
Dra. Alonso-Magdalena
MADRID, ESP. El nexo entre los disruptores endocrinos y la obesidad, la diabetes y la diabesidad se podría definir como la historia de una relación "poco ortodoxa" que se ha generado en las últimas décadas entre la química y ciertas enfermedades metabólicas, señaló la Dra. Paloma Alonso-Magdalena.[1]
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La médica, del Instituto de Investigación, Desarrollo e Innovación en Biotecnología Sanitaria de Elche (IDIBE), en España, participó en el XVIII Congreso Nacional de la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO) de 2022 con la ponencia Amistades peligrosas: obesidad y disruptores endocrinos.[2]
La Dra. Alonso-Magdalena, especialista del área de Nutrición y Bromatología de la Universidad de Elche en Alicante, España, hizo un recorrido por los avances producidos en el conocimiento de estos disruptores desde su identificación por primera vez en la década de 1960, de la mano de la científica Rachel Carson, quien por primera vez puso de manifiesto la existencia de algunos compuestos químicos que se empezaban a introducir de manera masiva en la sociedad y podrían tener un efecto negativo sobre la salud, hasta 1991, año en el que se acuñó oficialmente el término "disruptor", introduciéndose como tal en la literatura científica en 1993.
"Estudios experimentales en modelos animales y celulares, así como trabajos epidemiológicos en humanos, han confirmado que los receptores endocrinos pueden actuar como obesógenos, siendo factores clave para aumentar la frecuencia del sobrepeso y la obesidad en la población", apuntó la especialista. "Actualmente las principales investigaciones en este ámbito van dirigidas a comprender los mecanismos implicados en ese papel obesogénico y en qué condiciones lo favorecen, cuáles son sus efectos de manera individual y combinada y las consecuencias de la exposición a estos compuestos a corto y largo plazos", agregó.
La Dra. Alonso-Magdalena indicó: "Se sabe que estos disruptores son capaces de interferir en el funcionamiento del sistema endocrino, pudiendo ‘engañar’ a este sistema, ya que se unen a los mismos receptores que las hormonas naturales y en este sentido pueden tener un efecto mimético y también antagónico, modificando incluso la producción y liberación de hormonas y sus receptores".
Sustancias casi "omnipresentes"
"Asimismo, en los últimos años hemos aprendido que las respuestas de los disruptores son tejido-específicas, que sus efectos pueden ser sexualmente dismórficos y que actúan a bajas dosis. Otra evidencia es que hay ciertas etapas vitales particularmente susceptibles a la acción de los disruptores endocrinos. Esas ventanas temporales son embarazo, desarrollo y primera infancia y, de hecho, un aspecto que preocupa mucho a los investigadores es poder actuar frente a la exposición a estos compuestos durante estos periodos, siendo especialmente crucial reducirla durante la gestación", afirmó la experta.
La Dra. Alonso-Magdalena destacó: "La 'familia' de los disruptores endocrinos es extensa y crece cada día. Están presentes en productos muy habituales y de uso generalizado, lo que favorece la exposición diaria y de manera continua sin que nos demos cuenta. Forman un conjunto diverso y heterogéneo que en su mayor parte deriva de la actividad industrial. Las principales vías de exposición son dieta, contacto a través de la piel o respiración. Los efectos negativos de la exposición a ellos no son siempre evidentes de forma inmediata, sino que a veces se manifiestan a más largo plazo. En ocasiones se producen cambios epigenéticos y por ello pueden transmitirse de una generación a otra".
También hizo un repaso a los "miembros más destacados" del grupo de disruptores endocrinos: "Bisfenoles (A, S y F), que se encuentran en productos de uso cotidiano, como botellas de plástico, recipientes o latas de comida, ftalatos, presentes en algunos plásticos, juguetes y ciertos productos de cosmética (cremas, perfumes), pesticidas organoclorados, bifenilos policlorados y polibromados, compuestos perfluorados, que se pueden encontrar en materiales utilizados para empaquetar alimentos y también en utensilios de cocina y algunos tejidos aislantes, retardantes de llamas, dioxinas y parabenos, entre otros".
Metabolismo energético y obesidad
En cuanto a la relación entre los disruptores endocrinos y ciertas enfermedades metabólicas, la Dra. Alonso-Magdalena comentó que las evidencias resultan especialmente contundentes en cuanto al impacto de estos compuestos en el control del metabolismo energético. "Por ejemplo, sabemos que algunos disruptores endocrinos son capaces de modificar la ingesta calórica, bien sea a través de la alteración del transporte intestinal (como el caso de algunas dioxinas) o de la secreción de péptidos gastrointestinales (bifenilos policlorados); alteran la composición de la microbiota intestinal (algo que hacen, según algunos estudios, bisfenol A, bifenilos policlorados y determinados metales pesados) o incluso podrían afectar los niveles de neuropéptidos hipotalámicos (bisfenoles A y retardantes de llamas)".
