La contaminación del aire se vincula a enfermedades psiquiátricas

Pauline Anderson

Conflictos de interés

30 de agosto de 2019

La calidad deficiente del aire conlleva tasas más altas de varios trastornos psiquiátricos, señala nueva investigación.[1]

Analizando grandes series de datos de Estados Unidos y Dinamarca, investigadores encontraron correlaciones significativas entre contaminación del aire y trastorno bipolar en los dos países, así como entre contaminación del aire y depresión, esquizofrenia y trastorno de la personalidad, en Dinamarca.

Andrey Rzhetsky

"Si sabemos cuáles agresiones ambientales pueden desencadenar enfermedad, tal vez podremos prevenirla en algunos pacientes, sobre todo si sabemos que son genéticamente vulnerables", comentó a Medscape Noticias Médicas el autor para correspondencia, Andrey Rzhetsky, Ph. D., profesor de medicina y genética humana, de la University of Chicago, en Illinois, Estados Unidos.

Los hallazgos fueron publicados el 20 de agosto en la versión electrónica de PLOS Biology.

Una mezcla compleja

La herencia contribuye al desarrollo de trastornos psiquiátricos en gran medida, pero "nunca en 100%", y cada vez resulta más evidente que las agresiones ambientales desempeñan un papel importante, señaló Rzhetsky.

La contaminación del aire es una mezcla compleja de partículas de materia pequeñas, gases, metales y contaminantes orgánicos generados por la erosión natural de rocas y materiales artificiales, gases de escape de vehículos de transporte, actividad industrial e incendios.

Ya se dispone de evidencia de estudios en humanos, animales, e in vitro, de que los contaminantes presentes en el aire pueden terminar en el cerebro y están implicados en la etiología de trastornos neurológicos y psiquiátricos.

Para el presente estudio los investigadores llevaron a cabo dos análisis, uno utilizando datos de Estados Unidos, y el otro datos de Dinamarca.

Fue imposible tener el mismo diseño para las dos series de datos, agregó Rzhetsky. Añadió que los dos países tienen diferentes culturas y estrategias divergentes en asistencia médica, seguimiento de la población y monitorización medioambiental.

Análisis de Estados Unidos

Para el análisis de Estados Unidos, los investigadores utilizaron la base de datos de reclamaciones de seguros médicos IBM MarketScan, que incluye reclamaciones de pacientes hospitalizados y ambulatorios, procedimientos médicos y fármacos de prescripción para más de 151 millones de pacientes, del periodo de 2003 a 2013.

Su análisis incluyó la calidad del aire, el agua y la tierra (por ejemplo, sustancias químicas en el suelo) y el entorno urbanizado (por ejemplo, tráfico vehicular, acceso de tránsito y seguridad peatonal).

Para cuantificar la polución del aire, los investigadores utilizaron el índice de calidad del aire de la Environmental Protection Agency, que es una medida sumaria de 87 potenciales contaminantes del aire.

Rzhetsky señaló que para este análisis los investigadores contaron con mediciones de la calidad del aire en solo un momento y a nivel de país.

Los investigadores transformaron los predictores ambientales en septiles, en los que Q1 indicaba la mejor calidad, y Q7 la peor calidad.

En este análisis se evaluaron cuatro enfermedades psiquiátricas (trastorno bipolar, depresión mayor, trastorno de la personalidad y esquizofrenia), y dos trastornos neurológicos (enfermedad de Parkinson y epilepsia). Los trastornos neurológicos fueron incluidos para que hicieran las veces de control, y "no esperábamos encontrar alguna asociación", destacó Rzhetsky.

Los resultados demostraron que, en comparación con la mejor calidad del aire, la peor calidad del aire se asoció a un incremento de casi 27% en la frecuencia de trastorno bipolar (intervalo de confianza de 95% [(IC 95%]: 15% - 40%; p < 10-4).

En el caso de la depresión mayor hubo un incremento de 6% en la tasa de diagnóstico en las regiones con peor frente a mejor calidad del aire.

