Consenso entre los expertos sobre la necesidad de incluir el ejercicio físico pautado en la "receta terapéutica" del paciente con diabetes

Carla Nieto Martínez

17 de mayo de 2022

Dr. José A. López Calbet/Fuente: SED

MADRID, ESP. "Todos los pacientes con intolerancia a los hidratos de carbono y diabetes de tipo 2 en los que no existe contraindicación médica deben incorporar la práctica casi diaria de ejercicio de intensidad moderada para mejorar el control de la enfermedad, la calidad de vida, disminuir las complicaciones y reducir el riesgo de mortalidad asociado a la diabetes", fue la recomendación explícita del Dr. José A. López Calbet, catedrático de Fisiología del Ejercicio del Departamento de Educación Física de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), en Las Palmas, España, en la conferencia plenaria Papel del ejercicio físico en la prevención y tratamiento de la diabetes tipo 2 en el XXXIII Congreso de la Sociedad Española de Diabetes (SED).[1]

La "prescripción" del ejercicio físico al paciente con diabetes ha pasado de ser una recomendación a convertirse en una necesidad, en función de las evidencias cada vez más claras de sus beneficios sobre el control glucémico. Su inclusión en la estrategia terapéutica, la forma de pautarlo y las precauciones que se deben tener en cuenta, fueron tópicos relevantes del congreso.

El Dr. López Calbet, con más de 30 años de investigación continuada en el campo de la fisiología del ejercicio y del metabolismo, expuso en su intervención las evidencias más destacadas respecto al vínculo entre actividad física y diabetes y sus comorbilidades.

El experto añadió que varios ensayos clínicos de larga duración y excelente calidad han demostrado "de forma contundente" que la práctica regular de ejercicio puede prevenir la aparición de la diabetes o retrasar su debut y si finalmente aparece la enfermedad, también favorece que esta evolucione con mejor pronóstico.

"Concretamente, el ejercicio se asocia a una menor incidencia de complicaciones microvasculares, sobre todo en mujeres. También se sabe que a muy largo plazo su práctica regular y pautada está relacionada con una menor mortalidad por causa cardiovascular y una mejor calidad de vida, reduciendo la mortalidad por cualquier causa en pacientes con diabetes de tipo 2", agregó.

El especialista destacó que el "listado" de los efectos beneficiosos que el ejercicio físico tiene para los pacientes con diabetes es extenso e intenso: "Permite disminuir las necesidades tanto de insulina como de otros tratamientos farmacológicos, puede mejorar el control glucémico, ayuda a mantener la masa ósea y la funcionalidad motora y tiene efectos positivos sobre el estado de ánimo".

En dosis pautadas (como si fuera un fármaco)

El Dr. López Calbet añadió: "Además produce efectos antioxidantes y antiinflamatorios, contribuye a mejorar la función endotelial, disminuye el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, mejora el perfil lipídico, reduce la incidencia de enfermedades neurodegenerativas, optimiza la función inmune y pude disminuir hasta en un tercio el riesgo de desarrollar un cáncer, entre otros beneficios".

El especialista agregó que teniendo en cuenta estas ventajas, el ejercicio debe considerarse al mismo nivel que, por ejemplo, la pastilla de la hipertensión para el paciente con dicha enfermedad, "es decir, ha de pautarse por el profesional médico y el paciente tiene que cumplir con lo acordado de forma regular, como se hace con los fármacos".

La cuestión es determinar quién es el responsable de establecer estas pautas de ejercicio, que siempre deben ser personalizadas. "A este respecto, la ayuda de los profesionales de las ciencias del deporte o de la fisioterapia, por ejemplo, podría tener un gran impacto, sobre todo si cuentan con formación en este sentido (máster en actividad física para la salud o similar). La clave de esta pauta para conseguir el cumplimiento del paciente es generar un ambiente propicio para la actividad física, intentando potenciar el componente lúdico o de entrenamiento".

También resulta muy útil para favorecer el cumplimiento de la estrategia de establecer objetivos de pasos diarios y distancias caminando. "Tecnologías específicas, como las aplicaciones de actividad física para teléfonos móviles y otro tipo de sensores y wearables, han demostrado ser grandes aliados para alcanzar los objetivos mínimos de ejercicio diario y mantener la motivación. Toda esta información puede ser luego examinada por el médico y utilizada para evaluar la respuesta del paciente con diabetes en función del volumen e intensidad media del esfuerzo que está realizando", puntualizó.

En cuanto al tipo de actividad más adecuado, el Dr. López Calbet explicó: "El conocimiento fisiológico indica que lo ideal es que los pacientes hagan ejercicios aeróbicos, como caminar, trotar, pedalear, nadar, etc., al menos cinco días a la semana —si es a diario, mucho mejor—. En algunos pacientes se podrían añadir ejercicios de más intensidad —por ejemplo, el entrenamiento en intervalos de alta intensidad puede facilitar el control glucémico—, pero lo más importante es buscar modalidades y opciones que resulten entretenidas y sean del agrado de los pacientes".

