BUENOS AIRES, ARG. En un escenario en el que más de ocho millones de personas vuela en aviones comerciales en el curso de un día y ninguna ciudad de la tierra está a más de 24 horas de otra, la restricción de los viajes no resulta una medida efectiva para bloquear el ingreso de epidemias y puede agravar la situación de los países afectados. Así lo señaló la Dra. Annelies Wilder-Smith, profesora de Enfermedades Infecciosas Emergentes, en la Lee Kong Chian School of Medicine, de la Nanyang Technological University, en Singapur, y expresidenta de la International Society of Travel Medicine (ISTM), durante una conferencia que brindó en el marco del 18 Congreso Internacional de Enfermedades Infecciosas (ICID) 2018, llevado a cabo del 1 al 4 de marzo en Buenos Aires, Argentina.[1]

Dra. Annelise Wilder-Smith
"Oficialmente, la Organización Mundial de la Salud (OMS) casi nunca recomienda la restricción de viajes. Pero, a menudo, son los propios países quienes la imponen, más como resultado de la presión de los medios que como una respuesta adecuada de salud pública", dijo la Dra. Wilder-Smith a Medscape en Español.
La cuarentena como medio para evitar la introducción y expansión de enfermedades infecciosas, tiene una larga historia que se remonta al siglo XIV.[2] Sin embargo, en los últimos 15 años, muchos países reinstauraron de manera amplia la restricción de los viajes internacionales, en especial frente a las epidemias de los virus del SARS (2003), la influenza H1N1 (2009) y del Ébola (2014). Así, por ejemplo, Rusia y Kazajistán sellaron su frontera con China en respuesta al brote de SARS; China y 4 países latinoamericanos suspendieron los vuelos directos desde México en la fase inicial de la epidemia de H1N1; y Kenia prohibió la entrada de toda persona procedente de Sierra Leona, Liberia y Guinea cuando esos tres países presentaban un brote activo del virus de Ébola.[3] Más recientemente, a fines del año pasado, Seychelles impidió durante casi 2 meses los vuelos directos desde Madagascar, por temor a importar un brote de pestes neumónica y bubónica ( Yersinia pestis ).[4]
Sin embargo, según la Dra. Wilder-Smith, "hay una cantidad sustancial de evidencia de que la restricción de viajes retrasa la importación de una epidemia, pero solo por algunas semanas. No la detiene". Por ejemplo, un metanálisis de 2014 sobre 23 estudios, sugiere que sellar las fronteras internacionales retrasó desde unos pocos días hasta 4 meses la diseminación y el pico de la pandemia de influenza, pero no pudo detenerla por sí sola.
La Dra. Wilder-Smith citó durante su exposición un estudio de modelado matemático de 2006 que consideró la eficacia de distintas estrategias para contener una teórica cepa pandémica con una tasa de ataque de 26%, una tasa de letalidad de 2,5% y una inmunidad residual de 25%. Según las conclusiones del trabajo, las restricciones al tráfico aéreo solo tuvieron impacto cuando esa medida aislada impidió más de 99% de los vuelos.
“Desde el punto de vista práctico, es imposible. No funciona. Por el contrario —esa medida—, causa daño. Por ejemplo, durante la última epidemia de Ébola, muchos países y líneas aéreas detuvieron los vuelos, por lo que no se pudo trasladar personal sanitario, equipamiento ni medicación. La situación se volvió peor”, puntualizó la especialista.
La Dra. Susana Lloveras, docente de la Cátedra de Enfermedades Infecciosas de la Universidad de Buenos Aires y presidenta de la Sociedad Latinoamericana de Medicina del Viajero (SLAMVI), coincidió con su colega: "Las restricciones de viajes vienen de las viejas cuarentenas, pero hoy son casi imposibles de implementar. Cuando Argentina suspendió por unos días los vuelos directos desde México durante la epidemia de H1N1, en 2009, hubo turistas que simplemente cruzaron a otro país para emprender el regreso desde allí", dijo a Medscape en Español.
¿Cómo enfrentar el riesgo?
Durante su exposición, la Dra. Wilder-Smith remarcó que los patrones de diseminación de epidemias cambiaron drásticamente con el desarrollo de los sistemas de transporte modernos. En la epidemia de peste negra del siglo XIV, el frente de la epidemia se propagó como una ola a lo largo de Europa a un ritmo de 320 a 650 km/año. En la pandemia de 1918, el virus de la influenza tardó un año para diseminarse desde Estados Unidos hasta remotas islas del Pacífico; en 1957, el mismo virus dio la vuelta al mundo en seis meses. En 2009, se declaró la pandemia del virus de la influenza H1N1 solo dos meses después de la primera alerta internacional. La expansión había sido vertiginosa. Y agregó que otro de los factores que requieren atención es la creciente masa de turistas que visitan destinos en países emergentes.[6]
Si las restricciones de viajes no funcionan, ¿cuáles son las medidas que habría que adoptar? "Lo más importante es que cada país sea capaz de detectar el problema en su país para implementar una respuesta", dijo la Dra. Wilder-Smith a Medscape en Español. "Tendrían que fortalecer sus recursos de laboratorio para el diagnóstico, deberían saber cómo hacer vigilancia y deberían saber cómo dar una respuesta inicial al brote".
De acuerdo con la especialista, una herramienta que puede ayudar en ese plano y que se empieza a usar cada vez más son los modelados matemáticos que pronostican la evolución espacial y temporal de una epidemia. Por ejemplo, la Dra. Wilder-Smith publicó un trabajo en el cual predijo la importación del virus del Zika a Europa desde Brasil en 2016, tomando en cuenta el volumen de los viajes, la incidencia de la enfermedad en el lugar de origen y la probabilidad de estar infectado durante el viaje.[7] Los resultados del modelo, que predecían la mayor cantidad de casos en Francia y Portugal, fueron consistentes con los datos del Centro Europeo para el Control de Enfermedades (ECDC), aseveró.
"Por supuesto, los modelos son una herramienta de investigación, no previenen la diseminación", advirtió la investigadora. "Sin embargo, pueden dar una idea de la evolución de la epidemia y da más tiempo para que los países puedan anticiparse y preparar una respuesta".
Otra medida importante sería, para algunas enfermedades, aumentar las capacidades de producción de vacunas y ampliar la cobertura de los programas oficiales de inmunización. Citó el caso de la fiebre amarilla, a la que consideró la "actual preocupación real". "Se necesitarían 450 millones de vacunas para cubrir a toda la población que vive en áreas endémicas. Pero hoy la producción anual es de 80 millones", lamentó.
La Dra. Wilber-Smith ha declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente.
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Citar este artículo: Cerrar fronteras y suspender vuelos agrava el problema de importación de epidemias - Medscape - 6 de marzo de 2018.
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