COMENTARIO

El abordaje integral del suicidio en los adolescentes universitarios

Dr. José J. Mendoza Velásquez

Conflictos de interés

17 de enero de 2020

Posterior a la muerte controversial de una estudiante mexicana de una de las universidades de más alta exigencia de este país, las reacciones tanto de los medios de información como de algunos grupos de población nos han obligado a traer temas incómodos a la luz: el suicidio y las enfermedades mentales, la excelencia educativa y el estrés secundario a las exigencias académicas, la necesidad de las instituciones laborales y educativas de proteger la salud mental de sus contratados o estudiantes, el estigma social y autopercibido, y la confrontación generacional, entre otros.

Como parte de los antecedentes de este caso en especial, quisiera partir de situar el grupo de edad con el que convivimos quienes somos parte de algún sistema educativo particularmente universitario. El promedio de edad del estudiante universitario es de 17 a 25 años de edad en nuestro país.

La adolescencia reta al individuo a diferentes tareas durante esta etapa del desarrollo, que abarcan la aceptación de los cambios y la integración de la identidad, el descubrimiento de la vocación, la separación de los padres y la formación y fortalecimiento de la autoestima, la vida sexual y el descubrimiento amoroso, la ruptura con el narcisismo y el desarrollo de la conciencia moral.

La identidad se forja a través de la unión de múltiples elementos que se van diversificando conforme aumenta la complejidad del individuo. Dentro del ámbito universitario, la diferencia generacional es particularmente importante. El adolescente se vuelve más crítico y las figuras tutoriales dejan de ser únicamente los padres, viéndose complementadas por la imagen de sus educadores, ante los cuales desarrollan transferencias afectivas importantes y forman parte en el desarrollo de la autoestima.

Durante esta etapa tardía de la adolescencia el problema fundamental se centra en decidir a través de la identificación ante figuras idealizadas la clase de persona que quiere ser, el sitio que quiere tomar dentro de la sociedad, y el medio a través del cual lo logrará.

El desarrollo de fantasías relacionadas a un futuro incierto presentado como la realidad resultante del sacrificio, idealizada en un sistema generador de profesionales de alto nivel, de exigencia continua, provenientes de espacios excluyentes destinados solo para unos cuantos, se convierte en el motor de una interminable lucha con un único factor común: el desarrollo de estrés en forma secundaria a la exigencia.

En sociedades más complejas, tomar decisiones en la adolescencia se vuelve una tarea por demás compleja. El papel de la sociedad se convierte en la guía durante este arduo proyecto, particularmente la familia, la comunidad, y dentro de esta, la universidad. El adolescente idealiza en forma continua personas y situaciones, integrándolas a su identidad en formación.

Usualmente el adolescente no sabe qué quiere ser, pero cree saber a dónde quiere llegar, éxitos económicos y reconocimiento social, fantasías relacionadas con un narcisismo proveniente de la infancia que tras su desarrollo termina por confrontarse con una verdad innegable y adaptándose a su realidad.

Durante esta etapa la relación entre los adolescentes y sus padres tiende a separarse, y el anhelo de autonomía hace imperativa la separación. Los padres dejan de ser el único modelo, apareciendo figuras importantes, orientadoras en su camino al éxito, como los profesores y los profesionales de éxito, que particularmente en instituciones académicas de alta exigencia provienen de historias de éxitos romantizados a través del sacrificio, siendo elementos trascendentes en el modelamiento de la conducta.

Ante dicha situación es conveniente recalcar la importancia que esta experiencia ha dado a la prevención integral del suicidio.

Desde el año 2012 la Organización Mundial de la Salud publica una serie de recomendaciones relacionadas a la prevención del suicidio, y en comparación con lo ocurrido en ese entonces, estas son algunas puntualidades hacia 2019:

  • Aproximadamente ocurre un millón de suicidios cada año, lo que supone una tasa de mortalidad "global" de 16 por 100.000, o una muerte cada 40 segundos.

  • En los últimos 45 años las tasas de suicidio han aumentado 60% a nivel mundial. El suicidio es una de las tres primeras causas de muerte entre las personas de 15 a 44 años edad en algunos países, y la segunda causa en el grupo de 10 a 24 años; estas cifras no incluyen las tentativas de suicidio, que son hasta 20 veces más frecuentes que los casos de suicidio consumado.

