Un choque de bicicleta de montaña obliga a un médico a tomar un cuchillo en la mano

¿Hay un médico en casa?

Dr. Jesse Coenen; Sarah Yahr Tucker

Conflictos de interés

6 de febrero de 2023

Las emergencias ocurren en cualquier lugar, en cualquier momento y, a veces, los médicos se encuentran en situaciones en las que son los únicos que pueden ayudar.

"¿Hay un médico en casa?" es una nueva serie de Medscape que cuenta estas historias.

Dr. Jesse Coenen

Todo comenzó con lo que sería una habitual excursión en bicicleta de montaña con dos de mis amigos. Sin embargo, cuando entramos en el estacionamiento del sendero, vimos varios vehículos del servicio de emergencias, tras lo cual pasó un helicóptero sobrevolándonos. Al subir a nuestras bicicletas un policía nos comentó de un accidente en el camino y recomendó que tuviéramos cuidado ya que el personal de emergencias iba a traer al paciente. Comenzamos el viaje con cautela, listos para ceder el paso a los servicios de emergencias.

A 300 metros del camino, nos encontramos con otro policía que preguntó si estaríamos dispuestos a regresar a buscar un tanque de oxígeno de la ambulancia y llevarlo a la escena. Los tres nos dimos la vuelta, volvimos al estacionamiento y tomamos un tanque de oxígeno, lo pusimos en una mochila y retomamos el camino en bicicleta.

A poco más de medio kilómetro por el sendero llegamos al accidente, un hombre adulto estaba acostado boca arriba en el suelo después de haber chocado; tenía los ojos cerrados y no se movía, excepto por respiraciones ocasionales. Seis miembros del personal médico de emergencias estaban a su alrededor, uno asistiendo con una máscara de bolsa para las respiraciones.

Inicialmente no me presenté, solo escuchaba para saber lo que estaba pasando. Se encontraban discutiendo la dosis del fármaco que le darían para intubarlo. Sabía la respuesta a esa pregunta, así que me presenté. Les alegró contar con alguien más que ayudara.

Ya tenían una vía intravenosa y bastantes suministros. Administraron los fármacos y la paramédica intentó intubar por vía oral. A los pocos segundos, sacó la hoja y dijo: "No voy a poder hacerlo. Su lengua es demasiado grande".

Tomé la hoja yo mismo y me arrodillé en la cabeza de la víctima. Hice tres intentos de intubación y en ninguno pude ver los puntos de referencia. No estaba seguro de si su lengua era demasiado grande o si había alguna lesión traumática. Para hacerlo más difícil, muchas secreciones obstruían las vías respiratorias. Los paramédicos tenían una succión portátil, que era algo funcional, pero aún no podía ver los puntos de referencia.

Empecé a preguntar sobre métodos alternativos para establecer una vía aérea. Tenían un i-gel, que es un dispositivo supraglótico que se coloca en la parte posterior de la boca. Así que lo colocamos, pero cuando colocamos la bolsa, el aire seguía sin entrar a los pulmones.

Lo retiramos y volvimos a poner la bolsa mascarilla. Ahora estaba preocupado, teníamos dificultades para mantener su oxigenación por encima de 90%. Examiné el pecho y el abdomen de nuevo, me preguntaba si tal vez tenía algo de distensión gástrica, que puede resultar de usar la bolsa de ventilación por un tiempo prolongado, pero ese no parecía ser el caso.

Ventilar se volvió progresivamente más difícil y la saturación de oxígeno disminuyó lentamente hasta 80%, luego a 70%. La frecuencia cardiaca cayó por debajo de 60 latidos por minuto... La trayectoria era obvia. Fue entonces cuando pregunté si tenían las herramientas para una vía aérea quirúrgica.

Nadie pensó que la pregunta fuera una locura. De hecho, sacaron un bisturí de una bolsa de equipo, pero ahora tenía que hacerlo. Me arrodillé junto al paciente, tratando de palpar la parte delantera del cuello para identificar la ubicación correcta para cortar, también tuve dificultades para encontrar los puntos de referencia apropiados allí, era una situación muy frustrante.

Miré el monitor. El oxígeno estaba ahora en 60%. Más tarde, la paramédico me dijo que la frecuencia cardiaca había bajado a 30. Alguien del equipo de urgencias me miró a los ojos y dijo: "Tenemos que hacer algo. Ahora". Eso me ayudó a salir del estado de choque y actuar. Hice una gran incisión vertical en la parte delantera del cuello de la víctima, que por supuesto resultó en sangrado.

