Electrocutado por 11.000 voltios, ahora tiene 3 amputaciones... y es médico

Alicia Gallegos

Conflictos de interés

21 de diciembre de 2021

Bruce "B. J." Miller Jr., un estudiante de 19 años cursando el segundo año en Princeton University, estaba jugando con amigos cerca de unas vías en 1990 cuando vieron un tren de cercanías estacionado. Decidieron subir y Miller fue el primero en ascender por la escalera.

De repente la electricidad de las líneas cercanas se condujo hacia el reloj de metal de Miller, disparando 11.000 voltios de electricidad a través de su cuerpo.

Una explosión atravesó el aire y Miller fue arrojado sobre el tren, con el cuerpo humeando. Sus amigos, petrificados, llamaron una ambulancia.

Aferrándose a la vida, Miller fue trasladado en avión a la unidad de quemados del Saint Barnabas Medical Center, en Livingston, Estados Unidos.

Los médicos salvaron la vida de Miller, pero tuvieron que amputarle ambas piernas por debajo de las rodillas y el brazo izquierdo por debajo del codo.

"Con la electricidad te quemas de adentro hacia afuera. El voltaje ingresa al cuerpo, en mi caso por la muñeca, y corre internamente hasta que encuentra una salida. A menudo son las extremidades inferiores, ya que el suelo tiende a poner a tierra la corriente, pero no siempre. En mi caso la corriente trató de pasar por mi pecho, que también está quemado y requirió injerto de piel. Creo que tuve alrededor de media docena de cirugías durante el primero o el segundo mes en el hospital", comentó el Dr. Miller, ahora de 50 años.

Despertar con un cuerpo nuevo

El Dr. Miller no recuerda mucho sobre el accidente, solo que despertó unos días después en la unidad de cuidados intensivos y sintió la necesidad de ir al baño. Desorientado, se quitó el ventilador, se levantó de la cama y trató de caminar hacia adelante, sin darse cuenta de sus heridas. Aún no le habían amputado los pies ni las piernas. Cuando la línea del catéter quedó floja, colapsó.

Amigos visitan a B. J. Miller en el hospital poco después de que se electrocutara.

"Finalmente llegó una enfermera corriendo, respondiendo a las alarmas del ventilador que se activaron. Mi papá no se quedó atrás. Entonces tuve claro que esto no era un sueño y me di cuenta de lo que había sucedido y por qué estaba en el hospital", explicó el Dr. Miller.

Durante meses Miller vivió en la unidad de quemados, sometiéndose a innumerables injertos de piel y cirugías. Debido a que los tejidos viables y no viables tardan en revelarse después de las quemaduras, los cirujanos toman la cantidad mínima de tejido durante cada operación para que el tejido dañado tenga la oportunidad de sanar, explicó. En el caso del Dr. Miller, primero le amputaron los pies y luego las piernas.

"En esos primeros días desde la cama del hospital, mi mente se centró en cuestiones relacionadas con la identidad. '¿Qué hago conmigo? ¿Cuál es el significado de mi vida ahora?' Fui desafiado de esa manera. Tuve que pensar en quién era y en quién quería convertirme", señaló.

Miller finalmente fue transferido al Rehabilitation Institute of Chicago (ahora The Shirley Ryan AbilityLab), donde comenzó el agotador proceso de recuperar su fuerza y aprender a caminar con prótesis de piernas.

"Cualquier día estaba lleno de una mezcla de optimismo y deseos de continuar, seguido cinco minutos después de exasperación, frustración, toneladas de dolor e inseguridad sobre mi cuerpo. Mi familia y amigos me sostuvieron la puerta, por decirlo de alguna manera, pero gran parte del trabajo dependía de mí. Tenía que creer que merecía ese amor, que quería estar vivo y que todavía había algo aquí para mí", indicó.

B. J. Miller habla con su fisiatra, el Dr. Wu, en los primeros meses después del accidente.

El Dr. Miller no tuvo que buscar muy lejos la inspiración. Su madre había vivido con polio la mayor parte de su vida y adquirió el síndrome pospoliomielítico a medida que crecía, dijo. Cuando Miller era un niño su madre caminaba con muletas y se volvió dependiente de la silla de ruedas cuando él era un adolescente.

Después de la primera cirugía para amputarle los pies, Miller y su madre compartieron una profunda discusión sobre su incorporación al mundo de los "discapacitados" y cómo su conexión ahora era aún más fuerte.

