COMENTARIO

Mi salud por la de mi paciente

El blog de la internista

Dra. Jesica Naanous Rayek

Conflictos de interés

2 de octubre de 2023

Durante nuestro entrenamiento como médicos aprendemos cómo llevar un estilo de vida saludable, para así poder generar recomendaciones a nuestros pacientes y a la población en general. Algunos ejemplos claros de esto son dormir 8 horas diarias, tener buenos hábitos dietéticos (comer una dieta equilibrada, en los horarios establecidos y en al menos 20 minutos, entre otros), realizar ejercicio de manera cotidiana y tener niveles de estrés disminuidos, por mencionar algunos.

Sin embargo, cabe preguntarse cuántos de nosotros tenemos la oportunidad de seguir nuestras propias indicaciones; particularmente durante nuestros años de preparación, una etapa difícil y demandante tanto física como emocionalmente, que sin duda orilla a un inadecuado estilo de vida con las complicaciones que este podría conllevar.

Con frecuencia el personal médico se enfrenta a turnos de 24 horas o más en los cuales dormir es un sueño inalcanzable. Varios estudios evidencian las alteraciones que se pueden presentar en personas con deprivación del sueño; como variación del ritmo circadiano y supresión de la melatonina nocturna, lo que provoca intensificación de la respuesta de estrés neuroendocrina, lo que a su vez aumenta los niveles de glucocorticoesteroides y catecolaminas, ocasionando un aumento de los mecanismos proinflamatorios e inmunosupresión.

Todo lo anterior contribuye al aumento de enfermedades crónicas, entre las que se pueden enlistar: obesidad, diabetes, hipertensión y síndrome metabólico.[1]

Aunado a ello, un estudio reciente realizado en médicos jóvenes y sanos en Hong Kong demostró que la deprivación aguda del sueño, así como patrones de sueño frecuentemente interrumpidos, se asocian a daño del ADN, lo que favorece la apoptosis celular y a su vez la transformación oncogénica de las células.[2] Por otra parte, la deprivación del sueño puede ocasionar deterioro en la atención, en la consolidación de recuerdos, en el estado de alerta, en el juicio y la toma de decisiones. Así que si alguna vez no supiste responder en la entrega algo que estudiaste una noche anterior, podría ser por esta razón.[3]

Sabemos que la falta de sueño no es el único mal hábito al que los médicos nos enfrentamos. Otra constante es el estrés laboral: existen muchas situaciones en las que las demandas y presiones laborales en entornos hospitalarios suelen sobrepasar la capacidad humana para resolverlas eficazmente y esto puede precipitar enfermedades cardiovasculares, digestivas, musculoesqueléticas y mentales, como disminución de motivación, capacidad de concentración, alteración de la memoria, capacidad de organización, toma de decisiones y empatía.[4]

En condiciones extremas el estrés laboral se puede convertir en síndrome de desgaste profesional (burnout), que se define como un estado de fatiga o frustración que se produce por la dedicación a una causa, forma de vida o relación que no produce el beneficio esperado; provocando cansancio emocional, despersonalización y falta de realización personal.[4] Algunos estudios señalan que hasta 50% de los residentes padece este síndrome.[5]

Otro factor importante a considerar es la poca exposición al sol debido a las largas jornadas de trabajo, lo cual favorece la deficiencia de vitamina D en los profesionales de la salud. En un estudio realizado en la India se vio que hasta 75% de los médicos presentaba deficiencia de esta vitamina, siendo residentes, cirujanos y anestesiólogos los grupos de mayor riesgo.[6]

La vitamina D modula la respuesta inmune e inflamatoria del sistema cardiovascular, interviene en la proliferación y migración de células, en la función endotelial y en la homeostasis de la matriz extracelular. La deficiencia de esta vitamina se ha asociado con riesgo de desarrollar ciertos cánceres (colon, mama, próstata), diabetes, enfermedad coronaria arterial, ictus y enfermedades autoinmunes.[7]

Derivado de las situaciones expuestas, no sorprende que la probabilidad de suicidio entre los médicos varones sea aproximadamente 70% más elevada, en comparación con no médicos, y entre 250% a 400% más altas para las médicas, en comparación a mujeres que no se dedican a la medicina.[8] Cifras escandalosas y preocupantes que nos recuerdan la urgencia de atender esta problemática.

Dentro de la medicina existe la "cultura del silencio", mediante la cual se normalizan estrés, largas y arduas jornadas laborales, falta de sueño, ausencia de espacios para la relajación y escaso apoyo social. Dicha cultura está tan arraigada en nuestro gremio que nos hace sentir que debemos aceptar estas situaciones en aras de un bien mayor: la salud de los pacientes. En ese sentido, nos convencemos unos a otros que así es la vida de un médico, en lugar de enfrentarnos a ella y buscar un cambio.[8]

Personalmente creo que es momento de que esto termine y que la labor profesional de los médicos (sobre todo en el proceso de formación) no se torne en un dilema acerca de "mi salud por la del paciente". Y tú, querido lector, ¿qué opinas?

La Dra. Jesica Naanous Rayek es especialista en medicina interna, egresada como médica cirujana de la Universidad Anáhuac México Norte y actualmente forma parte del grupo médico del Centro Médico ABC en la Ciudad de México, México. Es apasionada por la enseñanza y poder transmitir sus conocimientos, lo que ha logrado con ayuda de su Instagram. La puedes seguir también en Facebook y TikTok.

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