Ayuno intermitente: potencial efecto cardiometabólico y cuestiones aún no resueltas sobre su eficacia en obesidad

Carla Nieto Martínez

10 de noviembre de 2022

MADRID, ESP. Los resultados demostrados por la investigación en modelo animal y las buenas perspectivas que arrojan los, todavía pocos, estudios preliminares en humanos han posicionado al ayuno intermitente en el centro del interés tanto de la población como de los especialistas. Así se reflejó en la sesión dedicada a este enfoque dietético celebrada en el marco del 63.º Congreso de la Sociedad Española de Endocrinología (SEEN), celebrado entre el 26 y el 28 de octubre en Las Palmas de Gran Canaria.[1]

Idoia Labayen, Ph. D.

"Aunque todavía los estudios realizados son con muestras pequeñas y contemplando periodos no muy largos de intervención, los resultados parecen prometedores y se puede decir que la hipótesis científica 'suena bien'", comentó Idoia Labayen, profesora titular de fisiología en la Universidad Pública de Navarra y directora del Instituto de Innovación y Sostenibilidad en la Cadena Agroalimentaria (IS-FOOD), en su ponencia "Aplicaciones del ayuno intermitente en el tratamiento de la obesidad".

Labayen hizo un análisis de las investigaciones llevadas a cabo sobre la restricción de la ventana horaria o alimentación con tiempo restringido (TRE, por sus siglas en inglés) que, según destacó, es la tendencia de ayuno intermitente que se está imponiendo tanto a nivel social como científico.

"Desde hace tiempo se sabe que la cronodisrrupción aumenta la prevalencia de enfermedades como la obesidad, la diabetes o la patología cardiovascular, y sobre esta base, se han desarrollado evidencias de que no solo es importante cuántas kilocalorías se consumen en la dieta o de qué nutrientes y alimentos proceden, sino también cuándo se ingieren".

En esta línea, como explicó la experta, estudios observacionales en humanos demostraron cómo la hora de la comida se relaciona con la pérdida de peso, independientemente de la ingesta calórica y la composición de la dieta. En estas investigaciones se distinguía entre early eaters (personas que consumen la mayor parte de sus kilocalorías diarias en la primera parte de la mañana) y late eaters (su ingesta calórica es mayor al final del día).

El timing y las ventanas de ingesta

"Se demostró que la pérdida de peso era mayor en los que consumían las kilocalorías por la mañana, una evidencia confirmaba por investigaciones posteriores. Estos datos, de alguna manera, ponen un poco en entredicho el concepto tradicional de balance energético, visualiza el desconocimiento de los mecanismos fisiológicos implicados en estos efectos y, a su vez plantea muchas preguntas: ¿tiene el timing de la ingesta efectos sobre la utilización energética?, ¿se utilizan de forma menos eficiente las kilocalorías consumidas por la mañana?, ¿es menor el efecto termogénico de los alimentos por la tarde/noche que por la mañana? De todo ello hay evidencias en modelo animal y estudios observacionales, pero los datos son menos consistentes en humanos".

Para dar respuesta a estos interrogantes, en los últimos tiempos se han llevado a cabo investigaciones con distintos objetivos. "Algunas han analizado el efecto del timing sobre el gasto energético, la regulación del apetito y el metabolismo en el tejido adiposo, entre otros aspectos. Los resultados (late versus early) demostraron que la sensación de hambre era el doble en los que hacían el protocolo tardío. Esta regulación de la saciedad se explica por las alteraciones de la  leptina y la ghrelina tanto en periodos de 24 horas como en los de vigilia (16 horas) y sueño (8 horas). En cuanto a la regulación del balance energético, en los late este gasto energético disminuyó en un 5% y también lo hace la temperatura corporal. Todos los estudios en esta línea confirman que los protocolos tardíos favorecen la aparición de la sensación de hambre".

Otro aspecto en investigación es la relevancia que tiene en esta estrategia la ventana de alimentación (número de horas en las que se puede comer), "un enfoque que va de las 4 a 10-12 horas, prolongando el ayuno nocturno y sin controlar la ingesta energética per se, que se ha propuesto como una forma de alinear la alimentación a los ritmos circadianos", dijo Labayen.

