Medicina verde: cómo pueden contribuir médicos y centros de salud a la reducción de emisiones

Matías A. Loewy

1 de julio de 2021

BUENOS AIRES, ARG. El sector salud contribuye con 4,4% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero y tanto los hospitales como los propios profesionales de la salud deben tomar acciones decididas para reducir ese impacto en el ambiente, el clima y la propia salud de la población, coincidieron especialistas durante la presentación de las versiones en español y portugués de una "hoja de ruta" de descarbonización para el rubro que apunta a alcanzar las emisiones cero en 2050.

Josh Karliner

"Si el sector salud fuera un país, sería el quinto emisor en el mundo de gases de efecto invernadero. Y si continúa sin cambios, triplicaría las emisiones para 2050. Por tanto, tiene un papel para mitigar el cambio climático", afirmó Josh Karliner, director internacional de programas y estrategias de Health Care Without Harm (Salud sin daño), organización global sin fines de lucro con sede en Reston, Estados Unidos, que elaboró el nuevo informe junto con la consultora Arup.[1]

"No se puede tener gente sana en un mundo enfermo. Y si el hospital contribuye, hay que hacer las dos cosas: cuidar al paciente y también el ambiente donde vive", comentó a Medscape en español la Dra. Verónica Torres Cerino, pediatra y toxicóloga, jefa de la Unidad de Toxicología y Ambiente del Hospital Universitario Austral, en Pilar, Argentina.

Dra. Verónica Torres Cerino

El Hospital Universitario Austral, centro privado de alta complejidad de 198 camas ubicado a 50 km de la Ciudad de Buenos Aires, es uno de los 15 hospitales e instituciones de salud en Iberoamérica (incluyendo 6 de Brasil, 2 de España y 3 de México) que se sumaron a la primera cohorte de la campaña Carrera hacia el cero, que auspician Health Care Without Harm y la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático.[2] ¿El objetivo? Reducir a la mitad las emisiones en 2030 y alcanzar la neutralidad de carbono para 2050, o balance neto de cero emisiones de dióxido de carbono (principal gas de efecto invernadero).

"Es una meta ambiciosa, pero debemos tender a lograrlo", subrayó la Dra. Torres.

La iniciativa refleja mayor preocupación por la repercusión sanitaria de la crisis climática, incluyendo aumento de infecciones por la expansión geográfica de vectores, menor acceso a agua segura y alimentos saludables, mortalidad por huracanes, inundaciones, olas de frío o calor; y exacerbación de enfermedades crónicas.

En diciembre de 2020 el grupo multidisciplinario The Lancet Countdown publicó un reporte que examinó las conexiones entre el cambio climático y la salud, y concluyó que alinear la recuperación global de COVID-19 con la respuesta al cambio climático brinda triple ganancia: mejorar la salud pública, promover una economía sostenible y preservar nuestro planeta.[3]

Hasta hace poco tiempo el cambio climático se pensaba como un problema de Greenpeace y de los osos polares, totalmente disociado de sus efectos sobre la salud humana, opinó en una reunión virtual una de las científicas de datos de The Lancet Countdown, la argentina Marina Romanello, Ph. D., quien también es becaria de investigación del Instituto de Salud Global del University College London, en Londres, Reino Unido.[4]

"Es terrible, pero no vamos a cambiar nuestras vidas porque nos digan que en 2100 se van a extinguir los osos polares. Lo que cambia nuestras vidas es saber que hoy estamos robando a nuestros hijos la posibilidad de un futuro saludable, por el sobreconsumo de los recursos naturales", puntualizó.

Siete medidas de alto impacto

El informe de Health Care Without Harm muestra que 84% de las emisiones climáticas del sector sanitario proviene de combustibles fósiles utilizados en diversas operaciones dentro de las instalaciones, la cadena de suministro y la economía en general. Este consumo incluye el uso de carbón, petróleo y gas para las operaciones de los hospitales; viajes relacionados con el cuidado de la salud; y la fabricación y el transporte de productos destinados a la atención médica.

"Quienes lideran al sector salud tienen muchas oportunidades de contribuir a la acción por el clima y de hacerlo inequívocamente, de forma que refleje la urgencia de la crisis climática que nos aqueja. La tarea es colosal y no hay tiempo que perder", instó en el prólogo del documento el Dr. David Nabarro, director de Salud Global en el Institute of Global Health Innovation del Imperial College London, en Londres, Reino Unido, y enviado especial para COVID-19 en Europa de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Para llegar a las cero emisiones "todos en el sector deben jugar un papel: desde los médicos en sus recetas y los ingenieros que promueven el uso de energías eficientes y renovables hasta los directores de los hospitales y los líderes en los ministerios de salud", comentó Karliner a Medscape en español.

