Dieta y salud mental: datos científicos hasta la fecha

Deborah Brauser

Conflictos de interés

5 de febrero de 2020

Aunque la dieta puede influir en la salud mental y la salud cognitiva, las pruebas del beneficio de muchas dietas específicas son de hecho muy débiles, señala un nuevo análisis.[1]

En la "revisión más actualizada del nuevo campo de la psiquiatría nutricional", investigadores de la Nutrition Network of the European College of Neuropsychopharmacology encontraron datos sólidos de que seguir una dieta cetogénica con alto contenido de lípidos y bajos carbohidratos puede disminuir las convulsiones en niños con epilepsia.[2] También confirmaron que la dieta mediterránea protege contra la depresión y la ansiedad.

Además existe un fuerte vínculo entre la deficiencia de vitamina B12 y un riesgo más alto de fatiga, depresión y problemas de la memoria.

Sin embargo, los datos de alguna eficacia de suplementos de vitamina D o de cualquier nutriente para mitigar los síntomas de autismo o trastorno por déficit de atención/hiperactividad no son "concluyentes", señalaron los investigadores.

"Hemos observado que cada vez hay más datos de un vínculo entre una dieta deficiente y el agravamiento de los trastornos afectivos, incluidas la ansiedad y la depresión", manifestó la investigadora principal, Suzanne L. Dickson, Ph. D., del Institute of Neuroscience and Physiology, University of Gothenburg, en Suecia.

"Sin embargo, muchas creencias comunes en torno a los efectos saludables de determinados alimentos no están respaldadas por datos sólidos, y a menudo encontramos datos muy ambivalentes en relación con trastornos individuales," añadió.

Los hallazgos fueron publicados en European Neuropsychopharmacology. 

Motivo para optimismo

Como se reportó previamente en Medscape Noticias Médicas, existen múltiples estudios que vinculan la dieta y la salud mental, incluida la dieta DASH (Dietary Approaches to Stop Hypertension) que se ha relacionado con disminución del riesgo de depresión.

Grandes estudios basados en la población también han señalado vínculos entre salud mental y nutrientes específicos, pero a menudo "no demuestran causa, beneficio o cura. Sin embargo, hay motivos para tener optimismo", señalaron los investigadores actuales.

El análisis demostró que existen "fuertes correlaciones" entre una dieta saludable y mejor salud mental, sobre todo con más consumo de frutas frescas y verduras.

Sin embargo, aunque varios estudios y análisis recientes han demostrado un vínculo entre la dieta mediterránea y la reducción del riesgo de depresión o incluso un efecto protector contra la enfermedad, un metanálisis de 14 estudios de cohortes que se publicó en 2019 y que incluyó a más de 56.000 participantes no demostró asociación significativa.[3]

No obstante, "cuando se analizaron estudios transversales se encontró una asociación inversa significativa entre las probabilidades de depresión y la observancia de la dieta mediterránea", escribieron los investigadores.

"En conjunto, estos estudios proporcionan una base de datos empíricos aceptables para investigar más el efecto de intervenciones dietéticas específicas sobre la salud mental", añadieron.

¿Toma sus vitaminas?

Al evaluar los efectos de las vitaminas, los investigadores encontraron que "el vínculo es más sólido" entre deficiencias de vitamina B12 y fatiga, letargia, depresión, manía, psicosis y depresión; de tiamina y síntomas del sistema nervioso central; de ácido fólico y neurodesarrollo in utero y lactantes, y depresión en adultos, y de niacina y demencia.

"No obstante, incluso en el caso de estas deficiencias no está claro el papel que desempeñan deficiencias 'asintomáticas' leves, o múltiples deficiencias leves en la génesis de la disfunción mental", afirmaron los investigadores.

Por ejemplo, la investigación sobre el papel de los suplementos de vitamina D ha mostrado resultados contradictorios.

En general, los investigadores destacaron que se ha informado que una dieta rica en polifenoles, ácidos grasos poliinsaturados y suplementos nutricionales "ejerce efectos favorables sobre la salud mental, incluso en aspectos como desempeño cognitivo, estado de ánimo, estrés, reactividad y neuroinflamación".

En lo que respecta al trastorno por déficit de atención/hiperactividad y el autismo, varios estudios han señalado un beneficio de elementos dietéticos específicos o el riesgo de una dieta deficiente.

"Podemos ver que un incremento de la cantidad de azúcar refinada en la dieta parece aumentar el trastorno por déficit de atención/hiperactividad y la hiperactividad, mientras que comer más frutas y verduras frescas parece proteger contra estos trastornos", destacó Dickson.

Sin embargo, "se dispone comparativamente de pocos estudios, y muchos no duran el tiempo suficiente para mostrar efectos a largo plazo", añadió.

"Resultados de intervenciones nutricionales en el autismo también son muy diversos y no se han sometido a metanálisis rigurosos", indicaron los investigadores.

