Argentina
¿Cómo va la curva de casos?
COVID-19 en Argentina tuvo hasta ahora dos olas, una con pico en octubre de 2020 (con récord de 16.268 casos el día 19) y la segunda, más grave, que despegó con fuerza a comienzos de abril de 2021 y alcanzó las máximas cifras de nuevos casos diarios entre mediados y fines de mayo, con 41.080 notificados el jueves 27. El récord de decesos por fecha efectiva de fallecimiento fue pocos días después, el 31 de mayo, con 609, según datos oficiales.
En la actualidad los casos positivos y los fallecimientos se mantienen a la baja, lo mismo que la ocupación de camas hospitalarias y de cuidados intensivos, pero aún con niveles elevados de transmisión. "En la última semana se estabilizó el descenso y estamos en un valle alto", resumió a Medscape en español la Dra. Analía Rearte, directora de Epidemiología e Información Estratégica del Ministerio de Salud de Argentina y vicepresidenta de la Sociedad Argentina de Vacunología y Epidemiología.
Según datos de Reuters COVID-19 Tracker, actualizados al 16 de julio. Argentina reporta una media de 15.276 contagios diarios, 46% de la media más alta (pico).
¿Cómo se evalúa la gestión de la vacunación en el país?
La campaña de inmunización en Argentina arrancó el 29 de diciembre en el personal de salud y estuvo basada en un comienzo en la vacuna Sputnik V , desarrollada por el Gamaleya Research Institute of Epidemiology and Microbiology, en Moscú, Rusia. Las otras vacunas aprobadas para uso de emergencia y aplicadas en el país son las de Sinopharm, AstraZeneca-Covishield (de origen indio) y la de AstraZeneca elaborada en conjunto con México.
Sin embargo, los retrasos por los fabricantes en la provisión de las vacunas comprometidas, el escándalo por vacunaciones "de privilegio" que costaron la renuncia del ministro de Salud, las barreras de la legislación para acceder a vacunas de ARN mensajero, el espejo "incómodo" del vecino Chile, con su exitosa campaña de vacunación y los sucesivos anuncios incumplidos sobre cantidad de dosis que llegarían o serían aplicadas en siguientes semanas o meses generaron fuertes cuestionamientos. Hacia fines de mayo, en el peor momento de la segunda ola, solo había ingresado un cuarto de las vacunas adquiridas,
Pero en el último mes la vacunación tomó una velocidad muy importante; 60% de los mayores de 20 ya recibió al menos una dosis y 40% de los mayores de 60 ya completó el esquema, dijo la Dra. Rearte, quien aseguró que la estrategia oficial de espaciar tres meses la aplicación de la segunda dosis para aumentar la cantidad de población cubierta con al menos una dosis "funcionó muy bien" (aunque ahora las autoridades resolvieron acortar ese lapso a dos meses ante la amenaza de la variante delta).
Por estos días el país alcanzó el tope global del ranking de dosis diarias promedio aplicadas cada 100 personas (0,87), según Our World in Data. Para el Monitor Público de Vacunación, al 11 de julio se habían administrado 24'820.768 de dosis: 19'786.501 personas recibieron la primera y 5'034.267 (poco más de 11% de la población) cuentan con el esquema completo.
¿Cuáles son las medidas que se implementaron para controlar la pandemia?
El primer caso confirmado en Argentina se informó el 3 de marzo de 2020, un viajero procedente de Italia. Diez días más tarde se anunció el primer cierre parcial de vuelos desde el exterior. Y el 20 de marzo, el presidente Alberto Fernández dictó por decreto el "aislamiento social, preventivo y obligatorio" (ASPO), el inicio de lo que sería un extenso periodo de confinamiento o "cuarentena" con cierres de fronteras, fuerte reducción de actividades consideradas no esenciales y restricciones de la movilidad que los críticos bautizaron como "cuareterna". Luego de cinco prórrogas y graduales flexibilizaciones, el aislamiento social, preventivo y obligatorio devino en "distanciamiento social, preventivo y obligatorio" (DISPO) hasta el 12 de marzo de 2021.
"Argentina fue uno de los primeros países en tomar medidas de confinamiento que dieron efecto, con muy buena respuesta al principio y con una política que incluyó a todos los gobernadores", valoró el 16 de septiembre de 2020 el Dr. Marcos Espinal, director del Departamento de Enfermedades Transmisibles en la Organización Panamericana de la Salud (OPS). En ese lapso, el Gobierno logró aumentar la capacidad de camas de terapia intensiva 41%, (de 8.521 a 12.023), además de impulsar respuestas innovadoras del sistema científico local, desde telas antivirales para mascarillas y equipos diagnósticos hasta tratamientos como el suero equino hiperinmune y el desarrollo y producción de vacunas.
