La actividad física se vinculó con menos mortalidad en la enfermedad de Parkinson

Pauline Anderson

Conflictos de interés

22 de noviembre de 2021

La actividad física en pacientes con enfermedad de Parkinson se relaciona con una mayor longevidad, señala nueva investigación.[1]

En un nuevo análisis, "la actividad física y la mortalidad por todas las causas tuvieron una relación dosis-respuesta en individuos con enfermedad de Parkinson, aunque podría existir una causalidad inversa, las modificaciones para aumentar y mantener la actividad física pueden ser beneficiosas para reducir la mortalidad en pacientes con enfermedad de Parkinson", afirmaron los investigadores, dirigidos por el Dr. Seo Yeon Yoon, Ph. D., del Departamento de Medicina Física y Rehabilitación del Korea University Guro Hospital, en Seúl, Corea del Sur.

El estudio fue publicado el 1 de noviembre en la versión electrónica de JAMA Neurology.

Estudio grande

La investigación previa ha demostrado los efectos beneficiosos del ejercicio sobre la función motriz y cognitiva, al igual que sobre aspectos no motores, como el estado de ánimo y el sueño en pacientes con enfermedad de Parkinson.

Sin embargo, estos estudios eran pequeños con un seguimiento relativamente breve y en pocos se analizó la relación entre la actividad física y la mortalidad en esta población de pacientes.

En un nuevo estudio, investigadores utilizaron datos del Servicio Nacional de Seguros de Salud, un sistema de pagador único que proporciona cobertura médica general a la mayoría de los ciudadanos de Corea del Sur.

Reunieron datos sobre actividad física en la semana previa a través de cuestionarios autoadministrados. Investigaron tres intensidades de actividad: vigorosa (correr y pedaleo rápido durante más de 20 minutos), moderada (caminata rápida y tenis dobles durante más de 30 minutos) y ligera (caminar de ida y vuelta al trabajo o en horas de ocio durante más de 30 minutos).

Quienes refirieron actividad vigorosa tres o más veces a la semana o actividad moderada o ligera cinco o más veces a la semana se consideraban físicamente activos. De lo contrario, se consideraban físicamente inactivos.

Para cuantificar la cantidad total de actividad física, los investigadores calcularon el equivalente metabólico (MET)-minutos por semana, sumando la frecuencia, la intensidad y la duración de la actividad. Clasificaron la actividad total en cuartiles.

El criterio principal de valoración del estudio fue la mortalidad por cualquier causa según intensidad, cantidad total y mantenimiento de la actividad física antes y después de un diagnóstico de enfermedad de Parkinson.

El estudio incluyó 10.699 individuos con enfermedad de Parkinson de nueva aparición que acudieron a chequeos de la salud en un lapso de 2 años antes y después de recibir un diagnóstico de la enfermedad. De estos, 46% era de sexo masculino y la media de edad era de 69,2 años.

Durante 8 años de seguimiento la tasa de mortalidad general fue de 17%. La mediana de la actividad física total fue de 270 equivalentes metabólicos-minutos por semana para los que fallecieron, en comparación con 450 equivalentes metabólicos-minutos para los que no murieron.

Tasas de mortalidad más bajas

Los resultados demostraron que todos los niveles de actividad se relacionaban con una reducción significativa de la mortalidad. Después de ajustar variables de confusión, como características demográficas, trastornos concomitantes e índice de masa corporal, los hazard ratio (HR) fueron: para la actividad vigorosa 0,80 (intervalo de confianza de 95% [IC 95%]: 0,69 a 0,93), para la actividad moderada 0,66 (IC 95%: 0,55 a 0,78) y para la actividad ligera 0,81 (IC 95%: 0,73 a 0,90).

La actividad de intensidad moderada se relacionó más sólidamente con reducción de la mortalidad que la actividad vigorosa, tal vez porque el grupo con actividad moderada estuvo activo durante más días a la semana.

"Esto es algo compatible con un estudio previo, que indicó que la duración de la actividad física es más importante que la intensidad de la actividad física en adultos mayores europeos", señalaron los investigadores.

Las curvas de Kaplan-Meier para la mortalidad por cualquier causa demostraron una tasa de mortalidad significativamente más baja en individuos físicamente activos frente a inactivos (p < 0,001).

