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Es claro que los trastornos metabólicos como sobrepeso, obesidad y diabetes incrementan el riesgo de cuadros graves de neumonía por COVID-19. En algunos países, como México, la prevalencia de estas enfermedades es tan alta que constituye uno de los problemas de salud pública más relevante en los periodos prepandemia, interpandemia y pospandemia.
Durante el pase de visita de pacientes ingresados en mi hospital, localizado en la Ciudad de México, y dedicado al momento a la atención de personas con COVID-19, simplemente al ver el pizarrón de los hospitalizados es sencillo determinar de forma rápida el perfil de pacientes que estamos viendo con neumonía adquirida en la comunidad por SARS-CoV-2: personas entre 35 y 60 años con obesidad, diabetes e hipertensión, un tercio de ellas luchando para mantener la saturación arterial de oxígeno con oxigenoterapia dada con mascarilla reservorio por cuadros de neumonía grave. Así de simple.
En un principio los casos que veíamos eran de personas que viajaron o que tuvieron contacto con alguien que viajó al extranjero, por lo usual personas jóvenes, con menos factores de riesgo. Sin embargo, una vez que avanzó en la pandemia, y que esta fue arraigándose en nuestra población (75% con sobrepeso y obesidad, y 15% con diabetes) se hizo más evidente lo que ya se conocía y temía: que los más afectados serían aquellos aquejados con estos trastornos.
De tal suerte que la pandemia no solo es un evento generacional, sino un acontecimiento que resalta a la otra epidemia con la que hemos convivido desde hace mucho: la de los trastornos metabólicos y afecciones cardiovasculares.
Podríamos hablar de las cifras de la pandemia por SARS-CoV-2, de las características de infectividad del virus, de la tasa de contagio, de los fármacos usados, de cómo ventilar a estos pacientes en las unidades críticas, de las fases de la epidemia, de la eficacia o ineficacia de las medidas gubernamentales instaladas para mitigar o contener la pandemia, etcétera; de tantas cosas relacionadas al evento infeccioso actual. Sin embargo, es importante resaltar el otro problema relevante: la discusión sobre la evidente falla en el control crónico de estos trastornos metabólicos que hacen a nuestra población vulnerable hacia este virus.
Como endocrinólogo, cuando en mi práctica recibo a un paciente que viene para tratarse sobrepeso u obesidad, de entrada asumo que la persona acude porque ha reconocido un problema, tal vez no totalmente, pero al menos en parte, lo que supone para mí una base conceptual sobre la cual trabajar, por lo que al revisar a personas con COVID-19 me sorprendía un poco (tal vez no debí hacerlo, ya que en un estudio de México se sugiere que hasta 90% de las personas infraestima su peso) que al preguntarles sobre estados comórbidos, la mayoría dijera que estaba sana, sin embargo, al realizarles el índice de masa corporal, este se encontraba casi de manera invariable por arriba de 30 kg/m2.
Como mencioné, la mayoría de las personas infraestima su peso, pero más relevante que eso, infravalora las consecuencias que pueden aparecer secundario a ello, no solo en el riesgo de desarrollar diabetes, hipertensión, cáncer o morir por un evento cardiovascular, sino que ahora habría que agregarles que en las últimas epidemias por agentes virales la obesidad aumenta el riesgo de cuadros neumónicos graves. Esto nos debe llevar a reflexionar sobre diversos fenómenos, tanto de la pandemia como de lo que se viene una vez que pase la primera ola.
En el aspecto de la pandemia quedan muchas interrogantes: ¿cuánto durará?, ¿cuándo relajar medidas?, ¿cuándo llegará la vacuna?, ¿qué papel tendrá la medición de anticuerpos?, entre otras. Sin embargo, creo que necesitamos plantear también qué impacto tendrá la pandemia sobre el reconocimiento general de la obesidad como enfermedad, qué estrategias deberán modificarse para intensificar el manejo de las personas con trastornos metabólicos, qué medidas públicas se requieren para reducir de forma rápida el riesgo en brotes futuros, cómo garantizar el acceso a una alimentación sana y sustentable para la población, y cómo favorecer la realización de actividad física. Es decir, aunado a las reflexiones epidemiológicas e infectológicas que vendrán, se requiere de una visión panorámica que abarque la formulación de estrategias inmediatas para la atención de la obesidad y la diabetes, porque estas enfermedades están favoreciendo el desarrollo de casos graves de neumonía por SARS-CoV-2.
En el mundo pospandemia creo que será insuficiente con la discusión basada en las cuestiones meramente infectológicas, por lo que conviene aprovechar el escenario y buscar opciones de programas masivos para el control de los factores de riesgo. Este es sin duda uno de los retos más relevantes que nos plantea la pandemia, pero podría ser un momento de oportunidad como ningún otro.
Les pido que de ser posible dejen en la sección de comentarios sus opiniones sobre la discusión planteada: ¿qué hacer para mejorar el control crónico de los padecimientos metabólicos?
Gracias y saludos.
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Citar este artículo: El reto de los trastornos metabólicos en el mundo pospandemia - Medscape - 20 de mayo de 2020.
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