Los datos estadounidenses también demostraron una correlación entre trastorno de la personalidad y una calidad de suelo deficiente, pero no contaminación del aire.

No hubo asociación entre calidad deficiente del agua o el ambiente urbano y enfermedades psiquiátricas, ni vínculo entre ningún tipo de contaminación y epilepsia o enfermedad de Parkinson.

Exposición en la infancia

Para el análisis danés los investigadores utilizaron registros nacionales de tratamiento y contaminación que incluían más de 1,4 millones de individuos nacidos entre 1979 y 2002 que vivían en Dinamarca en su décimo cumpleaños.

Estudiaron la asociación entre la exposición a la contaminación del aire en la infancia y los mismos cuatro trastornos psiquiátricos incluidos en el análisis estadounidense, pero no evaluaron trastornos neurológicos.

Los investigadores llevaron a cabo análisis de componentes principales en 14 indicadores de la calidad del aire para obtener una medida sumaria de exposición a la contaminación del aire. Transformaron una vez más esta exposición en septiles, representando Q1 la mínima exposición y Q7 la máxima exposición.

En el caso de los registros daneses, los investigadores pudieron efectuar seguimiento a los desplazamientos de cada persona en el curso del tiempo y obtener acceso a datos históricos de contaminación a un nivel de 1 km por 1 km. Esto les permitió estimar la exposición a la contaminación del aire a nivel individual, lo cual es "mucho más preciso" que la exposición a nivel de condado que se utilizó en el análisis estadounidense, añadió Rzhetsky.

Los resultados demostraron que la tasa de los cuatro trastornos psiquiátricos aumentó conforme se incrementaron los niveles de exposición a la contaminación del aire. La asociación más potente fue para trastornos de la personalidad, para la cual hubo un incremento de 162% (IC 95%: 142% - 183%; p < 2 x 10-16) en la tasa para la categoría Q7, en comparación con la categoría Q1.

En el caso del trastorno bipolar, la tasa estimada fue 24,3% más alta en el grupo Q7 frente al grupo Q1.

Contaminantes sospechados

Los subanálisis de los datos incluyeron una "corrección para la dependencia espacial", que tomó en cuenta la cercanía de condados estadounidenses que pueden tener medioambientes en común, y una "armonización" de las dos series de datos.

Esos análisis adicionales por lo general respaldaron la robustez de los hallazgos principales, señalaron los autores del estudio.

El mecanismo más probable por el cual los contaminantes engendran enfermedades psiquiátricas es a través de la neuroinflamación. "Contamos con bastante evidencia de esto derivada de estudios en animales, por ejemplo, en perros, y evidencia anecdótica en seres humanos", dijo Rzhetsky.

Los investigadores señalaron que es imposible identificar compuestos aéreos específicos que pudieran dar lugar a enfermedades mentales; es probable que múltiples contaminantes contribuyan a efectos negativos en el sistema nervioso humano de manera aditiva o sinérgica.

Sin embargo, hay algunas "sustancias sospechadas", por ejemplo, pequeñas partículas en el medioambiente, que pueden entrar a los pulmones y el torrente sanguíneo o cruzar la barrera hematoencefálica, dice Rzhetsky. "También pueden pasar a través del sistema olfatorio al cerebro, que es una vía más directa porque tenemos neuronas olfativas en la nariz", añadió.

Está convencido de que detener la neuroinflamación puede contrarrestar síntomas psiquiátricos.

Sin embargo, esto debe verificarse, lo cual podría ser difícil. Rzhetsky señaló que no se pueden realizar estudios clínicos porque es "completamente no ético" exponer individuos a condiciones ambientales deficientes para los fines de un estudio.

Posibilidad fascinante

En un editorial complementario, el Dr. John A. Ioannidis, director, Prevention Research Center, Stanford University, en California, Estados Unidos, y director del Meta-Research Innovation Center, en Stanford, escribió que una asociación causal entre contaminación del aire y enfermedades mentales es una "posibilidad fascinante", y que el presente estudio es una contribución valiosa a este campo de investigación.[2]

Los investigadores "han ofrecido un análisis explorador brillante con detalles generadores de hipótesis interesantes para el trastorno bipolar y posiblemente otros diagnósticos psiquiátricos", señaló el Dr. Ioannidis.

