COMENTARIO

¿Importa la sobrealimentación con grasas frente a carbohidratos en el desarrollo de la esteatosis hepática?

Dra. Caroline M. Apovian

Conflictos de interés

20 de abril de 2022

¿Es más probable que las grasas saturadas o las poliinsaturadas produzcan depósitos de grasa en el hígado?

Dra. Caroline M. Apovian

La grasa que se acumula en el hígado se conoce como grasa ectópica. Sabemos que la acumulación excesiva tanto de la distribución de la grasa subcutánea como de la ectópica o visceral ocasiona un estado de inflamación crónica y puede conducir a la obesidad, lo que aumenta el riesgo de diabetes de tipo 2 y de enfermedades cardiovasculares. La acumulación de grasa visceral y ectópica conlleva más riesgo de padecer otras enfermedades que la grasa subcutánea.

La susceptibilidad individual a la esteatosis hepática o hígado graso depende de factores genéticos y ambientales, incluido el contenido de macronutrientes de la dieta. Un estudio de 2019 publicado en Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism mostró que los participantes que fueron alimentados en exceso con grasas saturadas o poliinsaturadas aumentaron la misma cantidad de peso.[1] Sin embargo, los que consumieron grasas saturadas tuvieron un aumento de 50% en el contenido de grasa del hígado en comparación con el grupo que recibió grasas poliinsaturadas.

Esto nos lleva a la respuesta a mi pregunta anterior: 1) La sobrealimentación hace que la grasa se deposite en el hígado y 2) la sobrealimentación con grasas poliinsaturadas es mejor que la sobrealimentación con grasas saturadas. Pero ambas cosas ya las sabíamos, ¿no? Sí, lo sabíamos.

¿ Son peores las azúcares o las grasas para el hígado?

La verdadera pregunta para mí es: ¿Qué es peor para el hígado, la sobrealimentación con grasas saturadas o el azúcar (carbohidratos simples)? Esta pregunta no es trivial. Si se sigue la regla de 20% que indica la progresión natural de la enfermedad en el hígado graso, aproximadamente 20% de los pacientes en la segunda etapa del hígado graso, la esteatohepatitis no alcohólica, evolucionarán hacia la cirrosis o desarrollarán una descompensación en un plazo de dos años. Por consiguiente, los factores ambientales como la ingestión habitual de alimentos y la sobrealimentación son cruciales para las comorbilidades como el hígado graso y su progresión.

Las respuestas sencillas a las preguntas anteriores son difíciles debido a los limitados estudios aleatorizados en que se comparen la sobrealimentación con grasas frente carbohidratos y su efecto en la grasa hepática.[2] El número de ensayos es reducido y el diseño de los estudios es variado.

Cuando está disminuida la capacidad del tejido adipocítico para almacenar el exceso de energía, como se observa en muchos fenotipos de obesidad, los hepatocitos almacenan los lípidos sobrantes, llamados triglicéridos intrahepáticos.

El exceso de ácidos grasos libres resultante de la lipólisis y la reducción de la captación en los adipocitos puede conducir a la acumulación ectópica de grasa en el hígado, el músculo esquelético y otros órganos. Los triglicéridos intrahepáticos se acumulan a partir de la grasa de la dieta (15%) y de la lipólisis del tejido adiposo (60%) y también de la lipogénesis de novo dentro del hepatocito (25%), generalmente por exceso de ingesta de carbohidratos.

Las dietas ricas en grasas y carbohidratos que se observan en la obesidad predisponen a la lipotoxicidad y la glucotoxicidad y desempeñan un papel importante en el desarrollo de la esteatosis y la progresión a esteatohepatitis no alcohólica.

Los mecanismos fisiopatológicos que relacionan el exceso de grasa y carbohidratos con la esteatosis y la esteatohepatitis no alcohólica incluyen la disfunción mitocondrial, la lesión del retículo endoplásmico y la lesión oxidativa.

La liberación de ácidos grasos libres de los adipocitos resistentes a la insulina activa las vías inflamatorias. Esto reduce la capacidad de los hepatocitos para eliminar el exceso de ácidos grasos libres, lo que da por resultado lipoapoptosis, una característica de la esteatohepatitis no alcohólica.[3]

El exceso de calorías favorece la acumulación de grasa en el hígado

El grado en que la ingesta excesiva de calorías promueve la acumulación de grasa en el hígado depende de factores genéticos y ambientales; sin embargo, la composición de macronutrientes de la dieta modula el riesgo.

La acumulación de grasa procedente de la ingestión de grasas actúa a través de las alteraciones en el almacenamiento de lípidos y el aumento de la lipólisis en el adipocito, mientras que el consumo excesivo de carbohidratos favorece la acumulación de grasa hepática a través de la lipogénesis de novo en el hígado.

El efecto se modula además en función del tipo de grasa y de carbohidratos. Las grasas saturadas y la fructosa inducen el mayor aumento de triglicéridos intrahepáticos, resistencia a la insulina y ceramidas patológicas en comparación con las grasas insaturadas, que son realmente protectoras.

Las ceramidas son sustancias cerosas que contienen ácidos grasos que, junto con otros metabolitos como los aminoácidos de cadena ramificada y los diacilgliceroles, han sido implicados como antagonistas de la acción de la insulina y son perjudiciales si sus niveles circulantes son excesivos.

Las ceramidas pueden causar resistencia a la insulina y agregación de colesterol de lipoproteínas de baja densidad (LDL) en las paredes arteriales, lo que desencadena ateroesclerosis. En las mitocondrias, las ceramidas suprimen la cadena de transporte de electrones e inducen la producción de especies reactivas del oxígeno.