"De esta manera, las lesiones desbloquearon aún más experiencias para compartir entre nosotros y más amor para sentir y, por tanto, una sensación temprana de ganancia para complementar todas las pérdidas que estaban sucediendo. Ella me había enseñado mucho sobre cómo vivir con una discapacidad y me había dado todas las herramientas que necesitaba para remodelar mi sentido de identidad", añadió.

De paciente a estudiante de medicina

Después de regresar a Princeton University y terminar su licenciatura, Miller decidió dedicarse a la medicina. Quería usar su experiencia para ayudar a los pacientes y encontrar formas de mejorar las debilidades en el sistema de salud, dijo. Pero hizo un trato consigo mismo de que no se convertiría en médico por el simple hecho de serlo; seguiría la vocación solo si podía tanto hacer como disfrutar del trabajo.

"No estaba seguro de poder hacerlo. No había muchos triples amputados a quiénes considerar como modelos, para ver si era incluso mecánicamente posible completar la capacitación. Las instituciones médicas con las que hablé sabían que tenían la obligación por ley de protegerme, pero también había la obligación de que yo tenía que poder cumplir con las competencias. Esto eran terrenos inexplorados", señaló.

B. J. levanta pesas en el gimnasio durante la fisioterapia.

Debido a que su mayor desafío físico era permanecer de pie durante largos periodos, los instructores de University of California, en San Francisco, Estados Unidos, hicieron arreglos para aliviar la tensión. Sus rotaciones clínicas, por ejemplo, se organizaron cerca de su casa para limitar la necesidad de traslados. En las rotaciones quirúrgicas se le permitió sentarse en un taburete.

La formación médica progresó sin problemas hasta que Miller completó una rotación en la especialidad que eligió: medicina de rehabilitación. No lo disfrutó. Faltaban la pasión y el significado que esperaba encontrar. Desilusionado y con su último año en la escuela de medicina llegando a su fin, el Dr. Miller abandonó el programa Match para búsqueda de sede de residencia médica. Casi al mismo tiempo su hermana Lisa se suicidó.

"Toda mi vida familiar estaba en ruinas. Me sentí impotente: 'Ni siquiera puedo ayudar a mi hermana, ¿cómo voy a ayudar a otras personas?'".

Tras obtener su tútulo como médico el Dr. Miller se mudó a la casa de sus padres en Milwaukee después del fallecimiento de su hermana. Estuvo a punto de renunciar a la medicina, pero sus decanos lo convencieron de hacer una pasantía posdoctoral. Fue como pasante en el Medical College of Wisconsin que completó una electiva en cuidados paliativos.

"Me enamoré de inmediato el primer día. Este era un campo dedicado a trabajar con cosas que no se pueden cambiar, lidiar con la falta de control y cómo es vivir con estos diagnósticos. Este fue un lugar donde pude profundizar en mi experiencia y compartirla con los pacientes y sus familias. Este era un lugar donde la historia de mi vida tenía algo que ofrecer", indicó.

Creando una nueva forma de cuidados paliativos

El Dr. Miller completó un fellowship en Harvard Medical School en cuidados paliativos y hospice. Se convirtió en médico de cuidados paliativos en UCSF Health, en San Francisco, Estados Unidos, y luego dirigió el Zen Hospice Project, una organización sin fines de lucro dedicada a enseñar cuidados basados en la atención plena a profesionales, familiares y cuidadores.

Gayle Kojimoto, gerente de programa que trabajó con el Dr. Miller en la clínica de cuidados paliativos ambulatorios de UCSF para pacientes con cáncer, dijo que el Dr. Miller era uno de los favoritos entre los pacientes debido a su autenticidad y su capacidad para hacerlos sentir comprendidos.

"Los pacientes lo aman porque está 100% presente con ellos. Sienten que puede entender su sufrimiento mejor que otros médicos. Está abierto a escuchar sobre su sufrimiento, cuando otros pueden no estarlo y no los juzga. Muchos pacientes han dicho que verlo es mejor que ver a un terapeuta" señaló Kojimoto.

B. J. Miller sentado en una camilla en el hospital Northwestern en camino a recibir un injerto de piel aproximadamente 2 años después del accidente.

En 2020 el Dr. Miller cofundó Mettle Health, una empresa única en su tipo que tiene como objetivo replantear la forma en que las personas piensan sobre su bienestar en relación con las enfermedades crónicas y graves. El equipo de atención de Mettle Health brinda consultas sobre una variedad de temas, incluidos problemas prácticos, emocionales y existenciales. No se necesitan referencias médicas.

