Comunicar en la pandemia: "Lo más difícil fue pensar que del otro lado había millones de personas mirando"

Matías A. Loewy

6 de enero de 2021

Nota de la editora: Encuentre las últimas noticias y orientación acerca de la COVID-19 en el Centro de información sobre el coronavirus (SARS-CoV-2).

Inventar metáforas para transmitir conceptos complejos. Dar entrevistas de televisión en pijama. Eludir la politización. Leer un manual completo de ingeniería para poder dar respuestas sólidas. Transformar la relación con algunos pacientes. Olvidarse que del otro lado había millones de personas escuchando o mirando.

Son solo algunas experiencias que evoca la Dra. Elena Obieta, infectóloga, graduada con diploma de honor en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (1987), jefa del Servicio de Enfermedades Transmisibles y Emergentes de la Municipalidad de San Isidro, en el Gran Buenos Aires: "Médica de guardapolvo (bata) y estetoscopio que va todos los días al hospital", como se define, que se transformó de la noche a la mañana en una de las personas más consultadas por los medios de comunicación de Argentina para hablar sobre COVID-19.

Dra. Elena Obieta

"Si pude evitar un solo contagio entre quienes me veían o escuchaban, ya me gané el día", señaló la Dra. Obieta, quien compartió desafíos, sinsabores, gratificaciones y curiosidades de esa experiencia en una sesión del XX Congreso de la Sociedad Argentina de Infectología (virtual, 26 al 28 de noviembre de 2020) y luego en esta entrevista con Medscape en español.

¿Cómo llega a la infectología?

Por mi primer paciente con el virus de inmunodeficiencia humana, en 1988, a quien amé profundamente. Era una época en que nadie los quería siquiera tocar, y siempre tuve vocación por asistir a los más desprotegidos, los más pobres, los más desamparados. Me han llamado "doctora militante". Por eso elegí la especialidad. Desde entonces tuve el privilegio de transitar activamente muchas epidemias, incluyendo dengue e influenza H1N1. Pero esto ha sido distinto de todo.

¿Le sorprendió?

Bueno, los infectólogos estamos acostumbrados a que haya tsunamis cada tanto, pero COVID-19 fue un pandemonio. Yo había postergado las vacaciones de verano para tomarlas en marzo de 2020… obviamente, no pudo ser.

¿Cómo empieza a transformarse en una fuente tan consultada por los medios?

Fue a comienzos de abril. El presidente de la Sociedad Argentina de Infectología , Dr. Omar Sued, me dijo: "Elena, tú que hablas tan bien, ¿no te quieres sumar a la Secretaría de Comunicación y ayudarnos con los medios?". Para mí fue un honor, un privilegio. Nunca me imaginé lo que vendría.

¿Y qué vino?

¡Cientos de entrevistas! Con la televisión, la radio, diarios, medios digitales… a toda hora. A las 7:30 de la mañana, al mediodía, a la noche. Llegué a hacer las entrevistas en pijama, solo me ponía arriba lo que iba llevar al hospital y aparecía en cámara. Había mucha demanda de información.

¿Tenía experiencia con los medios?

Me habían hecho entrevistas por otras infecciones o epidemias, pero nunca con tanta frecuencia y exposición. Tuve algunos antecedentes en periodismo comunitario. Hace 15 - 20 años fui corresponsal de una organización no gubernamental internacional con sede en Tailandia y cubrí varios congresos y encuentros de síndrome de inmunodeficiencia adquirida. También participé con una revista destinada a personas que viven con virus de inmunodeficiencia humana. Mi objetivo era trasladar la información técnica científica a un lenguaje que pudiera entender cualquiera que tuviera primaria incompleta. Y eso es lo que también intenté hacer ahora.

¿Qué le resultó más difícil?

La primera vez que di una entrevista televisiva sobre COVID-19 en un noticiero que yo seguía, me dije: "Me tengo que disociar y no puedo pensar que hay millones de personas. Voy a hacer de cuenta que no me está mirando nadie y que estoy hablando sola". Después me acostumbré. Pero quizá lo más desafiante ha sido no meterme en cuestiones políticas, en especial cuando según la orientación o ideología del medio, trataban de llevarme a un terreno en el que no estaba dispuesta a entrar. A veces me preguntaban: "¿Qué opina (respecto de tal o cual medida)?" Y yo respondía: "No es materia opinable. Yo puedo hablar de ciencia y de las evidencias que existen hasta el momento". Otras veces decía: "No es a mí a quien deben hacer esas preguntas". Lamentablemente, como en tantos otros países, esta pandemia estuvo muy atravesada por lo político, y eso terminó jugando en contra.

