Desde hace décadas conocemos el impacto de la hiperglucemia sobre la función del sistema inmunológico. En un análisis previo se detalló el incremento del riesgo que genera la diabetes sobre el desarrollo de neumonías virales y bacterianas. Esto no es diferente en el contexto actual de la pandemia por SARS-CoV-2, causante de la enfermedad COVID-19. De forma clara, la diabetes es un factor de riesgo para el desarrollo de cuadros graves de neumonía por SARS-CoV-2. Aunado a ello, un paciente que ingresa al hospital por COVID-19, y que presenta hiperglucemia, posee un mayor riesgo de muerte que aquel que no la presenta, en efecto, en un estudio se observó que de 184 pacientes con diabetes o hiperglucemia, 28,8% falleció, comparado con 6,2% de 386 pacientes sin diabetes o hiperglucemia.[1]
La hiperglucemia de un paciente con COVID-19 parece depender de múltiples factores: a) duración de la diabetes; b) el control glucémico previo; c) la resistencia a la insulina; d) el estado inflamatorio generado por la infección; d) uso de medicamentos (glucocorticoides), entre otros. En este sentido, y tomando en consideración que la evidencia muestra que el descontrol glucémico parece impactar sobre la mortalidad de los pacientes con COVID-19, entonces se requieren estrategias para lograr un nivel de glucosa que se encuentre dentro de las metas recomendadas para el manejo de las personas hospitalizadas no críticas (glucosa menor a 140 mg/dl preprandial y menor a 180 mg/dl posprandial).[2]
La insulina es el tratamiento de elección para el manejo de la hiperglucemia en pacientes hospitalizados. Se considera que la insulinoterapia en personas hospitalizadas no críticas debe ser iniciada cuando existan persistentemente valores de glucosa por encima de 180 mg/dl por medio de la vía subcutánea.

Figura 2. Mediciones de glucosa promedio preprandial durante la hospitalización
En el caso clínico, dada la hiperglucemia, se le comenzó manejo con insulina subcutánea calculada a 0,4 U/kg como dosis total. Esta estrategia de inicio de insulina basada en peso es recomendada por varias asociaciones que sugieren una dosis entre 0,3 a 0,5 U/kg para comenzar.[3] Asimismo, se le inició con esquema de insulina basal-bolos (insulina prandial o nutricional) por los niveles altos de glucosa y dado que tenía tolerancia completa a la vía oral, 50% de la dosis total como insulina basal y 50% como insulina nutricional.
En personas con franco descontrol se prefiere el uso de un esquema que contenga una insulina basal y prandial, dado que son más eficaces y poseen un menor riesgo de hipoglucemia, situación opuesta al uso de una escala descendente de insulina, la cual es ineficaz en una alta cantidad de personas e insegura, ya que incrementa las tasas de hipoglucemia.[2,3] Como se puede observar en la gráfica, el paciente persistió con niveles elevados de glucosa, por este motivo, se fueron haciendo incrementos de 10% a 15% de la dosis basal y aumento de 1 a 2 unidades de la insulina nutricional con esquema de corrección (insulina agregada a la prandial por cada 50 mg/dl por encima de la meta de 140 mg/dl). Con estos ajustes, fue posible reducir los niveles de glucosa hasta los objetivos planteados.
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Citar este artículo: 5 minutos de endocrinología: Descontrol glucémico en infección por SARS-CoV-2 - Medscape - 22 de mayo de 2020.
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