Luc Montagnier, Ph.D., virólogo francés y Nobel de Medicina en 2008 por el aislamiento del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), falleció este martes 8 en un hospital de Neuilly-sur-Seine en el área metropolitana de París, Francia, a los 89 años. Fue celebrado por su hallazgo que abrió la puerta para el diagnóstico y el tratamiento de millones de pacientes en el mundo, pero también rechazado en la última década por la comunidad científica por abrazar posturas controvertidas, absurdas o alejadas de cualquier evidencia. En su obituario, el diario El País de Madrid, España, lo definió con crudeza como "el virólogo antivacunas que dilapidó su prestigio".[1]
El descubrimiento y la disputa
Los pocos meses que cambiaron para siempre la vida de Montagnier son los que van desde fines de 1982 hasta mediados de 1983, cuando la viróloga Françoise Brun-Vezinet, una de sus exestudiantes del Institut Pasteur, en París, y miembro de un pequeño grupo de clínicos e inmunólogos que sospechaban que un retrovirus podría ser la causa de lo que entonces era una enigmática enfermedad que afligía a las personas homosexuales, le propuso colaborar para descubrir si esa hipótesis era correcta.
"Estábamos listos para comenzar porque mi laboratorio estaba equipado para buscar retrovirus linfotrópicos en cultivos de células T humanas", ya que investigaba su posible papel en la génesis de ciertos tumores, evocó Montagnier en un ensayo que publicó en Science en 2002.[2] Había un incentivo adicional: la compañía farmacéutica del Institut Pasteur, que elaboraba una vacuna contra la hepatitis B a partir de plasma extraído de hombres que tienen sexo con hombres en Estados Unidos, temía que la inoculación de su producto pudiera transmitir la nueva enfermedad, recientemente bautizada con el acrónimo SIDA (síndrome de inmunodeficiencia adquirida). Era necesario identificar cuanto antes el agente causal.
Recordaba Montagnier: "El 3 de enero de 1983, Françoise Brun-Vezinet obtuvo una biopsia de ganglio linfático de uno de los pacientes de [el médico francés Willy] Rozenbaum, un joven homosexual con una linfadenopatía en el cuello. Piqué el ganglio linfático, disocié los fragmentos en células individuales y cultivé los linfocitos T con interleucina-2 y antisuero contra el interferón humano. Quince días después, [la viróloga e inmunóloga del equipo] Françoise Barré-Sinoussi, Ph. D., encontró los primeros rastros de transcriptasa reversa en el sobrenadante del cultivo de linfocitos, lo que indicaba la presencia de un retrovirus".[2] Y para sorpresa y excitación de los investigadores, no era ninguno de los dos retrovirus que hasta ese momento se conocían en humanos y habían sido descritos por el equipo del Dr. Robert Gallo, los virus linfotrópicos de células T humanas de tipo 1 y 2 (HTLV-1 y HTLV-2).
En febrero de 1983, Montagnier llamó por teléfono al Dr. Rozenbaum y apenas podía ocultar su emoción: "Encontramos algo", le dijo. Había que hacer estudios adicionales, pero el retrovirus no se parecía en nada a los virus linfotrópicos de células T humanas: era citopático y destruía dramáticamente a los linfocitos T, según reconstruyó el periodista Randy Shilts en su libro And the band played on. Politics, people and the AIDS epidemic de 1987.[3] El Dr. Rozenbaum comprendió entonces que tenían al culpable de las horribles muertes que había tenido que presenciar en algunos de sus pacientes.
Tres meses después, en mayo, Barré-Sinoussi, el Dr. Rozenbaum y Montagnier firmaron con otros ocho colegas el famoso estudio en Science donde presentaban al nuevo miembro de una familia de retrovirus linfotrópicos de células T "que se transmite horizontalmente en humanos y podría estar involucrado en numerosos síndromes patológicos, incluyendo el SIDA".[4]
Poco más tarde, el equipo liderado por el Dr. Gallo aportaría pruebas concluyentes de que el virus entonces conocido como virus de inmunodeficiencia humana era el agente etiológico del SIDA, aunque solo en 1991 admitiría que el virus que también había "aislado" en 1983 le había llegado del Institut Pasteur un año antes, señaló la BBC. La disputa entre ambos científicos duró casi dos décadas. "He visto a mi alrededor celos, animosidad, ingratitud y estupidez más que consideración y aliento", se quejaba Montagnier.
Pero a comienzos del nuevo siglo ambos harían las paces, reconocerían las mutuas contribuciones y hasta firmaron un artículo conjunto en The New England Journal of Medicine en el que reflexionaban: "Una lección que debe resultar clara es que la colaboración efectiva entre los grupos de científicos y clínicos resulta esencial y que es posible lograr esa cooperación sin excluir una cierta dosis de espíritu competitivo como estimulante".[5]
Cuando llegó el Premio Nobel para Barré-Sinoussi y Montagnier (junto con el Dr. Harald zur Hausen), ya no hubo lugar en el podio para su rival, pese a que habían compartido otras distinciones como los premios Lasker y Príncipe de Asturias. "El descubrimiento de Montagnier y Barré-Sinoussi ha sido crucial para mejorar radicalmente los métodos de tratamiento de quienes sufrían de SIDA", justificó la Academia Sueca. Y selló la cuestión.
"Lento naufragio científico"
Pudo haber sido el tiempo de los honores y de los aplausos. Por desgracia, la carrera de Montagnier perdió lustre cuando empezó a abrazar y profundizar posturas contrarias a la ciencia, como las propuestas de que el autismo podría tratarse con antimicrobianos, que existía una "memoria del agua" que podía explicar los efectos de la homeopatía, que una buena dieta también serviría para tratar el SIDA y hasta que la papaya fermentada podía ser efectivo contra la enfermedad de Parkinson, según resumió France 24.[6] También se opuso a las vacunas porque "envenenaban a los niños" y aseguró que el virus SARS-CoV-2 había sido creado en un laboratorio. Le Figaro lo describió como un "lento naufragio científico".[7]
Pero más allá de sus facetas oscuras, "influidas en parte por intereses económicos y por la locura de un genio", Montagnier fue sin dudas un "gran virólogo", evaluó para Medscape en español la Dra. Natalia Laufer, Ph. D., médica infectóloga e integrante del Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y SIDA (INBIRS), en Buenos Aires, Argentina.
"La que verdaderamente descubrió el virus de inmunodeficiencia humana fue Barré-Sinoussi. Ella fue la que insistió en que veía algo en los cultivos celulares que no era habitual y mucho tiempo le dijeron que era contaminación. Obviamente, ella pudo lograrlo porque trabajaba en el laboratorio que Montagnier había creado y con las líneas de investigación relacionadas a retrovirus", comentó la Dra. Laufer. Y rescató también otro mérito: "Tuvo la valentía de luchar contra el Dr. Gallo para defender el lugar de su laboratorio en el descubrimiento del virus".
La Dra. Laufer ha declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente.
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CRÉDITO
Imagen principal: Roberto Serra/Iguana Press/Getty Images
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Citar este artículo: Muere Luc Montagnier, codescubridor del virus de inmunodeficiencia humana y nobel, envuelto en polémicas - Medscape - 10 de feb de 2022.
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