De acuerdo con la nueva hoja de ruta hacia la descarbonización, hay siete acciones transversales de alto impacto que el sector salud debería adoptar para posibilitar una reducción acumulativa global de emisiones durante el periodo 2014-2050 de 44,8 gigatoneladas de equivalentes de carbono, lo que es igual a dejar sin extraer más de 2.700 millones de barriles de petróleo anuales durante 36 años.

Las medidas son:

  1. Abastecer al sector salud con energía eléctrica limpia y renovable en 100%.

  2. Invertir en infraestructura y edificios con cero emisiones.

  3. Iniciar una transición hacia medios de transporte y traslado sostenibles con cero emisiones (incluyendo el fomento del traslado a pie, en bicicleta o en transporte público para pacientes y empleados cuando sea factible).

  4. Proporcionar alimentos saludables cultivados en forma sostenible (sin generar desechos).

  5. Incentivar la fabricación de productos farmacéuticos con bajas emisiones de carbono (y promover el reemplazo de aquellos que generan altas emisiones por alternativas más respetuosas con el clima).

  6. Implementar atención circular en salud y gestión sostenible de residuos sanitarios (por ejemplo, reducir el volumen y toxicidad de los desechos).

  7. Establecer sistemas de salud más eficientes (lo que incluye eliminar prácticas innecesarias e ineficientes y vincular la reducción de las emisiones con la calidad de la atención).

Aunque los países de ingresos altos, cuyos sistemas de salud generan la mayor parte de las emisiones globales del sector sanitario, tienen que asumir la mayor responsabilidad en abordar la crisis climática, todos tienen que tomar acciones y avanzar hacia una provisión de salud "climáticamente inteligente", enfatizó Karliner.

Ejemplos prácticos

La crisis ambiental también interpela y moviliza de manera creciente a los propios profesionales de la salud. En noviembre de 2019 el editor de The Lancet, Dr. Richard Horton, sostuvo en un video que los médicos y el resto del equipo de salud deberían involucrarse en protestas no violentas para proteger a la población de la crisis climática.

La Dra. Hayley Pinto, psiquiatra especialista en adicciones de Norfolk, Reino Unido, y activista por la salud del ambiente, confesó haber llorado después de leer reportes sobre la crisis climática: "Si llegamos al punto de un círculo vicioso de calentamiento no habrá nada que nuestros hijos puedan hacer al respecto más que tratar de sobrevivir", alertó. Otros colegas, como el Dr. Pedro Cabrera, presidente del Colegio Médico de Las Palmas, España, afirman que luchar contra el cambio climático "es una obligación ética para los médicos, porque es algo que va a enfermar a la humanidad".[5]

El sector salud no tiene que ser parte del problema, sino de la solución, insistió la Dra. Torres. El hospital Austral, donde trabaja, encaró desde 2006 distintas iniciativas en compras sostenibles, incluyendo el control o la eliminación de adquisición de productos con mercurio, bisfenol A, glutaraldehído, alcohol isopropílico, triclosán o tolueno para anatomía patológica, entre otros.

La institución también dejó de recibir muestras médicas, inició en 2016 el recambio progresivo a luminarias LED, empezó a medir la huella de carbono, y compró trituradoras para aumentar el papel reciclado, entre otras medidas. "La gente piensa que los grandes cambios son los que generan soluciones, pero hay que ir ganando las pequeñas batallas", dijo la Dra. Torres, quien también es docente a cargo de la Cátedra de Toxicología en la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral.

Otro establecimiento embarcado en la Carrera hacia el cero, y que también integra la Red Global de Hospitales Verdes y Saludables de Health Care Without Harm, es el Hospital Clínica Bíblica, en San José, Costa Rica, que desde hace una década viene desarrollando acciones para la reducción de residuos y de la huella ambiental en energía.[6]

"Los resultados hasta ahora son bastante satisfactorios. Hemos implementado el uso de 228 paneles fotovoltaicos, 24 paneles solares para calentar agua, y además implementamos el uso de luminarias LED en nuestros edificios, lo que nos permite reducir alrededor de 15 toneladas de equivalentes de carbono por año", indicó a Medscape en español el ingeniero Andrés Alvarado, gerente de Calidad y Ambiente de la institución costarricense de 71 camas y 10 salas de cirugía.