Los nutrientes, incluidos los azúcares simples, los ácidos grasos saturados, los ácidos grasos trans y las proteínas de origen animal, favorecen la esteatohepatitis no alcohólica directamente, al promover los triglicéridos intrahepáticos e inhibir la actividad antioxidante, e indirectamente, al afectar a la sensibilidad a la insulina y al metabolismo de los triglicéridos.

En la regulación del metabolismo, estos nutrientes actúan sobre varios receptores nucleares hepáticos, como el receptor X hepático (síntesis de ácidos grasos hepáticos), el receptor X farnesoide (ensamblaje de lipoproteínas de muy baja densidad) y los receptores activados por proliferadores de peroxisomas (oxidación de ácidos grasos, función antiinflamatoria, lipogénesis hepática).

El intestino también modula la acumulación de grasa a través de la secreción del polipéptido inhibidor gástrico, que puede ser estimulada por las grasas saturadas. El intestino desempeña asimismo un papel en la progresión de la esteatohepatitis no alcohólica, ya que la permeabilidad intestinal, el microbioma y la endotoxemia contribuyen al riesgo de esteatosis hepática no alcohólica y esteatohepatitis no alcohólica.

Los efectos de la sobrealimentación con grasas frente a carbohidratos

Al comparar la sobrealimentación con grasas o carbohidratos sobre la acumulación de grasa hepática, los estudios muestran una tendencia general a que la sobrealimentación con grasas saturadas se asocia a un mayor riesgo de esteatosis hepática y aumento de los niveles de aminotransferasas, independientemente de los cambios en el peso corporal.

La sobrealimentación con grasas saturadas aumenta más los triglicéridos intrahepáticos (55%) que la sobrealimentación con grasas insaturadas (15%), mientras que los carbohidratos aumentaron 33% los triglicéridos intrahepáticos en un estudio realizado por Luukkonen y sus colaboradores.[4]

Los carbohidratos aumentaron la grasa hepática al estimular la lipogénesis de novo, mientras que la grasa saturada lo hizo al aumentar la tasa de lipólisis. Las grasas saturadas también indujeron la resistencia a la insulina y la endotoxemia y aumentaron significativamente las ceramidas plasmáticas. Las ceramidas inducen la resistencia a la insulina de músculo esquelético cuando se sintetizan a consecuencia de la activación de los receptores TLR4 por las grasas saturadas. Las grasas insaturadas no tienen este efecto.

La sobrealimentación con diferentes macronutrientes aumenta la grasa del hígado mediante diferentes mecanismos, lo que puede dar lugar a diferencias metabólicas a largo plazo con los patrones dietéticos habituales de siempre.

Los ácidos grasos son liberados por la lipólisis intestinal y empaquetados en quilomicrones, que son transportados en el quilo a la circulación. Los ácidos grasos libres son liberados por los quilomicrones y las lipoproteínas de muy baja densidad a través de la lipólisis intravascular, y son absorbidos por el tejido adiposo o pasan a la circulación.

Los ácidos grasos almacenados en el tejido adiposo (triglicéridos) se someten a lipólisis, lo que libera ácidos grasos libres especialmente en condiciones de ayuno. Los ácidos grasos no esterificados son transportados al hígado unidos a la albúmina y son la principal fuente de triglicéridos hepáticos tanto después de un ayuno como de una comida.

Las dietas con alto contenido en grasas saturadas aumentan los quilomicrones, la lipólisis periférica y las grasas saturadas del hígado, como el palmitato, necesario para la síntesis de ceramidas, en comparación con las dietas que contienen ácidos grasos poliinsaturados.

Las grasas saturadas, pero no los ácidos grasos poliinsaturados, estimulan la síntesis de ceramidas, y las ceramidas inducen la resistencia hepática a la insulina, la inflamación y la disfunción mitocondrial. En comparación con las dietas ricas en carbohidratos, las grasas saturadas aumentan el colesterol de lipoproteínas de baja densidad y de lipoproteínas de alta densidad (HDL) en suero y disminuyen los triglicéridos.

Los azúcares como la sacarosa y el jarabe de maíz con alta fructosa contienen glucosa y fructosa. En exceso, estos azúcares pueden convertirse en grasas saturadas, como el palmitato 16:0 y el oleato 18:0, en el hígado mediante la estimulación de la lipogénesis de novo. La fructosa, pero no la glucosa, también aumenta los quilomicrones.

La esteatosis hepática no alcohólica se caracteriza por un aumento de la ingesta de azúcares libres, de los quilomicrones, de la lipólisis, de las ceramidas, de la resistencia a la insulina con la producción hepática de glucosa, de una mayor síntesis de lipoproteínas de muy baja densidad y de un aumento de los triglicéridos séricos, lo que conduce a la disminución del colesterol de lipoproteínas de alta densidad.[5]

¿Hay un antídoto?

¿Cuál es el antídoto contra la esteatosis hepática no alcohólica que conduce a la esteatohepatitis no alcohólica? La reducción de peso mediante el tratamiento a base de modificaciones en el estilo de vida y ejercicio, con o sin medicación, y la cirugía bariátrica.

Se ha demostrado que todos los tipos de dietas con contenido de macronutrientes que limitan los azúcares simples y las grasas saturadas y promueven las frutas y verduras saludables, las proteínas magras, los lácteos bajos en grasa y los cereales reducen la grasa del hígado y la esteatosis hepática no alcohólica así como la esteatohepatitis no alcohólica.

El ejercicio también puede hacerlo por sí mismo. Los medicamentos, como los agonistas del péptido 1 similar al glucagón, y la cirugía bariátrica también son beneficiosos en lo que respecta a la reducción de la grasa hepática; el mecanismo hasta donde se sabe ahora no es independiente de la reducción de peso.

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