¿De qué manera el trauma de la Segunda Guerra Mundial afecta generaciones subsiguientes? Por primera vez, en público y en un estudio de investigación, esta interrogante se está analizando con profundidad.[1]
Se carece de estudios sistemáticos, pero entrevistas psicoanalíticas indican que el trauma de esa época no es solo un legado emocional difícil para quien lo presenció, sino también para sus hijos.
"La generación de padres asume la carga, sin lugar a dudas. Aproximadamente la mitad de las personas nacidas antes del final de la guerra informa por lo menos una experiencia traumática", explica a Medscape en Alemán la Dra. Heide Glaesmer, investigadora de trauma y profesora de la University of Leipzig, en Leipzig, Alemania.
En una publicación reciente hace referencia a estudios que muestran que la generación de edad avanzada hoy en día tiene más probabilidades de presentar trastorno por estrés postraumático (TEPT) que generaciones más jóvenes. Los síntomas consisten en recuerdos de agonía recurrentes, irritabilidad, agresividad, alienación, aislamiento social, apatía emocional y alteraciones del sueño.
Pero ¿en qué grado los choques psicológicos causados por la Segunda Guerra Mundial se han transmitido a sus hijos? "Hay evidencia de tal transmisión transgeneracional y parece plausible, pero es difícil determinar en qué grado", expresa la Dra. Glaesmer.
La generación de la posguerra ahora hace el balance de sus vidas
Actualmente la traumatización secundaria es un tema bien reconocido en libros y revistas, así como en foros de internet. "Probablemente hay muchas personas ansiosas por comentarlo, ya que, por una parte, ha transcurrido mucho tiempo, y por otra, ha mejorado la interacción entre las generaciones. Poder hablar de la culpa es una experiencia liberadora para víctimas y perpetradores", señala la Dra. Glaesmer.
El grado de interés también puede explicarse por el hecho de que quienes nacieron en los años de la posguerra ahora están mirando crecer a sus nietos, y por consiguiente, se ven confrontados una vez más con su infancia. Además, han llegado a una edad que se presta al análisis y a hacer un balance, sobre todo al desplazarse a primer plano el contenido de la memoria a largo plazo. Después de jubilarse y de la crianza de los hijos, ahora tienen tiempo para estudiar la historia de su familia.
"Las personas sienten la necesidad de vincular de manera significativa episodios de su biografía, descubrir causalidades", explica la Dra. Glaesmer, definiendo tres fases al lidiar con el pasado:
De 1945 a mediados de 1960, cuando los horrores de la Segunda Guerra Mundial desaparecieron detrás un muro de silencio en la República Federal de Alemania, y detrás de una "pared protectora antifascista" en la República Democrática Alemana. Esta negación impidió cualquier procesamiento.
El movimiento de estudiantes de 1968 reaccionó con ira al manejo ignorante y santurrón del holocausto. Se formaron focos de atención por el proceso de Eichmann en 1964 y los procesos de Auschwitz en Fráncfort en 1964 - 1965.
En la tercera fase, que abarca hasta el presente, el tabú disminuye y revela este capítulo oscuro. Hijos y nietos reaccionan de manera más imparcial; la confrontación se vuelve más honesta y la reunificación proporciona un ímpetu importante.
Investigación
Durante casi 15 años se ha realizado investigación científica respecto a si la guerra todavía afecta a la generación siguiente y la forma en que lo hace. Desde el punto de vista de la Dra. Glaesmer, el equipo interdisciplinario dirigido por el psicoanalista, Dr. Ulrich Lamparter, de Hamburgo, ha tenido éxito en implementar un método muy convincente para la traumatización secundaria.
En el proyecto "Testigo de la Tormenta de fuego sobre Hamburgo y sus Familias", psicoanalistas e historiadores realizaron entrevistas semiestructuradas con testigos presenciales y sus hijos adultos. Entre los sobrevivientes encontraron "daño traumático sutil, que al mismo tiempo tenía un efecto profundo en la personalidad, como ansiedad, depresión o pérdida de la empatía".
En la descendencia observaron "una profunda aprehensión a los horrores de la guerra, al caos, así como temor y amenaza". Hasta nuestros días, las experiencias siguen siendo un elemento virulento en la memoria de la familia.
El término "Tormenta de fuego sobre Hamburgo" hace alusión a varios días de ataques aéreos que tuvieron lugar en el verano de 1943, cuando fallecieron aproximadamente 35.000 personas. Los 60 participantes en el estudio de la generación de padres tenían entre 3 y 27 años de edad en esa época, y entre 66 y 91 años durante el periodo de la evaluación: 2005 a 2010. Los autores informaron que sus memorias eran extraordinariamente vívidas y sus descripciones precisas. Ver muertos a menudo horriblemente desfigurados alrededor de ellos y en forma masiva, u otras personas sentadas ahí vivas, se grabó profundamente en su mente.
