
Dr. Ronald Pies
Cuando muchas personas en todo el país, sin mencionar en cargos públicos, creen que el mundo está dirigido por un grupo de pedófilos satánicos que incluye a los principales demócratas y las élites de Hollywood, y que el expresidente Trump está liderando una misión secreta para llevar a estos malhechores ante la justicia, uno no puede evitar preguntar si tienen al menos algún grado de problema mental.[1,2]

Dr. Joseph Pierre
Las teorías de la conspiración a menudo se reciben con connotaciones psiquiátricas asociadas con creadores de planes paranoicos y con no creyentes. Pero mientras teorías como QAnon ponen a prueba la credibilidad de muchas personas, podríamos argumentar que probablemente no sean producto de psicosis o enfermedades mentales; tampoco las teorías de la conspiración en general representan delirios.
Por un lado, las encuestas han revelado consistentemente que alrededor de 50% de la población cree en al menos una teoría de la conspiración.[3] Además, como ilustramos en la tabla 1, existen varias diferencias sustanciales entre creer en teorías de conspiración y los delirios.
Algunos investigadores consideran que las teorías de la conspiración son "un subconjunto de creencias falsas", pero la mayoría de los profesionales, incluidos nosotros mismos, no prejuzgamos su validez o veracidad.[4] Las conspiraciones de la vida real, como el programa MK-Ultra de la CIA, han ocurrido claramente a lo largo de la historia.[5]
Nuestro argumento central es que creer en teorías de conspiración es distinto de la psicosis, y se asemeja más a las creencias religiosas o políticas extremas que son sancionadas subculturalmente.[6] Sin embargo, la línea entre creer en conspiraciones y el delirio se vuelve borrosa cuando el creyente se convierte en parte de la teoría de conspiración y se siente obligado a actuar sobre la base de la creencia como parte de una misión personal.
Tomemos a Edgar Maddison Welch, un hombre de 28 años que creía firmemente en la llamada teoría de la conspiración Pizzagate , la afirmación infundada de que Hillary Clinton y las élites demócratas estaban dirigiendo una red de tráfico sexual infantil desde una pizzería de Washington, Estados Unidos.[7] Al verse a sí mismo como un posible salvador de niños, Welch condujo 350 millas hasta la pizzería desde su casa en Carolina del Norte en diciembre de 2016 y disparó tres tiros con un rifle estilo AR-15 a la puerta de un armario cerrado con llave, y finalmente se rindió a la policía. Sin embargo, al ser interrogado, rápidamente admitió:[8] "La información sobre esto no fue 100% real".
¿Quién cree en las teorías de conspiración?
Dado que la mitad de la población cree en al menos una teoría de conspiración, no debería sorprendernos que no exista un "perfil" confiable para los creyentes. Aunque algunos estudios han sugerido asociaciones con bajo nivel educativo; orientación política de derecha y ciertos rasgos de personalidad, como la paranoide subclínica y la esquizotípica, tales hallazgos han sido inconsistentes y pueden variar según cada teoría de conspiración.[9,10,11] Las asociaciones entre creer en teorías de conspiración y la paranoia sugieren una superposición dentro de una "mentalidad conspirativa", con evidencia reciente de que la "desconfianza en la burocracia" es un mediador clave entre creer en las conspiraciones y la ideología política.[12]
Otra "peculiaridad cognitiva" cuantitativa reportada en aquellos que creen en conspiraciones es la necesidad de certeza y control; una necesidad de ser únicos, percepción de patrones ilusorios y falta de pensamiento analítico.[13] No está claro cuáles de estos factores pueden representar explicaciones cognitivas universales para las creencias conspirativas, frente a aquellas que podrían estar relacionadas con creencias específicas, como la necesidad de certeza durante tiempos de crisis y agitación social, cuando las teorías de la conspiración tienden a florecer.[14]
Manifestante Jake Angeli dentro del Capitolio de Estados Unidos el 6 de enero de 2021.