No hay que sacar conclusiones apresuradas

Por otra parte, se cuenta con datos sólidos que indican que las decisiones nutricionales a una edad temprana pueden afectar la función del cerebro a una mayor edad. Una dieta de alta calidad está muy vinculada con una disminución del riesgo de deterioro cognitivo y mejor función cognitiva en personas mayores, mientras que una dieta deficiente al parecer aumenta el deterioro cognitivo y otros problemas de salud.

Sin embargo, "en la actualidad carecemos de un conocimiento detallado de los mecanismos metabólicos y celulares que fundamenten esas asociaciones", señalaron los investigadores.

Esto también es aplicable a la microbiota intestinal. Aunque "está claro" que puede afectar la salud mental, "aún no se ha dilucidado" el mecanismo.

Será necesario que la investigación futura se centre en "causas dietéticas demostrables" asociadas con trastornos psiquiátricos, destacaron los investigadores.

"Existe la creencia general de que los consejos dietéticos para la salud mental están basados en datos científicos sólidos. En realidad, es muy difícil demostrar que dietas específicas o componentes alimentarios específicos contribuyan a la salud mental", señaló Dickson.

Destacó que algunos individuos pueden responder mejor que otros a cambios dietéticos debido a diferencias sutiles en su metabolismo.

Además, "un alimento no es un fármaco, de manera que es necesario evaluarlo de manera diferente que a un fármaco". Por ejemplo, no se dispone de alimentos "placebo" que se puedan utilizar en un estudio aleatorizado controlado, apuntó.

"La psiquiatría nutricional es un campo nuevo. El mensaje de este estudio es que los efectos de la dieta sobre la salud mental son reales, pero debemos ser cautelosos respecto a sacar conclusiones apresuradas basándonos en datos provisionales", añadió Dickson.

¿Atención clínica sistemática?

Al comentar sobre los hallazgos para Medscape Noticias Médicas, Wolfgang Marx, Ph. D., jefe del curso de Investigación en Nutracéutica del Food & Mood Centre, Deakin University en Geelong, Australia, dijo que los investigadores proporcionaron un "panorama claro y objetivo" del estado actual de la psiquiatría nutricional.

Esto incluye los "datos epidemiológicos, clínicos y metanalíticos en gran parte congruentes que respaldan el vínculo entre la calidad de la dieta y la depresión. Crucialmente, los autores también identifican interrogantes clave de la investigación que es necesario abordar para que el campo avance, como la necesidad de estudios clínicos extensos para evaluar más la eficacia, y de estudios mecanicistas para mejorar nuestra comprensión de cómo la dieta y los componentes alimentarios pueden mejorar los síntomas", agregó.

Marx, quien no intervino en el estudio, comentó que los investigadores "acertadamente resaltan" algunas dificultades de obtener datos en este campo, como la problemática de anonimizar las intervenciones dietéticas.

"Es importante señalar que además de los nuevos datos que respaldan el papel de la dieta para aminorar el riesgo de enfermedades mentales, las intervenciones alimentarias pueden ser eficaces para reducir el riesgo elevado de enfermedades cardiometabólicas comunes en personas con trastornos mentales", puntualizó.

"Aunque se necesita más investigación para respaldar el papel que desempeñan las intervenciones dietéticas como tratamiento de los trastornos mentales, ya se dispone de datos suficientes que indican que las intervenciones alimentarias, igual que otras intervenciones en los hábitos, como la actividad física, se han de incorporar en la atención clínica sistemática desde el principio, para abordar trastornos físicos concomitantes con las enfermedades mentales", indicó Marx.

Un análisis muy necesario

"Este análisis es una contribución importante y académica", informó el Dr. Andreas Reif, Ph. D., del University Hospital Frankfurt, en Fráncfort del Meno, Alemania.

El Dr. Reif, quien no intervino en la investigación, también es presidente del Comité del Programa Científico del European College of Neuropsychopharmacology.

"La interfaz entre intestino y cerebro por una parte, y dieta y salud mental por otra, es uno de los temas más debatidos en psiquiatría biológica, y un avance interesante que ha cobrado impulso en la última década", señaló.

Añadió que los datos de gran calidad de estudios principalmente en animales que se han publicado en años recientes, contrasta con la "escasez comparativa" de datos rigurosos en seres humanos.

"Esto da margen para conjeturas y ciencia defectuosa", indicó el Dr. Reif. "Por tanto, este análisis exhaustivo es muy necesario, pues aclara exageraciones y esperanzas, hechos y ficción", agregó.

"Dada la enorme repercusión social potencial de este campo de desarrollo rápido, debemos ser científicamente congruentes en nuestras recomendaciones", concluyó.

El estudio fue respaldado por el European College of Neuropsychopharmacology. Dickson y Marx han declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente.

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