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Con el fin de la pandemia de COVID-19 como emergencia sanitaria internacional empezamos a identificar situaciones postergadas, como la resistencia antimicrobiana, las cuales en un futuro cercano podrían acercarnos a una nueva pandemia.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la resistencia antimicrobiana como "aquella que se produce cuando bacterias, virus, hongos y parásitos cambian a lo largo del tiempo y dejan de responder a los fármacos, lo que dificulta el tratamiento de infecciones y aumenta el riesgo de propagación de enfermedades, gravedad y mortalidad".[1] La organización también calcula que cada año las infecciones resistentes a los fármacos causan cerca de cinco millones de fallecimientos.[2]
La resistencia antimicrobiana es un fenómeno natural. Sin embargo, los factores que determinan su desarrollo y propagación son de origen humano, como uso inapropiado o excesivo de antimicrobianos en humanos, animales y vegetales, falta de vacunas, acceso a agua potable, saneamiento e higiene, deficiencias para prevención y control de infecciones, transmisión de patógenos resistentes a través de los alimentos e inadecuada función de los sistemas de gestión de desechos.
En la Third Global High-Level Ministerial Conference on Antimicrobial Resistance, efectuada en noviembre de 2022, se establecieron las siguientes tres metas globales para 2023 con el objetivo de proteger la eficacia de los antimicrobianos y frenar la resistencia a estos.
Reducir al menos entre 30% y 50% la cantidad total de antimicrobianos que se utilizan en los sistemas agroalimentarios, impulsando iniciativas nacionales e internacionales.
Preservar los antimicrobianos de importancia crítica para la medicina humana, abandonando el uso de los antimicrobianos importantes, como fármacos para estimular el crecimiento de los animales.
Garantizar que los antibióticos del grupo de acceso (una categoría de antibióticos asequibles, seguros y con bajo riesgo de resistencia a los antimicrobianos) representen al menos 60% del consumo total de antibióticos en los seres humanos.
El director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, Ph. D., reportó que "la resistencia a los antimicrobianos es uno de los desafíos más urgentes y complejos de nuestros tiempos y sin embargo no atrae la misma atención que una pandemia, una guerra o una emergencia humanitaria, tal vez porque resulta menos impactante".[3]
Además la OMS estima que el impacto económico de la resistencia incontrolada a los antimicrobianos provocará un aumento notable de los gastos en salud y dañará los sistemas alimentarios, así como los medios de subsistencia, lo que conducirá a un aumento de los niveles de pobreza, desigualdad y sobre todo, de morbimortalidad.[2]
Un ejemplo claro de esto último es el aumento de casos de Candida auris multidrogorresistente, por los cual Centers for Disease Control and Prevention (CDC) de Estados Unidos emitió una alerta. Los casos han incrementado aceleradamente, de 173 a 2.377 casos de 2017 a 2022 en Estados Unidos, con una prevalencia predominante en California. La infección invasiva por este hongo tiene una mortalidad elevada y puede afectar a pacientes hospitalizados y con el sistema inmune debilitado; cabe señalar que pacientes con catéteres o sondas corren aún más riesgo.
Por otro lado, como profesionales de la salud nos enfrentamos a la desinformación y las exigencias de los pacientes, quienes ante ciertos síntomas demandan recibir antibióticos a pesar de no tener una justificación médica para su prescripción en la mayoría de los casos; un ejemplo de esto fue el uso indiscriminado de azitromicina para tratar la infección por SARS-CoV-2, donde los pacientes preferían buscar un médico que les indicara este fármaco, ya que la mayoría de ellos pensaba que era el tratamiento correcto.
Este tipo de conductas nos presenta un debate, pero sucumbir ante los deseos del paciente definitivamente nos pone en riesgo de aumentar las resistencias antimicrobianas. Aunado a esto nos enfrentamos en el día a día a seleccionar el mejor antimicrobiano para nuestros pacientes, tomando en cuenta las resistencias locales, lo que en ocasiones nos obliga a utilizar antimicrobianos más potentes, los cuales previamente se reservaban para casos graves.
¿Qué podemos hacer desde nuestras trincheras?
Creo que cada uno de nosotros puede hacer un cambio, aunque sea pequeño, creando consciencia de este problema entre médicos colegas y en nuestros pacientes, buscando reducir el abuso de antimicrobianos en nuestras prácticas clínicas, seleccionando de manera juiciosa qué paciente requiere antimicrobiano y cuál es el mejor para cada caso, así como conocer las resistencias antimicrobianas de nuestro hospital o clínica y utilizar esquemas acortados de antibióticos de acuerdo a los programas de administración de antibióticos (stewardship programs).
La Dra. Jesica Naanous Rayek es especialista en medicina interna, egresada como médica cirujana de la Universidad Anáhuac México Norte y actualmente forma parte del grupo médico del Centro Médico ABC en la Ciudad de México, México. Es apasionada por la enseñanza y poder transmitir sus conocimientos, lo que ha logrado con ayuda de su Instagram. La puedes seguir también en Facebook y TikTok.
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CRÉDITO
Imagen principal: EyeEm/Getty Images
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Citar este artículo: Resistencia antimicrobiana, ¿la siguiente pandemia? - Medscape - 19 de jun de 2023.
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