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La pitiriasis rosada fue descrita por el médico francés Camile Gibert en 1860.[1] Pitiriasis rosada significa escama de color rosa; este trastorno también se conoce como pitiriasis circinata, roseola annulata y herpes tonsurans maculosus. Es una dermatosis inflamatoria, autolimitada, de evolución breve, caracterizada por la aparición inicial de una lesión única (placa heráldica) y la erupción secundaria de abundantes placas más pequeñas eritematoescamosas, ovales, distribuidas en el cuello, tronco y raíz de extremidades.[2]
Aproximadamente 75% de los casos de pitiriasis rosada se observa entre los diez y los 35 años de edad. Ambos sexos se ven afectados en proporciones similares con ligero predominio del femenino. Además en aproximadamente 70% de los casos existen pródromos de infección en vías aéreas superiores y tiene mayor incidencia estacional en otoño, invierno y primavera.[1]
Las infecciones del tracto respiratorio superior que preceden a la pitiriasis rosada sugieren un papel de Streptococcus spp. Recientemente se ha descubierto que la reactivación de la infección latente por herpesvirus humano de tipos 6 y 7 como posible agente etiológico. Se han informado erupciones similares a la pitiriasis rosada después de vacunas como la de bacilo de Calmette-Guérin (BCG), influenza H1N1, difteria, viruela, hepatitis B y neumococo.[3]
Puede existir un periodo prodrómico manifestado por malestar general o astenia; aproximadamente 80% de los casos presenta una placa eritematoescamosa, con palidez central, escamosa, redonda u ovalada de 2 a 10 cm, con un centro deprimido y un borde elevado, conocida como placa heráldica, localizada principalmente en el tronco, aunque puede localizarse en cualquier parte de la piel.[4] Aproximadamente dos semanas después aparecen múltiples lesiones idénticas, aunque de menor tamaño, generalmente ovales, con una distribución parecida a un árbol de navidad, acompañadas de intenso prurito en un gran porcentaje de los casos.[2]
Existen dos formas de presentación de la pitiriasis rosada: la forma clásica y la forma atípica. La forma clásica o típica se observa en la mayoría de los casos (hasta en 94%). Las lesiones se localizan en el tronco y en el tercio superior de las extremidades; la forma atípica no se presenta en el tronco y predomina en las extremidades, por lo que se le ha denominado invertida. La pitiriasis rosada se acompaña de mínimos síntomas constitucionales y desaparece espontáneamente de cuatro a ocho semanas en 80% de los pacientes.[1]
La pitiriasis rosada es una enfermedad exantemática autolimitante y permite la espera vigilante y el tratamiento sintomático del prurito en la mayoría de los pacientes. Se recomienda el tratamiento con emolientes, antihistamínicos y esteroides tópicos. Los macrólidos y aciclovir conducen a una resolución más rápida de las lesiones y ayudan a aliviar el prurito.
En gran parte de los pacientes la pitiriasis es una enfermedad autolimitada con un pronóstico excelente. El trastorno de la piel es benigno, no contagioso y no requiere precauciones especiales.[5] Dado que la mayoría de los pacientes acude por primera vez a su proveedor de atención primaria cuando aparecen las lesiones cutáneas, es importante que este informe al paciente que la afección es benigna y no durará más de 2 meses. Para los casos graves se debe realizar una derivación a dermatología.
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Citar este artículo: 5 minutos de pediatría: Paciente masculino con lesiones pruriginosas en el tronco - Medscape - 12 de enero de 2022.
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