COVID-19: 80% de los sanitarios españoles sufrió insomnio en la primera ola de la pandemia, tendencia que se mantiene en la actualidad

Carla Nieto Martínez

4 de marzo de 2021

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MADRID, ESP. Las alteraciones del sueño, especialmente el insomnio, se encuentran dentro de los principales efectos colaterales de la pandemia de COVID-19 en la salud de los sanitarios españoles durante la primera ola, y la percepción de los especialistas es que esta tendencia se mantiene hasta el momento.

Concretamente, 80% de los profesionales reconoció haber sufrido insomnio durante los meses de marzo, abril y mayo de 2020, señalan resultados de dos estudios presentados en el marco de la LXXII Reunión Anual de la Sociedad Española de Neurología, que reflejan aumento importante de este problema, teniendo en cuenta que a comienzos del año pasado las estimaciones de la sociedad médica situaban la incidencia del insomnio entre los sanitarios en 45%.

"Es indudable que la sensación de miedo, ansiedad e incertidumbre generada por la pandemia ha incrementado considerablemente estas cifras entre la población española, y si a esta situación añadimos la sobrecarga asistencial o la presión a la que están siendo sometidas muchas personas en su ámbito laboral (como ocurre en el caso de los sanitarios), los efectos de la pandemia en la calidad del sueño son aún más llamativos", comentó el Dr. David Ezpeleta, secretario de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Neurología, durante su intervención en la última reunión de esta sociedad médica.

Aunque es pronto para cuantificar el verdadero alcance de la pandemia en el desarrollo de los trastornos del sueño, en el caso de los profesionales sanitarios existen aproximaciones procedentes de los dos estudios presentados durante esta reunión, llevados a cabo por neurólogos del Complejo Hospitalario La Mancha Centro, de Ciudad Real y el Hospital Universitario Doce de Octubre, de Madrid, con el objetivo común de analizar el impacto de la pandemia en los patrones de sueño de este colectivo.

Uno de estos trabajos se centró en los sanitarios que estuvieron directamente expuestos a la atención de pacientes infectados de coronavirus, con la intención de evaluar la calidad del sueño y el desarrollo de los trastornos relacionados con este.[1]

Mediante una encuesta anónima se compararon dos grupos de profesionales en contacto directo con estos pacientes: sanitarios (100) y no sanitarios (70), comprobando al final del estudio de dos meses de duración que los integrantes del grupo sanitario presentaron más trastornos y también reportaban peor calidad del sueño.

La atención en primera línea como evento estresor

Dr. Alejandro Herrero San Martín

El Dr. Alejandro Herrero San Martín, del Servicio de Neurología del Hospital Universitario Doce de Octubre y primer autor de este trabajo, comentó a Medscape en español: "Nuestra idea inicial era realizar una segunda encuesta tras la finalización del evento estresor (en este caso, exposición al tratamiento y atención a pacientes COVID-19), pero desafortunadamente este evento aún no ha concluido y muchos integrantes del personal sanitario siguen expuestos y no han recuperado la ‘normalidad’".

Sin embargo, y a pesar de no haber materializado esa segunda encuesta, todo apunta a que la tendencia reflejada en el estudio ha persistido durante todos estos meses, afirmó el Dr. Herrero.

"Las aproximaciones que tenemos respecto a esa afectación proceden de la práctica clínica habitual, según la cual parece que estos trastornos de sueño se han mantenido desde el inicio de la pandemia, sobre todo en aquellos profesionales que siguen en la primera línea de la atención de COVID-19, pero en este caso no se podrá valorar de forma adecuada hasta que ceda el elemento estresor, pues la mayoría del personal sanitario no ha recuperado su actividad habitual", añadió.

En cuanto al hecho de que se habían apreciado diferencias en cuanto a la afectación de estos trastornos entre las diferentes especialidades, el Dr. Herrero explicó que en el estudio no se discriminó entre servicios médicos, sino entre distintos tipos de trabajadores sanitarios, observando que en la enfermería había ligera tendencia a puntuar peor en las pruebas de calidad del sueño y también a presentar más síntomas de insomnio.

