COMENTARIO

COVID-19 y cardiopatías congénitas: reflexiones del grupo de trabajo en adultos con cardiopatías congénitas de la Sociedad Interamericana de Cardiología

Dr. John Jairo Araujo

Conflictos de interés

27 de abril de 2021

Encuentre las últimas noticias y orientación acerca de la COVID-19 en el Centro de información sobre el coronavirus (SARS-CoV-2).

En el transcurso de la pandemia la Sociedad Interamericana de Cardiología (SIAC) ha publicado más de 30 revisiones y recomendaciones realizadas por expertos en relación a la COVID-19 y las enfermedades cardiovasculares. Estas han despejado dudas entre la comunidad médica y han servido de lineamiento para continuar la atención de las enfermedades cardiovasculares con lo que muestra la evidencia actualmente.

En esta ocasión el Dr. Jairo Araujo destaca la información desarrollada sobre SARS-CoV-2 y cardiopatías congénitas.[1]

La pandemia de COVID-19 nos sorprende cada día con su constante evolución alrededor del mundo. Estar preparados y conscientes de que el virus ha llegado para quedarse, saber adaptarnos y seguir con la atención en salud, es nuestro propósito.

Cronología de la infección en las Américas

El primer caso de COVID-19 en las Américas fue informado el 1 de enero de 2020 en Estados Unidos, un hombre de aproximadamente 30 años, originario del estado de Washington, que había viajado recientemente a China.

Posteriormente, en Latinoamérica, Brasil reportó el primer caso el 25 de febrero de 2020 en San Pablo en un paciente procedente de Milán, Italia. Para esa fecha Italia era el país europeo con más casos de contagio, seguido de España.

Después de esto comenzaron a notificarse más casos en todos los países de Norteamérica, Centroamérica, Sudamérica y, por último, en el Caribe, cuando Bonaire confirmó un caso el 18 de abril de 2020 y a un año, el 18 de abril de 2021 la pandemia de COVID-19 no muestra signos de relajación, la incidencia mundial de casos y muertes aumenta a en relación con la tasa desde mediados de febrero de 2021; un tercio de los casos y muertes acumulados a nivel mundial por COVID-19 ha sido reportados solo en los últimos tres meses, con casos semanales que alcanzaron niveles similares al pico anterior en enero de 2021.

La tasa global de letalidad por infección se estimó entre 0,1% y 1,0%, un aumento con respecto a enero impulsado en gran medida por un aumento en la región de las Américas. El mundo alcanzó un hito trágico: más de tres millones de personas han perdido la vida a causa de la COVID-19, con cerca de la mitad de estos fallecimientos en las Américas.

De enfermedad pulmonar respiratoria a enfermedad multisistémica con importante afección cardiovascular

Cuando el brote epidémico se inició en diciembre de 2019 en la ciudad de Wuhan, China, el común denominador de la infección fue el desarrollo de una forma grave de infección pulmonar y distrés respiratorio. A esto le sigue el brote epidémico en Italia y España, donde además de la infección respiratoria grave se documentó descompensación de enfermedades cardiovasculares e incremento en la mortalidad por esta causa.

Esto despertó el interés de muchos investigadores, que inicialmente asociaron la COVID-19 a un estado de estrés que altera la homeostasis hemodinámica generando aumento en la demanda del consumo de oxígeno miocárdico, desestabilización de la enfermedad coronaria, incremento de los eventos coronarios agudos, arritmias y falla cardiaca, entre otras.

Polémicas sobre descontinuar el uso de los inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina, anticoagulación, entre otros, se sucedieron con pros y contras. Se desarrollaron múltiples protocolos y durante la pandemia se ha informado sobre el efecto del SARS-CoV-2 en los pacientes y algunos de sus efectos a largo plazo.

