COMENTARIO

¿Y dónde está el doctor, señorita?

Serie: El blog de Médicos en Formación

Rocío Guadalupe González González

Conflictos de interés

24 de febrero de 2022

Este contenido forma parte de una serie de comentarios de estudiantes de medicina en colaboración con el Colectivo Médicos en Formación. El colectivo es impulsado por Nosotrxs y está conformado por la Asociación Mexicana de Médicos en Formación, A.C. (AMMEF), la Asamblea Nacional de Médicos Residentes (ANMR), la Asociación de Residentes del Hospital General de México (ARHGM), la Asamblea Mexicana de Médicos Internos de Pregrado (AMMIP), la Asamblea Mexicana de Médicos Pasantes de Servicio Social (AMMPSS) y otrxs aliadxs del sector que trabaja en colaboración desde enero de 2020 para que se garanticen los derechos de las y los profesionales de la salud en formación.

El papel de la mujer en el cuidado y la preservación de la salud data de eras antiquísimas, en donde deidades de la mitología griega, como Higia y Panacea, ya relacionaban la figura femenina con los procesos de salud-enfermedad y la curación de males físicos y espirituales.

Civilizaciones como las de los griegos, egipcios y macedonios mantenían un espacio dentro del papel de la atención a la salud para las mujeres, quienes frecuentemente guardaban relación con la autoridad social y la conexión con planos extraterrenales, dones que según la costumbre les permitían proveer bienestar y combatir la enfermedad en sus comunidades.

La edad media trajo consigo al oscurantismo, época que si bien se caracterizó por una censura científica y social para toda la población, representó la cesantía del acceso de las mujeres a la provisión profesional y reconocida de los servicios de salud. De acuerdo con la norma, la mujer podía cuidar, pero en su calidad de hombre incompleto, no sería capaz de hacerlo.

Mirando hacia el pasado, parece que ha transcurrido un largo tiempo desde la integración de las mujeres al ámbito profesional, aunque haciendo memoria nos daremos cuenta de que solo en México la primera mujer graduada como médica cirujana, Dra. Matilde Montoya Lafragua, terminaba su formación médica apenas hace 135 años (en 1887); 308 años después de la primera Cátedra Prima de Medicina impartida en territorio nacional en la Real y Pontificia Universidad de México.

El acceso de las mujeres a la profesión médica se ha visto dificultada por un sinnúmero de obstáculos sociales, culturales, económicos y educativos. El poco acceso a los niveles de educación más básicos, la relegación de la mujer a la maternidad como vocación inapelable, así como las múltiples propagandas que defendían ideas como su incapacidad intelectual para el desarrollo crítico, objetivo y científico, no fueron barrera suficiente para evitar que poco a poco las aulas galenas fueran tomadas por jóvenes mujeres con esperanzas de poner su futuro al servicio del bienestar de su comunidad.

¿Es la medicina un lugar de genuino crecimiento para la mujer?

En pleno 2022 la inaccesibilidad a la educación profesional y el juicio social para aquellas que han decidido entregar su vida a la medicina ha cesado, pero no por ello se eliminaron los obstáculos a los que se enfrenta la mujer en el contexto formativo y profesional médico.

Alguna vez estuve en clase con algún profesor de la facultad, quien nos dijo: "Deberían sentirse afortunadas, señoritas. Hoy por hoy, más de 50% de los alumnos que ingresan a la carrera de medicina lo integran mujeres". El panorama sonaría alentador si solo prestamos atención a una sola cara de la moneda.

De acuerdo con las estadísticas del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, en 2014 ya era mayor el número de mujeres inscritas en un programa académico médico en México. No obstante, en ese periodo, al analizar el comportamiento laboral, de cada 100 médicos laboralmente activos, solo 36 de ellos eran médicas. Y se menciona que: "Los hombres tienen una mayor participación en ocupaciones como directivos o jefes; para las mujeres es más alta la participación en otras ocupaciones relacionadas al campo de la salud". 

Por otro lado, según el reporte de salarios médicos de México de 2021, el ingreso promedio de los médicos hombres fue de $289.000 pesos, en comparación con $162.000 pesos para las médicas mujeres, una brecha de $127.000 pesos. Además de que forman parte del grupo más afectado de la pandemia.

Ante este panorama, quiero destacar una pregunta: ¿es la medicina un lugar de genuino crecimiento para la mujer?

Los puntos de vista sobre la respuesta pueden ser diversos y contradictorios, porque como mujer es más probable que llegues a estudiar medicina, pero tienes menos probabilidades de que te contraten una vez graduada o de que trabajes en el área médica.

De igual manera, hay más probabilidad de que logres finalizar tu formación y dedicarte a la medicina en cualquiera de sus ramas, pero también la hay de que seas tú, mujer médica, quien deba abandonar su carrera y trabajo para hacerse cargo de la familia y los hijos.

Abrir espacios para la mujer en la medicina no se trata solo de abrir plazas universitarias y asegurar la paridad del ingreso. La reestructuración del campo profesional médico para la verdadera equidad de género requiere del cambio de paradigmas, de la creación de nuevos esquemas que permitan el aprendizaje y el desarrollo en donde la mujer no deba dar justificaciones de su éxito. Lugares donde lidiar con el acoso y la violencia no se vuelvan un hobbie de medio tiempo durante la jornada laboral, lugares donde el acceso a la academia, la investigación y la gestión de políticas públicas tengan un enfoque de género y trabajen de manera organizada para asegurar que las niñas de hoy tendrán acceso a una educación y formación médica de calidad mañana y se asegure que su contribución sea tan reconocida como la de sus colegas hombres.

Sin importar la temporalidad, no somos "señoritas", somos las doctoras del ahora y sabemos que la revolución en el camino de la equidad de género en la medicina está en nuestras manos.

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