"Los resultados de estos trabajos apuntan a que el mantenimiento de unos ritmos o periodos consistentes de alimentación y ayuno (ventana) dan lugar a una reducción del peso corporal y mejora la eficiencia metabólica, la duración y la calidad del sueño y también la salud cardiovascular. También se observaron mejoras a nivel anímico y de calidad de vida", añadió la especialista.

En la misma línea, las investigaciones que han analizado el efecto de la TRE sobre los factores de riesgo cardiovascular concluyen que  la restricción calórica con una ventana de 10 horas reduce el peso, la presión arterial y los lípidos aterogénicos en pacientes con síndrome metabólico.

 "La investigación más relevante en este sentido es un estudio  llevado a cabo con trabajadores (concretamente bomberos) en turnos de 24 horas y es importante, entre otras cosas, porque es el primer trabajo que aborda la factibilidad de la TRE, junto a su impacto en los factores de riesgo cardiovascular.[2] Además de comprobar que laTRE (en ventana de 10 horas) es factible y compatible con el estilo de vida, los resultados evidenciaron efectos cardiometabólicos positivos, como reducciones de la hemoglobina glicosilada, del tamaño de las partículas de colesterol de lipoproteinas de muy baja densidad (VLDL) y también de la presión arterial diastólica", explicó Labayen.

Pocos estudios en obesidad

A pesar de que generalmente el ayuno intermitente se asocia a la pérdida de peso, Labayen hizo hincapié en los pocos estudios que existen realmente en la población obesa o con sobrepeso, y en este contexto se sitúa el Proyecto Extreme, una investigación compartida por las universidades públicas de Navarra y de Granada, y cuya directora científica es Labayen.

"Se trata de un estudio que analiza la factibilidad de este método en el caso concreto de España, con el objetivo de comprobar si la eficacia del TRE depende del horario. El enfoque es significativo ya que la mayor parte de los estudios publicados proceden de Australia o Estados Unidos, pero no hay investigaciones en países mediterráneos adaptados a este estilo de vida", apuntó la experta.

Se trata de un ensayo clínico aleatorizado sobre 200 participantes (50% mujeres), con obesidad o sobrepeso, edades comprendidas entre 30 y 50 años, con un índice de masa corporal igual o mayor a 30 kg/m2 y al menos un factor de riesgo cardiovascular. Al grupo de control se le aplicó cumplimiento de la dieta mediterránea y pautas de estilo de vida saludable. El resto se dividió en tres grupos con protocolos distintos de TRE en los que la diferencia era el horario, siendo la ventana para todos de 8 horas (lo que supone un ayuno de 16 horas): TRE temprano, TRE tardío y grupo de libre elección de ventana. Para determinar la factibilidad se ha desarrollado una aplicación en la que se registran las ingestas, el cumplimiento o los posibles efectos adversos. La eficacia se valora en base a la reducción del tejido adiposo visceral. También se miden otros depósitos de grasa ectópica, el metabolismo de la glucosa, el metabolismo de los lípidos, la presión arterial, el patrón dietético, la ingesta energética, la actividad física, el sueño, etcétera.

"Aunque los resultados preliminares han mostrado algunos efectos adversos (hipoglucemias nocturnas en los de TRE temprano; migrañas en el tardío, y migrañas, problemas del sueño y ansiedad en el autoseleccionado), son menos de los esperados. En cuanto a los cambios en el peso y la composición corporal, se ha visto que los que siguen la TRE pierden más peso en comparación con el grupo de control, sin que haya diferencias destacables entre los tres grupos de ayuno. El IMC también se reduce más en los de TRE y lo mismo ocurre con la masa grasa".

"En cuanto a la masa muscular, -continuó Labayen- mientras que en el grupo de control no hay pérdida, ésta sí se produce en los de TRE (alrededor de un gramo). Esta pérdida de masa magra es un efecto indeseado porque conlleva la disminución del gasto energético y, en consecuencia, la recuperación del peso perdido, siendo de hecho una de las cuestiones del ayuno intermitente que actualmente se están investigando".

