Jesús Ramírez Bermúdez, neuropsiquiatra tendiendo puentes entre la literatura y la medicina a través de la narrativa clínica

Médicos y sus pasiones

Guillermo Cárdenas Guzmán

26 de septiembre de 2023

Dr. Jesús Ramírez-Bermúdez

Un entorno familiar lleno de arte, cultura y pasión por los libros y el conocimiento, marcó desde sus primeros años la trayectoria vital del Dr. Jesús Ramírez-Bermúdez, quien escribió su primera novela (inédita) a los 12 años, mucho tiempo antes de estudiar Medicina en la Universidad Autónoma Metropolitana.[1]

Esa vocación artística precoz es algo que le viene de familia. Su tío El compositor y poeta José Agustín Ramírez Altamirano, tío de su padre, fue autor, entre muchas otras piezas, de la popular Por los caminos del sur;  su tío Augusto Ramírez fue pintor y un apasionado de la filosofía y, gracias a su padre, el escritor José Agustín Ramírez, desde niño tuvo contacto con grandes figuras de las letras como Juan José Arreola y Gabriel García Márquez, quienes visitaban con frecuencia su casa. "Creo que esas tres artes, la pintura, la literatura y la música, han sido de alguna forma la matriz en la cual tuve el privilegio de alimentarme desde el punto de vista psicológico y estético", destacó el Dr. Ramírez-Bermúdez en entrevista con Medscape en español.

De manera complementaria, un interés también temprano por las ciencias biológicas lo condujo más tarde hacia la medicina y la investigación. "A finales de los años 70 y principios de los 80 viví con mi familia en Estados Unidos. Había un auge muy fuerte de las ciencias y su relación con la sociedad. Era la época de grandes divulgadores como Carl Sagan. Con ese telón de fondo fui estableciendo una relación entre esas aficiones desde el punto de vista cultural, artístico y estético, pero con esa otra temática estrictamente científica".

La convergencia entre los mundos del arte y la ciencia le creó cierta tensión al momento de decidir qué carrera estudiar, pues su pasión adolescente por la literatura fantástica chocaba con la objetividad requerida para el estudio de la medicina y su conexión con las enfermedades mentales, que desde entonces atrajeron su atención. "Fue algo difícil al principio, porque la medicina es extremadamente materialista y demandante en tiempo, espacio, esfuerzo y compromiso, además de que está muy centrada en los hechos, en la objetividad científica. Esto contrastaba con mi amor por la fantasía, pero de esa tensión ha resultado una síntesis que me mantiene con una curiosidad permanente", afirmó. Esa interconexión resultó particularmente fructífera, ya que el especialista en psiquiatría y neuropsiquiatría por el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía (INNN) en la Ciudad de México y doctor en ciencias por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) ha podido transitar los senderos de la escritura y la medicina en paralelo, tendiendo puentes entre ellas a través de la narrativa.

Figura 2. El Dr. Ramírez-Bermúdez sosteniendo una copia de La melancolía creativa, su más reciente obra.

La narrativa clínica: entre la neurociencia y la literatura

Durante la entrevista el Dr. Ramírez-Bermúdez reflexionó sobre la tradición "de tener en cuenta la relación humana, el conocimiento muy profundo del caso, de la persona que padece el problema y no solo de la enfermedad", a la que denomina "narrativa clínica" y en la que destacan figuras como el Dr. Alexander Luria, neuropsicólogo ruso, el Dr. Henry Marsh neurocirujano británico y del Dr. Oliver Sacks, neurólogo británico, de cuyo legado conjunto se ha "apropiado".[1]

Figura 3. El Dr. Ramírez-Bermúdez en la biblioteca del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía.

Asimismo, reconoció entre otras de sus mayores influencias a la profesora británico-canadiense Brenda Milner, neuropsicóloga clínica de 105 años de edad considerada fundadora de esta especialidad. Milner descubrió la relación entre la memoria episódica y el hipocampo en el lóbulo temporal a partir del estudio de un paciente con epilepsia sometido a cirugía, explicó el Dr. Ramírez. La intervención fue exitosa, pero produjo un cuadro de amnesia anterógrada. 

