BUENOS AIRES, ARG. Con el fin de hacer frente a la epidemia de obesidad, Chile ha ido implementando, desde el año 2012, una serie de políticas combinadas sin precedentes para regular el etiquetado, la comercialización en las escuelas y la promoción de alimentos, incluyendo medidas tan extremas como la prohibición de los huevos sorpresa de chocolate y de conejos de Pascua.[1,2]
El diario The New York Times lo describió en un reportaje reciente como "el intento más ambicioso del mundo para cambiar la cultura alimentaria del país".[2] En tanto, la representante de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en ese país, Eve Crowley, sostuvo que Chile se ha convertido en un "referente mundial" en ese campo y la invitó a compartir su experiencia en la próxima conferencia regional de la FAO, a celebrarse en Jamaica del 5 al 8 de marzo.[3]
Las normas, que han enfrentado la resistencia de la cámara que reúne a las empresas alimentarias, apuntan a combatir la elevada prevalencia de obesidad y podrían servir de modelo en otros países de la región. Según un estudio de 2014 sobre 188 países, Chile registra la mayor prevalencia de obesidad en Latinoamérica y el Caribe entre los varones niños y adolescentes: 11,9% (IC 95%: 9,6 -14,3). También presenta la mayor proporción de adultos varones con sobrepeso y obesidad en la región: 67,9% (65,5 - 70,3), en tanto que entre las mujeres, la cifra llega al 63,9% (61,3 - 66,4).[4] Se ha calculado que el país gastó el 0,54% del Producto Interno Bruto en 2016 para pagar los costos derivados de la obesidad, como tratamientos médicos, enfermedades asociadas, pensiones de invalidez, ausentismo laboral, pérdida de productividad y mortalidad prematura. Se estima que esa erogación se va a triplicar en 2030.[5]
"Ante la epidemia de obesidad que la agobia, Chile no dudó en enfrentarse a los poderosos intereses económicos de la industria de los alimentos procesados", elogió las medidas el médico oncólogo peruano Elmer Huerta, colaborador médico de CNN en Español y director del Preventorio del Cáncer del MedStar Washington Hospital Center, en Washington D.C., Estados Unidos. El Dr. Huerta agregó que, aunque los índices de exceso de peso en Perú y otros países sean menores, "no debemos esperar para llegar a esos límites para recién actuar".[6]
Un abordaje simultáneo
La lógica que guía la adopción de las medidas es que los cambios dietarios observados en Chile y en el resto de Latinoamérica (donde más del 20% de los chicos y adolescentes de 0 a 19 años tienen exceso de peso) se interpretan en gran parte como el resultado de una serie de cambios a nivel local, nacional y global que afectan la disponibilidad, accesibilidad y asequibilidad de los alimentos, así como su demanda por parte de la población debido a la mayor exposición a la publicidad y otras estrategias de mercadotecnia.[7]
"A mi parecer, lo más destacable de la experiencia chilena es que se están intentando abordar simultáneamente varios aspectos del ambiente alimentario", sintetizó a Medscape en Español la Dra. Camila Corvalán, médica cirujana, magíster en salud pública y doctora en nutrición, quien dirige el Centro de Prevención de Obesidad y Enfermedades Crónicas (CEPOC), que depende del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA) de la Universidad de Chile, en Santiago.
Las medidas que Chile empezó a implementar de manera escalonada desde 2015 incluyen: 1) la restricción de la mercadotecnia de alimentos poco saludables; 2) la mejora de los ambientes escolares a través de la prohibición de la promoción y venta de esos alimentos; 3) la entrega de información en los puntos de venta a través del uso de logos de advertencia o "sellos negros" octogonales obligatorios que alertan sobre el alto contenido de azúcar, sal, grasas saturadas y calorías; 4) la imposición de impuestos altos a las bebidas azucaradas.
En el marco de esa política, algunas de las medidas adoptadas tienen pocos precedentes a nivel mundial. Por ejemplo, la prohibición de que aparezca la ilustración del Tigre Tony (o Tigre Toño) y otras figuras animadas en el envase de comestibles destinados al consumo infantil, como las pastillas danzantes de los chocolates M&M’s. Al menos un estudio había relacionado la presencia de caracteres infantiles en los envases con el mayor contenido de azúcar y calorías.[8]
También se han prohibido los huevos de chocolate Kinder con sorpresa, dado que se considera que los juguetes funcionan como gancho comercial para un producto con ingredientes poco nutricios para los niños. El conejo de Pascua, por su forma atractiva para el público infantil, corrió la misma suerte.
