¿Son necesarios los betabloqueantes a largo plazo tras un infarto de miocardio con función sistólica conservada?

Conflictos de interés

10 de mayo de 2023

En un nuevo análisis de una cohorte sueca de más de 40.000 pacientes, el tratamiento con betabloqueantes durante más de un año tras un infarto de miocardio en pacientes sin insuficiencia cardiaca ni disfunción sistólica del ventrículo izquierdo no se asoció a una mejora de los resultados cardiovasculares.[1]

"Los resultados de nuestro estudio abordan una laguna existente en la evidencia actual y proporcionan una visión de las estrategias óptimas de prevención secundaria a largo plazo para una gran proporción de sobrevivientes de un infarto de miocardio, a saber, los pacientes sin insuficiencia cardiaca ni disfunción sistólica del ventrículo izquierdo que pueden tener una sobrevida más larga en comparación con los que presentan tales complicaciones después de un infarto de miocardio", afirmaron los autores, dirigidos por el Dr. Divan Ishak, de la Uppsala University, en Suecia.

El estudio fue publicado en versión electrónica en Heart el 2 de mayo.[1]

Los investigadores explicaron que los resultados clínicos tras un infarto de miocardio han mejorado en los últimos años, en parte gracias al uso de tratamientos basados en la evidencia, como la reperfusión a tiempo y los medicamentos de prevención secundaria. Así, cada vez más pacientes sobreviven a un infarto de miocardio sin insuficiencia cardiaca ni disfunción sistólica del ventrículo izquierdo.

Los betabloqueantes son un tratamiento establecido para los pacientes con insuficiencia cardiaca o disfunción sistólica del ventrículo izquierdo porque reducen la morbilidad y la mortalidad. Entre los pacientes sin insuficiencia cardiaca ni disfunción sistólica del ventrículo izquierdo, las pruebas apoyan el uso de betabloqueantes en la fase inicial tras un infarto de miocardio, pero no está claro si deben continuarse más allá del primer año si no hay otras indicaciones clínicas.

En ensayos aleatorizados históricos, el tratamiento betabloqueante a largo plazo ha demostrado reducir las tasas de mortalidad, pero estos ensayos se realizaron antes de la introducción de estrategias de reperfusión invasiva y agentes antitrombóticos en la atención habitual del infarto de miocardio. Los estudios más recientes se han visto limitados por la inclusión de solo un subconjunto de pacientes con infarto de miocardio, un tamaño de muestra relativamente pequeño o un seguimiento breve, señalaron los autores.

Aunque se están realizando ensayos aleatorizados más exhaustivos, podría seguir sin determinarse el beneficio de los betabloqueantes en la fase crónica más allá del primer año y puede ser difícil conseguir el seguimiento prolongado necesario para sacar conclusiones firmes.

Por consiguiente, el presente estudio tuvo como propósito investigar la asociación entre el tratamiento con betabloqueantes y los resultados cardiovasculares más allá del primer año tras el infarto de miocardio en pacientes sin insuficiencia cardiaca ni disfunción sistólica del ventrículo izquierdo, utilizando datos reales del registro SWEDEHEART de pacientes con cardiopatía isquémica en Suecia.

El estudio incluyó a todos los 43.618 pacientes de 18 años o más con infarto de miocardio, incluyendo el infarto con y sin elevación del segmento ST, que habían sido hospitalizados en una de las 74 unidades de cuidados cardiacos de Suecia entre 2005 y 2016.

El seguimiento comenzó un año después de la hospitalización (fecha índice). Se excluyó a los pacientes con insuficiencia cardiaca o disfunción sistólica del ventrículo izquierdo hasta la fecha índice. Los pacientes fueron asignados a dos grupos según el tratamiento con betabloqueantes. El criterio de valoración principal fue una combinación de mortalidad por cualquier causa, infarto de miocardio, revascularización no programada y hospitalización por insuficiencia cardiaca.

Los resultados mostraron que, en general, 78,5% de los pacientes recibieron un betabloqueante y 21,5% no lo tomaban en la fecha índice un año después del infarto de miocardio. La mediana de edad era de 64 años y 25,5% eran mujeres. La mediana de seguimiento fue de 4,5 años.

En el análisis por intención de tratar, la tasa no ajustada del criterio de valoración principal fue inferior entre los pacientes que recibieron un betabloqueante frente a los que no lo recibieron (3,8 frente a 4,9 eventos/100 años-persona; hazard ratio [HR]: 0,76; intervalo de confianza [IC] de 95%: 0,73 a 1,04).

Sin embargo, tras la ponderación inversa de la puntuación de propensión y el ajuste multivariable, el riesgo del criterio de valoración principal no fue diferente según el tratamiento con betabloqueantes (HR: 0,99; IC 95%: 0,93 a 1,04). Estos resultados fueron coherentes para los criterios de valoración secundarios individuales y en los subgrupos de pacientes.

Los autores afirmaron que se trata del mayor estudio que ha evaluado el tratamiento con betabloqueantes en pacientes sin insuficiencia cardiaca ni disfunción sistólica del ventrículo izquierdo tras un infarto de miocardio. Aunque el diseño es observacional, cuenta con una muestra de pacientes amplia, tiene una mediana de seguimiento de 4,5 años e implementa técnicas de inferencia causal, afirmaron.

También indicaron que los resultados coinciden con los de un metanálisis reciente de ensayos contemporáneos que analizaban esta cuestión.[2]

Añadieron que el mecanismo potencial de los betabloqueantes para mejorar los resultados cardiovasculares tras un infarto de miocardio se atribuye a la inhibición de la sobreestimulación simpática, lo que reduce la frecuencia cardiaca y, por tanto, el consumo miocárdico de oxígeno.

Sin embargo, la reperfusión coronaria sistemática y oportuna, así como el uso de un tratamiento antiagregante plaquetario potente, reducen el tamaño del infarto, lo que minimiza la regulación al alza de la actividad simpática, sobre todo en los individuos que no sufren un daño miocárdico sustancial.

Además, los betabloqueantes se han asociado a varios efectos secundarios, como depresión y fatiga, por lo que determinar si están indicados más allá del primer año tras el infarto de miocardio puede repercutir en la calidad de vida relacionada con la salud del paciente, explicaron los autores.

En un editorial adjunto, el Dr. Tom Evans y el Dr. Ralph Stewart, del Servicio Cardiovascular Green Lane del Auckland City Hospital, en Nueva Zelanda, afirmaron que el estudio actual plantea una importante cuestión directamente relacionada con la calidad de la asistencia: ¿Se benefician los pacientes con una fracción de eyección ventricular izquierda normal del tratamiento betabloqueante a largo plazo tras un infarto de miocardio?[3]

Apuntaron que el estudio tuvo una serie de puntos fuertes, como un gran tamaño de la muestra, una población de estudio representativa, información detallada sobre los marcadores de riesgo utilizados para el análisis ajustado por propensión y una evaluación imparcial de los resultados a partir de conjuntos de datos administrativos hasta 12 años después del infarto de miocardio índice.

Sin embargo, advirtieron que la posibilidad de factores de confusión no reconocidos es una limitación, por lo que se necesitan más datos procedentes de grandes ensayos clínicos aleatorizados para responder a esta pregunta.

Este trabajo contó con becas del gobierno sueco.

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