La pediatra, Dra. Heather Forkey, vio los síntomas de trauma en la infancia de sus pacientes antes de reconocer lo que estaba observando.[1]
En la clínica de asistencia tutelar donde trabajó al inicio de su carrera, ella y sus colaboradores observaron que todos los niños "eran muy parecidos. Se les diagnosticaban problemas como trastorno por déficit de atención/hiperactividad, trastorno de oposición desafiante, y trastorno bipolar, y tenían desenlaces desfavorables durante la adolescencia", señaló.
En esa época (década de 1990 y principios de la década de 2000) la Dra. Forkey tuvo la sensación de que pasaban por alto algo evidente. Simplemente no era congruente que todos los niños tuvieran estos trastornos. Sin embargo, a medida que la comunidad médica comenzó a "comprender mejor cómo el cuerpo y el cerebro son afectados por el trauma, las cosas comenzaron a tener más sentido", explicó.
Desde entonces "ha habido un completo cambio mental", indicó a Medscape Noticias Médicas.
Investigación como el estudio original de 1998 sobre las experiencias adversas en la infancia ha demostrado que la exposición de los niños a abuso, negligencia u otras dificultades en su hogar tiene un impacto en la salud y bienestar, que puede continuar en la edad adulta.
Ahora sabemos que "lo que ocurre en la infancia no se queda en la infancia", destacó el Dr. Andrew Garner, Ph. D., de la Case Western Reserve University School of Medicine, en Cleveland, Estados Unidos, quien es miembro del American Academy of Pediatrics (AAP) Committee on Psychosocial Aspects of Child and Family Health.
Esto no solo ha modificado nuestra comprensión de la respuesta del cuerpo al trauma y al estrés tóxico, sino que también está cambiando todo nuestro modelo de salud y enfermedad. "Ahora vemos las cosas a través de una perspectiva de eco-bio-desarrollo", comentó a Medscape Noticias Médicas.
La investigación en diferentes campos, tales como epigenética y neurociencia, indica que "el entorno temprano en la infancia literalmente se integra biológicamente en la forma en que funciona el genoma y en que se conecta el cerebro", lo que impulsa cambios en el curso de la vida, explicó.
Esto representa un potencial "cambio abismal" en el ejercicio clínico de la pediatría, dijo. Si queremos modificar los resultados en la edad adulta "debemos hacer bien las cosas desde la primera vez, y no tratar constantemente de reparar, remediar y arreglar lo que parecen problemas intratables en el futuro".
"Y creo que para avanzar debemos apartarnos del estrés tóxico y la adversidad", señaló el Dr. Garner, quien intervino en el desarrollo de la declaración de normativa de la American Academy of Pediatrics sobre el estrés tóxico en la infancia.[2]
Asimismo, hizo referencia a un estudio reciente que demostró que las experiencias positivas en la infancia pueden "tener consecuencias de por vida para la salud mental y relacional, pese a adversidades concomitantes, como las experiencias adversas en la infancia".[3]
Esto significa que si bien necesitamos "disminuir la adversidad, también necesitamos fortalecer la resiliencia", destacó.
Desarrollo de la resiliencia
Aquí es donde entra la Dra. Forkey. "En la relación que los médicos tienen con progenitores e hijos, nuestra función es bastante limitada en lo referente a nuestra capacidad para detener la adversidad. Pero las familias recurren a nosotros para que les ayudemos a ser mejores padres, a comprender el desarrollo, y a cultivar en su niño la resiliencia", agregó.
"Las relaciones de apoyo desempeñan un papel muy importante en la resiliencia en el curso de la vida. Los vínculos de apego cercanos con un cuidador y la parentalidad eficaz protegen a un niño pequeño de múltiples formas que no dependen 'del niño'", escribieron Ann Masten, Ph. D., y el Dr. Andrew Barnes, de la University of Minnesota Medical School, en Minneapolis, Estados Unidos, en un comentario sobre resiliencia en los niños.[4] Identifican factores comunes de resiliencia que son decisivos para el desarrollo en la infancia, tales como esperanza, habilidades de autorregulación, y destrezas para resolver problemas.
Sin embargo, si un niño no desarrolla estas habilidades en la familia, no todo se pierde. "Los estudios sobre resiliencia también indican que existen intervalos de oportunidad que facilitan la resiliencia a través de intervenciones preventivas", informaron.
En la actualidad la Dra. Forkey dirige FaCES (Foster Children Evaluation Service), y el programa de protección al niño en el Memorial Children's Medical Center de la University of Massachusetts, en Worcester. "Mi actividad profesional consiste en trabajar con niños que han sufrido las adversidades más graves", señaló.
Una parte importante de su trabajo es ayudar a otros pediatras a reconocer los signos de trauma y enseñarlos para ir más allá del tratamiento del trauma, y promover la resiliencia.
Admitió que al principio se sentía frustrada por las publicaciones que leía sobre resiliencia. "Las publicaciones indican 'promover relaciones seguras, estables y propicias'. Pero en la práctica, ¿cómo se hace esto?", cuestionó.
Esta es la interrogante a la que trató de dar respuesta durante su presentación en el Congreso Nacional de la American Academy of Pediatrics de 2019, efectuado en Nueva Orleans.
