El consumo de sodio en Latinoamérica duplica los límites recomendados

Matías A. Loewy

20 de marzo de 2020

BUENOS AIRES, ARG. El consumo diario de sodio en Latinoamérica y el Caribe duplica los niveles recomendados por la Organización Mundial de la Salud desde 2010, revela nueva revisión sistemática y metanálisis de 18 estudios.[1]

Dr. Rodrigo Carrillo-Larco

Desafortunadamente los resultados no han sido sorprendentes, comentó a Medscape en español uno de los dos coautores, Dr. Rodrigo Carrillo-Larco, epidemiólogo peruano del Departamento de Epidemiología y Bioestadística de la School of Public Health, en el Imperial College London, en Londres, Inglaterra.

"Estudios previos de alcance global ya situaban a Latinoamérica por encima de los límites. Sin la implementación de políticas o intervenciones poblacionales para reducir el consumo de sodio solo se podía esperar que el escenario se mantuviera o empeorara", expresó.

Aunque la cobertura universal de salud está en camino y va a asegurar el tratamiento de personas con enfermedades tales como hipertensión arterial, se necesitan políticas e intervenciones poblacionales para reducir el consumo de sodio y mejorar la ingestión de minerales alternativos, como la sal de cloruro de potasio, manifestaron los investigadores en la revista Nutrients. 

Dr. Antonio Bernabé-Ortiz

El Dr. Antonio Bernabé-Ortiz, director adjunto de CRONICAS-Centro de Excelencia en Enfermedades Crónicas de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, en Lima, Perú, agregó que si además de las políticas o intervenciones públicas para reducir el consumo de sodio se educa a la gente para no usar el salero en la mesa o en la preparación de alimentos, "se podría lograr una reducción en las enfermedades asociadas al alto consumo de sal a nivel individual y poblacional".

El Dr. Bernabé-Ortiz condujo un reciente estudio clínico con más de 2.300 participantes en una región del noroeste de Perú, en el que se constató que reemplazar la sal común de mesa con un sustituto que contiene 75% de cloruro de sodio y 25% de cloruro de potasio produce un descenso de la presión arterial sistólica y diastólica, y reduce a la mitad el riesgo de desarrollar hipertensión arterial, en comparación con el grupo control.[2] "Fue una experiencia exitosa", indicó a Medscape en español.

Detalles del estudio

La revisión sistemática incluyó una búsqueda bibliográfica en las bases Medline, EMBASE, Global Health, Scopus y LILACS, que identificó 18 estudios de base poblacional en la región en los que el consumo de sodio hubiera sido analizado a partir de muestras de orina: 7 de Brasil; 4 de Chile; 2 de Argentina, y 1 de Barbados, Colombia, Ecuador, Perú y Uruguay. Tres estudios fueron encuestas representativas de toda la población del país: en Brasil, Chile y Barbados.

Para el metanálisis los autores seleccionaron los 12 estudios publicados a partir de 2010, con un total de 29.875 participantes: edad media de 41,2 a 53,5 años, y proporción de hombres entre 33,7% y 48,2%.

Las personas con hipertensión representaron entre 17,0% y 52,5% del total.

Para determinar la ingestión de sodio, seis de los estudios considerados utilizaron el método clásico de referencia, el análisis de la orina recolectada durante 24 horas; dos estudiaron muestras colectadas durante 12 horas; uno, la recogida durante la noche; cuatro, la primera orina de la mañana, en ayunas; y cinco, muestras únicas aleatorias.[3]

Ocho estudios usaron fórmulas, como las de Tanaka y Kawasaki, para estimar la excreción de sodio de 24 horas a partir de muestras de orina en un solo momento, aun cuando "las fórmulas matemáticas no son infalibles y no han sido desarrolladas para poblaciones en Latinoamérica", advirtió el Dr. Carrillo-Larco.[4]

El metanálisis, realizado bajo un modelo de efectos aleatorios, determinó que el consumo medio agrupado de sodio fue de 4,13 g/día (intervalo de confianza de 95% [IC: 95%]: 3,82 - 4,44; I2: 99,7%), equivalente a 10,49 g de sal por día: el doble de los 2 g de sodio o 5 g de sal diarios que recomienda la Organización Mundial de la Salud.

Los investigadores consideran que los datos son insuficientes para establecer comparaciones entre los distintos países. "No hay estudios en todos los países de la región; no todos han seguido los mismos métodos de colección de muestras o análisis, y la información corresponde a diferentes años", enfatizó el Dr. Carrillo-Larco, resaltando la importancia de facilitar la realización de más investigaciones y estudios nacionales.

"Es necesario identificar, fortalecer y fomentar el uso de métodos alternativos para cuantificar el consumo de sodio/sal en Latinoamérica, más aún dadas las complejidades de la recolección de muestras por un día completo", resaltó.

Consejos para pacientes y posiciones encontradas

Dra. Victoria Ferretti

Para la Dra. Victoria Ferretti, especialista en clínica médica, presidente de la Asociación de Hipertensión Arterial de Rosario en Argentina, los resultados del estudio son un nuevo llamado de atención para que los médicos sean más precisos en sus recomendaciones de restricción de sal. No basta con indicar al paciente que coma sin sal y darle una palmadita en la espalda, comentó a Medscape en español.

"Hay que explicarle que la sal que se agrega a la comida representa solo 25% de la ingesta, mientras que el resto lo aportan alimentos tales como caldos, salsas, quesos, embutidos y panificados; que litro y medio de agua mineral puede aportar 400 mg de sodio; que se pueden usar sustitutos, como sal potásica, hierbas y ciertos condimentos; que se deben limitar los alimentos procesados, o consumir solo aquellos sin sodio. Muchos médicos no se sienten capacitados o creen que el tiempo en la consulta no es suficiente para explicitarlo, y derivan directamente al nutricionista", señaló la Dra. Ferretti, quien recomendó un enlace de la Sociedad Argentina de Hipertensión Arterial con consejos prácticos para la comunidad.[5]

El Dr. Bernabé-Ortiz propuso un enfoque gradual pragmático. La recomendación siempre ha sido reducir la ingesta de sal, sobre todo en aquellos pacientes con hipertensión, o que tienen alguna afección cardiaca.[2] "Sin embargo, para cualquier persona es difícil reducir la sal que se consume en forma brusca, como se recomienda en los casos de hipertensión. Una reducción paulatina, escalonada, debería ser la solución. Hay estudios que demuestran que una reducción inicial de 20% en la cantidad de sal que se consume puede ser una buena forma de empezar sin afectar el sabor de los alimentos. Asimismo, un sustituto también podría ayudar. Pero todo esto puede no funcionar si la educación no acompaña al proceso", señaló.

En cambio, algunos especialistas consideran que los niveles de ingesta de sodio hallados entran en la categoría de rangos adecuados. "Limitar la ingesta de sodio a menos de 2,3 o 2 g diarios es imposible; es un dogma que viene de un estudio (DASH-Sodium) con pocos participantes”, señaló a Medscape en español el Dr. Rafael Díaz, cardiólogo, socio fundador del Instituto Cardiovascular de Rosario, Argentina, y director de Estudios Clínicos Latinoamérica.

“En realidad, estudios en poblaciones más grandes sugieren que los eventos cardiovasculares aumentan por encima de los 6 g diarios de sodio y también por debajo de los 3, por lo que ingerir poco más de 4 g por día de sodio no me parece alarmante. Al contrario".

Los doctores Carrillo-Larco, Bernabé-Ortiz, Ferretti y Díaz han declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente. 

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