Gran parte de la investigación sobre creer en teorías de conspiración se basa en la cuestionable premisa de que se comprende mejor al nivel de la psicopatología del individuo, o el "modelo de déficit", como se le llama. Uno de nosotros (JMP) ha propuesto en cambio un modelo de dos componentes que incluye el contexto social e informativo.[15] El primer componente, la desconfianza epistémica, implica desconfiar del conocimiento convencional "autoritativo". El segundo involucra el procesamiento de información sesgado y la exposición a información errónea, a menudo transmitida de boca en boca o a través de las redes sociales. Utilizando este modelo, creer en teorías de la conspiración podría concebirse como algo que implica "creencias similares al delirio", pero no una psicosis franca o delirios en toda regla, como se podría ver, por ejemplo, en la esquizofrenia.
De hecho, muchas de las características cognitivas asociadas con la creencia en teorías de la conspiración son rasgos universales, continuamente distribuidos, que varían en cantidad, en lugar de ser variables de todo o nada o síntomas de enfermedad mental.
Tabla 1. Diferencias sustanciales entre las teorías de la conspiración y los delirios | ||
Teorías de la conspiración | Delirios | |
---|---|---|
Correspondencia a la "realidad" | En general, las teorías de conspiración son falsas, pero en ocasiones resultan ser verdaderas | Por definición, los delirios son creencias falsas |
Endógeno o exógeno | El origen radica principalmente en información, noticias, redes sociales, etcétera, proporcionados externamente | Por lo general, surgen "desde adentro", en función de una respuesta idiosincrásica a estímulos externos y/o internas estímulos; a menudo un componente de un proceso de enfermedad |
Grado de "participación" o comunidad | Marcado, a menudo vinculado con una comunidad de personas de ideas afines | Generalmente, no es posible compartir; los delirios son demasiado autorreferenciales, personalizados |
Procesamiento de la información | Sesgado, con respecto al contenido de la conspiración | Marcadamente aberrante con respecto al contenido del delirio |
Desconfianza epistémica | A menudo hay desconfianza generalizada en la autoridad, los "expertos", la ciencia, el gobierno, etcétera | La desconfianza suele estar más localizada en torno a un delirio central específico, individuo identificado, o grupo |
Alucinaciones | Probablemente son raras, pero hay pocas investigaciones de alta calidad sobre este fenómeno | Común, especialmente en la esquizofrenia (p. ej., alucinaciones auditivas de comando) |
Nivel de deterioro socio-vocacional | A menudo mínimo, pero puede estar presente | A menudo significativo, especialmente en la esquizofrenia |
Fuente: Pies R, Pierre J. Psychiatric Times.[16] |
Esencialmente, los delirios son creencias fijas, falsas, generalmente no compartidas, a menudo basadas en una experiencia "interna" subjetiva. (Una rara excepción es la llamada folie à deux, en la que dos personas parecen "compartir" el mismo delirio; sin embargo, los psiquiatras han debatido durante mucho tiempo si ambos individuos deben considerarse verdaderamente delirantes).[17] El contenido del delirio es comúnmente "autorreferencial", es decir, se centra principalmente en el creyente.
En contraste, las teorías de la conspiración son usualmente, pero no necesariamente, falsas. Por lo general son creencias compartidas que no involucran al creyente de manera explícita o directa, y se basan en evidencia que uno encuentra "ahí afuera", como en internet. Esto habla de la naturaleza altamente comunitaria de tantas teorías de la conspiración: redes de individuos con ideas afines que refuerzan las creencias de los demás en un contexto sociocultural particular.[15]
Creer en teorías de conspiración, COVID-19 e intervención médica
En cuanto a las teorías de la conspiración médica, ninguna ha florecido más recientemente que las relacionadas con la pandemia de COVID-19. Como señaló un editorial reciente de Stein y sus colaboradores.[18]
"Algunas afirmaciones conspirativas incluyen afirmaciones de que COVID-19 es un engaño; argumentos de que el virus se creó artificialmente y se propagó a propósito como un arma biológica; o acusaciones de que los gobiernos están utilizando la situación de emergencia para perseguir sus objetivos antidemocráticos. Otras conspiraciones argumentan que la gente en el poder se está aprovechando de la pandemia como un plan para inyectar software espía de microchip de puntos cuánticos y monitorear a la gente".
Stein y sus colaboradores señalan que "una diferencia clave entre COVID-19 y la pandemia de influenza de 1918... es que ahora en un mundo altamente interconectado, en gran medida en las redes sociales, está disponible el escenario para la distribución de información y desinformación sobre COVID-19."