Asignaturas pendientes y cuestiones sin resolver

A pesar de la evidencia de los beneficios de la actividad física en el control de la diabetes, incluirlo de forma estandarizada en la pauta terapéutica no es sencillo, debido a una serie de circunstancias. "Por un lado, aún falta un mayor nivel de concientización sobre los beneficios del ejercicio físico por parte de la sociedad. Hay que lograr que sea percibido de la misma manera que la higiene dental, es decir, como una actividad imprescindible que hay que hacer de forma regular (prácticamente a diario) para mantener la salud", afirmó el Dr. López Calbet.

"Por otro lado, se necesita más formación sobre este tema en las carreras de medicina, enfermería y fisioterapia, así como poner en marcha grandes ensayos clínicos para comprobar si los ejercicios multicomponente (que combinan varias modalidades) ofrecen realmente una ventaja a largo plazo, aunque solo sea a nivel de cumplimiento", indicó.

"Y también es necesario tener certezas sobre cómo interacciona el ejercicio con los tratamientos farmacológicos y otras cuestiones, como el papel que puede tener el ejercicio en ayunas o posprandial, la interacción entre el ejercicio, la dieta y la microbiota, su impacto en el estrés oxidativo en distintos tejidos o cómo se pueden potenciar sus efectos antioxidantes. En definitiva, queda muchísimo por aprender", concluyó el Dr. López Calbet.

En tándem con la dieta

Dra. Águeda Caballero

En la misma línea, la Dra. Águeda Caballero, jefa del Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario de Canarias, en Tenerife, España, quien impartió un curso precongreso sobre los principales mitos y leyendas en torno a la alimentación y el ejercicio en las personas con diabetes, puso de relieve la necesidad de que los profesionales prescriban la actividad física como un componente más de la receta médica y que tanto la pauta de ejercicio como la recomendación dietética sean lo más personalizadas posible.

"La terapia nutricional, que es el cimiento fundamental del tratamiento de la diabetes, debe ser individualizada, teniendo en cuenta aspectos como el aporte calórico, la actividad física del paciente y su tratamiento farmacológico. Y también es aconsejable cierta flexibilidad en la distribución de los carbohidratos con el sistema del contaje de raciones", comentó la experta, que forma parte del Grupo de Trabajo de Estilo de Vida de la SED.

"El otro pilar del abordaje de esta enfermedad es la práctica de ejercicio físico, cuyos beneficios superan con creces los posibles riesgos asociados. El aumento de la sensibilidad a la insulina que produce el ejercicio desempeña un papel clave en la mejora del control glucémico, sobre todo en el caso de la diabetes de tipo 2. Se sabe que las personas que realizan ejercicio físico de forma habitual tienen un menor riesgo de desarrollar complicaciones de la diabetes y una menor mortalidad, lo que hace que la recomendación sobre la práctica de ejercicio se extienda a todos los pacientes de esta enfermedad", agregó.

La especialista señaló: "Sin embargo, el ejercicio aumenta el consumo de glucosa, lo que puede ocasionar la disminución de sus niveles en sangre, con el consiguiente riesgo de hipoglucemia y este temor a la hipoglucemia asociada puede hacer que se abandone su práctica. Por eso, los profesionales sanitarios debemos transmitir a las personas con diabetes cuáles son las estrategias a poner en práctica para evitar esta y otras posibles complicaciones, con modificación de la dosis de insulina o ingesta de alimentos ricos en hidratos de carbono".

En opinión de la Dra. Caballero, la persona con diabetes puede realizar cualquier tipo de ejercicio físico, aunque es necesario saber gestionar la enfermedad para poder practicarlo con seguridad y con las medidas necesarias con el objetivo de evitar cualquier problema.

A vueltas con la prescripción

Asimismo, en la mesa redonda ¿Cómo prescribimos ejercicio físico?, los participantes analizaron más a fondo todo lo que implica pautar la práctica de actividad física a estos pacientes. Los ponentes coincidieron en señalar la importancia de que los profesionales médicos les proporcionen instrucciones claras sobre el tipo de movimiento diario que deben realizar.[2]

Como receta básica, los expertos recomendaron realizar un mínimo de 42 minutos al día de actividad física, al menos en 2 a 3 momentos de la jornada (después de las comidas) y dando más de 100 pasos por minuto (ajustando esta pauta a la edad y la condición física). También hicieron hincapié en la importancia del entrenamiento de fuerza para gestionar y equilibrar diferentes sistemas metabólicos y mejorar la resistencia a la insulina.

Durante su intervención en esta mesa, el Dr. José Carlos Fernández García, especialista en Endocrinología y Nutrición del Hospital Regional Universitario de Málaga, en Málaga, España, comentó los resultados de algunos estudios recientes que confirman el papel del ejercicio físico no solo en la prevención de la diabetes de tipo 2, sino también en la posibilidad de poder revertir la enfermedad (siempre que sea el ejercicio adecuado, bien pautado y mantenido en el tiempo), junto con una correcta alimentación.[3]

El Dr. Fernández concluyó que el efecto de la actividad física regular en la persona con diabetes es tal que implica hacer una revisión de los tratamientos farmacológicos prescritos. "En estos pacientes la práctica de ejercicio tiene un impacto significativo en el control metabólico, siendo necesario realizar un ajuste específico tanto del tratamiento antidiabético como de su alimentación, con el objetivo de evitar descompensaciones glucémicas y pautar su práctica con la mayor seguridad posible".

Los doctores López, Caballero y Fernández han declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente.

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