto, su dosis semanal de comentarios sobre un nuevo estudio en medicina. Soy el Dr. F. Perry Wilson, de la Facultad de Medicina de Yale.
Supongamos, a efectos de argumentación, que soy un hombre sano de 43 años. Sin embargo, estoy interesado revisar mis niveles de vitamina D. Mi médico de atención primaria dice que no es necesario, pero eso no importa porque una variedad de compañías de pruebas directas al consumidor lo hacen sin receta médica, por una tarifa, por supuesto.
¿Está bien? ¿Debería poder hacerme la prueba?
¿Qué pasa si en lugar de mis niveles de vitamina D quiero medir mis niveles de testosterona, o mi antígeno prostático específico, o mis niveles de cadmio, o mis anticuerpos contra la enfermedad de Lyme, o incluso hacerme una resonancia magnética de cuerpo completo? Todas estas pruebas están disponibles en una variedad de empresas que las ofrecen directamente al consumidor. Si estoy dispuesto a pagar, ¿debería poder hacerlo también? Estas preguntas son cada vez más comunes porque es un mercado que está en auge.
Esta semana estamos hablando de pruebas directas al consumidor gracias al artículo "Policies of US Companies Offering Direct-to-Consumer Laboratory Tests", publicado en JAMA Internal Medicine, que describe las prácticas de las compañías que ofrecen este servicio.[1]
Antes de pasar al estudio, unas palabras sobre este mercado: Se proyecta que las pruebas de laboratorio directas al consumidor serán una industria de 2.000 millones de dólares para 2025 y las megacorporaciones Quest Diagnostics y Labcorp ya se están lanzando a ese espacio.[2]
¿Por qué está pasando esto? Hay un par de razones, creo. Primero, el costo creciente de la atención médica ha llevado a los pagadores a imponer restricciones significativas sobre qué pruebas se pueden solicitar y bajo qué circunstancias. Los médicos están muy familiarizados con el sistema de "autorización previa" que busca limitar incluso las pruebas que creemos que beneficiarían a nuestros pacientes.
Frustrados con un sistema así, no es de extrañar que los pacientes decidan cada vez más hacerlo por su cuenta. Claro, el seguro no las cubrirá, pero los precios son transparentes y la competencia los mantiene algo razonables. Entonces, ¿es esto beneficioso para todos? ¿No deberíamos permitir que las personas se hagan las pruebas que quieran, al menos si están dispuestas a pagar por ellas?
Por supuesto, no es tan simple. Si las pruebas son normales o negativas, entonces seguro no hay daño ni falta. Pero cuando son positivas, todo cambia. ¿Qué sucede cuando la prueba de antígeno prostático específico que me hice por mi cuenta presenta niveles elevados? Bueno, en ese punto, vuelvo al modo tradicional de medicina (ver a mi médico, probablemente repetir las pruebas, hacer biopsias, etc.) y algún pagador tendrá que cubrir el costo, es decir, que todos estaremos en un apuro por eso.
Otra razón por la que las pruebas directas al consumidor se están volviendo más populares es un fenómeno más difícil de caracterizar al que podría llamar "individualismo pospandémico". Lo he visto en varios ámbitos, pero creo que de alguna manera la pandemia llevó a las personas a centrarse más en sí mismas, tal vez porque estábamos muy aislados unos de otros. Optimizar la salud a través de datos (ya sea usando un reloj de seguimiento del estado físico, contando meticulosamente la ingesta de macronutrientes u ordenando sus propias pruebas de laboratorio) puede ser una forma de ejercer control sobre un universo que se siente cada vez más caótico. ¿Pero qué se yo? No soy psicólogo.
El estudio caracteriza un total de 21 empresas de pruebas directas al consumidor que ofrecen una variedad de servicios, como puede ver en la primera gráfica, la mayoría en el espacio endocrino: tiroides, diabetes, salud masculina y femenina. Un puñado de empresas ofrecen pruebas más específicas, como las de metales pesados y la enfermedad de Lyme.

