Nuevas directrices actualizan a los médicos en el tratamiento de la obesidad infantil

Pam Harrison

Conflictos de interés

7 de febrero de 2017

Una comisión designada por la Endocrine Society ha emitido directrices de práctica clínica para la evaluación, el tratamiento y, tal vez lo más importante, la prevención de la obesidad en la infancia y la adolescencia, a fin de actualizar las recomendaciones previas publicadas hace varios años.[1]

"La obesidad pediátrica continúa siendo un problema de salud internacional persistente y serio que afecta a 17% de los pacientes en edad pediátrica (niños y adolescentes) estadounidenses, poniendo en riesgo la salud y la longevidad durante la edad adulta", puntualizan el Dr. Dennis Styne, de la Universidad de California, en Sacramento, Estados Unidos, y sus colaboradores, en las nuevas directrices publicadas en la versión electrónica del 31 de enero en Journal of Clinical Endocrinology and Metabolism, las cuales fueron formuladas de manera conjunta por la European Society of Endocrinology y la Pediatric Endocrine Society.

"Desde la publicación de las directrices originales, hace ocho años, se han añadido 1778 citas bibliográficas a PubMed en relación con la obesidad pediátrica, y hemos incorporado los datos más relevantes de éstas para actualizar y mejorar el texto original", manifestó el Dr. Styne.

La buena noticia es que, como lo informó previamente Medscape Noticias Médicas, las tasas de obesidad infantil al parecer se han estabilizado en los últimos años.

Por otro lado, la noticia no tan buena es que los miembros de la comisión se vieron obligados a añadir nuevas definiciones de "obesidad extrema", un grupo cuya prevalencia lamentablemente sigue aumentando.

Los preescolares de 2 años de edad se consideran extremadamente obesos si tienen un índice de masa corporal (IMC) de ≥120% del percentil 95 o ≥35 kg/m2, de acuerdo a su grupo étnico.

Un niño o adolescente que por su IMC se encuentra en el percentil ≥85 pero debajo del percentil 95 para edad y género, se considera con sobrepeso, en tanto que aquél con un IMC ubicado en el percentil ≥95 para edad y género se considera obeso. Los lactantes menores de 2 años se consideran obesos si su peso específico de acuerdo al género para la longitud en decúbito está en el percentil ≥97,7 de las gráficas de la Organización Mundial de la Salud, señalan los miembros de la comisión.

Evaluación de trastornos concomitantes en niños con obesidad

Los miembros de la comisión recomiendan que los médicos valoren sistemáticamente a los niños y adolescentes una vez que alcancen un IMC igual o mayor al percentil 85, para los trastornos concomitantes comunes relacionados con la obesidad, tales como prediabetes o diabetes manifiesta, dislipidemia, e hipertensión.

Por otra parte, aconsejan no utilizar análisis de laboratorio sistemáticos para tratar de identificar las pocas causas endocrinas infrecuentes que originan obesidad en la edad pediátrica, a menos que las manifestaciones clínicas lo justifiquen.

Asimismo, en el caso de los factores genéticos que favorecen la obesidad, tanto infantil como adolescente, recomiendan que las pruebas genéticas se limiten a los niños con obesidad de inicio temprano; un antecedente familiar de obesidad extrema; o hiperfagia, un apetito anormalmente intensificado.

Al igual que para las directrices previas, los miembros de la comisión resaltan la importancia de la prevención de la obesidad, argumentando que: "Es difícil lograr resultados perdurables efectivos con la modificación del estilo de vida, una vez que se presenta la obesidad".

La piedra angular de la prevención y el tratamiento de la obesidad es, desde luego, el estilo de vida.

La prevención es el mejor tratamiento…

Aquí, como lo detallan los miembros de la comisión, la estrategia debe consistir en múltiples frentes y ser dirigida no sólo al niño o al adolescente, sino también a la familia y, de hecho, al contexto educativo y social en el cual se desarrollan.

Los médicos, por ejemplo, deben prescribir y fomentar hábitos de alimentación saludables, la mayor parte de los cuales es autoevidente, como evitar alimentos y bebidas altos en calorías y deficientes en nutrientes. A los pacientes se les debe alentar a no consumir bocadillos constantemente, sobre todo después de la escuela y la cena, e incitar a los padres para que planifiquen comidas con horarios regulares.

Fortalecer los niveles de actividad también es decisivo para el control de peso; los niños y adolescentes necesitan un mínimo de 20 minutos al día ― y en condiciones ideales, 60 minutos ―  de actividad física vigorosa al menos cinco días a la semana.

Uno de los aspectos menos obvios que contribuye a una estrategia de estilo de vida saludable general es la promoción de patrones de sueño saludables. Asimismo, también se debe alentar a los padres para que limiten el tiempo que el niño pasa frente a una pantalla (fuera de las tareas escolares) a no más de 2 horas al día, así como eliminar otras conductas sedentarias basadas en los dispositivos digitales.

Además, reconociendo la carga física que a menudo acompaña a la obesidad, los miembros de la comisión recomiendan que los niños y los adolescentes sean objeto de evaluación para determinar la presentación de problemas psicosociales, si existe sospecha de los mismos.

Asimismo, los miembros del equipo de atención sanitaria también deben abordar la dinámica familiar con el fin de tratar de diagnosticar cualquier patrón de crianza mal adaptado que pueda contribuir a la obesidad del paciente pediátrico.

La cirugía bariátrica debería ser el último recurso

En contraste con las directrices previas, los miembros de la comisión ya no recomiendan la lactancia materna para prevenir la obesidad, debido a que la evidencia que respaldaba las recomendaciones previas para hacerlo se consideró débil.

Los miembros de la comisión también advierten que "los compuestos farmacológicos dirigidos al control de la obesidad, con excepción de uno, no están aprobados para el uso en esta población hasta los 16 años de edad".

Sin embargo, si un médico determina que las intervenciones en el estilo de vida simplemente no están funcionando, puede recurrir al tratamiento farmacológico siempre y cuando tenga experiencia en el uso de estos compuestos.

Por último, la evidencia ha definido cada vez más tanto los beneficios como los riesgos que conlleva la cirugía bariátrica en los adolescentes, y los miembros de la comisión detallan diversas opciones quirúrgicas en las nuevas directrices.

No obstante, si se considera un procedimiento bariátrico, se debe llevar a cabo solamente en pacientes adolescentes maduros, con trastornos concomitantes graves relacionados con la obesidad.

El paciente y su familia deben estar motivados en cuanto a la reducción de peso, y también comprometidos al apego de las exigencias a largo plazo que acompañan a cualquier procedimiento bariátrico, resaltan los miembros de la comisión.

"Pese a un incremento importante en la investigación sobre la obesidad pediátrica desde la publicación inicial de estas directrices hace 8 años, se necesitan más estudios de los factores genéticos y biológicos que aumentan el riesgo de incremento de peso e influyen en la respuesta a las intervenciones terapéuticas", observan el Dr. Styne y sus colaboradores.

"Tiene primordial importancia la atención específica a determinar formas para efectuar cambios sistémicos en los entornos alimentarios y en la movilidad diaria total, así como los métodos para sostener cambios saludables en el índice de masa corporal”, concluyen los investigadores.

Las directrices fueron financiadas por la Endocrine Society. El Dr. Styne ha declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente. Las declaraciones de conflicto de los coautores se enumeran en el artículo.

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