Pacientes anticoagulados: factores a tener en cuenta en la vacunación contra la COVID-19

Andrea Arnal

Conflictos de interés

18 de enero de 2021

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Apenas semana y media después de que se iniciara la campaña de vacunación contra la COVID-19 en España, la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria ha publicado un documento con recomendaciones sobre la administración de la vacuna Cominarty, desarrollada por Pfizer/BioNTech, en pacientes anticoagulados, es decir, aquellos que estén recibiendo tratamiento anticoagulante o que presenten trombocitopenia o padezcan un trastorno de la coagulación (como hemofilia).[1]

El Dr. Vicente Pallarés-Carratalá, coordinador del grupo de trabajo de hipertensión arterial y enfermedad cardiovascular, y uno de los autores del documento, comentó a Univadis España que se trata de una guía que aporta "las líneas maestras a seguir para que haya las mínimas complicaciones posibles" al momento de vacunar.

La idea surge en parte como respuesta a las múltiples informaciones promovidas por grupos antivacunas con las que "se alarmaba exageradamente a ciertos sectores de la población, entre ellos los anticoagulados, de los cuales se estima que hay un millón en nuestro país. Tanto la vacuna de la COVID-19 como la de influenza anual y la del tétanos son intramusculares y tienen las mismas consideraciones. ¿Por qué ponemos tanto énfasis en esta? Porque hay tantas noticias sobre la enfermedad, que las sociedades científicas debemos estar atentas para erradicar cualquier información que pueda de alguna forma hacer dudar al paciente o al médico", señaló el Dr. Pallarés.

Además de los profesionales de atención primaria, esta breve guía también ha sido enfocada a los profesionales que trabajan en un entorno rural, a veces con personal limitado o que incluso trabajan solos, y a los que el equipo del Dr. Pallarés vio conveniente dar "algo digerible y en dosis adecuada para que lo puedan leer correctamente y sirva para clarificar tanto sus dudas como las que puedan tener sus pacientes".

La anticoagulación hace que aumente el riesgo de sangrado ante una pequeña herida, como es el caso de la vacunación: "Esta vacuna es intramuscular, lo que puede producir hematomas o sangrados al paciente, que alarmen tanto a él como a los sanitarios". Por eso, y ante la inminencia de la vacunación masiva para luchar contra esta pandemia, los científicos exponen recomendaciones específicas, tales como el seguimiento previo del índice internacional normalizado semanas antes de la inyección, el empleo de la técnica en Z para evitar hematomas, los lugares donde debe aplicarse la inyección, o en qué casos es recomendable interrumpir el tratamiento anticoagulante.

El especialista agregó: "Muchas veces pueden existir ciertas circunstancias que generen duda, por ejemplo: un paciente al que se le vean los brazos muy delgados. Se puede pensar que es mejor inyectar en la nalga, pero no es así, ya que en la zona glútea hay mucha más vascularización que en la zona deltoidea; la elección del brazo no es arbitraria y en cualquier tipo de pacientes está menos vascularizada y genera menos problemas, siempre que el volumen de vacuna no exceda de 0,4 cm3". En este caso, la vacuna es de 0,3 cm3, por lo que, según el experto, "es perfecta" para aplicarla en el brazo.

El documento no solo hace referencia al sitio donde debe colocarse la inyección, sino a cómo hacerlo, y menciona específicamente la técnica en Z, que "consiste en estirar la piel desplazando los tejidos, de forma que las diferentes capas del tejido se desalinean. Tras el estiramiento se inyecta el líquido. Los tejidos se realinean al soltar la piel, pero la incisión que deja la aguja no coincide entre los tejidos, por lo que el líquido inyectado no puede refluir", concluyó.

Para llevarla a cabo, los científicos insisten en que es necesario utilizar una aguja fina, "calibre 23 o 25, y tras su finalización aplicar presión firme, sin masaje, al menos entre 2 y 5 minutos". También puntualizan que el paciente debe estar informado en todo momento del alto riesgo de sufrir hematoma tras el pinchazo en el lugar de la inyección.

Otro punto clave al que según el Dr. Pallarés los médicos de atención primaria deberían centrar su atención es el seguimiento de los pacientes anticoagulados: "Debemos asegurarnos de que haya control adecuado de la población entre 6 y 7 semanas antes de la intervención".

El Dr. Pallarés se refirió a la verificación del índice internacional normalizado si la fecha del último control fuera superior a las 6 a 8 semanas. Se sabe que el riesgo de hemorragia se incrementa si el índice internacional normalizado está por encima de 4. "Cuanto más alto es el valor índice internacional normalizado, mayor es el riesgo de sangrado", subrayan en el texto.

En concreto, el documento indica que los pacientes en tratamiento anticoagulante con acenocumarol o warfarina "pueden recibir inyecciones intramusculares siempre que su índice internacional normalizado más reciente sea < 3 o < 3,5, según el perfil de paciente". En el caso de fibrilación auricular, tromboembolismo pulmonar, ictus, infarto agudo de miocardio y cardiopatías valvulares, el índice internacional normalizado deberá estar entre 2 y 3; y en pacientes con prótesis valvulares mecánicas y en tromboembolismo pulmonar en pacientes con síndrome antifosfolipídico, entre 2,5 y 3,5.

"Si el paciente no tiene un control al menos 8 semanas antes de vacunarlo, hay tiempo para llamarlo, hacer el control y vacunarlo en las mejores condiciones", puntualizó el Dr. Pallarés.

Finalmente, el documento aborda los casos de pacientes en tratamiento con anticoagulantes orales de acción directa, como dabigatrán, rivaroxabán, apixabán y edoxabán. En estos casos el texto sugiere "evitar el pico máximo del fármaco en sangre, administrando la vacuna antes de la toma de la dosis correspondiente". De hecho, en ningún caso se desaconseja la interrupción de la medicación anticoagulante o antiagregante para recibir la vacuna de Pfizer.

Este contenido fue originalmente publicado en Univadis, parte de la Red Profesional de Medscape.

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