Sin embargo, el cansancio acumulado de la población por tantos meses de restricciones, el impacto sobre la economía (el producto bruto interno cayó 9,9% en 2020) y la presión social por habilitar más actividades y permisos de desplazamientos conspiraron contra la eficacia en el tiempo de esta estrategia. La segunda ola en Argentina fue mucho más intensa que la primera y el confinamiento más estricto, incluyendo virtuales toques de queda entre las 6.00 pm y 6.00 am y suspensión de clases presenciales, solo se sostuvo a nivel nacional durante 9 días a finales de mayo.
"Por apremios económicos y también porque la oposición apostó a eso, Argentina optó por una estrategia de mitigación: tomar medidas solo cuando se ponía en tensión el sistema de salud. Pero nunca apostó a la estrategia de aplastar la curva, como hicieron, por ejemplo, Australia, Corea del Sur o Vietnam", opinó en diálogo con Medscape en español el físico Jorge Aliaga, Ph. D., secretario de Planeamiento y Evaluación Institucional de la Universidad Nacional de Hurlingham, en el área metropolitana de Buenos Aires, y activo analista de la evolución de la pandemia.
La última medida restrictiva adoptada, para retrasar la penetración de la variante delta de SARS-CoV-2 mientras se avanza con la vacunación, consiste en limitar a 600 los argentinos que pueden ingresar al país diariamente por vía aérea desde el extranjero, aunque el cupo se va a ampliar en las próximas semanas. Al 12 de julio se habían detectado 15 viajeros con la variante delta.
¿Cuáles son las políticas actuales de testeo?
Para muchos especialistas, los testeos en Argentina son insuficientes. La tasa de positividad (proporción de resultados positivos sobre pruebas realizadas) superó 10% desde mediados de mayo de 2020 a nivel país y nunca bajó de esa cifra, alcanzando un récord mundial hacia octubre de 2020 (aunque las autoridades adujeron entonces que los resultados negativos no siempre se cargaban en el sistema) y promediando 30% a 35% desde mediados de febrero de 2021.
Un problema es que las distintas jurisdicciones han adoptado criterios diferentes para testear y muchas solo realizan la prueba a personas que manifiestan síntomas compatibles con COVID-19. "Si se hacen testeos a los que llegan al sistema de salud por tener síntomas, la positividad seguirá siendo alta. Lo que no se hace aún en Argentina es salir a buscar los casos de personas con pocos síntomas o sin síntomas", declaró el Dr. Roberto Debbag, vicepresidente de la Sociedad Latinoamericana de Infectología Pediátrica. Tampoco está permitida la venta de test rápidos de antígenos en farmacias.
Pero, según la Dra. Rearte, no es tan importante el número absoluto de pruebas o la proporción de resultados positivos como la estrategia en la que están incluidos. "Testear mucho en sí mismo no es la solución, es una herramienta, pero no garantiza que se controle bien (la transmisión). Más que testearse, lo que necesitamos es que los contactos estrechos se aíslen, porque pueden estar incubando y dar falsos negativos y transmitir el virus", argumentó.
El análisis de muestras para vigilancia genómica también es limitado: solo se hicieron alrededor de 3.000 secuenciaciones, apenas un 0,06% del total de los casos confirmados.
¿Cuáles fueron los lineamientos para la educación?
Después de cerca de un año sin clases presenciales en las principales jurisdicciones del país durante 2020, lo que habría producido 13% de abandono en los tres niveles obligatorios (inicial, primaria y secundaria) y en el superior no universitario. la decisión del presidente Alberto Fernández de suspender temporalmente otra vez la educación presencial a mediados de abril de 2021 en una fase de crecimiento exponencial de los contagios (en la segunda ola) provocó lo que la BBCdefinió como una "ola de indignación" y una "guerra" entre el gobierno nacional y el de la ciudad de Buenos Aires, que se opuso a esa medida.[3]
El temor era que el recurso de la educación a distancia se prorrogara como el año anterior. La Sociedad Argentina de Pediatría y UNICEF insistieron en que las escuelas deberían ser lo último en cerrar:[4] "Cuanto más tiempo las infancias y adolescencias, especialmente aquellas en condiciones de vulnerabilidad, dejen de asistir a las escuelas, menos probable es que regresen". El Dr. Adolfo Rubinstein, maestro en epidemiología clínica y exministro de Salud, repitió en numerosas ocasiones que el daño de cerrar las escuelas era "irreparable" y que no había ninguna evidencia de que aumentaran los contagios.