"Ella hizo un trabajo científico y reflexivo a partir de un error médico que surge del desconocimiento y lo transforma en un conocimiento que trae un beneficio inmenso a la psicología, a la neurociencia y a la medicina. Su figura me parece muy inspiradora. En mi opinión ella ya debería haber ganado el premio Nobel de Medicina o Fisiología", agregó el especialista.

Otro referente en el trabajo del Dr. Ramírez-Bermúdez es el Dr. William Osler, médico canadiense considerado padre de la clínica contemporánea y prolífico autor, con más de 1.500 publicaciones. Lo admira por su enfoque empírico orientado a la práctica, que parte de las observaciones clínicas y luego asciende al nivel de los modelos científicos y que dejó plasmado en sus aforismos. "En uno de ellos sostiene que ver pacientes sin leer es como estar en un mar desconocido, pero leer sin ver pacientes es como nunca haberse hecho a la mar. Para mí eso plantea muy bien la complementariedad que hay entre la práctica clínica diaria y los grandes modelos científicos".

"En la medicina hay gente que está muy cerca del lado práctico, cirujanos o clínicos que solo se interesan en su práctica diaria; por otro lado, hay quienes hacen una ciencia médica casi como de computadora o de papel: ya no ven pacientes, quieren solo modelar datos obtenidos con métodos informáticos. A mí me gusta una investigación científica que conecta la realidad clínica con los modelos científicos".

"En ese sentido el Dr. William Osler me parece un personaje clave, pero él es parte de una tradición donde están también el Dr. Thomas Sydenham (médico inglés) y su famoso alumno, Dr. John Locke, que incursionó en el mundo de las leyes, la filosofía y la medicina, pues era médico, y en su famoso Ensayo sobre el entendimiento humano aportó esta visión empírica sobre la naturaleza de los procesos mentales".

Un R 25 y melómano que sigue aprendiendo medicina

Con todas las aportaciones que ha hecho a las neurociencias junto con su grupo de investigación y a pesar de considerarse a sí mismo con humor como un "R 25", por sus 25 años de labor y aprendizaje en el instituto, el Dr. Ramírez-Bermúdez no pierde la humildad al calificarse a sí mismo como un "estudiante y aprendiz" de la medicina.

Figura 4. El Dr. Ramírez-Bermúdez en el área de imagen por resonancia magnética del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía.

Contó que uno de los principales retos que enfrentó cuando llegó al instituto en 1998, fue atender a muchos pacientes de urgencias que presentaban estados de agitación, crisis convulsivas, estados de inmovilidad y de mutismo. "A veces tenían alucinaciones, delirios, conducta agresiva y toda suerte de cambios de comportamiento y del estado mental asombrosos y perturbadores", evocó.

Tras muchos años de sistematizar las observaciones para entender qué problemas clínicos padecían, él y los integrantes de su equipo notaron que estas personas tenían psicosis, catatonia y disfunción cognitiva grave. Algunas de ellas quedaban con graves secuelas después de pasar meses en terapia intensiva y en un porcentaje considerable (20% de los casos) fallecía. Por entonces, aunque se postulaban diversas causas como encefalitis virales o trastornos psiquiátricos, no había una respuesta clara sobre el origen de ese tipo de manifestaciones. Sin embargo, relató el Dr. Ramírez-Bermúdez, "en los últimos 15 años se descubrió la existencia de anticuerpos antineuronales que afectan al propio sistema nervioso y específicamente unos que atacan al receptor NMDA (N-metil-D-aspartato) de glutamato. Aquí pudimos hacer parte de esta investigación para confirmar que estos explicaban muchos de los casos que vimos y que no se trataba ni de virus, ni de cuadros de esquizofrenia o trastorno bipolar, sino que eran enfermedades cerebrales autoinmunes".[2]

Estos hallazgos han permitido "dar tratamientos que son mucho más eficaces, la mortalidad se ha reducido en nuestra serie hasta 8 de cada 100 casos y los desenlaces son mucho mejores. Estos pacientes a veces tienen estos famosos despertares de los que hablaba [el Dr.] Oliver Sacks. Esto ha sido muy satisfactorio", destacó el especialista.