Cuando comenzó la pandemia, el Dr. Miller dijo que él y sus colegas sentían que era el momento propicio para ofrecer los cuidados paliativos en línea para aumentar el acceso y al mismo tiempo, disminuir el agotamiento de los cuidadores y médicos.

"Creamos Mettle Health como un negocio en línea de consejería y asesoría en cuidados paliativos y lo sacamos del sistema de atención médica para que, ya sea un paciente o un cuidador, no necesite satisfacer alguna necesidad del seguro para obtener este tipo de cuidado. También nos dimos cuenta de que hay suficientes personas que escriben recetas. La parte médica está relativamente bien atendida; son los problemas psicosociales y espirituales, y los problemas existenciales, los que están tan poco atendidos. Somos un servicio social, no un servicio médico, y esto nos permite complementar las estructuras de atención existentes en lugar de competir con ellas", agregó.

Tener al Dr. Miller como líder de Mettle Health es un gran impulsor de por qué la gente busca a la compañía, comentó Sonya Dolan, directora de operaciones y cofundadora de Mettle Health.

"Su abordaje para trabajar con los pacientes, cuidadores y médicos es algo que creo que nos distingue y nos hace especiales. Su forma de pensar sobre las enfermedades graves y el deceso es increíblemente única y tiene una forma de hablar y humanizar algo que nos asusta a muchos de nosotros", señaló.

"Sorprendido por lo mucho que puedo hacer todavía"

Desde el accidente el Dr. Miller ha recorrido un largo camino para superar sus limitaciones físicas. En los primeros años dijo que estaba decidido a realizar tantas actividades como pudiera. Esquiaba, montaba en bicicleta y se esforzaba por permanecer de pie durante largos periodos sobre sus piernas ortopédicas.

"Durante años me obligué a hacer estas cosas solo para demostrar que podía, pero realmente no las disfruté. Salía a la pista de baile o me exponía a situaciones sociales vulnerables en las que podía caer. Fue algo brutal y difícil. Pero alrededor de los cinco años, me sentí mucho más a gusto y más en paz conmigo mismo", añadió.

Hoy en día las prótesis del Dr. Miller hacen que le sea posible realizar casi cualquier actividad ambulatoria, pero se concentra en las actividades que le brindan alegría.

"Probablemente lo que todavía puedo hacer que sorprende más a la gente, incluyéndome a mí mismo, es conducir una motocicleta. En cuanto a la parte superior de mi cuerpo, estoy completamente acostumbrado a vivir con una sola mano y sigo sorprendiéndome de lo mucho que puedo hacer. Con suficiente tiempo y experimentación, normalmente puedo encontrar la manera de hacer lo que necesito o quiero hacer. ¡Me tomó un tiempo descubrir cómo aplaudir! ¡Ahora solo golpeo mi pecho para obtener el mismo efecto!", indicó

El Dr. Miller es un amante de los animales y dijo que sus mascotas y la naturaleza son una gran parte de su cuidado personal. Su perro Maysie viaja a casi todas partes con él y sus gatos, Muffin Man y Darkness, disfrutan haciendo apariciones especiales en sus llamadas de Zoom. El médico visita con frecuencia el desierto en el sur de Utah y dijo que ama las artes, la arquitectura y el diseño.

El Dr. B. J. Miller espera con su perro, Maysie, antes de una conferencia reciente.

¿El consejo del Dr. Miller para otras personas con discapacidad que quieran dedicarse a la medicina? Viva en voz alta con sus verdades y sea abierto sobre sus discapacidades. Con demasiada frecuencia, las personas con discapacidad ocultan sus discapacidades, mienten sobre ellas o protegen al mundo de su historia, destacó.

"Estas son experiencias ricas y maduras que son increíblemente valiosas para alguien que quiere salir y estar al servicio del mundo. Deberíamos estar orgullosos de nuestras experiencias como personas con discapacidad. La creatividad que hemos tenido que ejercitar, las soluciones que hemos tenido que emplear, no deberían ser puntos de vergüenza, sino de orgullo. El entrenamiento clínico de cualquier tipo debe usar estas experiencias de manera explícita. Estas son fuentes de fortaleza, no algo que se pueda perdonar, tolerar o acomodar", señaló.

Lo mismo ocurre con los médicos que no tienen una discapacidad pero que han pasado por dificultades, dolor, lucha o adversidad, enfatizó.

"Encuentren una manera de aprender de ello, encuentren una manera de utilizarlo. Úsenlo como una fuente de fortaleza y el resto del mundo les responderá de manera diferente", concluyó.

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