
Dr. Ronald. D. Gerste
El 20 de noviembre, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, celebró su cumpleaños 80, lo que lo convierte en el presidente de más edad de los Estados Unidos de América. Tradicionalmente, en Estados Unidos se especula mucho sobre la salud del presidente en ejercicio. El médico e historiador Ronald D. Gerste examina los mitos y pone las cosas en su sitio.
Según su propia declaración, Biden quiere decidir a principios de enero de 2023 si se presentará a un segundo mandato. Al final de su segundo mandato, Biden tendría 86 años. Su edad ha sido un tema político desde hace tiempo y con ella, las preocupaciones sobre la aptitud física y la salud del presidente. Incluso antes de su elección como jefe de Estado, su estado de salud fue cuestionado públicamente en varias ocasiones.
Medscape: Dr. Gerste, usted vive y trabaja cerca de Washington D. C. ¿Cómo se encuentra el presidente de Estados Unidos en estos momentos? ¿Qué se sabe de su actual estado de salud?
Ronald D. Gerste: Francamente, me gustaría llegar a estar en tan buena forma (relativamente) como él a sus 80 años. Biden da la impresión de estar en buena forma física para su edad; caerse de la bicicleta o tropezarse en una escalera es algo que les ocurre de vez en cuando a personas más jóvenes.

Joe Biden. Fuente: Wikimedia Commons
Lo que se sabe sobre los hallazgos más recientes: el año pasado, durante una colonoscopia, se le extirpó un adenoma tubular de tres milímetros, que los medios de comunicación describieron aquí como "potencialmente precanceroso", lo que tampoco es nada realmente inusual a su edad. Ha dado positivo a COVID-19 en dos ocasiones (vacilo en utilizar la expresión "ha tenido COVID-19" porque, según todos los indicios, se trataba del resultado de una prueba, no de la enfermedad).
Para sus adversarios políticos, sobre todo el expresidente Donald Trump, está claro que Biden no es apto para el cargo. En alguna ocasión han acusado al "Somnoliento Joe" de falta de capacidad mental. ¿Qué hay de cierto en estas alegaciones?
Biden tiene problemas de vez en cuando para encontrar una palabra; tartamudear tampoco es algo nuevo en él. En ocasiones, él (un político que a lo largo de su carrera ha proporcionado a los medios de comunicación material para historias irónicas o escandalosas debido a sus numerosas meteduras de pata, errores lingüísticos) hace declaraciones poco meditadas. Por ejemplo, un comentario que hizo sobre un pequeño melanoma en la piel que le habían extirpado hacía años pudo tergiversarse como una confesión de que (actualmente) tenía cáncer.
La memoria a veces le falla. Por ejemplo, durante un discurso reciente, buscó a la que creía que era una congresista entre el público y gritó "¿Dónde está Jackie? ¿Dónde está Jackie?". La política, Jackie Walorski, de Indiana, había muerto en un trágico accidente de coche unas semanas antes.
A propósito de "somnoliento", hay un ejemplo mejor en la historia de los presidentes estadounidenses. William Howard Taft (quien gobernó de 1909 a 1913) padecía una grave apnea del sueño, algo no del todo inusual dado su peso, que a veces rondaba los 150 kilos. Se quedó dormido en todo tipo de ocasiones inapropiadas: en una cena de Estado, mientras viajaba en un automóvil descubierto e incluso durante unos minutos mientras estaba de pie.
El único candidato que ya se lanzó oficialmente al ruedo para las próximas elecciones presidenciales es el propio Trump. A sus 76 años, solo tiene cuatro años menos. Sin embargo, a lo largo de su mandato, se ha certificado que Trump goza de un estado físico casi legendario. ¿Qué hay de la salud del aspirante en la "carrera por la Casa Blanca"?

Donald Trump. Fuente: Wikimedia Commons
Su médico personal de entonces dio fe de su salud casi de cuento de hadas; el expresidente y ahora candidato ensalzaba en su característica retórica su "increíble condición física" y sus genes igualmente increíbles. Sin embargo, se sabe que su dieta no es la mejor; su exceso de peso (que, por cierto, no es desorbitado para los estándares estadounidenses) probablemente vaya acompañado de unos niveles de colesterol bastante desfavorables. Pero al menos no bebe alcohol ni fuma.
Chequeo médico: de forma más o menos periódica, la aptitud y el estado de salud del presidente de Estados Unidos se comprueban minuciosamente y se presentan al público. Especialmente comparado con los estándares alemanes, esto parece sorprendentemente abierto, en principio. ¿Cómo se estructura este control rutinario? Ahora bien, ¿hasta qué punto son creíbles los resultados y qué se supone que se consigue con ello?
Podemos suponer, sin temor a equivocarnos, que a este respecto también se intenta comunicar los aspectos positivos y mantener los negativos más bien en secreto. Básicamente, se trata de convencer a la población de la idoneidad del presidente para su trabajo, que es extremadamente estresante. Pero los controles son realmente exhaustivos y pueden durar varios días; una sede elegida por varios presidentes para este fin es el Hospital Naval de Bethesda, a las afueras de la capital. La atención se centra en la salud cardiovascular y el cribado del cáncer; véase la colonoscopia de Biden, que, por cierto, también dio lugar a hallazgos endoscópicos en el caso de Ronald Reagan.
