El síndrome de anticuerpos antifosfolípidos es una patología autoinmune sistémica que se caracteriza principalmente por manifestaciones obstétricas o trombóticas, siendo estas últimas en su mayoría de tipo venoso (trombosis venosa profunda, tromboembolia pulmonar, venas suprahepáticas, etcétera). Si bien presenta otras manifestaciones clínicas (como anemia hemolítica autoinmune o trombocitopenia), estas aún no están consideras dentro de los criterios de clasificación de la enfermedad.
Una vez que el síndrome de anticuerpos antifosfolípidos ha presentado eventos trombóticos, su manejo es mediante la utilización de anticoagulación de manera indefinida, con el fin de prevenir eventos trombóticos recurrentes que pudieran poner en riesgo la vida. Esto se puede llevar a cabo por tres vías: 1) heparinas (bajo peso molecular o convencionales); 2) inhibidores de la vitamina K (acenocumarina o warfarina, y 3) anticoagulantes inhibidores directos de la trombina (como apixabán o dabigatrán, etcétera).
Con relación a la anticoagulación en pacientes con síndrome de anticuerpos antifosfolípidos manejados con heparina, esta ha demostrado ser segura y eficaz (incluso es de elección en mujeres con síndrome de anticuerpos antifosfolípidos trombótico y embarazo). Sin embargo, es poco funcional en la práctica clínica diaria, ya que requiere de la aplicación intravenosa o subcutánea dos veces al día.
Por otro lado, por mucho tiempo los inhibidores de la vitamina K han sido el tratamiento de elección para este grupo de pacientes que han presentado trombosis y requieren anticoagulación por tiempo indefinido. No obstante, estos fármacos siguen siendo complicados en su manejo diario, ya que cuentan con múltiples interacciones farmacológicas, inclusive hasta con la dieta del paciente, y también requieren de monitorización continua con pruebas sanguíneas (INR), lo cual llega a ser impráctico.
De ahí que el advenimiento a la práctica clínica diaria de los anticoagulantes inhibidores directos de la trombina desde hace varios años, con muy buenos resultados en otras patologías (como en fibrilación auricular crónica, anticoagulación posterior a eventos de cirugía ortopédica, tromboembolia pulmonar, etc.), daba gran esperanza en pacientes con síndrome de anticuerpos antifosfolípidos para llevar su tratamiento crónico de anticoagulación de manera más sencilla, sin necesidad de monitorización con pruebas de laboratorio y garantizando niveles adecuados del efecto anticoagulante.
No obstante, posterior a múltiples estudios (incluso un metanálisis recientemente publicado), desafortunadamente se ha observado que estos fármacos no pueden ser utilizados de manera crónica en pacientes con síndrome de anticuerpos antifosfolípidos, ya que (aun comparados de manera directa con los cumarínicos) las trombosis recurrentes son mucho más frecuentes, lo cual en este momento los desecha por completo como opción en el tratamiento de la trombosis en tales pacientes.[1,2,3]
Por todo lo expuesto con anterioridad, los pacientes con síndrome de anticuerpos antifosfolípidos y eventos trombóticos deberán seguir siendo tratados de manera aguda con heparinas, y de manera crónica con inhibidores de la vitamina K, seguramente hasta el futuro desarrollo de fármacos anticoagulantes de nueva generación.
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Citar este artículo: El dilema de los anticoagulantes inhibidores directos de la trombina en pacientes con síndrome de anticuerpos antifosfolípidos - Medscape - 22 de jul de 2021.
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