¿Hubo preguntas que la descolocaron, preguntas absurdas?

En efecto, sobre todo al comienzo; me preguntaban mucho sobre medidas de prevención. Por ejemplo, ¿qué hacer con un saco o tapado después de estar en la calle? ¿Hay que desinfectar las patas de los perros después de llevarlos a pasear? ¿Hay que rociar con alcohol los comestibles que se compran en el supermercado? Una vez respondí: "¡Pero no vas a lamer el paquete de arroz!".

¿Algo que la haya molestado?

Hubo un periodista que mientras le respondía, en lugar de mirarme estuvo todo el tiempo viendo su teléfono celular. Me pareció una falta de respeto. No le volví a dar notas. Tampoco me gustó una vez que seleccionaran de manera arbitraria un recorte de lo que había dicho y lo pusieran como videograph (leyenda) en la pantalla, porque no transmitía el mensaje correcto.

¿Qué metáforas o analogías inventó para explicar conceptos técnicos?

¡Varias! Y con las sucesivas entrevistas las iba mejorando. Por ejemplo, en el tema de las vacunas se me ocurrió comparar el adenovirus como vector con una galleta de la fortuna que trae un mensaje de ARN para codificar; o relacionar la nueva variante del virus con el cambio en mi número de documento de identidad: si alterara el comienzo, pasaría a ser mucho más joven, una persona con distintas características; si modificara una cifra en el medio, la variación sería menos notoria. Un periodista me elogió: "Lo que me gusta es que usted explica como si fuera un ama de casa". Le respondí: "¡Es que soy un ama de casa!".

¿Cómo manejó la incertidumbre y la explosión de información cambiante día a día?

Cuando pedían la nota, por lo general los productores me anticipaban el tema de la entrevista: vacuna, reinfección, cuarentena, lo que fuera... entonces leía lo último de lo último, aunque fuera diez minutos antes, para que no me tomaran desprevenida. Recuerdo que leí completo un manual de aires acondicionados del Colegio de Ingenieros de Madrid para poder explicárselo tanto al director de mi hospital como a Chiche Gelblung (popular conductor de radio y televisión). Nunca estudié tanto desde que hice la especialidad. Por otra parte, no tenía vergüenza en decir: "Esto no se sabe", o "esta es la evidencia actual y eso puede cambiar". Todos estamos aprendiendo todo el tiempo.

¿Cuál ha sido la reacción de sus compañeros de trabajo, familiares, pacientes?

Me sucedieron cosas graciosas. Muchas enfermeras y administrativas del hospital me pedían que les avisara cuando fuera a estar de nuevo. Mi madre, de 93 años, me preguntó si me pagaban por aparecer, le dije que no, que era un servicio para la Sociedad Argentina de Infectología. También cambió, para bien, la relación con algunos pacientes. Había uno muy prepotente y poco adherente a la medicación, que después de verme en televisión pidió que nos sacaran una foto juntos, y desde entonces se comporta como un caballero inglés. ¡El poder de la televisión!

Aunque la pandemia aún no termina, ¿qué balance preliminar que hace de su exposición en los medios? ¿valió la pena?

Soy una optimista irredenta. En 2017 me diagnosticaron cáncer de mama, y cuando estaba haciendo la quimioterapia, todas las mañanas decía: "Me tengo que curar para volver al hospital a ayudar a la gente". Ese era mi mantra. Con esto me pasa algo similar. Si de 100 personas que vieron el programa una dijo: "No voy a visitar a la tía abuela porque puedo ser vehículo de COVID-19", ya me gané el día, ya tengo un saldo a favor. Sirvió. Y eso justifica el tiempo y el esfuerzo.

¿Algún consejo para colegas que sean invitados a participar de los medios?

Los médicos y las médicas fuimos privilegiados por la posibilidad de capacitarnos y ayudar a los demás, y creo que es un deber moral transmitir y empoderar a la gente con el conocimiento. Pero es importante no basarnos en teorías no chequeadas o en "lo que nos parece"; debemos ser sinceros, simples y sencillos; bajarnos del lugar de la omnipotencia y allanar el camino para que la gente tome buenas decisiones informadas.

¿Cuál es la principal enseñanza que le está dejando la pandemia?

Que la vida es el día a día. Que no se puede programar nada con demasiada anticipación. 

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