Ser estudiante de medicina muchas veces implica enfrentarse a preguntas frecuentes por parte de amigos y familiares: "¿No te cansa?, ¿es verdad que no duermes?, ¿no te da miedo la sangre?". Las respuestas se automatizan, se vuelven costumbre. Pero más allá del cuestionamiento sobre el presente, es la pregunta sobre el futuro la que muchas veces nos genera duda durante todo el proceso formativo: "¿Qué especialidad vas a hacer?".
Recuerdo incontables ocasiones en la que definir el área de especialización médica que esperábamos tomar tras finalizar la carrera era parte de conversaciones inmensas, presentaciones personales en el salón de clases, acaloradas discusiones sobre cómo una especialidad era mejor que otra desde nuestra corta, pero muy segura, perspectiva como alumnos de primer semestre de medicina.
Seamos honestos, no podríamos esperar otra cosa de un gremio estudiantil en cuyas mentes se ha sembrado la idea de que la única vía hacia el éxito en la profesión médica está única y exclusivamente vinculada a su desarrollo como médicos especialistas. Al final ¿cuántas veces hemos escuchado a un estudiante expresar abiertamente que su sueño profesional es dedicarse a la medicina general? ¿Acaso estamos estudiando una carrera que ninguno de nosotros quiere ejercer?
Basta solo con analizar el programa de estudios de algunas facultades de medicina consideradas punta de lanza en la formación de recursos humanos en salud y aunque la medicina tiene un componente fundamental esencialmente cimentado en la atención clínica, las oportunidades de crecimiento en materia de investigación, salud pública y administración en salud, así como la docencia en educación médica, son marcadamente reducidas, siendo incluso invisibilizadas dentro de las proyecciones profesionales que las instituciones educativas inculcan en su estudiantado.
En un país como México, que posee un sistema de salud al que se destina solo 2,9% del producto interno bruto nacional en el que las enfermedades no transmisibles, como diabetes, hipertensión y cáncer se posicionan entre las primeras causas de fallecimiento, con una estructura de educación médica que decae progresivamente entre falta de actualización, poca regulación legislativa para fortalecer la generación de médicos integrales y competentes, ambientes de violencia que se han vuelto inherentes a la formación y finalmente la casi nula producción científica auspiciada por iniciativas públicas o privadas, nos ponen en un contexto en el que parecería lógico que las facultades de medicina impulsaran a sus alumnos a convertirse en los futuros investigadores, salubristas, docentes o políticos en salud de nuestra nación.
La realidad no podría estar más lejos de esta hipótesis, pues este modelo "clínicocéntrico" de la medicina nos ha hecho pensar que todo aquel que no ha tomado el camino de la residencia médica ha sido porque no ha podido, como si convertirse en especialista se tratara de algo que todos tienen que desear.
De acuerdo con lo reportado en 2021, para dicho año se realizaron 49.479 aplicaciones para el Examen Nacional de Residencias Médicas (ENARM), siendo ofertadas solo 17.940 plazas a lo largo y ancho de la República Mexicana. Es realmente preocupante la cantidad de médicos que son rechazados cada año para convertirse en especialistas y que si bien muchos seguirán intentándolo en años posteriores, algunos decidirán encontrar otro espacio dentro o fuera de la medicina para ejercer su profesión.
Y seamos honestos, a México no le hacen falta profesionales de la salud, sino oportunidades para que estos puedan desarrollarse en los ámbitos público o privado. Para ello y para hacer justicia a las verdaderas necesidades de nuestro país tal vez sea necesario que las facultades de medicina dejen de invisibilizar estos caminos profesionales hacia los que muchos estudiantes podrían aspirar si contaran con un mayor contexto e impulso por sus docentes y directivos para involucrarse en nuevas áreas de oportunidad en el ejercicio de la medicina.
Finalmente, a la profesión médica le hará falta un intenso proceso de deconstrucción académica y cultura en el presente y el futuro encaminado a entender realmente que así como los determinantes de salud contribuyen desde distintas esferas a la salud/enfermedad de un individuo, la medicina debe diversificarse desde etapas formativas y reconocerse con orgullo como diversa.
Es necesario abandonar viejos paradigmas que subestiman el valor de la contribución de aquellos médicos y médicas que han decidido optar por el camino de la ciencia, de la administración, de la docencia e incluso de la creación de políticas en salud o simplemente quienes deciden ejercer la medicina general dignamente y que su trabajo es tan importante y tan fundamental como lo es el que realizan día con día nuestros profesionales de la salud de cara al paciente en espacios de primero, segundo y tercer niveles.
Al final no solo conformamos un gremio, sino una comunidad y ninguna comunidad subsistiría si todos sus miembros se dedicaran a lo mismo.
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Citar este artículo: Caminos invisibles en la formación médica - Medscape - 11 de agosto de 2022.
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