Otras víctimas de la reanimación cardiopulmonar: ¿cuál es el precio psicológico que se paga después de intentar salvar una vida?

Matías A. Loewy

23 de enero de 2023

En un atardecer de noviembre de 2021 Andrés Snitcofsky, diseñador de 40 años de Buenos Aires, escuchó pedidos de ayuda desgarradores de la sobrina y esposa de un vecino de aproximadamente 60 años, al que habían encontrado "desvanecido" en su habitación. Mientras aguardaban la asistencia médica, Snitcofsky se acercó al hombre, le levantó el cuello, comprobó que no respiraba, que no estaba ahogado y comenzó a hacer las compresiones torácicas rítmicas que había aprendido en un curso de reanimación cardiopulmonar dos décadas antes. "Seguí durante cinco minutos hasta que apareció un amigo de la víctima y me pidió que lo dejara, que ya había fallecido, quizá desde hacía 2 o 3 horas, pero no tengo la experiencia de ver muertos", indicó a Medscape en español. Minutos después llegó la ambulancia y el médico confirmó que ya no había más nada que hacer.

Snitcofsky regresó a su casa sin que nadie tomara sus datos. Ni siquiera tenía un vínculo afectivo con el vecino, a quien apenas conocía de vista. Pero haber actuado "no fue gratuito. Me llevó semanas o incluso meses recomponerme del todo", dijo. Las escenas y hasta sonidos del episodio daban vuelta en su cabeza. "Me costaba dormir. Tenía maquinaciones, preguntas, dudas. Es como un tema tabú, falta con quién compartir esa situación. Pero lo fui procesando con el tiempo".

"Hablarlo en terapia con mi psicólogo durante un par de meses claramente me ayudó. También consultar a una pareja amiga de médicos y a un bombero que enseña reanimación cardiopulmonar: ellos me permitieron entender que estuvo bien lo que hice y que no habría podido hacer nada más que eso. Pero a cualquier persona que le toque hacer reanimación cardiopulmonar, más allá de la euforia si el paciente revive, el hecho la va a afectar de múltiples maneras. Estoy seguro de eso", reflexionó.

BUENOS AIRES, ARG. Hay un "daño colateral" poco considerado o incluso minimizado cuando se fomenta la capacitación y actuación del público general (o incluso profesionales) en la aplicación de la reanimación cardiopulmonar: la repercusión psicológica y emocional que implica realizar ese procedimiento, especialmente cuando se ignora el desenlace, no se logra revertir el paro cardiacos súbito o involucra seres queridos, lo cual podría requerir de intervenciones oportunas para reducir o evitar el riesgo de traumas persistentes.

En un reciente posteo en Twitter que tuvo más de 200.000 reproducciones, la popular activista y educadora estadounidense Kristin Flanary o Lady Glaucomflecken,  que en mayo de 2020 presenció el paro cardiaco y realizó durante 10 minutos las maniobras de reanimación cardiopulmonar de su esposo, médico y comediante de 34 años, puso el tema otra vez en escena.

"Todos deberían aprender sobre #CPRandAED [reanimación cardiopulmonar y desfibriladores externos automáticos]. Pero si vamos a pedir a la gente que realice una tarea tan brutal, es imperativo que también le proporcionemos la información y los recursos que necesita para procesarla mental y emocionalmente. Es traumático y cambia la vida. Es irresponsable y poco ético pedir ayuda a las personas de una manera tan traumática y luego negarse a ayudarlas a cambio", aseguró.

"La mayoría de la gente queda con la satisfacción del deber cumplido "

Para muchos promotores de la reanimación cardiopulmonar y de los otros eslabones de la cadena de la sobrevida para un paro cardiaco súbito que ocurre fuera del hospital, incluyendo el acceso y uso oportuno de desfibriladores, el eventual impacto psicológico negativo de intervenir es pasajero y muy poco significativo cuando se compara con la satisfacción del deber cumplido, aun cuando el procedimiento no haya sido exitoso.