Como conclusión del análisis de la evidencia científica actual sobre este método, la especialista definió a los resultados como muy positivos, "sobre todo en cuanto a los factores de riesgo cardiovascular. En otros, como el peso y el índice de masa muscular, aún hay cuestiones que dilucidar, porque las duraciones de los estudios están siendo todavía muy cortas. Por otro lado, aunque el alineamiento con el ritmo circadiano parece mejorar el metabolismo de la glucosa, aún son necesarias más evidencias. Y desde el punto de vista de los profesionales, resulta muy práctico, ya que es más fácil hacer entender a los pacientes qué deben comer dentro de un número determinado de horas que enseñarles a leer las etiquetas, contar kilocalorías, pesar alimentos, etc., estrategias que han demostrado tener bastante poco éxito".

Retos y limitaciones

En cuanto a las limitaciones de estos estudios, las principales son que se han hecho con pocos participantes, poblaciones muy heterogéneas y corta duración. "Además, no está determinado cuánto tiempo tiene que durar la ventana de alimentación y la mayoría de los estudios están centrados en la ventana temprana. Tampoco se sabe si con esta estrategia se reduce la ingesta energética, porque lo cierto es que es un aspecto que no se ha evaluado bien y no hay trabajos que valoren esta ingesta en un periodo más largo. La eficacia, factibilidad y aceptabilidad están poco claras. Otro reto es ver si esta pauta de alimentación es compatible con la vida social y con la práctica de ejercicio y, más allá del peso, comprobar qué efectos tiene en la composición corporal, en particular en la masa magra, el hecho de prolongar el periodo de ayuno".

Finalmente, y en base a todas estas cuestiones aún sin resolver, Labayen afirmó que "es muy probable que el ayuno intermitente no sea recomendable para todos los pacientes con obesidad, como ocurre con otros tratamientos, y los especialistas deberían valorar su indicación en el futuro".

Rafael de Cabo, Ph. D.

Durante la sesión también intervino Rafael de Cabo, Ph. D., especialista del Departamento de Gerontología Traslacional (RC) del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento de los NIH (EEUU), quien en su ponencia "Ayuno intermitente: más allá del tratamiento de la obesidad" hizo un repaso a las principales evidencias que han arrojado los estudios sobre esta estrategia en modelos animales (monos y ratones).[3] "A lo largo de todos estos años de estudio hemos aprendido que la restricción calórica produce una respuesta en todo el organismo, que sigue una pauta bastante definida y que es distinta según la restricción calórica sea a corto o a muy largo plazo".

Como explicó el experto, estos estudios han mostrado los beneficios del ayuno intermitente en un amplio rango de enfermedades crónicas (cardiovasculares, diabetes, cáncer, patologías neurodegenerativas). "Concretamente, los trabajos en animales han demostrado que una menor ventana (TRE) mejora los ritmos circadianos; reduce la ingesta de energía, el peso y la grasa corporal y la obesidad abdominal. También tiene efectos positivos sobre la microbiota, el perfil glucémico y de triglicéridos, y reduce la presión arterial, el estrés oxidativo, la inflamación, la arterioesclerosis. Asimismo, se sabe que disminuye el hambre y mejora la calidad de vida y los patrones de sueño. Además, se ha visto que todos estos beneficios son independientes de que exista o no obesidad".

"El siguiente paso es ver cómo se pueden traducir algunas de estas evidencias al público en general. Actualmente empieza a haber mucha más investigación en humanos, en el marco del enorme interés que suscita este tema: actualmente hay alrededor de 50 ensayos clínicos en marcha, cada vez con cohortes mayores y que apuntan a que las distintas formas de ayuno tienen efectos positivos. La mayoría de los estudios están centrados en comprobar si el fasting o la restricción calórica moderada es aplicable o adaptable a la clínica y, de momento, todos han demostrado serlo", afirmó el experto.

En línea con lo apuntado por la Dra. Labayen, Rafael de Cabo puso de manifiesto la necesidad de avanzar en el conocimiento de los posibles beneficios del ayuno intermitente a largo plazo con nuevos trabajos de investigación sobre poblaciones más amplias y con un seguimiento más prolongado.

Los doctores Labayen y De Cabo declararon no tener ningún conflicto de interés económico pertinente

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