¿Quién está a cargo de todo esto? En realidad, está bastante regulado, pero quizás no de la forma que creen. La Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de Estados Unidos utiliza la autoridad las Clinical Laboratory Improvement Amendments (CLIA) para garantizar que estas pruebas sean precisas. La Comisión Federal de Comercio (FTC) se asegura de que las empresas no emitan publicidad engañosa. Pero a nadie le importa si las pruebas son realmente beneficiosas para un individuo o para la sociedad.
Las 21 empresas variaron drásticamente en cuanto a cómo manejan la comunicación de los riesgos y resultados de estas pruebas. Todos tenían un descargo de responsabilidad de que la información no representa un asesoramiento médico integral. Bien. Pero una minoría reconoció los riesgos o limitaciones de las pruebas. Menos de la mitad tenía una declaración de cumplimiento de la Norma de Privacidad de la Ley de Responsabilidad y Portabilidad del Seguro de Salud (HIPAA), y 17 de 21 no proporcionaron información sobre si los clientes podían solicitar que se eliminaran sus datos, mientras que 18 afirmaron que podría haber un seguimiento en caso de resultados anormales, pero a menudo no estaba claro exactamente cómo funcionaría.

*Norma de Privacidad de la Ley de Responsabilidad y Portabilidad del Seguro de Salud de 1996
Entonces, volvamos a la primera pregunta: ¿una persona sana debería poder hacerse una prueba de laboratorio simplemente porque así lo desea? Los libertarios entre nosotros dirían ciertamente que sí, aunque quizás sin pensar en las implicaciones sociales de los resultados anormales. La gente de la medicina basada en la evidencia afirmará, con precisión, que no existen ensayos clínicos que sugieran que evaluar a personas sanas con pruebas como estas tenga algún beneficio.
Pero aquí debemos ser cautelosos. Esta pregunta es científica; se podría diseñar un ensayo para comprobar si la evaluación del nivel de testosterona en personas sanas de 43 años condujo a mejoras significativas en la mortalidad general. Solo harían falta unos pocos millones de personas y unos 40 años de seguimiento.
Incluso si no ayuda, dejamos que la gente desperdicie su dinero en cosas inútiles todo el tiempo. La única diferencia entre alguien que gasta dinero en una prueba inútil o en un suplemento dietético inútil es que alguien tiene que lidiar con el resultado.
Entonces, ¿se puede hacer esto bien? ¿Se puede crear una empresa de pruebas directas al consumidor que no sea esencialmente una aprovechada del resto del ecosistema de atención médica?
Creo que hay maneras. Necesitaría médicos involucrados en todas las etapas para ayudar a interpretar las pruebas y guiar los próximos pasos. Se necesitarían algunas recomendaciones transparentes, escritas en un lenguaje que los pacientes puedan entender, sobre lo que sucederá en caso de cualquier resultado imaginable y los costos que esos resultados podrían generar para ellos y su seguro. Lo más importante es que necesitaría un seguimiento longitudinal y la capacidad de recomendar cambios, volver a realizar pruebas en el futuro y, potencialmente, abordar las implicaciones de costos de los hallazgos posteriores. Al final, empieza a sonar muy parecido al consultorio de un médico.
El Dr. F. Perry Wilson, M. S.C. E., (@fperrywilson) es profesor asociado de medicina y director del Acelerador de Investigación Clínica y Traslacional de Yale. Su trabajo de comunicación científica puede encontrarse en el Huffington Post, en NPR y aquí en Medscape. Su nuevo libro, How Medicine Works and When It Doesn't, ya está disponible.
Este contenido fue publicado originalmente en Medscape.com.
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CRÉDITOS
Imagen principal: Medscape
Figuras 1 y 2: Dr. F. Perry Wilson
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Citar este artículo: Pruebas de laboratorio: ¿No se necesita médico? - Medscape - 27 de sep de 2023.
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