Considere el siguiente caso clínico:
El paciente A. tiene 70 años, está jubilado, tiene antecedentes de enfermedad pulmonar obstructiva crónica, a quien su médico de cabecera le recomendó vacunarse contra la COVID-19. Es extremadamente reacio a hacerlo, por temor a que "la vacuna vaya a cambiar mi ADN e incluso me pueda dar COVID-19". Ha escuchado de amigos en las redes sociales que los desarrolladores de vacunas "falsificaron los resultados y están confabulados con el Gobierno". El paciente ha escuchado a "expertos" declarar que las vacunas son seguras, pero no confía en ellas. No tiene antecedentes psiquiátricos o de abuso de sustancias, y no hay anomalías cognitivas, perceptivas ni de otro tipo en el examen de estado mental del paciente.
Las creencias del paciente A. califican como "teoría de la conspiración", pero probablemente representan conceptos erróneos ampliamente difundidos sobre las vacunas contra la COVID-19, así como una desconfianza generalizada hacia las compañías farmacéuticas y el Gobierno. Con base en la información proporcionada, no hay base para concluir que el paciente A. sea psicótico o delirante. Sus creencias parecen ser el resultado de la "desconfianza epistémica" de los relatos informativos autorizados, el procesamiento de información sesgado y la exposición a información errónea.[15]
¿Cómo debe el médico tratar y cuidar a pacientes como el paciente A? En ausencia de delirios francos, la medicación antipsicótica no tiene ningún papel, aunque para los pacientes extremadamente ansiosos, a veces puede estar justificado un tratamiento por tiempo limitado de un agente ansiolítico. Además de proporcionar información médica precisa al paciente, el médico debe evitar discutir o tratar de "convencer al paciente que no cree". En cambio, la atención debe centrarse en mantener y fortalecer la alianza médico-paciente; establecer una atmósfera de respeto y seguridad; aclarar diferencias en fuentes confiables de información médica; y dar tiempo al paciente para procesar las recomendaciones del médico.
El vínculo uno a uno con los proveedores de atención médica ha demostrado ser eficaz para reducir las dudas sobre las vacunas y corregir la información errónea.[19] Para los pacientes con creencias de teoría de la conspiración menos fijas, a veces puede ser útil ofrecer hipótesis alternativas a la teoría de la conspiración del paciente, utilizando elementos de la terapia cognitivo-conductual. Por ejemplo, un médico podría preguntar: "¿Es posible que la fuente en línea que leyó estuviera equivocada acerca de que la vacuna cambia su ADN?", mientras se recuerda a los pacientes que, contrariamente a la creencia popular, las vacunas de ARN mensajero se han estado desarrollando contra el cáncer durante varias décadas.[20]
Desafiar creencias de manera colaborativa y reconocer las áreas de incertidumbre, en lugar de confrontar o discutir sobre creencias falsas, puede fomentar la confianza entre el médico y el paciente y, como mínimo, abrir un diálogo sobre la posible exposición a información médica errónea. Las estrategias de "inoculación" que presentan y luego disipan la información errónea antes de que los pacientes se den cuenta de ella se encuentran entre las estrategias mejor respaldadas para mitigar las creencias en teorías de conspiración.[21] Idealmente, los médicos y los sistemas de salud deberían mantener un "inventario" continuo de información médica errónea que circula en línea e "ir al grano" con información confiable.
Finalmente, debido a que creer en teorías de conspiración a menudo se asocia con una sensación de incertidumbre y sentir que la propia vida está "fuera de control", las intervenciones médicas pueden presentarse como formas de recuperar el control y apelar a los valores de los pacientes; por ejemplo, diciendo:[22] "Al recibir la vacuna, será más probable que tenga buena salud, proteja a su familia y haga todas las cosas que quiera hacer".
El Dr. Ronald W. Pies es profesor de psiquiatría y profesor de bioética y humanidades en SUNY Upstate Medical University en Syracuse, Nueva York, Estados Unidos. El Dr. Joseph Pierre, es profesor clínico de ciencias de la salud en el Departamento de Psiquiatría y Ciencias Bioconductuales en David Geffen School of Medicine de UCLA.
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Citar este artículo: Creer en teorías de conspiración no es lo mismo que delirar - Medscape - 16 de feb de 2021.
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