Asesinatos en serie en clínicas y residencias: no se evitan a pesar de los abundantes indicios

Dr. Thomas Kron

Conflictos de interés

21 de octubre de 2022

Hace tres años, el enfermero Niels Högel fue condenado a cadena perpetua por múltiples asesinatos. En total, se demostró que había asesinado a 85 personas. Entre 2000 y 2005, les inyectó a los pacientes diversos fármacos que pusieron su vida en peligro para luego poder aparecer como el salvador. Pero él no ha sido el único.[1]

Casos de asesinatos en serie en clínicas y residencias de ancianos han salido a la luz en repetidas ocasiones en los últimos años, informó el Dr. Karl H. Beine, que lleva años investigando estos crímenes. Los juicios han llevado a conclusiones que son importantes para la prevención de estos delitos. Entre otras cosas, han demostrado que la detección rápida se ve a menudo dificultada por el hecho de que los colegas y los superiores consideran que tales actos son imposibles en su propia sede. Por lo tanto, es necesario examinar de cerca la serie de asesinatos cometidos hasta ahora, señaló el Dr. Beine, que ocupa la cátedra de psiquiatría y psicoterapia en la Universidad de Witten/Herdecke y fue médico en jefe del Hospital St. Marien de Hamm hasta 2020.

Según el autor, se han procesado legalmente 12 series de asesinatos con un total de 17 perpetradores en el territorio jurídico de habla alemana. En todo el mundo se han documentado 57 series de asesinatos: 19 en Europa, 18 en Estados Unidos y Sudamérica, 4 en Japón, 3 en Australia y 1 en Canadá.

Para profundizar en este fenómeno, el Dr. Beine examinó la serie de asesinatos en clínicas y residencias en Alemania, Austria y Suiza que fueron concluidos con un veredicto jurídicamente vinculante hasta febrero de 2022. Evaluó los documentos judiciales y sus propias observaciones de los juicios.

¿El número real de víctimas sobrepasa el número probado?

Según el Dr. Beine, en los 12 asesinatos en serie de la región de habla alemana, hubo 205 víctimas de homicidio probadas (la víctima más joven tenía 31 años, la mayor, 96); entre las víctimas se encontraron 40 residentes de hogares y 165 pacientes de hospitales, 90 mujeres y 115 hombres.

En 59 homicidios denunciados no se pudo demostrar de manera fehaciente la autoría. El Dr. Beine sospecha que el número real de víctimas es probablemente mucho mayor. En un caso concreto, por ejemplo, más de 130 personas murieron y fueron incineradas durante el periodo de servicio del culpable, por lo que no fue posible realizar un análisis toxicológico. Solo algunas víctimas se encontraban en un proceso de muerte irreversible. Algunos estaban en vías de recuperación e incluso debían haber sido dados de alta. La hora de la muerte resultaba casi siempre sorprendente para las enfermeras y los médicos, y la causa de esta era a menudo inverosímil. No había una característica particular que estuviera presente en todas las víctimas, pero la mayoría de ellas eran de edad avanzada y con multimorbilidad.

En ocho escenas del crimen quedó demostrado que los fármacos se manipularon de forma gravemente negligente, informó además el Dr. Beine, pero no hubo respuesta o esta fue inadecuada ante el aumento enorme del consumo de fármacos o ante la desaparición de estos.

"Apodos indicativos, por ejemplo, Bruja, Ángel de la Muerte, Ejecutor"

En todas las series de asesinatos, en el transcurso de la investigación judicial, quedó claro que los colegas habían notado un comportamiento sospechoso en una fase temprana. Hablaban de ello, pero no con el colega sospechoso. Así pues, en al menos cinco escenarios del crimen, los posteriores acusados habían recibido "apodos reveladores, por ejemplo, Bruja, Ángel de la Muerte, Ejecutor" en una fase temprana. En seis casos salieron a la luz alertas dirigidas a los superiores durante el proceso judicial. En uno de los casos, los empleados preocupados se habían puesto en contacto con sus superiores en varias ocasiones porque habían observado un comportamiento sospechoso por parte de su compañero. Sin embargo, fueron reprendidos y se les dijo que mantuvieran la boca cerrada. En otro caso, una enfermera había observado cómo el agresor "le inyectaba algo a un paciente que tuvo que ser reanimado poco después". Informó del incidente a su jefe de sala y este le dijo: "No hagas un escándalo. Hay que acostumbrarse a eso".