Para los equivalentes metabólicos-minutos por semana, los análisis demostraron una disminución progresiva del riesgo de mortalidad desde el primer cuartil (< 90 MET-minutos por semana) hasta el cuarto cuartil (≥ 820 MET-minutos por semana) (HR: 0,61; IC 95%: 0,53 a 0,70; p < 0,001).

Hubo una asociación inversa entre la mortalidad y la cantidad de actividad física tanto en hombres como en mujeres. Estudios previos demostraron los beneficios solo en hombres, posiblemente porque incluyeron pocas mujeres, hacen notar los investigadores.

El estudio también demostró que mantener la actividad física se asociaba con menos mortalidad. Los que estaban físicamente activos tanto antes como después de un diagnóstico de enfermedad de Parkinson tuvieron la máxima reducción en la mortalidad.

El estudio solo incluyó individuos que habían tenido un chequeo en los 2 años anteriores y posteriores a un diagnóstico de enfermedad de Parkinson, por lo que es posible que la población del estudio fuera relativamente sana. Otras posibles limitaciones fueron el sesgo de recuerdo en relación con la actividad física y la no inclusión de la gravedad de la enfermedad de Parkinson, los hábitos alimentarios y los fármacos antiparkinsonianos.

Además, puesto que fue un estudio observacional, los investigadores señalaron que podría haber una causalidad inversa entre la actividad física y la mortalidad.

Implicaciones importantes

En un editorial adjunto, Nienke M. de Vries, Ph. D., del Center of Expertise for Parkinson & Movement Disorders en el Departamento de Neurología del Radboud University Medical Center, en Nimega, Países Bajos, y sus colaboradores, señalaron que el estudio tiene "implicaciones potencialmente importantes".[2]

En su artículo señalaron que la "mera cantidad de actividad física parece importar" en lo que respecta a la reducción de la mortalidad, aunque "queda por determinar si esto también se traduce en beneficios tangibles para la salud durante la vida de las personas con enfermedad de Parkinson".

Si se demuestra esto en futuros estudios, podría significar que lograr un mayor volumen de actividad física, por ejemplo, simplemente caminatas diarias más largas, conferiría una mejora sintomática, destacaron.

Los hallazgos también ofrecen "pruebas cautelosas de una posible modificación de la enfermedad" con el ejercicio de alto volumen, aunque para diferenciar los verdaderos efectos causales del ejercicio en la progresión de la enfermedad de Parkinson se necesitan ensayos clínicos aleatorizados de fase 3, añadieron los editorialistas.

"Para allanar el camino de estos estudios, los estudios experimentales deben abordar primero las lagunas de conocimiento que aún persisten, como la forma de mitigar la dificultad de involucrar a los participantes en programas de ejercicio durante periodos prolongados e identificar la dosis óptima del volumen de ejercicio", destacaron.

Entre las "desventajas" del estudio está el hecho de que el nivel de actividad física puede haber estado determinado por trastornos subyacentes, por ejemplo, artrosis y obesidad en personas con un fenotipo de enfermedad de Parkinson más grave que pueden ser menos activas físicamente, que afectaron a la mortalidad, señalaron los autores del editorial.

Expresaron la inquietud de que las dos categorizaciones (activa frente a inactiva, con tres niveles de intensidad) fueron "arbitrarias" y la selección de valores umbrales específicos "pueden haber afectado los resultados".

Además, indicaron que los cuestionarios sobre actividad física "en general no son fiables" debido al sesgo de recuerdo y porque a las personas les resulta difícil cuantificar su nivel exacto de actividad.

El estudio fue financiado por una beca de la Fundación Nacional para Investigación de Corea por el Gobierno de Corea del Sur. El Dr. Yoon informó financiación con beca de la Fundación Nacional de Investigación de Corea (financiada por el gobierno de Corea del Sur). De Vries informó de una beca personal y beca para investigación de la Organización Neerlandesa para la Investigación y el Desarrollo de la Salud. El autor del editorial, el Dr. Sirwan K. L. Darweesh, fue financiado en parte por una beca postdoctoral de la Fundación de Parkinson.

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