"También es conocido que algunos disruptores endocrinos pueden actuar a nivel de gasto energético alterando procesos básicos como la tasa metabólica basal (bisfenol A, bifenilos policlorados, dioxinas), la actividad mitocondrial y los procesos de termogénesis (pesticida DDT, bisfenol A). Asimismo, hay evidencias de su potencial papel en la modificación de la capacidad de almacenamiento lipídico y energético, porque actúan en puntos clave del sistema músculo esquelético, en el hígado y en el tejido adiposo, pudiendo promover una alteración de la señalización de insulina y de la captación de la glucosa. En definitiva, tienen la capacidad de alterar el metabolismo glucémico y lipídico", añadió la experta, para quien todos estos datos avalan que algunos disruptores endocrinos pueden comportarse como obesógenos en cuanto que modifican ese punto de control que es el balance energético.
Implicación en el desarrollo de la diabetes
La Dra. Alonso-Magdalena continuó: "La historia es un poco más complicada, porque también se ha demostrado, tanto en el laboratorio como en evidencias en humanos, que algunos compuestos pueden tener un efecto diabetogénico. Por ejemplo, se sabe que el bisfenol A produce un impacto directo en las células alfa y beta pancreáticas y también se asocia con la resistencia a la insulina y la programación metabólica".
La especialista explicó que este efecto diabetogénico ha sido especialmente estudiado en el caso del bisfenol A, que puede promover la intolerancia a la glucosa; disminuir la sensibilidad a la insulina y en último término, modificar los niveles de glucemia.
"Concretamente se ha visto que producen una alteración de la función mitocondrial y la alteración de la actividad de los canales iónicos que sabemos que son clave para el acoplamiento estímulo-secreción y en definitiva, para la liberación de la insulina. Por otro lado, el efecto de estos compuestos en la diabetes y la obesidad nos lleva a hablar de diabesidad, una enfermedad para la que en consecuencia los disruptores endocrinos también se consideran un factor de riesgo".
Volviendo al planteamiento inicial de su intervención (la "relación peligrosa" entre disruptores y patología metabólica) la Dra. Alonso-Magdalena aludió a la necesidad de una "terapia de choque", en el sentido de adoptar una serie de medidas que permita a los especialistas enfrentarse al problema de la disrupción endocrina.
Herramientas de predicción; estrategias de prevención
"Inicia la comprensión de los patrones de actuación de los disruptores endocrinos y empezamos a tener una visión bastante amplia de ese escenario. No sabemos todo, pero disponemos de bastantes datos sobre los mecanismos que conducen a esos efectos en los tejidos metabólicamente importantes. Ahora necesitamos integrar todo ese conocimiento que generado a lo largo de las últimas décadas y lo más importante, es relevante desarrollar estrategias y sistemas de identificación de estos compuestos".
"Estos sistemas darán respuesta a las necesidades actuales de contar con herramientas validadas para la identificación de sustancias químicas nocivas y ayudarán a desarrollar programas de prevención y actuaciones de salud pública dirigidas a reducir nuestra exposición diaria a los disruptores endocrinos", añadió la especialista.
La Dra. Asimismo, destacó: "El programa OBERON se trata de una iniciativa multidisciplinaria financiada por la Comisión Europea en la que participan especialistas de distintos países europeos que llevan a cabo estudios epidemiológicos, modelos computacionales, investigación in vitro/in vivo y pruebas experimentales siempre bajo el marco integrativo de la biología de sistemas y la bioinformática, con la finalidad de desarrollar sistemas de identificación que permitan hacer un cribado de aquellos compuestos que se comporten como obesógenos, diabetógenos, o ambos".
Por ejemplo, dentro del grupo de trabajo in vitro, del que la Dra. Alonso-Magdalena es coordinadora, se trabaja en el desarrollo de modelos celulares que simulen la fisiología humana y permitan identificar estos disruptores en base a mecanismos de acción, datos de ómica y redes metabólicas relevantes.
"El objetivo final es conseguir que estos sistemas puedan implementarse a nivel regulatorio, de manera que antes de que un compuesto salga al mercado sepamos si puede ser o no un disruptor metabólico", concluyó la especialista.
La Dra. Alonso-Magdalena ha declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente.
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CRÉDITO
Imagen principal: Dreamstime
Figura 1: XVIII Congreso SEEDO
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Citar este artículo: Disruptores endocrinos: su papel obesogénico y diabetogénico hace necesario potenciar e implementar sistemas para identificarlos - Medscape - 3 de feb de 2023.
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