Dr. Mario Fitz Maurice

"En 99,9% de los casos la gente que hizo una reanimación cardiopulmonar queda satisfecha y hasta feliz de haber ayudado. He hablado con personas que participaron de reanimaciones y nunca conocí a nadie que dijera que quedó mal o que necesita un psicólogo. Por supuesto, puede permanecer algún grado de temor, tristeza o melancolía por participar de un evento de este tipo, pero me parece y está escrito, que la intención de salvar es lo que finalmente predomina y genera la alegría en ese rescatista", comentó a Medscape en español el Dr. Mario Fitz Maurice, director del Consejo de Arritmias de la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC) y jefe de Electrofisiología del Hospital Rivadavia, en Buenos Aires, Argentina.

El especialista, que también dirige el Instituto Nacional de Arritmias (INADEA) en Buenos Aires, afirmó que la persona que toma cursos de reanimación cardiopulmonar "tiene el perfil que le va a permitir psicológicamente involucrarse; es el solidario, el que tiene ganas y está dispuesto para ayudar a la gente". Y añadió que por protocolo, su hospital siempre contacta a los reanimadores o rescatistas que puede identificar y les ofrece asistencia psicológica. "Pero en 99% de los casos ni siquiera entienden por qué los llamamos, están sumamente felices de haber participado".

Pero algunos estudios plantean un escenario más desafiante desde los puntos de vista emocional y social. Una investigación cualitativa noruega publicada en 2016 abordó las experiencias de 20 individuos (5 de ellos con formación en salud) que voluntariamente habían realizado una reanimación cardiopulmonar en 18 personas entre 6 días y 13 años antes (mediana: 5,5 años), con una tasa de sobrevida de 66%. Muchos describieron la experiencia como "chocante y aterrorizante", con síntomas como cansancio, confusión, sensación de soledad, ansiedad e insomnio, que persistieron entre días y meses.

Algunos reportaron impactos sobre la vida familiar y laboral y otros una tristeza profunda que incluso se prolongó varios años después del incidente. La mayoría se preguntaba si podría haber hecho algo mejor o habría querido tener más información sobre el desenlace. Y cuatro requirieron ayuda profesional para procesar el episodio.[1]

Otro estudio cualitativo de 2020 sobre 9 personas (no profesionales de la salud) en Taiwán a quienes les había tocado realizar una reanimación cardiopulmonar en sitios públicos dentro de los dos años previos llegó a las siguientes conclusiones: a) poseían rasgos solidarios y alta motivación para ayudar; b) encontraron que el rescate en la vida real difería en algunos aspectos de la capacitación y de las expectativas previas, como la dificultad para realizar las compresiones torácicas y las incertidumbres de una situación de emergencia, y c) obtuvieron satisfacción al compartir la experiencia y recibir una retroalimentación positiva de otros y que estaban dispuestos a ayudar la próxima vez, aunque también reportaron un impacto psicológico negativo en el corto plazo.

"Deberían tomarse medidas para incrementar la confianza y la conciencia situacional del lego que se entrena para realizar una reanimación cardiopulmonar, reducir la discrepancia entre la capacitación y la realidad y construir un sistema de soporte que evite los efectos psicológicos negativos y prepare a las personas para una próxima reanimación", recomendaron los investigadores liderados por el Dr. Matthew Huei-Ming Ma, Ph. D., profesor del Departamento de Emergencias Médicas de National Taiwan University, en Taipei, Taiwán, y miembro del consejo directivo de Resuscitation Council of Asia (RCA).[2]

"La parte más dura de todo fue el momento de dejar de hacer la reanimación, el momento de soltar. Eso pasó a ser la imagen que me volvía, el momento traumático en el que no había pensado", recordó Snitcofsky.

