COMENTARIO

Importancia de la vacunación contra SARS-CoV-2 en pacientes oncológicos

Dr. Henry Gómez Moreno

Conflictos de interés

17 de marzo de 2021

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La COVID-19 es una emergencia de salud pública a nivel mundial, que se caracteriza por la transmisión rápida de persona a persona, logrando la propagación de la pandemia; se han descrito grupos de riesgo de desarrollar la forma grave de esta infección, entre los cuales se encuentran los adultos mayores y las personas con comorbilidades.[1]

Los pacientes oncológicos constituyen un grupo susceptible a sufrir de la forma grave de infección por COVID-19, en comparación con las personas sin cáncer, ya que la malignidad y la terapia contra el cáncer dan como resultado un estado inmunosupresor.[2] Los hallazgos son observaciones basadas en estudios retrospectivos no comparativos y sugieren que las neoplasias hematológicas, cáncer de pulmón y tumores sólidos en estadio metastásico se asocian con mayor riesgo.

Liang publicó que los pacientes con cáncer tienen mayor riesgo de infecciones graves, con aumento de 3,5 veces del riesgo de necesitar ventilación mecánica o ingreso en la unidad de cuidados intensivos o fallecer, en comparación con los pacientes sin cáncer.[3]

Las tasas de gravedad y mortalidad según el registro de COVID-19 del Cancer Consortium (CCC19) y otras cohortes han oscilado entre 5% y 61%, siendo mucho mayores a las de la población general, que fluctúan entre 2% y 3%; es importante tener en consideración que la población con cáncer por lo general es de mayor edad y, por ende, con más comorbilidades, malnutrición y estado funcional deteriorado.[4]

Un daño colateral de la pandemia actual por SARS-CoV-2 consiste en los retrasos en la detección, diagnóstico, tratamiento y vigilancia de pacientes con cáncer, lo que se asociará en un futuro cercano a mayor riesgo de morbimortalidad relacionada al cáncer, así como a carga económica importante y altos volúmenes de pacientes que necesitan atención en los sistemas de salud, que al momento se encuentran colapsados.[5]

Así, tenemos por un lado el riesgo de una infección hasta el momento poco conocida y sin tratamiento específico, facilitada por la inmunosupresión característica de nuestros pacientes y potencialmente agravado por la toxicidad del tratamiento oncológico, las comorbilidades del paciente, la extensión de enfermedad, estado funcional y nutricional, entre otros factores, y por otro lado están presentes la propia enfermedad neoplásica y el riesgo de pérdida de recibir atención médica oportuna de la enfermedad de fondo, debido a la coyuntura actual en la cual hay limitación y reordenamiento de recursos en salud, teniendo un papel esencial en este contexto los principios de bioética médica.[6]

Vacunación contra SARS-CoV-2 a pacientes oncológicos

La presencia de una pandemia y la experiencia previa con virus similares han acelerado el desarrollo de la vacuna de años a meses; actualmente la Organización Mundial de la Salud (OMS) cuenta con 52 proyectos en fase de desarrollo clínico en busca de obtener inmunidad protectora contra el virus SARS-CoV-2.

Las tecnologías que se aplican para el desarrollo de la vacuna están basadas en ARN mensajero, virus inactivados, atenuados o modificados genéticamente, péptidos virales largos sintéticos y ADN plasmídico.[7]

Si bien contamos con pocos ensayos publicados, entre ellos BNT162b2 (BioNTech/Pfizer) y ChAdOx1 nCoV-19 (University of Oxford/AstraZeneca), se ha demostrado rango de eficacia entre 95% y 62,1%, respectivamente.[8,9]

En general, las vacunas basadas en ARN mensajero han mostrado protección > 90% contra la infección COVID-19, mientras que una vacuna basada en vectores adenovirales no replicantes ha mostrado tasas de protección de 62% a 90% conferidas por diferentes esquemas de dosificación.

La evidencia con respecto a la vacunación en pacientes con cáncer es limitada; se desconocen la actividad de la vacuna, la dosis y frecuencia óptimas, la seguridad, el potencial de interacción con terapias antineoplásicas u otras comorbilidades, por lo que estarían justificados los estudios observacionales prospectivos que se centren en pacientes con cáncer activo que reciben quimioterapia, terapia dirigida o inmunoterapia, así como en pacientes en fase crónica de la enfermedad o en la fase de sobrevida y según los resultados evaluar la necesidad de realizar ensayos clínicos intervencionistas.

Sin embargo, según la extrapolación de datos de otras vacunas, es concebible que la eficacia y seguridad de la vacunación contra COVID-19 sea similar a la de los pacientes sin cáncer; aunque falten datos de ensayos clínicos, los beneficios de la vacunación parecen superar de manera significativa y sustancial los riesgos.

Es importante considerar estrecha vigilancia y seguimiento de los pacientes con cáncer después de la vacunación contra la COVID-19 para evaluar los posibles eventos adversos y medir los resultados clínicos reales, la eficacia en dicha población y según el tipo de cáncer, la fase en la se encuentra (cáncer activo en tratamiento, enfermedad crónica después del tratamiento o sobrevida) y el tipo de tratamiento oncológico que recibe.

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