Persistencia de síntomas de estrés postraumático en sanitarios españoles que trabajaron durante la primera ola de la COVID-19

Roxana Tabakman

4 de septiembre de 2023

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Se observó persistencia a 4 meses de síntomas de estrés postraumático en más de la mitad de los trabajadores sanitarios españoles en activo con síntomas tras la primera ola, según un estudio publicado en Epidemiology and Psychiatric Sciences.[1]

La investigación, de cohorte prospectivo multicéntrico, identificó que la prevalencia de la enfermedad de 22,1% a una incidencia de 11,6% a 4 meses, con un 54,2% de síntomas persistentes, y el factor de riesgo con la mayor asociación para desarrollar síntomas persistentes de trastorno por estrés postraumático fue tener pacientes que fallecieron por COVID-19. 

Dr. Jordi Alonso Fuente: IMIM

El Dr. Jordi Alonso, jefe del Grupo de Investigación en Servicios Sanitarios del Instituto de Investigación Hospital Mar de Barcelona y autor correspondiente del estudio, comentó a Medscape en español que resultados posteriores, aun no publicados, evidencian un mantenimiento inicial de valores muy altos de sufrimiento psicológico, depresión, ansiedad, estrés y más altos de los esperados en ideación suicida durante el seguimiento (primeros 12 meses). Al cabo de más de un año habría una caída un poco atenuada, pero aun así, valores altos de cualquier trastorno mental.

"El reto futuro es conocer el impacto va a tener esto en el síndrome de desgaste profesional y la pérdida de capital humano que presenciamos desde hace tiempo en España y otros países", resaltó.

La investigación se basó en encuestas en línea anónimas, respondidas entre el 5 de mayo y el 7 de septiembre de 2020 por 8.996 voluntarios como parte del proyecto MINDCOVID, que estudia la salud mental de los trabajadores sanitarios y la población adulta española. Los participantes fueron reclutados por correo electrónico en 18 instituciones sanitarias de 6 comunidades autónomas; 65,7% de los que respondieron inicialmente participó del seguimiento a los 4 meses.

La falta de diagnóstico clínico es una limitante, así como haber establecido la temporalidad sin preguntar a los encuestados qué experiencias estresantes específicas provocaron los síntomas por estrés postraumático. "Se utilizaron instrumentos de cribado que son buenos para reflejar el sufrimiento psicológico, pero no son un diagnóstico clínico, aunque los hemos analizado de varias maneras para que tengan significado clínico", indicó el Dr. Alonso, investigador principal de MINDCOVID.

Lo infrecuente, lo importante

El protocolo permitió investigar la prevalencia, incidencia y persistencia de los síntomas por estrés postraumático y su asociación con 19 experiencias estresantes relacionadas con la pandemia.

Se consideraron cuatro dominios: relacionado con la infección, relacionado con el trabajo, relacionado con la salud y financiero.

El dominio relacionado con la infección por SARS-CoV-2 incluyó haber sido hospitalizado, haber tenido una prueba positiva, un diagnóstico que no requirió hospitalización, seres queridos infectados o haber estado en aislamiento o cuarentena debido a COVID-19.  En el dominio relacionado con el trabajo se preguntó sobre horas semanales trabajadas, cambios en las funciones asignadas, percepción de falta de capacitación, frecuencia de exposición directa a pacientes con COVID-19, percepción de falta de preparación del centro, percepción de falta de equipo de protección, tener que tomar decisiones con respecto a priorizar la atención entre pacientes con COVID-19 y tener pacientes en cuidado que fallecieron a causa de la infección.

El tercer dominio midió el estrés relacionado con la salud, como sensación de poco control sobre infectarse o no, miedo a infectar a sus seres queridos, preocupación de familiares y amigos de infectarse a través del equipo de trabajo sanitario, grado en que las personas evitaban a la familia del trabajador y estrés relacionado con la salud personal y de los seres queridos. Finalmente, los factores financieros del cuarto dominio incluyeron pérdida significativa en los ingresos personales o familiares y estrés por la situación financiera propia.