Los kioscos de las escuelas chilenas ya no pueden comercializar las botanas y bebidas que eran más compradas por los niños durante los recreos, como galletas, chocolates, bebidas con azúcar, helados, papas fritas y aperitivos de harina de maíz con sabor a queso.[9] En cambio, pueden ofrecer, entre otros ítems, jugos y gaseosas sin azúcar, frutas y verduras frescas, y batidos de yogur o helados de fruta natural sin azúcar adicionada. El Ministerio de Salud recomendó, en tanto, que los alumnos lleven desde sus hogares colaciones saludables, como un puñado de almendras, un pote de media fruta picada con medio yogur o palitos de zanahoria, apio y brócoli.
Por otra parte, a partir de junio próximo, la televisión, la radio y las salas de cine no podrán difundir avisos publicitarios de comida chatarra o no saludable entre las seis de la mañana y las diez de la noche.

En algunas categorías de productos, como chocolates y galletas, el 90% lleva al menos un sello negro o logo de advertencia. La imagen que acompaña esta noticia muestra la foto de una pasta picante a base de ají, que porta el sello de alto en sodio. Junto a Ecuador y México, Chile se transformó en el tercer país en el mundo en exigir este tipo de etiquetado frontal obligatorio. Cabe destacar que las etiquetas frontales negras, colocadas de acuerdo con la ley de Rotulado y Publicidad de Alimentos, son extremadamente visibles en los productos comercializados en Chile.
Resultados preliminares
De acuerdo con la Dra. Corvalán, las primeras evidencias del impacto positivo de esta estrategia es que alrededor del 20% de los productos procesados fueron reformulados en un año y medio para reducir o eliminar la presencia de sellos en sus envases. En septiembre pasado, por ejemplo, Coca-Cola anunció que dos de sus bebidas estrellas (Fanta y Sprite) reducirían en Chile un 55% - 60% el contenido de azúcar de sus fórmulas originales.[10]
La Dra. Corvalán también está conduciendo un estudio, que se va a sostener a lo largo de cinco años, sobre la percepción y las actitudes de casi 800 adolescentes y poco más de 900 madres de preescolares de Santiago. El primer análisis preliminar, a nueve meses de la puesta en vigencia de la ley, revela que el 91% de las madres y el 81% de los adolescentes asocian la presencia de logos o sellos en alimentos con que sean poco saludables. En tanto, el 26% de las madres y el 23% de los adolescentes define a un alimento saludable como aquel que no tiene sellos, una proporción mayor de aquellos que juzgan ese atributo por factores tales como la marca, el listado de ingredientes o la presencia de mensajes de salud en el rótulo.
Asimismo, entre 2016 y 2017 subió del 28% al 35% la proporción de madres que considera que la presencia de logos o la información nutricional es el principal factor que toman en cuenta a la hora de decidir la compra de un nuevo alimento o bebida, por encima de la marca o el precio. En los adolescentes, en cambio, la relación se invierte y los logos o la información nutricional ocupan el tercer lugar en importancia, con el 11%.[11]
Otros estudios de mercado también sugieren cambios tangibles en la conducta de los consumidores. En el trimestre posterior a que entrara la norma en vigencia, cayeron un 3,6% las ventas de los productos con sellos. Y después de un año, el 36,5% de los chilenos declaró haber cambiado su elección y compra de alimentos y bebidas.[12] Según un trascendido periodístico, la ley "ha golpeado muchísimo a todas las empresas" y hasta Danone evalúa irse del país por esa causa.[13]
A diferencia de lo ocurrido en México, la presión impositiva sobre las bebidas azucaradas parece haber sido un ingrediente de efectividad más marginal. El aumento de los impuestos a los refrescos, jugos y néctares con alto contenido de azúcar (6,25 g/dl) fue del 5%, pasando del 13% al 18%. Y se disminuyó un 3% (al 10%) el de aquellos productos con poco o sin azúcar. Un estudio internacional reveló que Chile es hoy uno de los cuatro países donde el litro de Coca-Cola es más cara, aunque, por el aumento de los ingresos, la bebida es más asequible que hace 25 años.[14] "En verdad, el alza de impuestos fue pequeña y acompañada de una disminución de impuestos en productos alternativos, por lo que nuestros análisis muestran que eso se tradujo en un menor impacto", dijo la Dra. Corvalán.
En cualquier caso, los expertos reconocen que todavía es muy prematuro para documentar modificaciones sostenidas en los patrones de alimentación, en la prevalencia del exceso de peso o en la incidencia de enfermedades derivadas. El año pasado, la ministra de salud de Chile, Carmen Castillo, sostuvo que se necesitarían evaluaciones progresivas "que nos demuestren a futuro una baja en la obesidad y las mejoras en la alimentación de las personas".[15]
¿Un ejemplo a seguir?
