Las adolescentes necesitan ayuda personalizada para la violencia de género

Carolyn Crist

Conflictos de interés

4 de enero de 2021

NUEVA YORK, USA. Las adolescentes a menudo pasan desapercibidas en los programas humanitarios debido a la combinación de edad y sexo, indica un grupo de trabajadores sociales y especialistas en salud pública.

Los programas tradicionales de violencia de género tienden a enfocarse en mujeres adultas, y los servicios de protección infantil a enfocarse en las edades más jóvenes, dejando fuera a las mujeres que tienen entre 10 y 19 años, señalaron en su publicación en The Lancet Child and Adolescent Health la Dra. Lindsay Stark, de Washington University, en San Luis, Estados Unidos, y sus colaboradores.[1]

"Las adolescentes también pueden estar más ocultas de la esfera pública debido al matrimonio a temprana edad, la crianza de los hijos u otras responsabilidades domésticas, así como a a las normas de género restrictivas, lo que hace más difícil acceder a ellas", indicó a Reuters Health.

Con una pandemia mundial, desastres naturales y conflictos políticos a largo plazo en muchos países, casi 168 millones de personas en todo el mundo necesitan ayuda humanitaria, y se espera que ese número aumente, dijo la Dra. Stark.

Las adolescentes experimentan alta tasa de violación, abuso físico y emocional, agregó, lo que afecta a las niñas, sus familias y la comunidad circundante. El sector humanitario desarrolla nuevas estrategias para ayudar a las adolescentes, que los investigadores están probando ahora para buscar financiamiento y apoyo de los responsables de establecer las políticas.

"Estas niñas tienen un conjunto único de necesidades, que a menudo requiere atención personalizada", añadió.

Pocos estudios revisados por pares se han centrado en la prevalencia de la violencia de género en entornos humanitarios, escribieron los autores, especialmente entre las niñas. Un puñado de estudios en África subsahariana sugiere que alrededor de 40% de las adolescentes experimenta alguna forma de violencia íntima de pareja, y más de una cuarta parte experimenta violencia sexual fuera de su pareja. Las adolescentes han informado que fueron violadas, secuestradas y forzadas a la esclavitud sexual, el matrimonio infantil y la mutilación genital femenina.

La Dra. Stark y sus colaboradores proponen un modelo adaptado para comprender la violencia de género entre las adolescentes, e identificaron varias barreras que pueden impedir que los programas humanitarios brinden ayuda.

El modelo incluye factores a niveles individual, relacional, comunitario y social, incluida la sumisión en la femineidad y la masculinidad dominante, el estigma y el silencio en la familia, la justificación religiosa y cultural del abuso y las leyes y prácticas discriminatorias.

En general, una de las mejores intervenciones parece ser el acceso a la atención médica centrada en las necesidades de las sobrevivientes, señalaron los autores, especialmente la atención médica sexual y reproductiva. Las clínicas móviles, el transporte gratuito y los horarios de atención ampliados pueden ayudar a las adolescentes a acceder a los servicios. Como parte de esto, los programas humanitarios también pueden ofrecer servicios de salud mental, apoyo psicosocial y espacios seguros para mujeres y niñas.

Los programas de empoderamiento económico también han ayudado a las mujeres a obtener sus propios ingresos y recibir asistencia alimentaria; los autores sugieren que estas estrategias también deberían estar dirigidas a las adolescentes.

Sin embargo, en algunos casos estos programas perpetúan la violencia en culturas donde se espera que los hombres sean el sostén económico. Los programas que combinan el empoderamiento financiero con la programación de normas sociales han sido los más efectivos, según la Dra. Stark y sus colaboradores. Estos programas promueven la equidad de género y hacen un llamado a los líderes masculinos para que denuncien públicamente la violencia de género.

Los autores subrayan que es importante destacar que los programas deben considerar el contexto cultural e incluir a mujeres y niñas en la comunidad para determinar qué puede funcionar mejor.

"Necesitamos escuchar a las niñas sobre el trabajo que quieren hacer y crear capacitación y acceso al trabajo, probablemente enfocado en el autoempleo, utilizando mentores en la comunidad que hayan diseñado sus propios negocios", señaló la Dra. Nancy Glass, del Johns Hopkins Center for Global Health, en Baltimore, Estados Unidos. La Dra. Glass, que no participó en este artículo, ha investigado la violencia de género en África y Sudamérica.

"Debemos priorizar la voz de las adolescentes y sus defensoras. Los padres, maestros, líderes empresariales, comunitarios y gubernamentales deben participar como parte de la solución", manifestó a Reuters Health.

La conmoción que acompaña a una crisis humanitaria crea una oportunidad para el cambio estructural y social, escribieron los autores.

"Abordar la violencia no puede esperar", destacó Maureen Murphy, del Global Women's Institute de George Washington University, en Washington, D.C., Estados Unidos. Murphy, que tampoco participó en el nuevo artículo, ha investigado la violencia de género en África y Asia.

"Necesitamos pensar cómo prevenir la violencia contra las adolescentes y apoyar mejor a las niñas sobrevivientes de la violencia, incluso en medio de un desplazamiento y un conflicto más gandes", comentó a Reuters Health.

Este contenido fue traducido y adaptado por Medscape en español.

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