  • Se estima que a nivel mundial el suicidio supuso 1,8% de la carga global de morbilidad en 1998, y que en 2020 representará 2,4% en los países con economías de mercado y en los antiguos países socialistas.

  • Aunque tradicionalmente las mayores tasas de suicidio se han registrado entre los varones de edad avanzada, las tasas entre los jóvenes han ido en aumento hasta el punto de que ahora estos son el grupo de mayor riesgo en un tercio de los países, tanto en el mundo desarrollado como en el mundo en desarrollo. Actualmente la población en mayor riesgo la constituyen los hombres entre 15 y 24 años de edad.

  • Los trastornos mentales (especialmente la depresión y los trastornos por consumo de alcohol) son un importante factor de riesgo de suicidio en Europa y América del Norte; sin embargo, en los países asiáticos tiene especial importancia la conducta impulsiva. El suicidio es un problema complejo en el que intervienen factores psicológicos, sociales, biológicos, culturales y ambientales. Aun así, casi 20% de los suicidios no cuenta con antecedentes de enfermedad mental.

Los servicios de salud a nivel público y no solo de salud mental deben desempeñar un papel importante al proporcionar liderazgo y reunir a los interesados directos de todos los sectores del país.

Es importante establecer estrategias de vigilancia. Centrarse en la evaluación y el mejoramiento, actualizar sus conocimientos incorporando nuevos datos, y hacer hincapié en la eficacia y la eficiencia es un punto relevante.

A largo plazo es importante tener presente que la reducción del suicidio depende solo en parte de la reducción del riesgo. En el contexto universitario estas instituciones son responsables de realizar las actividades a través de la aplicación de un modelo de intervención basado en salud mental pública:

  • Identificar el problema.

  • Identificar los factores protectores y de riesgo:

    • Sistemas de salud: barreras para la atención.

    • Sociales: acceso a medios letales, reportes inapropiados de los medios, estigma a la búsqueda de atención a la salud mental.

    • Comunitarios: competencia, discriminación, desastres o conflictos, trauma o abuso.

    • Interacción personal: aislamiento social y familiar, relaciones interpersonales conflictivas.

    • Individuales: intentos de suicidio previos, enfermedades mentales o enfermedades que puedan afectar la función mental, uso peligroso de alcohol, pérdidas financieras o pérdidas recientes, desesperanza, historia familiar de suicidio y factores genéticos y biológicos.

  • Desarrollar y evaluar intervenciones:

    • Prevención universal: políticas internas para reducir el riesgo, acceso a la salud mental, abordaje responsable de los medios, abordaje responsable interuniversitario o interinstitucional, campañas para el desarrollo de conciencia sobre los problemas relacionados al suicidio y la salud mental y el consumo de sustancias.

    • Prevención selectiva: intervenciones para grupos vulnerables (minorías, personas en riesgo), entrenamiento de personal con funciones de guardianes entrenados en la detección de síntomas de alerta y factores de riesgo, así como líneas para intervención en crisis.

    • Individualizados: seguimiento y soporte, atención y tratamiento de las conductas suicidas, atención y manejo de los trastornos por consumo de sustancias.

  • Implementación de estrategias y evaluación continua.

Dentro de los contextos universitarios, y particularmente en las universidades caracterizadas por la exigencia en orden a promover las competencias en sus educandos, es importante establecer el punto y cambiar el paradigma de que la excelencia no solo se refiere a desarrollar competencias de productividad, sino competencias en el manejo del estrés, habilidades para la vida, habilidades de estudio, promoción de los factores de riesgo, disminución de la competencia, principalmente los relacionados al aislamiento, y consumo de alcohol y otras sustancias.

No se trata de disminuir las exigencias, sino de mejorar la capacidad adaptativa de los estudiantes, profesionalizar la educación a través de la sensibilización de los profesores y la capacitación de los mismos, entendiendo el grupo de alto riesgo al que están dirigidos.

El fomento de los factores protectores ayudará a construir un futuro en el que todas las organizaciones universitarias y comunitarias puedan dar apoyo en primer nivel y referencias apropiadas a los necesitados de asistencia a las instancias correspondientes favoreciendo la atención en las mismas; las familias y los círculos sociales podrán libremente hablar de suicidio y salud mental, mejorarían la capacidad de recuperación e intervención eficaz para ayudar a sus seres queridos en un clima social donde la búsqueda de ayuda ya no es tabú y se promueve el diálogo público.

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