Mis dos amigos, que estaban mirando, luego me dijeron que ese fue el momento en que la intensidad de la escena realmente aumentó (ya era bastante intensa para mí, gracias). A continuación, hice la incisión horizontal. Luego palpé con el dedo, pero parecía que la incisión no había llegado a la tráquea y tuve que hacer la incisión mucho más profunda de lo que hubiera pensado tras lo cual el aire burbujeó a través de la sangre.

Una paramédica estaba lista con el tubo en la mano y lo colocó a través de la incisión. Colocamos la bolsa y tuvimos flujo de aire hacia los pulmones, con lo que en cuestión de minutos subió el oxígeno.

No mucho después, aparecieron los paramédicos del helicóptero, después de haber corrido más de medio kilómetro por el bosque parecían bastante sorprendidos de encontrar a un paciente con una cricotiroidotomía. Les informamos sobre la situación. Ahora teníamos que sacarlo del bosque.

Los servicios de emergencia tenían un dispositivo de transporte en verdad excelente: una camilla con una rueda grande debajo, en medio, para que pudiéramos rodar al paciente por el sendero, sobre las rocas, con relativa seguridad. El trabajo de una persona era sostener el tubo a medida que avanzábamos, ya que no teníamos sutura para mantenerlo en su lugar.

Regresamos al estacionamiento y lo subimos a la ambulancia, que condujo otro medio kilómetro hasta el helicóptero, que luego tuvo que llevarlo más de 60 kilómetros hasta el hospital.

Para ser honesto, pensé que el pronóstico era malo. Sospeché que tenía una hemorragia intercraneal que apretaba lentamente su cerebro (que luego resultó no ser el caso). A pesar de que habíamos establecido una vía aérea, nos llevó mucho tiempo llevarlo a la ambulancia.

El director del servicio de urgencias médicas local me llamó esa noche y me dijo que el paciente había llegado al hospital. Nunca había sido parte de nada de esta intensidad y definitivamente se me fue el sueño por eso. En parte, solo por la incertidumbre de no saber cuál sería el resultado, pero también por cuestionarme si había hecho todo lo que podía haber hecho.

Sin embargo, la historia no acaba ahí.

Una semana después, un amigo del paciente me llamó. Se había recuperado e iba a ser dado de alta del hospital. Había elegido compartir la historia con los medios de comunicación y la estación de televisión local iba a entrevistarlo. Me preguntaron si estaría de acuerdo con ser entrevistado.

Después de que se publicó la noticia local hubo una especie de bombardeo mediático. Llegaron numerosas solicitudes de los medios. Pero, sinceramente, la representación de la historia me hizo sentir muy raro. Era demasiado dramatizada y no del todo exacta. No me sentó bien.

Amigos de todo el país vieron la historia y esto es lo que ellos escucharon en la cobertura:

  • Que yo iba en bicicleta detrás del paciente cuando se estrelló.

  • Que tenía mis propias herramientas. Incluso le dijeron al propio paciente que usé mi propio bisturí para hacer la incisión.

La verdadera historia es la que les acabo de contar: media docena de personal médico de emergencia ya estaba allí cuando llegué. Fue una combinación de trabajo en equipo, colaborativo, todos en el lugar correcto en el momento correcto.

Un mes después, el paciente y su familia manejaron hasta la ciudad donde vivo para llevarme a almorzar. Fue emotivo, hubo muchas lágrimas. Su esposa y su hija estaban expresando mucha gratitud y tenían algunos regalos para mí. Pude conocer su versión de la historia y me enteré de algunos detalles. Él había tenido un trauma facial en el pasado que requirió alguna reconstrucción. Me di cuenta de que tal vez esos cambios anatómicos afectaron mi capacidad para hacer la intubación.

Espero nunca más tener que hacer esto fuera del hospital, pero supongo que ahora estoy más preparado que nunca. He revisado mi técnica de cricotiroidotomía muchas veces desde entonces.

Me formé como médico familiar e hice medicina clínica y hospitalaria durante varios años. Fue apenas en 2020 que empecé a trabajar en medicina de urgencias en un hospital rural, por lo que, 2 años antes, no estoy seguro de haber podido hacer lo que hice ese día. Para mí, fue casi un símbolo de la transición de mi práctica hacia esta rama de la medicina.

Todavía sigo en contacto con el paciente. Hemos hablado de andar en bicicleta juntos. Todavía no ha sucedido, pero es muy posible que suceda algún día.

El Dr. Jesse Coenen es médico de urgencias en el Hayward Area Memorial Hospital en Hayward, Estados Unidos.

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