¿Qué se sabe de la COVID-19 persistente en niños y adolescentes?

Roxana Tabakman

24 de junio de 2022

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Aunque en el ambiente científico, la propia existencia de la COVID-19 persistente en la población infantojuvenil aún es tema de debate, esta semana dos estudios publicados llamaron la atención sobre los signos y síntomas de la COVID-19 persistente en niños y adolescentes.[1,2]

El primero, una revisión sistemática y metanálisis publicado por un grupo multidisciplinario mexicano en Scientific Reports identificó como manifestaciones clínicas más prevalentes de la COVID-19 persistente en niños y adolescentes las alteraciones del estado de ánimo, que incluye tristeza, tensión, enojo, depresión y ansiedad (16,50%); fatiga (9,66%), y trastornos del sueño (8,42%).[1]

otro estudio realizado en Dinamarca, LongCOVIDKidsDK, comparó a 11.000 menores de 14 años que habían dado positivo para COVID-19 con 33.000 niños sin antecedentes de la infección, publicado en The Lancet Child & Adolescent Health.[2] 

Lo importante es mostrar que existe

Las investigadoras estimaron la prevalencia y contabilizaron los signos y síntomas de COVID-19 persistente utilizando la definición del National Institute for Health and Care Excellence (NICE) de Reino Unido (presencia de uno o más síntomas más de cuatro semanas después de una infección por SARS-CoV-2). Los términos utilizados fueron: COVID-19, COVID, SARSCOV-2, coronavirus, "COVID prolongado", "posCOVID", PASC, portadores, prolongados, posagudo, persistentes, convalecientes, secuelas y posvirales.

De las 8.373 citas que arrojó la búsqueda al 10 de febrero de 2022, 21 estudios prospectivos, dos de ellos en servidores de preimpresióncumplieron con los criterios de selección de las autoras y abarcan un total de 80.071 menores de 18 años.

En el metanálisis se report+o una prevalencia infantojuvenil de COVID-19 persistente de 25,24% (intervalo de confianza de 95% [IC 95%]: 18,17 a 33.02; I2: 99,61%), independientemente si la COVID-19 que cursaron los menores fue asintomática, leve, moderada, grave o severa. Para aquellos que habían sido hospitalizados, la prevalencia fue de 29,19% (IC 95%: 17,83 a 41,98; I2: 80,84%).[1]

Dra. Sandra Lopez-Leon

Pero estos números, aunque llamativos, no son lo principal del trabajo, de acuerdo con la Dra. Sandra Lopez-Leon, médica epidemióloga y primera autora del metanálisis. "Es importante no enfocarnos en ese 25%. Es una enfermedad que estamos conociendo, estamos en un momento en que todavía las definiciones están cambiando y, según cuando se mida, va a dar un número diferente. El mensaje que queremos dar es que la COVID-19 persistente existe, está sucediendo en niños y en adolescentes y los pacientes necesitan ese reconocimiento. Y también mostrar que puede afectar todo el cuerpo", declaró a Medscape Noticias Médicas la Dra. Lopez-Leon que es profesora adjunta de la Rutgers University, en New Brunswick, Estados Unidos.

El estudio mostró que la población infantojuvenil que presentó infección por SARS-CoV-2 tuvo posteriormente también un mayor riesgo de disnea persistente, anosmia/ageusia o fiebre, en comparación con los controles.

En total, en la literatura revisada, identificaron más de 40 manifestaciones clínicas a largo plazo asociadas con COVID- 19 en la población pediátrica.

Los síntomas más comúnmente reportados entre los niños de 0 a 3 años fueron: cambios de humor, erupciones cutáneas y dolores de estómago; entre los de 4 y 11 años: cambios de humor, dificultad para recordar o concentrarse y erupciones cutáneas, y entre los de 12 a 14 años: fatiga, cambios de humor y problemas para recordar o concentrarse. Estos datos están basados en las respuestas de los padres.

La lista de signos y síntomas incluye también dolor de cabeza, síntomas respiratorios, cognitivos (como menor concentración, dificultades de aprendizaje, confusión y pérdida de memoria), pérdida de apetito, y alteración del olfato (hiposmia, anosmia, hiperosmia, parosmia y olor fantasma).

Con una prevalencia inferior a 5%, los diferentes estudios registraron hiperhidrosis, dolor en el pecho, mareos, tos, mialgia/artralgia, cambios de peso corporal, alteración del gusto, otalgia (tinnitus, dolor de oído, vértigo), síntomas oftalmológicos (conjuntivitis, ojo seco, problemas, visión borrosa, fotofobia, dolor), dermatológicos (piel seca, picazón en la piel, erupciones cutáneas, urticaria, pérdida de cabello), urinarios, dolor abdominal, de garganta, opresión en el pecho, variaciones en la frecuencia cardiaca, palpitaciones, estreñimiento, disfonía, fiebre, diarrea, vómitos/náuseas, cambios en la menstruación, anomalías neurológicas, alteraciones del habla y disfagia.

Las autoras dejaron claro también que la variedad de síntomas puede variar de un paciente a otro, fluctuando en su frecuencia y gravedad.

Dra. Gabriela Ensinck

"El metanálisis es importante porque reúne 21 trabajos seleccionados de más de 8.000 artículos, y en ellos una gran cantidad de niños, para estudiar las manifestaciones más comunes de la COVID-19 persistente. Lo importante acá es que la COVID-19 persistente existe en pediatría. Y que es una prolongación de signos o síntomas en el tiempo, un tiempo para el cual no hay una definición única", declaró a Medscape Noticias Médicas la Dra. Gabriela Ensinck, jefa del Servicio de Infectología del Hospital de Niños "Víctor J. Vilela" en Rosario, Argentina, que no participó del trabajo.

