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Un nuevo coronavirus (SARS-CoV-2) está implicado en la crisis de salud actual más grande del mundo. A pesar de las medidas implementadas por todos los sistemas de salud en distintas regiones, la pandemia continua afectando exponencialmente a miles de personas. Este nuevo coronavirus se caracteriza por causar una neumonía grave en los seres humanos.
Cloroquina e hidroxicloroquina ¿cuál es la historia y su aplicación en medicina?
Cloroquina e hidroxicloroquina son antimaláricos con dosis terapéuticas y tóxicas diferentes, presentan indicaciones clínicas de uso similares y manifestaciones similares de toxicidad.
En investigaciones previas se ha informado que cloroquina puede inhibir una etapa previa al ingreso del ciclo viral al interferir con las partículas virales que se unen a su receptor celular de la superficie celular. En el año 2005 se evaluó que la reproducción de SARS-CoV-1 en cultivo celular estaba bloqueada por cloroquina, momento en el cual no había infecciones en humanos.[1]
Nuevas publicaciones respaldan la hipótesis de que tanto cloroquina como hidroxicloroquina pueden mejorar el resultado clínico de los pacientes con enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19). Incluyendo los resultados in vitro, obtenidos por un equipo chino dirigido por el Dr. Xueting Yao, del Tercer Hospital de la Universidad de Pekín, en Pekín, China, que fueron publicados en versión electrónica en Clinical Infectious Diseases el 9 de marzo. Y el estudio realizado por especialistas en Marsella, Francia, que en sus resultados presentados el 17 de marzo y ahora publicados en International Journal of Antimicrobial Agents, informaron que el tratamiento con hidroxicloroquina se asocia significativamente con la reducción de la carga viral en pacientes con COVID-19 y su efecto se ve reforzado por la azitromicina.[2]
Cloroquina e hidroxicloroquina se han utilizado en el tratamiento de:
Infectología: agente antimalárico supresivo y de ataques agudos debido a Plasmodium vivax, P. malarie y P. ovale, y cepas susceptibles de P. falciparium.
Dermatología: lupus cutáneo, erupción polimorfa lumínica, porfiria cutánea tarda, sarcoidosis, dermatomiositis, vasculitis leucocitoclástica, liquen plano oral, pénfigo foliáceo, granuloma anular generalizado, dermatitis atópica y la esclerodermia localizada, entre otras.
Reumatología: para el control de enfermedades como la artritis reumatoide y lupus eritematoso sistémico. También en: artritis crónica juvenil, espondiloartropatias (espondilitis anquilosante y artritis psoriásica), reumatismo palindrómico, fascitis eosinofílica, dermatomiositis infantil, síndrome de Sjögren, artrosis erosiva y enfermedad por depósito de pirofosfato cálcico.
Fármacos con reacciones de cuidado
El uso de estos fármacos se asocia a diferentes grados de toxicidad, aún en indicaciones aprobadas.
Algunas de las manifestaciones leves y transitorias incluyen: cefalea, mareos y alteraciones gastrointestinales como diarrea, anorexia, náusea, dolor abdominal y, en raras ocasiones, vómito.
Dentro de las manifestaciones dermatológicas destaca la erupción cutánea, hipersensibilidad al sol, encanecimiento del cabello y alopecia.
Las alteraciones cardiovasculares incluyen: cardiomiopatía con probable insuficiencia cardiaca y muerte; toxicidad cardiaca crónica con alteraciones de conducción (bloqueo de rama/bloqueo aurículo-ventricular), así como hipertrofia biventricular. La suspensión del tratamiento puede llevar a recuperación.
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Citar este artículo: Incremento de toxicidad farmacológica por cloroquina ante COVID-19 - Medscape - 25 de marzo de 2020.
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