"Cualquier evento puede ser traumático"

Dr. Daniel Mosca

El Dr. Daniel Mosca, psiquiatra, fundador y expresidente de la Sociedad Argentina de Psicotrauma (SAPsi), y coordinador del equipo de factores humanos del Sistema de Atención Médica de Emergencias (SAME) de la Ciudad de Buenos Aires, señaló: "Cualquier evento es potencialmente traumático, más aquel en el que uno se enfrenta a la muerte y a la incertidumbre, aunque la reacción dependerá del psiquismo del rescatista". En personas secuestradas durante meses o años en la selva por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) "solo" la mitad desarrolló síntomas de estrés postraumático.

El especialista consideró que puede ser aplicable una reflexión del Dr. Frank Ochberg: "En muchas ocasiones los síntomas peritraumáticos son la respuesta normal de un individuo normal frente a un hecho anormal". Para muchas personas expuestas a la situación de efectuar una reanimación cardiopulmonar, los síntomas asociados a la reacción inicial por el estrés agudo desaparecerán solos entre los 30 y 90 días. Pero si esto no ocurre y persisten, será necesaria una intervención psicoterapéutica o farmacológica, señaló.

"Sería bueno que en la capacitación de la reanimación cardiopulmonar se enseñe también sobre las señales de alarma que deberían llamar la atención, como insomnio, ansiedad, hiperalerta o desacoplamiento de la realidad", comentó el Dr. Mosca a Medscape en español.

Dr. Manlio Márquez Murillo

También puede ser valioso para el rescatista conocer lo que ocurrió con la persona asistida para "dar un cierre" a la situación, opinó el Dr. Manlio Márquez Murillo, cardiólogo y electrofisiólogo mexicano, quien coordina la Alianza contra la Muerte Súbita Cardiaca de la Sociedad Interamericana de Cardiología (SIAC).

"Las sociedades médicas o de enfermería tendrían que hacer un pequeño protocolo o norma de actuación para tomar siempre los datos de la persona que hizo el rescate, para luego contactarla con fines de retroalimentación u ofrecer asistencia. Luego vendría la parte del tratamiento si es que queda alguna secuela", manifestó a Medscape en español.

En Canadá, por ejemplo, un programa activo de soporte de tres etapas implementado en 2014 identifica y asiste a las personas que presenciaron o participaron directa o indirectamente en una reanimación cardiopulmonar fuera del hospital, proponiendo dentro de las siguientes 24 a 48 horas una intervención breve sistemática de retroalimentación integral (debriefing) donde expertos conceptualizan el episodio, disipan dudas e instruyen sobre técnicas de reducción del estrés y "primeros auxilios" psicológicos en la medida que emerjan síntomas. También hay un seguimiento a la semana y la derivación a un profesional de la salud mental cuando los síntomas interfieren con la vida cotidiana.[3]

Flanary destacó que hay tres tipos de palabras que ayudan a procesar el trauma de todos aquellos que se vieron obligados o impulsados a efectuar una reanimación cardiopulmonar: las que explican lo que pasó, las que nombran (p. ej., "pacientes olvidados") y las que validan la experiencia y permiten articular los sentimientos. Eso requiere de recursos, sensibilidad y empatía de parte de las organizaciones y de los profesionales de la salud.[4]

Pero en Latinoamérica y buena parte del mundo son prácticamente nulas las iniciativas sistemáticas y proactivas de ese tipo. La mayor parte de los rescatistas ocasionales deben sobrellevar el "después de" por su propia cuenta, con sus propios recursos.

Otras barreras y desafíos

El Dr. Márquez también lamentó que no todos los países de la región hayan sancionado leyes "del buen samaritano" que eximan de cualquier tipo de responsabilidad a quien interviene en auxilio de una persona con paro cardiaco, como ya se reglamentó en Argentina y Uruguay, dado que el temor a la judicialización puede representar una barrera para la acción o generar un estrés adicional para quien la haya realizado.