El 30 de junio, el ministro de Educación, Nicolás Trotta, informó que 75% de las escuelas del país ya tenían clases presenciales (con protocolos) y que 80% de los docentes y auxiliares tenía al menos una dosis de vacuna contra la COVID-19.
¿Cómo se proyecta el escenario para los próximos meses?
Pese a la tendencia a la baja y la aceleración de la campaña de vacunación en las últimas semanas, habrá una "tercera ola", auguran especialistas como el Dr. Fernán Quirós, ministro de Salud de la Ciudad de Buenos Aires. "Durante el invierno, la contagiosidad aumenta mucho… hay un nuevo aumento por delante", vaticinó el 28 de junio.[5] Sin embargo, la expectativa es que no se superen los peores registros de mayo.
"Que volvamos a tener un repunte de casos depende de un montón de factores. Tenemos que cuidar este descenso de casos, y para eso es muy importante profundizar la campaña de vacunación", añadió la Dra. Rearte a Medscape en español.
Además de incrementar el ritmo de importación de vacunas durante julio, el Gobierno espera que en los próximos días haya más de dos millones de dosis de los componentes 1 y 2 de Sputnik V de producción local. Para alcanzar buena protección frente a la posible introducción de la variante delta, especialistas consideran que sería necesario subir en seis semanas de 10% a 40% la proporción de población con esquema completo de vacunación. Es difícil pensar que se pueda alcanzar ese objetivo en ese lapso.
"La evolución de las curvas es impredecible, el panorama es muy incierto. Va a depender de lo que pase con la variante delta, del ritmo de vacunación de las segundas dosis y de cómo nos sigamos comportando individualmente. La gente lleva muchos meses reprimida y es difícil sostener las medidas, es la condición humana", comentó a Medscape en español la Dra. Silvia González Ayala, profesora titular de la Cátedra de Infectología de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de La Plata, en La Plata.
¿Qué se pudo haber hecho mejor en el país?
"Prefiero tener 10% más de pobres y no 100.000 muertos en Argentina", dijo en abril de 2020 el presidente Fernández. Quince meses después, ambos tristes pronósticos están cerca de cumplirse o ya se cumplieron, lo que políticos opositores atribuyen a la gestión "desastrosa e improvisada" de la pandemia. Los casos confirmados superan los 4,66 millones, el octavo puesto en el mundo, cuando en cantidad de población el país está en el lugar 32. El pasado 28 de junio, un ranking de "resiliencia" de Bloomberg consignó que Argentina era el peor de 53 países para pasar la pandemia, aunque las fotos son dinámicas y las valoraciones, subjetivas.[5]
Existen atenuantes. "En marzo/abril de 2020 el virus era totalmente desconocido. Todos fuimos aprendiendo. Por ejemplo, no sabíamos que los asintomáticos transmiten la enfermedad o que la transmisión por aerosoles era importante. La ciencia avanzó de una manera vertiginosa. Pero ahora el desafío más importante es cómo lograr sostener los cambios de conducta con una población agotada", destacó la Dra. Rearte.
La mayoría de los países en desarrollo también experimentó las mismas dificultades de Argentina para acceder a vacunas que acapararon los países centrales. Y quienes han reclamado por más aperturas "son los mismos que ahora se quejan por los 100.000 muertos", cuando son el resultado natural del aumento de contagios por la relajación de las medidas de salud pública que ellos mismos promovieron, adujo Aliaga.
Sin embargo, otros expertos consideran que a la hora de valorar las políticas del Gobierno hay más en la cuenta del debe que en la del haber.
"El aislamiento social, preventivo y obligatorio a partir del 20 de marzo fue demasiado drástico para todo el país, cuando el problema estaba focalizado en el área metropolitana de Buenos Aires. Se podía haber fortalecido el sistema de salud sin tener tanta gente confinada, lo que generó una catástrofe económica. La política con las vacunas fue errática y no transparente: si se hubieran traído las dosis prometidas en noviembre o diciembre no habríamos tenido tantos muertos. Se promovió el turismo en Semana Santa poco antes del pico catastrófico de mayo. Y se cierran fronteras, mientras se promueven o admiten manifestaciones en Buenos Aires todos los días", señaló la Dra. González.
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Citar este artículo: COVID-19 en Iberoamérica: mosaico de situaciones, evolución y pronóstico - Medscape - 16 de jul de 2021.
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