La iniciativa chilena ha enfrentado la oposición de ejecutivos de las compañías alimentarias, que han catalogado las medidas como exageradas, confusas, paternalistas e invasivas. Por ejemplo, critican que los sellos negros se basen en el contenido calórico o en la concentración de los nutrientes cada 100 gramos o 100 mililitros y no en el tamaño usual de la porción, por lo que transmitirían una "percepción de riesgo deformada".[16] Otros consumidores han cuestionado que las empresas eviten el sello de "alto en azúcar" reemplazándola en sus productos por edulcorantes artificiales de cuya seguridad en el largo plazo desconfían.
La industria y algunos expertos en obesidad también denuncian que la política está demasiado centrada en la alimentación y pierde de vista la importancia de la lucha contra el sedentarismo. Y sostienen que sería mejor educar a los consumidores respecto a un estilo de vida saludable que incluya el ejercicio.
Para Susana Socolovsky, PhD, doctora en química, presidenta de la Asociación Argentina de Tecnólogos Alimentarios (AATA) y consultora técnica internacional en regulaciones alimentarias, la norma de etiquetado chilena transgrede los lineamientos del Codex Alimentarius [compendio internacional de normas alimentarias de la FAO y la OMS] que propone informar sobre el contenido de nutrientes sin darle al mismo una connotación positiva o negativa ni provocar el rechazo de un producto.
Los sellos negros de advertencia, dijo la Dra. Socolovsky a Medscape en Español, "se basan en límites arbitrarios y no dan al consumidor la posibilidad de aprender. Todo alimento es saludable en cantidades moderadas. Y no todos los grupos poblacionales tienen las mismas necesidades nutricionales. ¿Qué sentido tiene un etiquetado que no educa?". En su lugar, propuso un modelo "tipo semáforo" como el que está vigente de manera voluntaria en Gran Bretaña.
La Dra. Corvalán, del INTA, coincidió en que la educación es importante, pero sostuvo que esa estrategia tiene claras limitaciones en grupos más vulnerables. "Por eso, debemos generar cambios en los ambientes alimentarios para hacer que las decisiones saludables sean más fáciles de tomar y, de manera simultánea, trabajar especialmente con los niños para que desarrollen preferencias alimentarias más saludables", resaltó a Medscape en Español. Dado que estas preferencias se configuran temprano en la vida, precisó la especialista, es "muy relevante" actuar en esa etapa. Diferentes estudios confirman que es más difícil lograr resultados perdurables con la modificación del estilo de vida, una vez que se presenta la obesidad.
Por otra parte, la Dra. Corvalán aseguró que "la evidencia sugiere que las acciones centradas en mejorar la dieta son las que más probablemente nos devuelvan a un estado de nutrición adecuado. Las medidas centradas en la actividad física son relevantes, pero secundarias".
La experiencia chilena está siendo seguida por atención por otros países de la región, que, en algunos casos, estudian implementar medidas similares. Uruguay, por ejemplo, tiene un proyecto de etiquetado que recrea el sistema de logos o sellos negros en los envases, una medida que también despertó el rechazo de sectores de la industria de alimentos.[17] En Perú, en el marco de duros enfrentamientos, la Comisión de Defensa del Consumidor del Congreso aprobó en noviembre un esquema que reemplaza los octógonos negros propuestos por las autoridades de salud por un "semáforo nutricional" que, al igual que en Ecuador, destaca aquellos ingredientes que se encuentran en niveles bajos (verde), medio (amarillo) y alto (rojo).[18] El Ministro de Salud peruano, en cambio, sigue reivindicando el uso de los octógonos al modo chileno "porque significan alerta, precaución (…) y debemos tener un mensaje claro para que el consumidor o comprador decida rápidamente".[19]
En la opinión de la Dra. Corvalán, Latinoamérica se encuentra en una "posición única" para implementar medidas estructurales que favorezcan ambientes alimentarios más saludables. "Cada país tiene una realidad particular que permite avanzar en algunos aspectos más rápidamente que en otros. Por ejemplo, impuestos en México, etiquetado en Uruguay o alimentación escolar en Brasil. Yo creo que lo importante de la experiencia chilena es que estamos hablando de que se necesita un ‘paquete’ de acciones que aborden simultáneamente diferentes aspectos del ambiente alimentario. Yo creo que nuestros países tienen aún una riqueza culinaria a la cual apelar para combatir la epidemia de obesidad y enfermedades crónicas asociadas", concluyó.
La Dra. Corvalán no declaró ningún conflicto de interés económico pertinente. La Dra. Socolovsky ha trabajado como Consultora Técnica en Asuntos Regulatorios y Científicos para varias compañías multinacionales de ingredientes alimenticios.
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Citar este artículo: Las etiquetas y la mercadotecnia de los alimentos en Chile se vuelven el campo de batalla contra la obesidad - Medscape - 2 de marzo de 2018.
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