Factores de riesgo, preexistencias médicas y su relación con el desenlace ante infección por SARS-CoV-2

El virus del SARS-CoV-2 ha mostrado más afección en personas mayores de 60 años con comorbilidades cardiovasculares (hipertensión arterial sistémica, insuficiencia cardiaca, enfermedad coronaria, entre otras), comorbilidades respiratorias (enfermedad pulmonar obstructiva crónica, asma, hipertensión pulmonar), y comorbilidades sistémicas y metabólicas (diabetes, cáncer).

Sin embargo, hay informes de casos en personas jóvenes y población pediátrica sin aparentes factores de riesgo con desenlaces graves que han sumado más decesos en el mundo, lección que nos enseña que el SARS-CoV-2 puede afectar a cualquier persona, sin importar edad, sexo, raza, condición social o estado de salud, resaltando lo vulnerable que puede ser la especie humana.

Enfermos con cardiopatías congénitas, un subgrupo de "alto riesgo"

La cardiopatía congénita no se detiene: "independiente a la pandemia de COVID-19 siguen naciendo niños con esta patología, y cada año serán más los adultos con cardiopatías congénitas". Estas palabras fueron expresadas previamente en el documento sobre las recomendaciones para el reinicio de actividades clínicas en la etapa pospandemia, por el grupo de trabajo en adultos con cardiopatías congénitas del consejo de cardiología pediátrica y adultos con cardiopatías congénitas de la Sociedad Interamericana de Cardiología.[2]

En Latinoamérica cada año nacen 54.000 niños con cardiopatía congénita, 45% tiene defectos de mediana y alta complejidad, 25% necesita un procedimiento quirúrgico en su primer año de vida; 90% de estos alcanzará la edad adulta, y se estima que hay alrededor de 1,8 millones de adultos con cardiopatías congénitas viviendo actualmente en Latinoamérica.[3]

El concepto claro es que estos defectos congénitos están reparados, más no curados. Muchos de estos enfermos tienen lesiones residuales que requieren seguimiento y manejo especializado de por vida. El ritmo de crecimiento de esta población no se detendrá, siendo anual, de 5% a 6%, y proyectado hasta 11% en 2030. A la morbilidad de la cardiopatía congénita se añaden las comorbilidades propias del adulto, siendo así una combinación dañina. Debido a la gran heterogeneidad de las cardiopatías congénitas, manifestada como alteraciones hemodinámicas, del ritmo, de la coagulación, del sistema inmune, del sistema respiratorio, la disfunción de órganos objetivo, las anormalidades hematológicas, entre otras, se estima que estos factores de riesgo podrían tener empeoramiento en la evolución y resultados adversos en esta población frente a la potencial infección por el coronavirus.

Bajo esta última premisa, la American Heart Association (AHA) lleva a cabo la investigación internacional sobre el impacto de la COVID-19 en adultos con cardiopatías congénitas, en la que algunos países de Latinoamérica son centros colaboradores. Esto nos permitirá conocer los verdaderos resultados y comportamiento final en lo referente a la infección y las cardiopatías congénitas del adulto.[4]

Cardiopatías congénitas y estado proinflamatorio

Las cardiopatías congénitas cianóticas y no cianóticas tienen expresión aumentada de citocinas como factor de necrosis tumoral alfa e interleucina-6. Estudios e investigaciones previas han mostrado la relación entre grelina (péptido de 28 aminoácidos, potente estimulador de liberación de la hormona del crecimiento que se ha implicado en el control de la ingesta de alimentos y la homeostasis energética en humanos) y las cardiopatías congénitas.