Atrocidades de la guerra: un momento biográfico decisivo
Los científicos describen tales experiencias como un momento decisivo biográfico: "Para muchos testigos la ‘Tormenta de Fuego’ fue una experiencia fundamental de terror y amenaza existencial". Sufrieron heridas emocionales que nunca cicatrizaron y que produjeron una inestabilidad perdurable, sobre todo entre las mujeres.
Declaraciones típicas: "Hay algo en mí que no desaparece" o "Estas son cosas que te atormentan toda la vida". No es posible recuperarse del choque, incluso mediante el procesamiento de diferentes grados, sino que actúa como un imán hacia el cual todo se alinea. A menudo no es solo la experiencia de la "Tormenta de fuego sobre Hamburgo", sino la guerra en general a la que se hace referencia como drástica.
Escalas previas no pueden medir adecuadamente las consecuencias
Síntomas registrados con cuestionarios estaban en el rango asintomático: la Escala de ansiedad y depresión hospitalaria (HADS) mostró niveles un poco más altos de ansiedad y depresión, en comparación con un grupo de referencia. En la Escala de evaluación ddiagnóstica del estrés postraumático (EGEP) solo cuatro testigos presenciales superaron los valores críticos.
Sin embargo, los autores hacen hincapié en que de acuerdo con la impresión clínica, todos estaban significativamente más traumados de lo que las puntuaciones reflejaban. Mencionan los siguientes motivos: las preguntas solo se relacionaban con la semana previa y no detectaban síntomas fuera del espectro dado.
Además, muchos testigos presenciales ni siquiera se percatan de lesiones subyacentes, o las niegan. Por el contrario, se consideran afortunados de haber sobrevivido. Por tanto, el Dr. Lamparter y sus colaboradores defienden su propio método de diferenciación clínica.
La transmisión se lleva a cabo de acuerdo con determinados patrones
Entrevistas con 45 hijas e hijos de testigos presenciales, nacidos en la época de 1952 a 1962 y de entre 55 y 65 años durante el estudio, muestran cómo las experiencias se han transmitido a la siguiente generación. Un tercio tenía conocimiento concreto de lo que había ocurrido a su madre o padre durante la "Tormenta de fuego sobre Hamburgo", además del conocimiento emocional, lo que significa que podían comprender sus sentimientos.
El Dr. Lamparter y sus colaboradores concluyeron: "La mayoría de los hijos ve consecuencias psicológicas, que atribuye a las experiencias de sus padres en la ‘Tormenta de fuego sobre Hamburgo’, en la guerra y en el periodo de la posguerra".
De las conversaciones han dilucidado estas vías de transmisión:
Barreras: los padres se ponen defensivos y no mencionan los horrores o los disimulan. No pueden reconocer las necesidades de sus hijos, y en vez de la interacción de la reconciliación, prevalecen la resignación y el reproche.
Acuerdo mutuo: hay un acuerdo mutuo y tácito entre las generaciones para evitar emociones y limitarse a la objetividad.
Efectos directos: las experiencias y sentimientos de los padres durante la guerra son compartidos y plasmados en sus hijos y se reproducen en ellos, por ejemplo, en la forma de temor y una atmósfera difusa de malestar: este es el mecanismo clásico de transmisión. "Reliquias", o artículos que se han guardado, pese al caos, como una taza o una alhaja, suelen ser significativos.
Funcionalización como un "contenedor": algunos padres agobian a sus hijos con dolor y frustración o los ven como un remplazo de los familiares que perdieron.
Malos entendidos: los padres interpretan el cuidado desde un punto de vista puramente material, como proporcionar alimento, vivienda, ropa, o dinero; pero sus hijos desean empatía. A los padres les preocupa la educación como un medio de independencia; los hijos quieren seguridad y cercanía. Los padres tratan de crear seguridad a través de prohibiciones y restricciones; los hijos luchan por libertad.
Legado: los padres renuncian a sus propios objetivos y deseos de manera que sus hijos tengan una mejor vida. Por ejemplo, los exhortan a lograr buenas calificaciones escolares y carreras profesionales, o a conducirse con modestia y mostrar gratitud.
Actitudes y formas de vida: las experiencias perturbadoras se reflejan en la dinámica de la familia, por ejemplo, a través de "explosividad", es decir, agresividad excesiva. Algunos hijos se rehúsan a iniciar una familia debido a estas malas experiencias.
Procesamiento conjunto: las dos generaciones pueden hacer frente al terror hablando de ello y aceptando el efecto que tiene en ellos mismos. Tales personas tienen más probabilidades de verse a sí mismas como mentalmente sanas.
Un llamado a los médicos: considerar el trauma de la guerra
El Dr. Lamparter y sus colaboradores plantean que hay pruebas de que recuerdos privados están muy influidos por imágenes públicas, monumentos, documentales de televisión y reportes en los diarios.