¿En el pasado también se comunicaba de forma tan mediática la salud de los presidentes de Estados Unidos?
No, se ha tratado, una y otra vez, como un secreto de Estado. El punto de inflexión (o de quiebre) en el manejo de la salud presidencial por parte del público, los medios de comunicación e incluso el propio titular del cargo se dio con la presidencia de John F. Kennedy. Se presentaba (con la ayuda activa de los grandes medios de comunicación completamente entregados a él y a su círculo, especialmente a su hiperambiciosa familia) como un caballero de Camelot juvenil y vital. Su extenso historial médico solo se conoció póstumamente y fue un shock: enfermedad de Addison, drogadicción, enfermedades venéreas. Y eso es solo lo que se ha sabido; no sabemos lo que aún dormita en los archivos de la Biblioteca JFK de Boston, los Guardianes del Grial de la Leyenda.
Su sucesor, Lyndon B. Johnson, quiso hacer las cosas de forma muy diferente y mostró una notable franqueza sobre su estado de salud. Poco después de su colecistectomía, invitó a la prensa a visitarlo y se levantó sin contemplaciones la camisa para que todos los periodistas pudieran ver la cicatriz aún roja de sangre. Un periodista se desvaneció.
A finales del siglo XIX se produjo una grave epicrisis. Grover Cleveland, cuyos dos mandatos separados confunden el censo presidencial (fue el 22.º [1885-1889] y el 24.º [1893-1897] mandatario en una sola persona) padecía un tumor maligno en el paladar. Fue operado en secreto en un yate (oficialmente, el presidente estaba de "vacaciones"), una operación inusualmente difícil en aquella época. Le colocaron una prótesis; cuando unas semanas más tarde pronunció su primer discurso, no se le notaba nada. Cleveland temía que la noticia de su enfermedad agravara la galopante crisis económica de 1893.
¿Hay ejemplos en la historia de presidentes que hayan dejado de ser aptos para ejercer el cargo?
Sí, Woodrow Wilson sufrió varios derrames cerebrales en 1919. Una "troika" formada por su esposa, su médico personal y su secretario le ocultó a la opinión pública y al Congreso lo impedido e incapacitado que estaba para ejercer su cargo. Una consecuencia política mundial: los republicanos del Congreso rechazaron los resultados de la Conferencia de Versalles y Estados Unidos no se convirtió en miembro de la Sociedad de Naciones. Tras varios meses, la troika le permitió a una delegación del Senado entrar a la Casa Blanca. Habían conseguido que Wilson tuviera un aspecto razonablemente bueno, corrieron las cortinas y dejaron que los visitantes vieran al presidente con una luz tenue desde un solo lado, de modo que la parálisis de la otra mitad de su rostro quedara oculta para ellos. El antiguo rector de la Universidad de Princeton había conservado al menos parte de su ingenio. Cuando uno de los visitantes le dijo: "¡Rezamos por usted, Sr. presidente!", recibió una respuesta algo confusa: "¿En qué dirección?".
¿Cuál es el estado de ánimo actual entre la población estadounidense: es Biden realmente demasiado viejo?
Todo depende de a quién se le pregunte, dada la profunda división de la población. En Maryland, donde la mayoría de los votantes son demócratas, escuchará una valoración más positiva. Pero, ante todo, ¿con quién más cuentan los demócratas? La plantilla de personal que se ofrece (basta con echar un vistazo a la anterior tanda de dirigentes de la Cámara de Representantes, que se hallan en su novena década de vida) es bastante modesta, la vicepresidenta es percibida como un rotundo fracaso incluso por muchos simpatizantes del partido. Probablemente tendrán que volver a confiar en el viejo Joe en 2024.
Antecesores estrafalarios de Biden: Los 13 presidentes más extraños de Estados Unidos
De forma entretenida y al mismo tiempo muy informativa, en su libro Trinker, Cowboys, Sonderlinge, Ronald D. Gerste arroja luz sobre una faceta desconocida de la historia de Estados Unidos: las vidas de los extravagantes, notables, estrafalarios y a veces trágicos presidentes de Estados Unidos. Al mismo tiempo, aporta datos sorprendentes sobre aspectos hasta ahora poco conocidos del cargo más importante del mundo y de sus titulares.
Este contenido fue originalmente publicado en Coliquio, parte de la Red Profesional de Medscape.
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CRÉDITO
Imagen principal: Adam Schultz. Gobierno de Estados Unidos. Wikimedia Commons. Dominio público.
Figura 1: Dr. Ronald D. Gerst
Figura 2: Adam Schultz. Gobierno de Estados Unidos. Wikimedia Commons. Dominio público.
Figura 3: Shealah Craighead. Gobierno de Estados Unidos. Wikimedia Commons. Dominio público.
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Citar este artículo: Joe Biden: los mitos sobre el estado de salud del presidente de Estados Unidos - Medscape - 20 de dic de 2022.
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