Otro eje en que las instituciones pueden trabajar para controlar emisiones se relaciona con reducir los plásticos y envoltorios de fármacos y productos biomédicos, limitar el uso de anestésicos inhalatorios (como desflurano), cuyo potencial de calentamiento global puede ser casi 2.500 veces superior al de una masa equivalente de carbono, y seleccionar inhaladores para el asma, que según un estudio podrían liberar en cinco dosis tanto carbono como un viaje en automóvil de 15 km.

María Marta Cozzarín

Por ejemplo, reemplazar una marca de salbutamol inhalatorio con menor volumen de propelente que otra resulta en un ahorro de emisiones de 858 kilos de carbono cada 1.000 unidades, según calculó María Marta Cozzarín, jefa de farmacia y exdirectora del Hospital Regional Ushuaia, en Ushuaia, en el extremo austral argentino, quien lidera una iniciativa del establecimiento para compras sustentables.

"Cuando vemos un fármaco u otro producto, vemos la punta de iceberg. En la huella ambiental influye la forma farmacéutica, con qué material se hace el envase, qué excipientes contiene, cuántas unidades trae cada caja, si requiere o no cadena de frío, dónde se lo produce, etcétera. En la medida de lo posible hay que considerar esas variables (entre otras) en la elección", manifestó Cozzarín a Medscape en español.

Andrea Hurtado Epstein

Sin embargo, un "territorio inexplorado" comprende el hecho de que se realicen más investigaciones que comparen distintas intervenciones o tratamientos que logren los mismos resultados con menos emisiones, indicó a Medscape en español Andrea Hurtado Epstein, maestra en política ambiental y coordinadora del programa de cambio climático para Latinoamérica de Health Care Without Harm.

Una gota en el océano, pero muy importante

Las "5 R" (rechazar, reducir, reutilizar, reciclar y repensar/rediseñar) también son una guía para gestionar productos biomédicos y otros insumos de una forma amigable con el ambiente y hasta más económica. Por ejemplo, un experto francés calculó que si las instituciones recuperaran los metales preciosos de hojas de laringoscopio y otros dispositivos médicos desechables, podrían ahorrar en costos de incineración y ganar de 30.000 a 40.000 euros mensuales.

Pero los expertos coinciden en que todas las iniciativas ambientales del sector salud, en última instancia, dependen también del convencimiento y el compromiso sostenido de los proveedores de servicios de salud.

Cozzarín, quien también es docente de Química General, Inorgánica y Orgánica para estudiantes de Ciencias Ambientales, Geología y Biología de la Universidad Nacional de Tierra del Fuego, en Ushuaia, considera que un paso importante para aumentar la sensibilidad de los médicos y otros profesionales de la salud en la reducción de emisiones y el cuidado del planeta es fortalecer la educación ambiental en las carreras de grado.

"Tomar conciencia de que nuestras acciones generan un impacto, no solo en el ambiente, sino también en la salud de los pacientes que luego asistimos en los hospitales, puede ser un punto de inflexión", sostuvo Cozzarín. Una vez que uno toma noción, "es como descorrer un velo y ya nada es igual", coincidió la Dra. Torres.

Especialistas recomiendan a la comunidad médica que considere tomar decisiones personales para reducir la huella de carbono individual, que discuta los impactos del clima en la salud con colegas y pacientes, y que eduque a los legisladores sobre la importancia de abordar el cambio climático.

En el mundo crecen los que suman su grano de esfuerzo en esa línea. Un grupo de médicos belgas del colectivo Docs for climate, por ejemplo, manifestó estar comprometido con desarrollar y compartir conocimiento sobre las consecuencias y riesgos para la salud por los cambios del clima y del ambiente. Y aseguró estimular a los pacientes "en sus deseos de cambios individuales y participar en la reducción de la huella ambiental del sector salud".

Para la Dra. Torres los médicos no solo deberían incorporar la variable ambiental en el interrogatorio de sus pacientes, sino que también podrían adoptar conductas prácticas en sus consultorios o proponer cambios en sus ámbitos de desempeño que contribuyen a la reducción de emisiones. Por ejemplo, limitar los plásticos de un solo uso (como vasos), reducir el uso de ciertas sustancias químicas (no hay que desinfectar las áreas de uso común como si fueran quirófanos), apagar luces y computadoras cuando no se estén usando, y reemplazar las luminarias clásicas por las LED.

"Todo suma. Como decía la Madre Teresa: a veces sentimos que lo que hacemos es solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota", concluyó la Dra. Torres.

La Dra. Torres y Karliner, Hurtado, Cozzarín y Alvarado han declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente.

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