"Es una fotografía de todos los síntomas que pueden quedar después de la COVID-19", explicó la Dra. Lopez-Leon. "El metanálisis busca ver si hay una asociación entre haber tenido COVID-19 y tener los síntomas, pero no habla en ningún momento de una causalidad".

La prevalencia de los síntomas depende en gran medida de cuánto tiempo ha pasado después de presentar un cuadro agudo de COVID-19. La mayoría de los síntomas mejoran con el tiempo. En los estudios comparados en el metanálisis, el tiempo de seguimiento varió entre 1 y 13 meses. Para las autoras, sería importante comprender qué síntomas están asociados con cada periodo de tiempo después del inicio de la infección.[1]

Resultados de la encuesta a padres en Dinamarca

El estudio danés, LongCOVIDKidsDK, siguió los criterios de la Organización Mundial de la Salud, incluyendo niños de 0 a 14 años que recibieron un diagnóstico de COVID-19 y después experimentaron síntomas con una duración de al menos dos meses.[2]

En el estudio se realizó un cuestionario entre el 20 de julio de 2021 y el 15 de septiembre de 2021, en el que participaron 38.152 casos y 147.212 controles, de los cuales respondieron a la encuesta 10.997 (28,8%) casos y 33.016 (22,4%) controles.

Los niños con un diagnóstico positivo de SARS-CoV-2 tenían más probabilidades de experimentar síntomas duraderos que los niños que nunca habían tenido un diagnóstico positivo y aproximadamente un tercio de los niños con pruebas positivas de SARS-CoV-2 experimentaron síntomas que no estaban presentes antes de la infección. Los niños que experimentaron síntomas de larga duración fueron: 40% de los niños diagnosticados con COVID-19 y 27% de los controles en el grupo de 0 a 3 años, 38% de los casos en comparación con el 34% de los controles en el grupo de 4 a 11 años, 46% de los casos y 41% de los controles para el grupo de 12 a 14 años.

De forma interesante, aquellos con diagnostico de COVID-19 informaron menos problemas psicológicos y sociales que los del grupo de control. En los de mayor edad (de 12 a 14 años) los puntajes de calidad de vida fueron incluso más altos y los de ansiedad más bajos en aquellos que habían dado positivo por SARS-CoV-2.[2]

Hace falta más información

Ante la diversidad de los síntomas tanto para las autoras del metanálisis como los del estudio LongCOVIDKidsDK resulta imperativo un abordaje multidisciplinar. La Dra. Lopez-Leon y colaboradoras sugieren que es necesario crear conciencia entre los padres, los médicos e investigadores y el sistema de salud sobre las aflicciones que pueden ocurrir tras la infección por COVID-19 para comprender mejor las secuelas para proporcionar atención médica y tratamiento específicos. Mientras que Kikkenborg y colaboradores recomiendan incluso establecer clínicas para COVID-19 persistente con atención multiprofesional. 

No obstante, para la autora del editorial del estudio danés, Maren J. Heilskov Rytter, profesora clínica adjunta del Departamento de Medicina Clínica de la Facultad de Ciencias Médicas y de la Salud en la University of Copenhagen, en Copenhague, Dinamarca, hasta que se aclare si en efecto el SARS-CoV-2 causa síntomas persistentes "parece excesivo y prematuro establecer cínicas multidisciplinarias específicas para los niños con COVID-19 persistente".[3]

Heilskov Rytter destacó la dificultad de la interpretación de los datos de LongCOVIDKidsDK por el sesgo de recuerdo y la falta de exclusión de otras causas de los síntomas en los casos analizados y la cantidad de síntomas en los controles. Además, con lo que respecta a los datos analizados en Dinamarca, mencionó que son de limitada pertinencia clínica, ante una mayor presencia de síntomas leves y acompañamiento, paradójico, de una mayor calidad de vida.

Finalmente, concluyó: "En la mayoría de los niños con síntomas inéspecificos tras COVID-19, es más probable que los síntomas presentados hayan sido causados por algo más que COVID-19 y, si están relacionado a la COVID-19, es probable que desaparezcan con el tiempo".

La Dra. Ensinck, quien también es coautora de la guía elaborada por el Ministerio de Salud de la Argentina para el seguimiento de la COVID-19 persistente en niños, niñas y adolescentes y en la que representó al Comité de Infectología de la Sociedad Argentina de Pediatría, destacó otro aspecto del problema.[4] "Lo que se debería tener en cuenta en estos datos es ver cuanto contribuyó el confinamiento. Los niños son los que más sufrieron en el periodo en el que se cerraron las escuelas, no podían reunirse con sus pares, tenían familiares enfermos, sentían temor… todo esto hay que tenerlo en cuenta".

Tampoco hay todavía acuerdo sobre cómo definir y diagnosticar COVID-19 persistente en adultos, una población que está más estudiada. Y parte del problema es que se ha relacionado con más de 200 síntomas, cuya gravedad puede variar de inconveniente a debilitante, puede durar meses o años, y puede reaparecer, a veces meses después de una aparente recuperación. Por eso aún hay respuestas dispares a preguntas básicas como: ¿Qué tan frecuente es? ¿Cómo afecta la vacunación o la reinfección o la última variante del SARS-CoV-2?[5]

La Dra. Sandra Lopez-Leon es empleada de Novartis Pharmaceuticals. La Dra. Gabriela Ensinck ha declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente.

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