La relación entre grelina y citocinas puede explicarse por el posible efecto de la insuficiencia cardiaca congestiva crónica e hipoxemia crónica en las cardiopatías congénitas.[5]

Cardiopatías congénitas y factores de riesgo conocidos

Factor Asociación Consecuencia
Hipoxemia: saturación < 90%, respirando aire ambiente. Disminución de radicales libres de oxígeno: hidroxilo (OH), aniones superóxido (O–2) y peróxido de hidrógeno (H2O2) Diminución de respuesta oxidativa a las infecciones y aumento del crecimiento bacteriano.
Cardiopatías tronco-conales (tetralogía de Fallot, doble vía de salida del ventrículo derecho, tronco arterioso común). Trastornos inmunológicos portadores del síndrome de deleción 22q11 (SD22q11) hipoplasia o aplasia del timo. Respuesta humoral y celular reducida ante las infecciones.
Hipertensión arterial pulmonar. Alteraciones hemodinámicas derivadas de la sobrecarga de presión sobre cavidades derechas e insuficiencia cardiaca. Disminución de respuesta del ventrículo derecho y circulación pulmonar.
Insuficiencia cardiaca. Pobre respuesta a los eventos de estrés hemodinámico. Mayor morbilidad y riesgo de ingreso a cuidado intensivo.
Trastornos hematológicos graves. Trombocitopenia, eritrocitosis secundaria. Trombosis de grandes vasos o periféricas
aumento del riesgo de sangrado, hemoptisis.
Hipertensión arterial sistémica. Inestabilidad hemodinámica. Incremento de insuficiencia cardiaca.
Arritmias. Inestabilidad del ritmo. Disociación atrioventricular, incremento de la insuficiencia cardiaca, riesgo de ictus.

Por el momento no sabemos con certeza cuál es su comportamiento en la infección por el virus del SARS-CoV-2. Pocas publicaciones están relacionadas con las cardiopatías congénitas y la COVID-19, quizá debido a la falta de investigaciones dirigidas a este grupo especial de pacientes y las medidas de confinamiento que ha tenido resguardada a esta población.

Los datos más relevantes son aportados por el grupo de Italia, donde se destacan las principales complicaciones que incluyen insuficiencia cardiaca (9%), palpitaciones/arritmias (3%), ictus/ictus isquémico transitorio (3%) e hipertensión pulmonar (3%).[6]

La importancia de la vacunación y priorización de grupos de riesgo

Desde el lanzamiento de la vacunación en todo el mundo, las políticas coinciden en empezar la inmunización en el siguiente orden: trabajadores de la salud, personas de avanzada (> 80 años) y personas con comorbilidades y factores de riesgo (cáncer, quimioterapia, etc.).

En el caso de las cardiopatías congénitas podemos decir que los pacientes son de alto riesgo. Sin embargo, debido a la edad aún joven de muchos de ellos y su relativa estabilidad hemodinámica, no son priorizados en la mayoría de países.

Recientemente el American College of Cardiology ha escrito la declaración de política de salud sobre las enfermedades cardiovasculares para priorización de la vacuna contra la COVID-19.[7] Este documento contempla varios trastornos cardiometabólicos a tener en cuenta en el momento de clasificar a los enfermos en orden de vacunación, entre ellos hipertensión sistémica, diabetes, obesidad, enfermedad coronaria, arritmias, falla cardiaca, trasplante cardiaco e hipertensión pulmonar. Las cardiopatías congénitas ocupan el último lugar de la discusión del documento.

Sin embargo, si tenemos en cuenta lo antes descrito, podemos concluir que las cardiopatías congénitas reúnen todos los factores de riesgo mencionados antes. Nuestros pacientes con cardiopatías congénitas deben ser priorizados como grupo de riesgo que requiere vacunación tan pronto como sea posible.

El Dr. John Jairo Araujo ejerce como médico cardiólogo en Colombia y es copresidente del Grupo de trabajo en adultos con cardiopatías congénitas del Consejo de pediatría y cardiopatías congénitas pediátricas y del adulto de la Sociedad Interamericana de Cardiología (SIAC). Asimismo, funje como editor adjunto y miembro de consejos editoriales de diferentes revistas científicas internacionales. Lo pueden seguir en Twitter como @JohnJairoArauj1

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