COMENTARIO

Sin la bata

El blog de la doctora dolor

Dra. María López-Collada Estrada

Conflictos de interés

4 de julio de 2022

Muchos de nosotros nos fuimos a cenar después de no haber podido "sacar" a un paciente de un paro cardiorrespiratorio y fuimos capaces de reír mientras platicábamos con nuestros compañeros de guardia. Y eso está bien, desarrollamos ese caparazón a modo de mecanismo de defensa. Sin embargo, de vez en cuando vale la pena que recordemos qué sentimos en aquella ocasión que nos tocó estar sin la bata y del otro lado del interrogatorio y exploración, sobre todo esas ocasiones en donde la empatía no nos llega de manera "natural".

No empatizar cien por ciento con todos nuestros pacientes es incluso necesario para sobrevivir. Muchas situaciones suelen ser tan pesadas que no existe quién resista diez de esas sensaciones al día. ¡Si lo sabré yo! Me dedico a la medicina paliativa; veo gente fallecer todos los días. Si me involucrara "demasiado" en todos los casos mi profesión no sería sostenible. Hay casos que "pegan" y otros que no tanto.

Sin embargo, todos hemos sido pacientes o familiares en alguna ocasión. Creo que es hasta entonces cuando realmente podemos ponernos en los zapatos de nuestros pacientes. Desde las largas filas y la espera hasta la angustia, la incertidumbre y en ocasiones el dolor físico o emocional.

De vez en vez recuerdo situaciones que he vivido del lado de la paciente o del familiar y vaya que se siente diferente:

¿Ustedes qué dirían a una mujer que calificó como BIRADS 3 (probablemente benigno) en su mamografía debido a un grupo de calcificaciones redondas? Recordemos que un BIRADS 3 tiene menos de 2% de probabilidad de malignidad y que en una serie reciente de 1.300 pacientes con calcificaciones redondas solamente una de ellas tuvo cáncer. Seguramente sería lo que menos espacio ocuparía en nuestros pensamientos, ¿cierto?

Les platico de primera mano que ser esa paciente se siente horrible; que cuando me llegó ese resultado por muchos días lo único en lo que pensaba era cómo hacer para que me realizaran una biopsia que no estaba indicada, porque no creí que tendría la capacidad de vivir con esa incertidumbre por seis meses. Mi capacidad de catastrofizar llegó a límites que no sabía que podía alcanzar. Tuve que aceptar la incertidumbre, pero me costó. Y más que las estadísticas optimistas y el consenso que varios especialistas en mama hicieron en torno a mis imágenes, lo que finalmente me hizo calmarme fue la frase: "Puedes estar tranquila, yo te cuido", de uno de ellos.

Muchas veces bastan unas simples palabras.

Desde ese día me he permitido más decir frases similares a mis pacientes, porque ahora entiendo que es eso lo que muchas veces puede hacer la diferencia. Creo que en repetidas ocasiones nos abstenemos de hacer esto porque sabemos que en medicina no podemos dar garantías. Diversos pensamientos cruzan por nuestra mente en esos momentos, tales como: ¿Si le digo que va a estar bien y resulta ser parte de ese 2%? Sin embargo, no son garantías lo que el paciente muchas veces busca, sino palabras de aliento.

Somos una figura importante y parte de una experiencia que el paciente probablemente jamás va a olvidar. Ya sea que nos dediquemos a traer vidas al mundo, a despedirlas (como yo) o a cualquier especialidad en medio, mientras nosotros lo hacemos todo el día y esto puede generar un poco de pérdida de la capacidad de asombro, es un momento único en la vida de estas personas. Tenemos depositadas en nosotros muchas expectativas y tenemos el poder de hacer que el rumbo de la vida de las personas cambie. Y esto no es solamente al sacarlos de un paro, muchas veces bastan unas simples palabras.

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