Incluso con la salvaguarda legal, en circunstancias excepcionales, los rescatistas también pueden verse expuestos a desafíos emocionales inesperados. En Argentina la joven que en enero de 2020 trató infructuosamente de salvar la vida de Fernando Báez Sosa, víctima de una brutal golpiza, debió testificar este mes en el juicio oral a los 8 acusados frente a la mirada de los medios y de la opinión pública del país. Allí debió responder a abogados defensores que llegaron a preguntarle si estaba segura de haber realizado bien las maniobras de reanimación cardiopulmonar. Y este miércoles 18 un médico legista contratado por la defensa insinuó que "la reanimación cardiopulmonar pudo haber agravado la situación" de la víctima. "La reanimación cardiopulmonar salva vidas. No dejemos que un argumento barato y sin evidencias destruya tanto trabajo", respondió indignado en Twitter el Dr. Fitz Maurice.[5]

Por supuesto, hay consecuencias que no se pueden manejar y otras que sí se pueden anticipar. Un enfoque preventivo sería trabajar en la naturalización del procedimiento, enseñarlo en las escuelas, ayudar a quitar el miedo, señaló el Dr. Fitz Maurice. "Las muertes cardiacas son 200 veces más frecuentes que las que son producto de un incendio y se hacen muchos más simulacros para incendios que de reanimación cardiopulmonar", manifestó a Medscape en español. En una sociedad donde la capacitación y la práctica del procedimiento está extendida, quienes la efectúen se sentirán menos solos y podrán ser mejor comprendidos por su entorno.

Dr. Jorge Bombau

Por otra parte, más allá del impacto inicial y de la falta de un sistema formal de soporte, el balance en el mediano y largo plazo de haber actuado es favorable también desde el punto de vista psicológico y emocional, opinó el Dr. Jorge Bombau, ginecólogo y obstetra de Buenos Aires, que se transformó en un destacado difusor de las maniobras de reanimación cardiopulmonar después del trágico deceso súbita de su hijo Beltrán, de 14 años, durante un torneo deportivo escolar.[6]

"No conozco a nadie que se haya arrepentido después de hacer una reanimación. Puede haber algún breve periodo de angustia, depresión o insomnio, pero está comprobado que hacer el bien mejora el estado de ánimo. ¿Y qué mejor acción que intentar salvar una vida? Independientemente de los resultados, se termina transformando en algo positivo para la persona", aseguró el Dr. Bombau a Medscape en español.

Es también la sensación de Snitcofsky, el diseñador, quien después de varios meses cree que logró "quedar en un lugar bueno" y también se transformó en un activo promotor de la técnica en las redes sociales. "Estoy para retuitear todo lo que tenga que ver con que todes sepamos hacer reanimación cardiopulmonar y nos animemos a hacerlo. El curso no es más que unas horas", publicó en Twitter este miércoles 18.

"Quiero que si alguna vez me toca tener un paro cardiaco súbito fuera de un hospital haya vecinos, amigos o familiares que sepan hacer la reanimación. Cada persona que sabe hacer reanimación cardiopulmonar puede convencer a otros y quienes la tuvimos que realizar en alguien somos mejores candidatos aún para convencer. Y si una persona llega a necesitarla, quiero volver a hacerla y saldar la cuenta. Si eso sucede, que ojalá que sirva", concluyó.

Algo parecido piensa Matías Alonso, un periodista de Buenos Aires que hace 15 años realizó las maniobras de reanimación cardiopulmonar en el padre de la esposa de su padre, después de una cena familiar de fin de año y pocos minutos antes de las 12. "Lamentablemente, falleció, pero yo seguí haciendo la reanimación cardiopulmonar hasta que llegó la ambulancia. Durante un tiempo tuve un poco de culpa por no haberme encargado de la situación desde el principio, y también porque tenía la idea de que más personas salían o se recuperaban. Pero después me agradecieron mucho y me sirvió haber hecho algo, no haberme quedado inmóvil ante la inevitabilidad de la muerte. Entendí que estuvo bien haberlo intentado. Y la próxima vez… ojalá que no me toque… pero estoy más preparado y ya sé qué cosas tendría que haber hecho mejor", señaló Alonso a Medscape en español.   

Alonso, Snitcofsky y los doctores Fitz Maurice, Mosca, Bombau y Márquez han declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente.

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