Consideran que los resultados de su estudio son sintomáticos: "Se puede suponer que efectos psicológicos y mentales equivalentes de la Segunda Guerra Mundial pueden encontrarse en los años de nacimiento de 1925 a 1945".
Esto también aplica a las personas que no estuvieron expuestas a los extremos de una "Tormenta de Fuego", sino que "solo" tuvieron que soportar bombardeos mientras se ocultaban en el búnker. Y esto es especialmente cierto si perdieron familiares, casas o pertenencias, como ocurrió a dos tercios de los testigos presenciales.
Los investigadores escriben: "Nos gustaría exhortarlos a percibir conscientemente y tomar en cuenta los efectos de la Segunda Guerra Mundial en su trabajo cotidiano como médicos o psicoterapeutas".
Estudios sistemáticos fracasan debido a metodología compleja
Con las investigaciones sistemáticas es difícil esclarecer en qué grado el trastorno por estrés postraumático parental eclipsa la vida de sus hijos. El fracaso se debe a dificultades metodológicas, explica la Dra. Glaesmer.
El diseño es demasiado complicado debido a las múltiples variables: hay grandes diferencias que dependen de año de nacimiento, género, historia previa, experiencias relevantes, condiciones ambientales como en la República Federal de Alemania o en la República Democrática Alemana, factores sociales y rasgos de personalidad como resiliencia. Por último, y no menos importante, los eventos datan de décadas anteriores.
Por ejemplo, estudios en grupos específicos, como descendientes de veteranos de Vietnam, refugiados o sobrevivientes del holocausto, no proporcionan ninguna evidencia fiable. "De hecho, un buen mensaje, si no hay evidencia clara de anomalías emocionales o trastorno por estrés postraumático. El incidente suele absorberse en el ruido general, por así decirlo", comentó la Dra. Glaesmer.
Hijos de "niños de la guerra" también son mentalmente vulnerables
Sin embargo, muestras clínicas demostraron más vulnerabilidad a trastornos mentales en hijos de padres traumatizados, según lo informa la psicóloga en su publicación. Se observó baja autoestima, temor a la aniquilación, pesadillas, dificultades con el manejo de conflictos, identificación excesiva con el estado de víctima de sus padres y la consecución de logros para compensar su sufrimiento.
De acuerdo con el modelo psicodinámico, la transmisión no es solo directa, sino que tiene lugar además a través de señales corporales como gestos, expresiones faciales, voz, tacto o incluso frialdad y palizas.
Los siguientes elementos se consideran centrales a la proyección: los padres no son capaces de hacer frente a emociones negativas (duelo, ira, debilidad, culpa) en ellos mismos, sino que los atribuyen a sus hijos. De esta manera pueden observar, controlar y reducir esos rasgos indeseables en otra persona.
A la inversa, al identificarse con los padres para no reavivar viejas heridas, los hijos pueden ser demasiado cuidadosos, llegando incluso hasta la inversión de papeles, de manera que en última instancia hacen las veces de madres de sus padres.
Padres traumados tienen un estilo de parentalidad confuso
Los enfoques sistémicos en la familia se centran en los patrones de vínculo, de acuerdo con la Dra. Glaesmer. Para los padres traumatizados, la crianza desorganizada y desorientada es típica: se comportan de manera impotente e incoherente, sienten miedo, no pueden reconocer a sus hijos en forma apropiada y no están emocionalmente disponibles.
La comunicación se altera hasta llegar a un "silencio" que sigue haciendo las veces de un muro entre generaciones. Proviene de un pacto de silencio tácito: los padres no quieren agobiar a sus hijos; los hijos, a la vez, evitan temas sensibles.
Sin embargo, el trauma también puede transmitirse a través de revelación rigurosa: descripciones detalladas son atemorizantes a los jóvenes que las escuchan.
Además, mecanismos biológicos pueden favorecer la transmisión transgeneracional. Por ejemplo, son posibles cambios epigenéticos. De acuerdo con los hallazgos de la medicina del desarrollo, una impronta intrauterina correspondiente aumenta una predisposición a enfermedad.
La alteración central del eje hipotálamo-hipófisis-corteza suprarrenal parecería ser central en esto: por ejemplo, en mujeres embarazadas que están sujetas a estrés o que han adquirido trastorno por estrés postraumático, el nivel de cortisol disminuye, como más tarde ocurre en sus hijos. "Sin embargo, estos hallazgos provienen principalmente de modelos animales; en seres humanos, hay mucha menos evidencia", finalizó la Dra. Glaesmer.
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Citar este artículo: ¿Cómo se transmite el trauma de la Segunda Guerra Mundial a la siguiente generación? - Medscape - 26 de agosto de 2019.
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