Además del insomnio, la investigación reveló mayor prevalencia de otros trastornos: "Concretamente pesadillas, despertares de tipo precoz, parasomnias como sonambulismo y terrores nocturnos, y también peor puntuación en el cuestionario de calidad del sueño PSQI (índice de Pittsburgh) entre el personal sanitario", destacó el neurólogo.

Asimismo, tras realizar el análisis de regresión múltiple se observó que el trabajo a turnos se asociaba con mayor probabilidad para el desarrollo de estos síntomas.

Respecto a la posibilidad de extrapolar los datos arrojados por este estudio a todo el colectivo médico teniendo en cuenta que un año después del inicio de la crisis sanitaria la mayoría de los sanitarios ha atendido y sigue atendiendo de una u otra manera a pacientes COVID-19 o pos-COVID-19, el Dr. Herrero señaló: "La muestra de nuestro trabajo fue de 100 trabajadores sanitarios y los resultados están en la línea de otros estudios, por lo que consideramos que se podrían extrapolar a todo el colectivo sanitario siempre y cuando tengan exposición directa al tratamiento o atención de estos pacientes".

"Normalización" e impacto en la población general

El especialista agregó: "No obstante, habría que ponderar qué papel tienen la ‘normalización de la enfermedad’ y la disminución en la carga de trabajo respecto a la primera ola, momento en que se realizó el estudio. En este sentido se tendría que comprobar si actualmente las condiciones de exposición son similares a las que se tenían cuando se llevó a cabo la investigación".

Asimismo, el Dr. Herrero añadió que la intención de su equipo es la de llevar a cabo la continuación del estudio una vez que se haya estabilizado la situación laboral del personal sanitario. "También contemplamos la posibilidad de realizar otra encuesta en esta línea un año después de haber puesto en marcha la primera". El segundo estudio, realizado por el servicio de neurología del Complejo Hospitalario La Mancha Centro, con la Dra. Ana María González Manero como primera autora, analizó el impacto de la pandemia en la prevalencia del insomnio en un total de 50 profesionales pertenecientes a un área sanitaria especialmente castigada por la COVID-19 y con importante carga asistencial.[2]

Los resultados evidenciaron "notable incremento en la prevalencia del insomnio clínicamente significativo" en esta subpoblación. Otro dato aportado por esta investigación fue que 82% de los encuestados respondió a melatonina en asociación para tratar este problema del sueño.

Dra. Ana Fernández Arcos

En relación a que estos datos procedentes de los sanitarios sean similares a la tendencia observada en el resto de la población, la Dra. Ana Fernández Arcos, coordinadora del Grupo de Estudio de Trastornos de la Vigilia y el Sueño de la Sociedad Española de Neurología, quien no participó en ninguno de los estudios, declaró a Medscape en español que a medida que transcurren los meses aparecen más datos poblacionales de distinto origen, "y todos describen un cambio en los patrones del sueño, que ocurre entre 50% y 70% de las personas estudiadas y que además coinciden en reflejar peor calidad del sueño relacionada con el incremento de la ansiedad o el estrés".

La Dra. Fernández comentó cómo el nuevo estilo de vida impuesto por el confinamiento y el teletrabajo ha cambiado los horarios y los patrones de sueño y las consecuencias derivadas de ello a corto y mediano plazos: "Esta situación podría suponer menor tiempo de sueño nocturno aunado a peor calidad del descanso, debido a que tanto el horario como las actividades que se llevan a cabo antes de dormir son importantes para un descanso adecuado".

"Esto conlleva la posibilidad de presentar síntomas diurnos, además de somnolencia y fatiga; dificultad para concentrarse y mantener la atención sostenida; irritabilidad y tendencia al desánimo, así como aumento del apetito con el consiguiente incremento de peso”, puntualizó la especialista.

