El huracán Otis tocó tierra en Acapulco, México, el miércoles 25 de octubre de 2023 a las 00:25 horas, dejando a su paso una gran devastación que se acrecentó debido a su rápida intensificación que imposibilitó tomar las precauciones necesarias, ocasionando un gran número de heridos, personas no localizadas al día de hoy y fallecimientos, así como destrucción de infraestructura en dicha ciudad y municipios circundantes.[1] Los desastres naturales, como los huracanes, son eventos devastadores que cobran un alto precio en vidas, enfermedades y en la economía e infraestructura del sitio afectado. Modifican el paisaje y alteran las condiciones tanto ambientales como sociales, lo que aumenta la prevalencia e incidencia de varias enfermedades y comorbilidades.[2,3]
Para poder anticipar el comportamiento de las enfermedades y comorbilidades más comunes posterior a estas catastrófes veremos las consecuencias más frecuentes en otros desastres naturales.
Entre los factores ambientales pueden ocurrir inundaciones, lo que a su vez puede aumentar la presencia de vectores como mosquitos y ratas, además de contaminación del agua y del aire. Respecto a los factores sociales se encuentran migración, hacinamiento, ausencia de instalaciones para atender a los pacientes y falta de insumos médicos y hospitalarios.[2]
Algunos cambios sobre la salud pueden ser visibles en corto plazo (en cuestión de días o semanas), como el aumento en la morbimortalidad por lesiones secundarias a ahogamientos, estrés por calor y brotes de enfermedades infecciosas por la exposición a alimentos y agua contaminada. Sin embargo, los efectos secundarios a largo plazo relacionados al cambio de clima, aumento de enfermedades transmitidas por vectores y los efectos en la salud mental pueden pasar desapercibidos.[2,3]
Otro punto destacable es que generalmente en zonas inundadas se presenta un aumento de bioaerosoles como el moho y las endotoxinas. La literatura sugiere que las casas con mayores daños tras inundaciones presentan los niveles más altos de moho, lo que aumenta la presencia de esporas, exponiendo a los habitantes a su inhalación. Por ejemplo, después del huracán Katrina (categoría 5 con afectación a: Florida, Bahamas, Luisiana y Misisipi, 29 agosto 2005) los trabajadores de reparación reportaron varias enfermedades respiratorias, incluidas sinusitis, neumonitis tóxica y la denominada "tos de Katrina" (consistente en tos, disfagia y rinorrea, similar a un resfriado común, pero con una tos seca persistente quizá ocasionada por reacciones al moho y al polvo que quedaron después de la tormenta). Los síntomas mejoraron espontáneamente a dos meses del huracán.[2]
En ese sentido se ha observado que la mortalidad por enfermedades respiratorias aumenta 8,3% un mes después de los huracanes, lo que se relaciona a inaccesibilidad a los servicios de salud, exposición al moho o contaminación del aire que desencadena exacerbaciones de enfermedad pulmonar obstructiva crónica, asma e infecciones respiratorias.[3]
La pérdida de la electricidad y los esfuerzos por su restauración pueden aumentar la exposición de sustancias químicas en el aire. El riesgo de intoxicación por monóxido de carbono se eleva en estos escenarios, en particular si los generadores de energía presentan fallas. Ejemplo de ello es que posterior al huracán Irma se detectaron 106 casos de intoxicación por monóxido de carbono en Miami y después del huracán Sandy (categoría 3 con afectación a: Cuba, Bahamas, Bermudas, Jamaica, Estados Unidos y Canadá, finales de octubre de 2012) se observó un aumento importante en la exposición a gasolina, lo que se asoció con síntomas gastrointestinales y respiratorios.[2]
Por otra parte, el colapso de los sistemas de salud retrasa la atención de afecciones agudas, como deshidratación, disnea, síndrome coronario o lesiones traumáticas y padecimientos crónicos como hipertensión, hipercolesterolemia, diabetes y enfermedades pulmonares, neoplásicas y psiquiátricas. Lo anterior aumenta el descontrol de estas patologías, disminuye la probabilidad de detección temprana de complicaciones y conlleva un aumento de la morbimortalidad.
Por ejemplo, tras el huracán María (categoría 5 con afectación a: Antillas Menores, Dominica, Guadalupe, Islas Vírgenes de los Estados Unidos, Puerto Rico, República Dominicana, Haití, Islas Turcas y Caicos, Bahamas, Estados Unidos, septiembre de 2017) las principales causas de exceso de mortalidad fueron enfermedades cardiacas, diabetes, enfermedad de Alzheimer y septicemia.[2,3]
Este deterioro de los sistemas de salud también conduce a la interrupción de medidas sanitarias preventivas, como vacunaciones, lo que aumenta la probabilidad de enfermedades emergentes o reemergentes.[3] La falta de métodos diagnósticos etiológicos en padecimientos infecciosos puede incrementar el uso y abuso de antibióticos de amplio espectro, elevando los niveles de resistencia antimicrobiana.[3]
En cuanto a las enfermedades gastrointestinales se ve un aumento de la incidencia de Campylobacter, Cryptosporidium, Escherichia coli, Giardia spp., virus de la hepatitis A, norovirus, Shigella y Salmonella en las zonas afectadas. También se puede presentar un aumento en los casos de legionella, como ocurrió tras el paso del huracán Sandy.[2,3] A su vez los desastres naturales, en especial los hidrometeorológicos, como inundaciones, ciclones y huracanes, provocan un aumento de las enfermedades transmitidas por vector, como chikungunya, dengue y zika, que se relaciona con el incremento de la densidad de población de los vectores y la falta de medidas para el control de estos.[3]
Otro riesgo importante a considerar es el aumento de la rabia, debido a mayor población de perros vagabundos, más agresividad de los animales, tasas de vacunación canina disminuidas y falta de profilaxis posterior a la exposición en humanos.[3]
Por último, en cuanto al impacto en la salud mental, los trastornos más comúnmente reportados son estrés postraumático, depresión y ansiedad. Los pacientes con más riesgo de trastorno por estrés postraumático incluyen miedo a la muerte, presencia de lesiones o la muerte de un ser querido, ver violencia o vivirla directamente. Incluso un estudio ha demostrado que experimentar uno o más desastres naturales antes de los 5 años se asocia con mayor riesgo de sufrir trastornos de salud mental en la edad adulta.[2]
Analizando todos estos aspectos, definitivamente nos enfrentamos a desafíos médicos a causa de este huracán que golpeó fuertemente a Acapulco y regiones aledañas vulnerando su sistema de salud. Es por ello que debemos conocer toda la información aquí expuesta para redoblar esfuerzos y fortalecer nuestras capacidades ante estas necesidades, concientizando el panorama general y buscando maneras de prevenir la aparición de estas enfermedades, así como anticipándonos a nuevas demandas.
La Dra. Jesica Naanous Rayek es especialista en medicina interna, egresada como médica cirujana de la Universidad Anáhuac México Norte y actualmente forma parte del grupo médico del Centro Médico ABC en la Ciudad de México, México. Es apasionada por la enseñanza y poder transmitir sus conocimientos, lo que ha logrado con ayuda de su Instagram. La puedes seguir también en Facebook y TikTok.
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Citar este artículo: Retos sanitarios tras desastres naturales: lecciones para abordar el caso del huracán Otis - Medscape - 15 de nov de 2023.
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