Con un abanico tan extenso de actividades, es natural que en muchas ocasiones el Dr. Ramírez-Bermúdez no pueda disponer de tiempo suficiente para escribir, a pesar de que dedica por lo menos 2 o 3 horas al día a esta actividad. Aun así, cuando logra "escaparse", continúa con su producción literaria: ahora trabaja en una novela autobiográfica sobre el servicio social en medicina, así como en otros ensayos "a la mitad del camino entre la narrativa clínica, el ensayo científico y el ensayo literario" que versarán sobre la memoria, los estados de psicosis, los delirios como el síndrome de Cotard, así como la relación mente-cerebro.

El Dr. Ramírez-Bermúdez considera muy importante darse tiempo para convivir con sus padres, sus hijos, su pareja y sus dos hermanos, así como para escuchar música. Sobre este tema, dice no ser capaz de tocar ningún instrumento, aunque sí es un gran melómano, admirador de todos los géneros y épocas, desde la música orquestal, la latinoamericana y la contemporánea, pasando por el jazz hasta el R&B (rythm & blues) y el rock.

También se da tiempo para practicar actividades físicas como el ciclismo urbano, "un deporte de alto riesgo en la Ciudad de México" y montañismo: "Un amigo mío, el Dr. Enrique de Font, un neurocirujano egresado [del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía] fue el que me metió esa mala costumbre de que saliendo de la guardia de urgencias, algunas veces nos íbamos a escalar el [volcán] Iztaccíhuatl o el Popocatépetl, antes de que entrara en erupción".

Figura 5. El Dr. Ramírez-Bermúdez en una excursión de montañismo.

En esas condiciones de desvelo y desgaste físico extremo, relató, llegaron a enfrentar tormentas de nieve y extravíos. "Ha sido algo extraordinario, porque uno se ve obligado a pensar en la fisiología de las alturas. En esos espacios yo también he tenido alucinaciones e ideas casi delirantes, algunos momentos de éxtasis u otros en los que estaba seguro de que iba a morir. Eso me permite entender un poco mejor a mis pacientes".

Considerando lo anterior, el Dr. Ramírez-Bermúdez recalcó: "Creo que los médicos debemos cultivar mucho la actividad física, el amor por la familia y también el amor por las artes. Tener experiencias menos superficiales en el campo de la experiencia estética, en mi opinión, nos permite tener también una relación médico-paciente menos superficial". 

El Dr. Ramírez-Bermúdez dirige desde 1998 la Unidad de Neuropsiquiatría en el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía, donde labora como clínico, investigador y profesor. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores en México y autor de más de 100 artículos científicos, además del tratado Principios de neuropsiquiatría y el libro de texto Imágenes en neuropsiquiatría. Lecciones de neurociencia clínica, ambos publicados por la Asociación Psiquiátrica Mexicana en 2019. Ha recibido reconocimientos en Australia (International Neuropsychiatric Association, 2006) y Estados Unidos (International Conference on Bipolar Disorders, 2011). En el terreno de la literatura y la divulgación científica, ha publicado la novela Paramnesia (Sudamericana/Penguin-Random House, 2006) y los libros Breve diccionario clínico del alma (Penguin-Random House, 2010), Un diccionario sin palabras y tres historias clínicas (Almadía, 2016) y Depresión: la noche más oscura (Penguin-Random House, 2020). Su obra más reciente, Melancolía creativa (Penguin-Random House, 2022) explora los vínculos entre el dolor social y la creatividad literaria. El Dr. Ramírez-Bermúdez ha declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente. 

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