Las emergencias ocurren en cualquier lugar, en cualquier momento y, a veces, los médicos se encuentran en situaciones en las que son los únicos que pueden ayudar.
"¿Hay un médico en casa?" es una serie de Medscape que cuenta estas historias.
Hace algún tiempo me invitaron a formar parte de un grupo de trabajo bipartidista del Congreso de Estados Unidos sobre la fiebre del valle, también conocida como coccidioidomicosis. A la primera reunión del grupo de trabajo, celebrada en Bakersfield, Estados Unidos, asistió un grupo numeroso y diverso, una reunión para todo el mundo, la profesión médica, el público e incluso veterinarios.

Dr. Royce Johnson
Todo fue un éxito rotundo. El Dr. Francis Collins, el recién jubilado director de National Institutes of Health (NIH) de Estados Unidos, estaba allí. El Dr. Tom Frieden, entonces director de Centers for Disease Control and Prevention (CDC) de Estados Unidos, estaba allí, al igual que varios congresistas y mi compañero de universidad, un capitán jubilado del cuerpo médico de la Marina. Lo estaba disfrutando.
Después, tuvimos una cena banquete en un restaurante del centro de Bakersfield. Una de las personas que había acudido era una mujer a la que conocía bien: su marido era un médico amigo. El restaurante servía filete y salmón, y esta mujer cometió el error de pedir el filete.
Poco después de que sirvieran las entradas, oí un alboroto en la mesa que estaba justo detrás de mí. Me di la vuelta y vi a aquella mujer en apuros. Un trozo de filete se le había atascado en la tráquea y no podía respirar.
Casi inmediatamente, apareció el chef. No sé cómo llegó allí. El chef de este restaurante era un tipo corpulento. Quiero decir, probablemente 1,95 m de estatura y unos 125 kg de peso. Intentó la maniobra de Heimlich. No funcionó.
En ese momento, me levanté de un salto. Pensé: "Bueno, tal vez sé cómo hacer esto mejor que él". De hecho, al parecer no, lo intenté y tampoco tuve éxito. Así que me di cuenta de que íbamos a tener que hacer algo.
El Dr. Paul Krogstad, mi amigo y colega de investigación, médico especialista en enfermedades infecciosas pediátricas, se acercó e intentó meterle el dedo en la garganta y sacárselo… no lo consiguió y la paciente se encontraba inconsciente.
Así que pensé: "Bueno, en realidad solo hay una opción. Tienes que conseguir una vía aérea quirúrgica". Grité: "Tenemos que ponerla en el suelo". Y luego añadí: "¡Cuchillo!". Estaba mirando los cuchillos para carne que había en la mesa y no eran de mi agrado para hacer un procedimiento. Mi compañero de universidad, un marino jubilado, sacó una navaja muy buena.
Así que allí estábamos, yo con el Dr. Paul Krogstad sujetándole la cabeza y el director de CDC de Estados Unidos, Dr. Tom Frieden, tomándole el pulso, que aún tenía. Tomé la navaja e hice una cricotiroidotomía. Nunca había hecho esto en mi vida.
Mientras hacía la incisión, alguien le dio al Dr. Paul un bolígrafo y él lo rompió en pedazos para hacer un tubo de traqueostomía. Una vez hecha la pequeña incisión, le puse el tubo. No respiraba, pero aún tenía pulso. Me incliné hacia delante, soplé en el tubo e inflé sus pulmones. Pude ver cómo estos se inflaban. Fue una sensación agradable, porque sabía que estaba claramente en el lugar correcto.
No sé muy bien cómo explicarlo, pero mientras lo hacía me sentía muy tranquilo y totalmente concentrado. Sabía que había una multitud de gente a mi alrededor, todos mirándome, pero no era consciente de ello. En mi realidad, éramos solo nosotros 4: Paul, Tom, yo y nuestra paciente. Esas eran las únicas personas de las que yo realmente me percataba. Ni Paul o Tom entraron en pánico en absoluto. Recuerdo que alguien gritó: "¡Tenemos que empezar la reanimación cardiopulmonar!", y el Dr. Frieden respondió: "No. No tenemos que hacerlo".
Momentos después, la mujer se despertó, se incorporó, tosió y lanzó el trozo de filete al otro lado de la habitación. Respiraba por sí misma, pero le pusimos el tubo. Alguien ya había llamado una ambulancia; no tardaron mucho en llegar cuando terminamos el procedimiento. Subí a la ambulancia con ella y nos dirigimos a la sala de urgencias del Mercy Hospital en Truxtun.
Se encontraba estable y evolucionaba bien. Me senté con ella hasta que llegó un cirujano torácico. Comprobó la situación y decidió que no necesitábamos ese tubo y se lo quitó. Yo no quería quitárselo hasta que llegara un cirujano que pudiera hacer una traqueostomía formal.
La tuvieron en el hospital 3 o 4 días. Ahora bien, esta mujer siempre había tenido dificultades con la deglución, por lo que el filete quizá no fuera la mejor opción. Después siguió teniendo problemas para deglutir, pero se recuperó.
La conocía a ella y a su marido desde hacía mucho tiempo, así que fue ciertamente satisfactorio poder prestar este servicio. Sin embargo, años más tarde, cuando falleció su marido, habló en su funeral. Cuando se dirigía a los presentes, expresó: "Y, por cierto, Royce, gracias por salvarme la vida".
Eso me sorprendió. No pensé que mencionaría el tema. Nunca había intentado ejercer la medicina fuera del ámbito hospitalario, pero ante una urgencia eso forma parte de la profesión.
El Dr. Royce Johnson es jefe de la División de Enfermedades Infecciosas, entre otros cargos directivos, en Kern Medical en Bakersfield, California. También es director médico del Valley Fever Institute.
¿Es usted un médico con una historia médica dramática fuera de la clínica? A Medscape le encantaría considerar su historia para "¿Hay un médico en casa?". Envíe por correo electrónico su información de contacto y un breve resumen de su historia.
Para más contenido suscríbase a nuestros boletines y siga a Medscape en Facebook, Twitter, Instagram y YouTube.
Contenido relacionado |
CRÉDITO
Imagen principal: Dreamstime/Medscape Illustration
Figura 1: Kern Medical
Medscape Noticias Médicas © 2023 WebMD, LLC
Citar este artículo: Un médico debe llegar al extremo para salvar a una víctima de asfixia - Medscape - 27 de feb de 2023.
Comentario