COMENTARIO

¿Qué pasa si el Congreso del American College of Cardiology es virtual y a nadie le interesa?

Dr. John M. Mandrola

Conflictos de interés

26 de marzo de 2020

Nota de la editora: Encuentre las últimas noticias y orientación sobre la COVID-19 en el Centro de información sobre el coronavirus de Medscape en español.  

En tiempos normales escribo un contenido preliminar la semana antes de un importante congreso de cardiología. Estos no son tiempos normales. La pandemia de coronavirus consume la atención de todos.

Como virus, el SARS-CoV-2 es casi perfecto. A menudo no mata a su hospedero. La parte aterradora para todos, sociedad y personal de salud, es su capacidad caprichosa de causar neumonía (COVID-19) y muerte. Si bien los datos intentan contar una historia tranquilizadora (una tasa de mortalidad de 1%, aparentemente baja), el número absoluto de muertes, sumado a las historias compartidas en redes sociales de personas sanas que han muerto, fomentan la ansiedad y el temor.

Habrá muchas lecciones a partir de esta crisis. Una seguramente será la forma en que los humanos perciben el riesgo.

Luego están las condiciones sociales surrealistas. El virus perfecto se propaga fácilmente de un hospedero a otro. La única forma de contenerlo es detener la vida tal como la conocemos. Las imágenes de subterráneos, aeropuertos y bulevares urbanos vacíos en todo el mundo distraen la mente.

Por otro lado, los profesionales de la salud se ganan la vida en el hospital y la clínica, pero a nosotros también nos preocupa lo que 20% de desempleo hace al mundo en que vivimos.

En contraste, piense en el acto de asistir al Congreso del American College of Cardiology (ACC) del año 2020. Llegamos por avión, nos alojamos en hoteles, comemos, tomamos café, caminamos por las calles, nos reunimos con amigos y disfrutamos del espacio mental para perseverar en los matices de la ciencia clínica. En un mundo con COVID-19 nada de esto existe.

Hace unas semanas el American College of Cardiology decidió cambiar y realizar una reunión virtual. Hace unas semanas es como un siglo en el contexto de la pandemia por SARS-CoV-2.

Estaba programado que presentara en el congreso una sesión sobre la terapia de fibrilación auricular. Fue un honor ser incluido en una sesión con estimados líderes. Sin embargo, cuando el American College of Cardiology nos pidió que realizaramos una grabación de nuestra sesión para un programa virtual, la respuesta llegó en diferentes niveles de franqueza, pero fue esencialmente unánime: nuestras sesiones no tienen sentido en un mundo con COVID-19.

Hace unas semanas los casos de COVID-19 estaban a miles de kilómetros de distancia. Ahora amenazan con convertir a Nueva York en el norte de Italia o Wuhan.

El virus ha dado una lección a Estados Unidos sobre crecimiento exponencial. Cuando hay dos casos en un hospital comunitario, pronto hay cuatro, luego ocho, y después de eso mucho miedo.

Mezclar la noción de un patógeno con crecimiento exponencial en un mundo con escasez de equipos de protección personal, aterroriza a todos los profesionales de la salud. El influyente escritor y cirujano, Dr. Atul Gawande, escribió con aprobación en New Yorker sobre una política de usar mascarilla para todos en el Brigham and Women's Hospital de Boston, Estados Unidos.[1] Pero luego, una publicación en preimpresión de China documentó que el virus se mantiene viable en teclados, manijas de las puertas, e incluso en dispensadores de desinfectante para manos.[2]

Dos escenarios se reproducen en mi cerebro: uno destaca la importancia sobre la necesidad de más equipos de protección personal; el otro presenta la cruda realidad de que todos nos contagiaremos, y que el hecho de morir por el contagio será un juego de números. Ningún escenario deja espacio para nada más.

En Kentucky, donde trabajo, se nos ha regalado tiempo. Podemos prepararnos; podemos dividirnos en equipos; algunos trabajando en el hospital, otros en casa. Podemos cancelar consultas, abrir camas de hospital y luego esperar. Eso es bueno.

Parece fuera de lugar hablar de ciencia que puede esperar mientras colegas de todo el mundo se enfrentan a un enemigo que nos concierne a todos.

Pero la espera es difícil. Hace 2 meses deseaba tanto tener tiempo libre. Planeaba ponerme al día con manuscritos o capítulos de libros. Pero ahora no tenemos tiempo libre. En un mundo con COVID-19 el cerebro no puede enfocarse en temas distintos al virus.

Es por eso que, la presentación virutal del próximo Congreso del American College of Cardiology, es discutible. Hace semanas, cuando se compartieron los últimos artículos de impacto, revisé los estudios. En ese momento había cosas que decir sobre la ciencia clínica: diseños ingeniosos de ensayos, subestudios interesantes y algunos nuevos tratamientos. Hoy… estos pueden esperar.

Parece fuera de lugar hablar de ciencia que puede esperar mientras colegas de todo el mundo se enfrentan a un enemigo que nos concierne a todos.

En los hospitales hemos pospuesto las asignaturas optativas para hacer espacio para el próximo aumento en los casos. ¿No debería el American College of Cardiology hacer lo mismo? Después de que pase la crisis podemos tener un congreso virtual con una discusión adecuada de la ciencia.

El Dr. John Mandrola practica electrofisiología cardiaca en Louisville, Estados Unidos, y es escritor y anfitrion de un pódcast para Medscape. Defiende un enfoque conservador para la práctica médica; participa en investigación clínica y a menudo escribe sobre el estado de la evidencia médica.

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