“En cuanto a la salud a mediano-largo plazo, esta situación se asocia con el incremento del riesgo de sufrir problemas como hipertensión arterial, enfermedad cardiovascular y cerebrovascular y trastornos mentales", dijo la Dra. Fernández.

Del estrés postraumático a la fatiga pandémica

Acerca de la evidencia de una relación entre las alteraciones del sueño observadas y la posibilidad de padecer fatiga pandémica, el Dr. Herrero señaló que existe nexo directo con un efecto bidireccional entre los trastornos del sueño, sobre todo el insomnio y la fragmentación del sueño, y los trastornos afectivos, los cuales son síntomas fundamentales incluidos en el término fatiga pandémica.

"Por tanto, cabría esperar que exista vínculo directo entre ambos, y en base a estudios previos sobre estados de hiperalerta y respuesta al estrés, es presumible que la aparición de trastornos del sueño de forma precoz tras la exposición al agente estresante podría ser un factor asociado a mayor riesgo de desarrollar estos trastornos afectivos o, en este caso, de la fatiga pandémica, de forma similar a lo que ocurre en el espectro del trastorno por estrés postraumático. En este sentido ya hay varios estudios que también muestran más prevalencia de trastornos afectivos en el personal sanitario que ha estado expuesto durante la pandemia".

"Las consecuencias a mediano-largo plazo aún están aún por esclarecerse, si bien es probable que influyan sobre el rendimiento laboral de los profesionales y su calidad de vida, así como en su estado de salud general, dado que, por ejemplo, el insomnio se ha asociado con mayor riesgo de enfermedad cardiovascular y aumento de mortalidad", añadió.

En relación a este tema, la Dra. Fernández se refirió a la necesidad de encuadrar el concepto de fatiga pandémica, tan aludido en la actualidad desde todos los ámbitos: "Hay que diferenciar la forma en que lo describe la Organización Mundial de la Salud (desmotivación para seguir las conductas de protección recomendadas, que aparece de forma gradual en el tiempo y que está afectada por diversas emociones, experiencias y percepciones, así como por el contexto social, cultural, estructural y legislativo), de la fatiga como secuela en pacientes que han padecido la enfermedad".

La especialista explicó que esta última ya había sido descrita tras otras infecciones víricas. "Se considera que en la COVID-19 la fatiga puede producirse en más de la mitad de los afectados, y en este caso se define como la experiencia subjetiva de molestia física y mental de cansancio o agotamiento que se caracteriza por problemas en la concentración, somnolencia, debilidad muscular y falta de energía. Algunos estudios apuntan a una alteración de la neurotransmisión GABAérgica".

Estrategias de abordaje para la nueva realidad

El aumento de los trastornos del sueño y la permanencia en el tiempo de los factores derivados de la COVID-19 que los propician están instando a los especialistas a adoptar medidas específicas para afrontar esta nueva situación.

"Desde todos los ámbitos sanitarios se aconseja encontrar un tiempo razonable de desconexión de las noticias y buscar actividades que resulten agradables. Para lograr un descanso adecuado recomendamos mantener horarios de sueño regulares, usar la cama solo para dormir, realizar actividad física durante el día y evitar el uso de pantallas lumínicas horas antes de ir a dormir", puntualizó la Dra. Fernández.

"En el caso concreto del área de la neurología, desde la Sociedad Española de Neurología se han llevado a cabo esfuerzos para optimizar la información sobre la COVID-19 para los profesionales sanitarios tanto con el Manual COVID-19 para el Neurólogo General como a través de folletos para las diferentes patologías. Asimismo, los neurólogos hemos procurado mantener la cercanía con los pacientes a través de visitas telemáticas en la medida de lo posible, para minimizar los riesgos y las visitas presenciales", finalizó.

El Dr. Herrero y la Dra. Fernández han declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente.

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