Las 19 experiencias estresantes relacionadas con la pandemia se asociaron con la prevalencia o incidencia de los síntomas de estrés postraumático, especialmente aquellas relacionadas con la salud y con el trabajo. Nueve experiencias estresantes se asociaron con la persistencia del trastorno (tener seres queridos con COVID-19, haber estado en aislamiento o cuarentena debido a COVID-19, tener pacientes fallecidos a causa de la infección, cambios en las funciones asignadas, percepción de falta de capacitación, frecuencia de exposición directa a pacientes con COVID-19, percepción de falta de preparación del centro, estrés relacionado con la salud personal y con la salud de los seres queridos), de las cuales tener pacientes en cuidado que fallecieron de COVID-19 tuvo la asociación más fuerte y significativa después de ajustar por depresión y ansiedad.

El Dr. Jordi agregó: "Una cosa es que se asocie mucho y otra que sea el factor de riesgo más importante. Si es poco frecuente no es tan importante".

De los datos surge el peso de factores de riesgo frecuentes, como falta de recursos y percepción de no estar preparados tanto a nivel de recursos de protección como a nivel de conocimientos, así como falta de coordinación.

Ana Portillo-Van Diest Fuente: IMIM

"Creo que, con mucha reserva, es una buena noticia, porque son factores de riesgo bastante prevenibles, se pueden tomar pasos para tener protocolos y preparar mejor tanto al personal como a los centros sanitarios", comentó la primera autora del trabajo, Ana Portillo-Van Diest, bióloga humana, máster en Salud Pública e investigadora júnior en el grupo de investigación en Servicios de Salud del Instituto de Investigaciones del Hospital del Mar, en Barcelona.

Los más vulnerables

Portillo-Van Diest destacó la visibilidad que da el estudio a la vulnerabilidad de grupos profesionales en los que suele haber más mujeres y con un nivel económico más bajo. Los datos mostraron que las enfermeras, especialmente las auxiliares, integraban el grupo más vulnerable para desarrollar trastorno por estrés postraumático, con probabilidades 2,3 a 3,5 veces más altas para su prevalencia y 1,6 a 2,8 veces más probabilidades de incidencia de la enfermedad, en comparación con los médicos.

"Pusimos a los médicos como grupo de referencia, pero parece que están muy protegidos", señaló el Dr. Alonso, agregando que si bien son la cara visible, tienen menos interacción directa con los pacientes y además están mejor preparados para estas situaciones que los profesionales que se supone no tienen responsabilidad clínica directa con el paciente, pero que son sus cuidadores directos.

"A estos profesionales hay que capacitarlos para entender mejor los procesos, tomar decisiones, empoderarlos de alguna manera ante del hecho de la muerte y también de sus opiniones", puntualizó.

El investigador manifestó preocupación por los trabajadores de las residencias de adultos mayores, que debían hacer un cribado de los enfermos para decidir si iban o no al hospital. Los trabajadores de esos centros no participaron de la investigación, según el Dr. Alonso, debido al exceso de trabajo, pero seguramente estas decisiones les causaron un daño moral.

Prepararse para el futuro

El Dr. Alonso agregó que en su centro pusieron a disposición para todo el personal una parte del cuestionario para detectar sufrimiento y se les recomendaba una serie de posibilidades de acompañamiento, tratamiento o consulta dentro del propio centro.

"Es una contribución, pero no un cambio. Lo que queríamos, como establece nuestro protocolo, era brindar información operativa para hacer cambios o modificaciones en los factores de riesgo. Sabemos que estamos en un sistema diezmado que tiene que hacer frente a todo lo que no hizo antes, pero los problemas siguen, solo no son tan aparentes porque no hay urgencias", continuó.

En la discusión del artículo los autores sugieren intervenciones para prevenir la aparición de estrés postraumático durante los brotes virales. Los centros de salud deberían aumentar la preparación con el fin de evitar cambios inesperados asociados con el trabajo, la angustia moral y el estrés relacionado con la salud. La preparación de los centros de salud debe hacerse a través de la mejora del equipo, los recursos humanos, la capacitación y los protocolos. Asimismo, es necesario que se evalúe la angustia emocional en diferentes momentos para identificar a las personas que necesitan ayuda, así como prevenir el desarrollo de trastorno por estrés postraumático persistente.

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