Mal ambiente de trabajo, resignación, indiferencia

En la mayoría de los casos, se trataba de autores individuales. En dos casos, se encontró una acción conjunta. Además, en dos de los escenarios del crimen existían pruebas de incidentes que, según el Dr. Beine, sugieren la complicidad o el consentimiento de los homicidios. En uno de los casos, una colega le pidió a la perpetradora principal, F., que la acompañara a ver a un paciente moribundo: "Acompáñame, quizá así sea más rápido". Otra colega habría comentado entre el personal sobre un paciente gravemente enfermo: "No se puede morir porque F. no ha llegado". En otro caso, una colega le había dicho al victimario, antes de comenzar su turno de noche, acerca de tres pacientes: "No los quiero volver a ver aquí mañana". A la mañana siguiente, estos pacientes estaban muertos. Al terminar el turno de noche, el ejecutor informó: "Órdenes cumplidas".

Según el Dr. Beine, en casi todos los escenarios de los crímenes había conflictos subyacentes, lo que contribuía a crear un ambiente de trabajo tenso. Los errores evidentes y las primeras violaciones y transgresiones de los límites no se abordaban de manera directa y personal. En muchos de los lugares del crimen, se había generalizado la resignación y el desinterés.

En el caso de casi todos los agresores, como explica el psiquiatra, se comprobó posteriormente que tenían "rasgos de carácter y de personalidad relevantes que no habían sido especialmente perceptibles desde el principio". En retrospectiva, se habían hecho evidentes diferentes cambios en la personalidad que se habían desarrollado durante un periodo largo de tiempo, tales como: aumento del comportamiento de retraimiento, relaciones distantes y frías, actitud esquiva, tensión, comentarios cínicos y despectivos, lenguaje brutalizado y arrebatos de impulsos agresivos. Se descubrió que todos los agresores tenían una inseguridad primaria superior a la media y pronunciados rasgos de personalidad narcisista. Ninguno de los agresores había buscado una ayuda de diálogo o profesional.

En todos los casos, según el Dr. Beine, no fue un único motivo el que resultó decisivo para los delitos, sino una combinación particular de motivos. La motivación en cuatro casos no quedó clara, mientras que en cinco casos destacó el afán de poder y el prestigio. Al parecer, ocho de los ejecutores alegaron la compasión como motivo para cometer el crimen.

En realidad, como lo demostraron las evaluaciones y los procesos judiciales, los autores no lograban soportar ni la condición de sus pacientes ni su propia situación; matando directamente o provocando una urgencia, se habrían proporcionado principalmente un alivio a sí mismos. El Dr. Beine agregó: "La propia percepción y valoración erróneas de los perpetradores guiaron sus acciones, no el presunto bienestar de las víctimas".

Las señales de alarma

Los asesinatos son, tal y como concluye el científico, prácticamente posibles en todas las clínicas y en todas las residencias. Cualquier anormalidad debe ser reconocida y tratada en una fase temprana. Los indicadores de un riesgo mayor pueden ser las combinaciones variadas de los siguientes signos de advertencia:

  • Pronunciada inseguridad en sí mismo, búsqueda ostensible de alabanzas.

  • Lucha por el reconocimiento y el dominio, déficit de empatía, egoísmo.

  • Cambios de personalidad.

  • Lenguaje cínico y brutal.

  • Acumulación de muertes inesperadas o urgencias.

  • Uniformidad del curso poco antes de que se produzca la muerte.

  • Presencia frecuente del mismo colega en casos de urgencia o muerte.

  • Aumento del consumo de fármacos.

  • Apodos relacionados con el tema.

  • Exámenes post mortem negligentes, sin exámenes toxicológicos.

  • Inacción por parte de los supervisores.

En definitiva, los resultados de esta investigación, en concordancia con los datos de otros estudios, ponen de manifiesto la urgente necesidad de investigar este complejo tema, concluyó el Dr. Beine; el tema de los asesinatos en serie en hospitales y residencias debería recibir más atención científica y de política sanitaria, afirmó el psiquiatra.

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