Sin embargo, destacó algunas desventajas del estudio, como el hecho de que los "enormes tamaños de muestras" de la serie de datos no garantizan validez.

"El análisis de grandes volúmenes de datos puede extraer conclusiones absurdas debido a deficiencias fundamentales en la calidad de los datos. La base de datos de Estados Unidos es casi 100 veces más grande que la danesa, pero la última tiene mejor calidad", añadió.

Otras diferencias notables son las variaciones entre las series de datos en cuanto a las mediciones de exposición y el número de variables que se utilizaron para definir contaminación del aire.

Además, la fortaleza de las asociaciones observada es "moderada"; aunque las magnitudes de efecto son más considerables en los datos daneses, nunca alcanzan riesgos relativos superiores a 3, señaló el Dr. Ioannidis.

"Sin embargo, esto no necesariamente es una debilidad. Se ha argumentado que la mayor parte de los verdaderos efectos causales es moderada e incluso pequeña/diminuta; efectos demasiado grandes simplemente pueden señalar errores y sesgos", escribió.

Los investigadores también "parecen interpretar que sus resultados son reproducidos en diferentes países. Sin embargo, con excepción del trastorno bipolar, las estimaciones puntuales son notablemente diferentes entre Estados Unidos y Dinamarca, y los intervalos de confianza de 95% ni siquiera se superponen".

Sería útil contar con análisis realizados por otros investigadores, incluso de aquellos que pudieran tener "puntos de vista escépticos" sobre la asociación de la contaminación del aire y la salud mental, concluyó el Dr. Ioannidis.

Hallazgos bipolares "extraordinarios"

En su comentario a Medscape Noticias Médicas, la Dra. Elizabeth Haase, de Carson Tahoe Health, Carson City, en Nevada, Estados Unidos, quien es miembro de Caucus on Climate Change de la American Psychiatric Association, dijo que el estudio era interesante y sus ilustraciones muy impresionantes.

"Simplemente los mapas en sí, que demuestran la distribución de trastornos afectivos y esquizofrenia en Estados Unidos y la distribución de entornos saludables de diferentes clases, es fascinante", indicó la Dra. Haase, quien no intervino en la investigación.

Estuvo de acuerdo con el Dr. Ioannidis en que el análisis danés es "un poco más limpio" que el estadounidense, en parte debido a que tomó en cuenta la exposición a contaminación durante la infancia. La neuroinflamación temprana o el daño genético en los primeros años pueden ser un factor de riesgo significativo para alteraciones patológicas subsiguientes.

La Dra. Haase también se mostró impresionada por la forma en que los datos daneses redujeron la exposición a la contaminación del aire "a una distancia de no más de un kilómetro, en vez de en todo el condado, lo cual es mucho más específico".

Calificó como "extraordinario" el hecho de que los hallazgos para el trastorno bipolar fueran tan congruentes. Hizo notar que hasta ahora no se han realizado estudios sobre la enfermedad bipolar y la contaminación del aire. "Esto ha sido una deficiencia importante en el campo".

Asimismo, la Dra. Haase resaltó que se dispone de opciones para controlar la contaminación del aire que podrían mitigar la neuroinflamación. Estas incluyen producir energía limpia, controlar contaminantes industriales y reducir el uso de combustible fósil.

Hay "evidencia muy clara" de que las enfermedades se vuelven menos graves en regiones de Estados Unidos en las que se han cerrado plantas de carbón, finalizó.

El estudio fue financiado por el proyecto Nord Forsk 75007, el programa DARPA Big Mechanism, el National Institutes of Health y una donación de Liz y Kent Dauten. Los autores del estudio, el Dr. Ioannidis y la Dra. Haase han declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente.

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