FRAYED THREADS
El primer paso en criar niños fuertes en vez de reparar adultos disfuncionales consiste en que los profesionales clínicos puedan reconocer los síntomas de trauma.
Cuando una persona experimenta trauma hace frente a una amenaza, está lesionada, y pierde su sentido del futuro o esperanza, explicó la Dra. Forkey. En niños, esto da lugar a que se desarrolle una serie específica de síntomas que se engloban en categorías comunes.
Para ayudar a los pediatras a identificar fácilmente estas categorías, a la Dra. Forkey se le ocurrió el recurso mnemotécnico FRAYED, acrónimo en inglés que significa ajustes, preocupaciones y temor; desarrollo restringido; trastornos del apego, gritos y aburrimiento; retrasos en la educación, y derrotismo/disociación.
Cuando los médicos ven síntomas que encajan en estas categorías, deberían pensar en la posibilidad de trauma o estrés tóxico, destacó.
Otra manera de ver esos síntomas es que "el niño ha tenido dificultades con algunas de sus habilidades de resiliencia", añadió.
A partir del trabajo de Masten y Barnes, la Dra. Forkey concibió otro recurso mnemotécnico, esta vez para las habilidades de resiliencia: THREADS, acrónimo en inglés que significa cerebro pensante y aprendizaje; esperanza; regulación o autocontrol; eficacia; apego; dominio de las habilidades de desarrollo, y conectividad social.
"Las tres R"
Si se identifica que los síntomas se derivan de trauma, la siguiente pregunta es: ¿Qué se puede hacer? Los pediatras necesitan cosas que puedan hacer rápidamente en el consultorio, dijo la Dra. Forkey.
Al igual que con cualesquiera síntomas, los médicos pueden comenzar con lo básico. Por ejemplo, si un niño es llevado a la consulta por diarrea, los pediatras comenzarán con la dieta BRAT (acrónimo en inglés para plátanos, arroz, puré de manzana, pan tostado). Si el niño mejora, bien; de lo contrario, el cuidador debe llevar de nuevo al niño a consulta.
La misma estrategia se puede utilizar para las experiencias adversas, pero en vez de BRAT, el primer paso es aplicar el método de "las tres R": "reafirmar", "restablecer rutinas", y "regular".
Después de un suceso traumático lo primero que se debe hacer es reafirmar al niño (una y otra vez) que está seguro, agregó la Dra. Forkey. "Posteriormente hay que restablecer las rutinas. Siempre que se suscita un trauma, las rutinas son lo primero que se sacrifica, pero las rutinas son increíblemente reguladoras, calman".
"Finalmente está la regulación, que puede consistir en muchos factores; por ejemplo, podemos comenzar con la respiración abdominal. En última instancia, la regulación tiene que ver con identificar las emociones y luego modularlas, lo que se puede iniciar explicando a los niños lo que está ocurriendo", puntualizó.
Tomemos el caso de un niño adoptivo que no puede acudir con un padre, por lo que se porta mal en la escuela y golpea un pupitre. Este niño no está enojado, indicó la Dra. Forkey. "Está frustrado, afligido, preocupado por su padre, se siente no respetado; hay una variedad de emociones que estos niños no saben cómo expresar en palabras".
SEAM
Otra pieza del rompecabezas es aleccionar a los cuidadores para que sepan cómo hacer que los niños se sientan seguros. Para esto, la Dra. Forkey creó otro recurso mnemotécnico: SEAM, que en inglés significa seguridad; contenedor emocional; disponibilidad compasiva predecible, y tener presente lo que piensa el niño.
Por ejemplo, si un lactante llora y la madre lo levanta y conforta, es un contenedor emocional, explicó. La disponibilidad compasiva predecible significa que los cuidadores son congruentes en sus respuestas; es decir, el niño no ve una respuesta cuando su cuidador tiene un buen estado de ánimo y otra cuando está de mal humor.
Por lo que respecta a tener presente lo que piensa el niño, "desciframos lo que somos porque los demás nos reflejan lo que somos", dijo la Dra. Forkey. "Si el bebé llora y la madre lo levanta y dice: 'Tienes hambre, hagamos algo al respecto', el bebé aprende que eso significa tener hambre".
"Pero si la madre está alterada y no puede lidiar con ello, y cuando el niño llora dice: 'Eres tan glotón, ¿por qué me sigues molestando?', el bebé aprende que esta sensación que tiene es de glotonería, y nadie le ayuda con eso".
Lo que estamos tratando de hacer es transferir la ciencia basada en evidencia, incluidas publicaciones sobre terapia cognitiva conductual y apego, a un lenguaje y conceptos que sean reconocibles por todos los cuidadores, destacó.
Necesidad de un cambio de sistema
Estas intervenciones simples pueden hacer una diferencia, pero necesitamos tiempo para fortalecer las relaciones con la familia, añadió el Dr. Garner.
"Como pediatras, básicamente estamos formando alianzas terapéuticas con las familias. No podemos hacerlo si estamos atareados llenando documentos para poder facturar a la compañía de seguros. Esta es una fuente de frustración en todo el ámbito de la atención primaria", finalizó.
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Citar este artículo: Fortalecer la resiliencia en los niños para protegerlos de convertirse en "adultos disfuncionales" - Medscape - 12 de dic de 2019.
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